“Del vivir sabroso al vivir con miedo”: Territorialización, biopoder y prácticas de gobierno sobre migrantes colombianas/os que viven en tomas de terreno en el norte de Chile1
“From Living Joyfully to Living in Fear”: Territorialization, Biopower, and Government Practices on Colombian Migrants Living in Land Occupations in Northern Chile
Fecha recepción: septiembre 2024 / Fecha aceptación: noviembre 2024
DOI: https://doi.org/10.51188/rrts.num33.894
ISSN en línea 0719-7721 / Licencia CC BY 4.0.
RUMBOS TS, año XIX, Nº 33, 2024. pp. 39-70
Gustavo Macaya-Aguirre
Académico de la Escuela de Enfermería, Facultad de Salud, Universidad Santo Tomás, Antofagasta, Chile. Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado, Chile; Magíster en Psicología Social, Universidad Católica del Norte, Chile; Licenciado en Filosofía y Bachiller en Humanidades, Universidad Alberto Hurtado, Chile.
https://orcid.org/0000-0001-6377-2858
Resumen
El objetivo del presente artículo es analizar los procesos de territorialización llevados a cabo por migrantes del Pacífico colombiano en el campamento Villa Esperanza, en Antofagasta, Chile, y las relaciones que la institucionalidad estatal establece con ellas/os. Esta investigación se realizó a través de un trabajo etnográfico de 15 meses que incluyó historias de vida, observación participante, diario de campo, registro audiovisual, entre otras. Los principales resultados dan cuenta que la vida en el campamento configura una forma de territorialización que proporciona un espacio propio para vivir junto a sus familias, donde además pueden mantener y/o entretejer nuevas relaciones afectivas y comunitarias con otras personas migrantes. Sin embargo, ante el deterioro de la seguridad en el campamento y la solicitud de las familias de mayor protección por parte del Estado, la institucionalidad estatal decidió cerrar la toma, implementando prácticas de gobierno sobre la población migrante, donde el dispositivo de regularización migratoria permitió deslindar las vidas que deben ser protegidas y aquellas dejadas a su suerte. Estos hallazgos permiten comprender los significados en torno a la vida en el campamento y su relevancia para las personas migrantes, así como los diversos impactos que las prácticas de biopoder por parte del Estado producen a nivel económico, emocional y social.
Palabras clave
Biopoder; Gubernamentalidad de las migraciones; migrantes; territorialización; violencias
Abstract
The objective of this article is to analyze the territorialization processes carried out by migrants from the Colombian Pacific in the Villa Esperanza land occupation in Antofagasta, Chile, and the relationships established with them by state institutions. This research was conducted through 15 months of ethnographic work that included life histories, participant observation, field diaries, audiovisual recordings, among others. The main results indicate that life in the settlement constitutes a form of territorialization that provides a space for migrants to live with their families, where they can also maintain and/or weave new affective and community relationships with other migrants. However, due to the deterioration of security in the occupation and the families’ request for greater protection from the State, state institutions decided to close the settlement, implementing governance practices over the migrant population. The migration regularization device allowed the distinction between lives that should be protected and those left to their fate. These findings help to understand the meanings surrounding life in the occupation and its relevance for migrants, as well as the various impacts that state biopower practices produce at the economic, emotional, and social levels.
Keywords
Biopower; Governmentality of Migrations; migrations; territorialization: violence
Introducción
En la actualidad, en distintas partes del mundo se están experimentando diversos y complejos flujos migratorios, internos e internacionales, como resultados de distintas situaciones, lo que ha llevado al 3,6% de la población mundial a vivir en un país distinto a aquel en el cual nacieron (International Organization for Migration, 2024).
Chile no ha estado ajeno a estas movilidades y en los últimos 25 años ha experimentado un incremento importante de migrantes internacionales, provenientes principalmente de países latinoamericanos, tales como Venezuela, Perú y Colombia, que corresponden a más del 74,5% de personas migrantes que viven en el país (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2024), quienes residen mayoritariamente en la Región Metropolitana de Santiago (Capital de Chile) y el norte del país; de hecho, la Región de Antofagasta2 es una de las regiones con mayor porcentaje de personas migrantes internacionales residentes.
Conforme a lo reportado por el Instituto Nacional de Estadísticas y el Servicio Nacional de Migraciones de Chile, SERMIG (2023), en la Región de Antofagasta viven alrededor de 109.439 personas migrantes, de las cuales el 60,61% vive en la comuna de Antofagasta, la mayoría de ellos provenientes de Colombia (40,1%).
Si bien es difícil de establecer por la vía estadística los lugares geográficos de salida y el origen étnico de esta población, distintas investigaciones han señalado que una parte importante de ella estaría constituida por personas afrodescendientes provenientes de ciudades del Departamento del Valle del Cauca, como Cali, y principalmente del Pacífico colombiano3, de lugares como Buenaventura, Tumaco y Guapi, territorios azotados por el conflicto armado interno desde fines de los años 90 del siglo XX hasta la actualidad, lo que ha llevado a plantear que, independiente de la condición jurídica-administrativa de su migración, se trataría de migraciones que en muchos casos tendría un carácter forzado (Arboleda, 2004; 2018; Amador, 2010a, 2010b; Instituto Nacional de Derechos Humanos, INDH, 2013; Echeverri, 2016; Liberona, 2015; Liberona y López, 2018; Macaya-Aguirre y Concha de la Carrera, 2020; Macaya-Aguirre, 2022b; Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, CEV, 2020; 2022a; 2022b; 2022c; 2022d).
Antofagasta como lugar de destino
La comuna de Antofagasta es la capital de la Región de Antofagasta y está ubicada a los pies de la Cordillera de la Costa, frente al océano Pacífico, en el desierto de Atacama, en el norte de Chile. Estos territorios, inicialmente pertenecientes a Bolivia, fueron anexados durante la Guerra del Pacífico disputada contra Perú y Bolivia en el siglo XIX (González Pizarro, 2010; González Pizarro et al., 2015). El clima es desértico y las condiciones de temperatura no son del todo adversas. La característica principal del clima en la ciudad es la aridez, la sequedad, dada la casi inexistente probabilidad de precipitaciones durante todo el año, muy diferente a lo que acontece en el Pacífico colombiano, de clima tropical-húmedo con precipitaciones durante todo el año (Macaya-Aguirre, 2022b).
En términos de población, a partir de proyecciones realizadas con la información del Censo de 2017, se estima que en la región de Antofagasta viven alrededor de 703.746 personas, que corresponde al 3,57% de la población total del país y cerca del 61% de la población de la región reside en la comuna de Antofagasta (Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 2023).
Históricamente, la principal actividad de la región y comuna de Antofagasta ha estado ligada a la extracción de minerales, como el salitre y el cobre. Desde mediados de los 90, en medio de un proceso de consolidación del modelo neoliberal, se produjo un auge de proyectos mineros a gran escala en las regiones de Antofagasta y Tarapacá vinculadas a la extracción de cobre (Stefoni et al., 2021) y, con ello, crecieron los indicadores macroeconómicos y quedó en evidencia una mejoría de la economía familiar de quienes estaban ligados a la actividad minera.
En medio de este ciclo de expansión y bonanza, con Antofagasta como epicentro, comenzaron a incrementarse fuertemente las movilidades en torno a estas ciudades. La ciudad de Antofagasta se ha convertido en un lugar de tránsito y destino de personas provenientes tanto de otros países, principalmente sudamericanos, así como también de personas de otras ciudades de Chile (Instituto Nacional de Estadística, INE, 2018; 2021; INE y SERMIG, 2023).
Antofagasta y las migraciones
Antofagasta se ha construido con base en distintos ciclos migratorios, tanto internos como regionales y de ultramar. De hecho, al momento de la ocupación de la ciudad por parte de militares chilenos, el 14 de febrero de 1879, el 85% de la población residente era chilena, mientras que el 15% correspondía a otras nacionalidades (González Pizarro, 2010), principalmente personas bolivianas.
En el periodo 1880 y 1930, con el auge de la extracción salitrera, hubo una migración boliviana que se asentó en torno a la depresión intermedia, ubicada entre la Cordillera de la Costa y la Cordillera de los Andes, que era donde estaban localizados parte importante de los yacimientos y campamentos mineros, sin embargo, la ciudad de Antofagasta también recibió a un número relevante de esta población (González Pizarro et al., 2015).
Hacia 1907, mientras en Chile el 4,2% de la población que residía en el país era migrante, en el caso de Antofagasta, el 19,5% de su población era extranjera. De ellos, el 40% eran bolivianos, sin embargo, hacia el inicio de la crisis del salitre en 1929, esta población se redujo considerablemente (González Pizarro et al., 2015).
Posterior a la crisis del 1929, ni el país ni la Región de Antofagasta volvieron a tener los altos porcentajes de migración internacional como los tuvo el año 1907. Sin embargo, desde inicios del siglo XXI hasta la actualidad las migraciones se han acrecentado nuevamente en el país, la región y la comuna de Antofagasta.
Stefoni et al. (2021) realizaron una revisión sobre la medición de la variable migración en los distintos censos de población, desde 1930 hasta 2017 en la Región de Antofagasta. En esta revisión, no solo dan cuenta de una disminución de la migración, que pasó de 6,6% en 1930 a 0,7% en 1992, sino también cómo esta comenzó a aumentar a partir del 2002, pasando de un 1,2% a un 10,3% en el último censo, realizado el año 2017.
En el caso de la migración colombiana a Chile, esta se comenzó a dar con fuerza desde inicios del siglo XXI. Si bien el aumento de la migración colombiana no se da de manera aislada respecto al aumento de las migraciones de personas de otros países de América Latina, su singularidad está dada por dos factores. El primero de ellos es la especificidad de la red migratoria, que en un inicio, y por muchos años, ha estado concentrada en gran medida en la Región Metropolitana de Santiago y el norte de Chile (INE y SERMIG, 2023), en particular las regiones de Antofagasta y Tarapacá.
El segundo factor está dado por la presencia importante de población afrodescendiente, quienes pasaron de una racialización sostenida en una exotización de sus rasgos fenotípicos (Echeverri, 2016), a una racialización, cuya exotización ha girado en torno a una sexualización de las mujeres y la producción de la peligrosidad de los hombres, ligándolos al narcotráfico, los robos y el aumento de la peligrosidad e inseguridad en el centro de la ciudad (Silva y Lufin, 2013; Stang y Stefoni, 2016; Macaya-Aguirre, 2022b).
Antofagasta, pobreza y campamentos
La encuesta de Caracterización Socioeconómica, CASEN 2022 (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2023a), reportó una disminución de la pobreza por ingresos en Chile, pasando de un 10,7% en el año 2020 a un 6,5% en 2022. Del total de personas viviendo bajo la línea de la pobreza, el 2% vive en condiciones de extrema pobreza. La pobreza en la Región de Antofagasta se encuentra levemente por encima del promedio nacional, donde el 7,6% de la población regional vive bajo la línea de la pobreza, impulsado principalmente por la pandemia, un ciclo de menor rentabilidad del cobre, el desempleo y el empleo precario.
En términos de pobreza y migración, si bien entre 2020 y 2022 hubo una disminución significativa de personas migrantes viviendo en situación de pobreza en Chile, pasando de un 16,1% a un 11,1%, sin embargo, cuando se compara con población chilena, las/os migrantes se encuentran en una peor situación respecto a los chilenos, pues de estos últimos solo el 6,1% viven en situación de pobreza (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2023a). Situación similar acontece cuando se revisa la pobreza multidimensional, donde el 29,6% de migrantes vive en situación de pobreza multidimensional, mientras que en chilenos este indicador llega al 15,7% (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2023b).
La situación de pobreza y las dificultades para acceder a políticas de subsidio habitacional han impactado directamente en el acceso a la vivienda, tanto para migrantes como para chilenos. Según estimaciones del Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile (2024), al año 2024 en el país existen 1.432 campamentos4, correspondiendo al más amplio número registrado desde el comienzo de su medición en 1985. Solo durante la pandemia del COVID se levantaron 289 nuevos campamentos, la mayoría de ellos en las regiones de Valparaíso, Metropolitana, La Araucanía y Atacama (Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile, 2022).
En la actualidad, en la Región de Antofagasta existen 116 campamentos, lo que equivale al 8,1% del total de campamentos existentes en el país (Ministerio de Vivienda y Urbanismo de chile, 2024). Del total de personas migrantes que viven en estos asentamientos a nivel nacional, el 24% de ellos reside en Antofagasta y son mayoritariamente colombianas/os (Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2022).
Con base en lo anterior, el objetivo del presente artículo es analizar las narrativas y las prácticas en torno a los procesos de territorialización llevados a cabo por migrantes del Pacífico colombiano en el campamento Villa Esperanza, en Antofagasta, norte de Chile, y las relaciones que la institucionalidad estatal establece con ellas/os a partir de las demandas de mayor protección y seguridad para ellas/os y sus familias.
La relevancia de este estudio dice relación con su contribución a la comprensión de los procesos de territorialización llevados adelante por las/os migrantes del Pacífico colombiano en el norte de Chile, para avanzar hacia un análisis matizado de cómo estos migrantes crean y mantienen sus propios espacios dentro de las tomas de terreno, destacando la importancia de estos espacios para la mantención de los lazos familiares y comunitarios. Además, la investigación busca arrojar luces respecto a las interacciones que se establecen entre las/os migrantes y las instituciones estatales. Del mismo modo, al examinar las dimensiones socioeconómicas, emocionales y sociales de la vida en estos asentamientos, el estudio busca ofrecer perspectivas sobre las experiencias vividas por los migrantes y las implicaciones más amplias del biopoder y la gubernamentalidad en contextos migratorios.
El campamento como una nueva territorialización
Una de las premisas relevantes del enfoque transnacional de los estudios migratorios es que las personas migrantes no son desarraigadas, sino que en sus migraciones construyen prácticas que las mantienen vinculadas-arraigadas, simultáneamente a origen y destino (Glick Schiller et al., 1992a; 1992b; Glick Schiller, 1997). Del mismo modo, Vergara-Figueroa (2018) señala que, en las distintas diásporas de personas africanas y afrocolombianas, ellas han constituido nuevos procesos de territorialización en los lugares de destino. En esta línea, es relevante comprender esa particular forma de habitar en destino de las personas del Pacífico colombiano en las tomas de terreno en Antofagasta, donde ellas y ellos han generado estrategias específicas para asentarse en unos contextos marcados por la hostilidad geográfica y social, donde las mujeres ejercen un rol central. Ahora bien, considerar la formación y vida cotidiana del campamento como una forma de territorialización supone, al menos, una clarificación conceptual de aquello que se entiende por territorio y territorialización.
Respecto al territorio, pese a que su constitución siempre remite a una base espacio-material sobre la cual este se constituye (Haesbaert, 2013), Castaño-Aguirre et al. (2021) sugieren que el territorio no tiene que ver únicamente con la apropiación de un espacio físico, sino también con la construcción de relaciones sociales, formas de organización y significados que las y los individuos construyen en el entorno en el que habitan y que incluye una relación no solo entre humanos, sino también con la naturaleza, es decir, el territorio implica un proceso de apropiación material y simbólica, individual y comunitaria, por parte de las personas y comunidades y, al ser una construcción, posee un carácter histórico, dinámico y en constante transformación, en donde su constitución y vida está atravesada por la emocionalidad, por el vínculo y las emociones que suscita el habitar un espacio, por lo cual, desde el punto de vista de las emociones (y no únicamente) el territorio no es neutro.
Por otro lado, en Foucault (2006) la noción de territorio aparece ligada al espacio sobre el cual se ejerce soberanía y, en este sentido, Castro (2018) señala que si bien en Foucault el territorio tiene una dimensión jurídica y política que no se restringe ni limita a la cuestión geográfica, sin embargo, desde el punto de vista de las prácticas de gobierno, el territorio es un asunto secundario, toda vez que el arte de gobernar justamente no se limita al territorio, sino hacia la población.
En este sentido, en la relación territorio-Estado, la cuestión de la población y el biopoder son centrales, toda vez que desde el punto de vista del Estado, la población que reside en el territorio se vuelve foco de su acción y control (Foucault, 2006; Haesbaert, 2013; 2014), a través de prácticas que, como se desarrollará más adelante, delinean permanentemente la vida, la muerte y la constante espera, es decir, se mueven entre prácticas disciplinarias, biopolíticas y de liminaridad (Turner, 2020).
Ahora bien, por su parte, la territorialización hace alusión a las prácticas de apropiación y construcción de un territorio por parte de las y los individuos en un espacio y tiempo determinado (Castaño-Aguirre et al., 2021). En ese sentido, la territorialización da cuenta del ejercicio de formas de agencias que las personas son capaces de construir aún en medio de las múltiples constricciones y límites que les son impuestas, por ejemplo, desde el Estado.
Es importante señalar que la territorialización no es un proceso ni homogéneo ni armónico y no se da por fuera de las relaciones de poder (Foucault, 2012), sino que implica precisamente momentos de tensión y conflicto entre quienes habitan el espacio. Es en medio de estas tensiones que las y los individuos son capaces de construir una vida común.
En este caso, como abordaré a continuación, la territorialización implica prácticas tales como la habilitación, constitución y transformación de un espacio geográfico inhóspito, periférico, agreste, sucio, en un lugar habitable, con acceso a servicios básicos como agua potable, luz e incluso alcantarillado a la vez que se generan redes de colaboración y organización para la representación ante las autoridades gubernamentales y se crean y recrean vínculos familiares, emocionales, de amistad y solidaridad barrial, así como prácticas culturales de origen.
Así, esta territorialización contiene, a lo menos, tres aspectos: la habilitación física del espacio, la organización comunitaria y de representación ante el Estado, y la creación, mantención y recreación de lazos familiares, comunitarios, afectivos y de amistad, tanto con otras personas del Pacífico colombiano que llegan a vivir al territorio como también de otras nacionalidades. Estas prácticas de territorialización se encuentran vinculadas a proyectos familiares y personales que les permiten a las mujeres tener un espacio propio y generar estrategias para lograr la reunificación familias con sus hijas e hijos, entre otras.
Anclajes metodológicos
Este estudio es parte de una investigación etnográfica que asume la etnografía como metodología/enfoque, método y escritura, las que en conjunto constituyen un modo de conocimiento del mundo centrado en las prácticas y significados que las/os propias/os actoras/es otorgan a sus existencias de manera cotidiana (Guber, 2012; Quirós, 2014; Restrepo, 2015; 2018a). Para ello, el trabajo etnográfico se ancla en tres pilares clave: la observación prolongada, las notas de campo y un análisis que emerge de la observación (Cefaï, 2013).
Las participantes y protagonistas de esta etnografía son principalmente 7 mujeres del Pacífico colombiano que han migrado al norte de Chile y que al momento de la realización del estudio vivían o habían vivido en tomas de terreno en Antofagasta, particularmente en el campamento Villa Esperanza, Cerro Bonito o 13 de Mayo.
Del mismo modo, a lo largo de esta investigación también aparecen las voces de sus hijas e hijos, algunas/os de ellos mayores de edad, sus parejas o exparejas sentimentales, sus amigas y amigos, los vecinos colombianos o de otros países y vecinas provenientes de otros países latinoamericanos. También forman parte de esta etnografía personas chilenas a quienes entrevisté como actoras/es clave. El trabajo de campo comenzó el 13 de mayo de 2021, cuando un incendio afectó al campamento Villa Esperanza y Futuro Antofagasta, y finalizó el 6 de agosto de 2022.
En esta investigación se hace referencia a personas del Pacífico colombiano y no a afrocolombianas/os por dos motivos. El primero de ellos dice relación con que, efectivamente, no todas las personas son o se reconocen como afrodescendientes, algunas manifiestan ser hijas/os de padre/madre indígena y/o afro, lo que es factible porque desde la colonización hasta la actualidad afros e indígenas han convivido en torno al Pacífico (Quiceno Toro, 2016).
Del mismo modo, en segundo lugar, las/os participantes de este estudio tenían una relación de exterioridad con el significante afrocolombiano/a, inclusive aquellas/os cuyos rasgos físicos podrían atribuirse como tales. No obstante, cuando hablaban y compartían, aquello que resaltaban era la pertenencia territorial al Pacífico, allí había toda una unidad de sentido que las/os remitía a los ríos, los manglares, los peces y mariscos, las mareas que suben y bajan, las historias familiares, la comida y la medicina ancestral.
De ahí entonces que se tomó la decisión de hablar de personas del Pacífico colombiano para dar cuenta de esa complejidad y diversidad de orígenes étnico, así como también, manifestar que, aún fuera del país, su pertenencia e historia cultural, familiar y vital sigue estando en muchas ocasiones vinculadas al Pacífico colombiano.
El proceso de análisis
Para el proceso de análisis del material recolectado se siguió lo señalado por Restrepo (2018a; 2018b), en relación al proceso de escritura etnográfica. En primer lugar, se consolidó, ordenó y clasificó el material del trabajo de campo. Para ello, se utilizaron tres programas informáticos: Microsoft OneNote, Microsoft Word y MAXQDA 2020 para MacOS.
Luego, se realizó un análisis temático del cuaderno de campo y del resto del material a través de una codificación abierta, lo que permitió construir categorías emergentes en cada uno de los temas. Del análisis emergieron 9 grandes temas/categorías, que a su vez, se dividieron en subcategorías y cuyos temas contribuyeron a la escritura de este artículo, los cuales fueron etiquetados de la siguiente manera: 1) Violencias territoriales; 2) Violencias contra las mujeres; 3) Resistencias; 4) Espacios-territorios; 5) Maternidades; 6) Trabajo y condiciones laborales; 7) Constitución de sujetos; 8) Migraciones y 9) Buenaventura y el Pacífico colombiano. En el caso de este artículo se presentará parte de los temas analizados.
Dimensión ética de la investigación
Esta investigación contó con la aprobación del comité de ética de la Universidad Alberto Hurtado, Chile y sus participantes accedieron a participar de manera voluntaria a través de la firma de un consentimiento informado. Del mismo modo, los nombres fueron reemplazados por seudónimos escogidos por ellas/os en la mayoría de las ocasiones.
Resultados
Los inicios de la toma: hacer habitable el cerro y el desierto
El campamento Villa Esperanza (CVE) comenzó a levantarse el año 2013 en terrenos que bordean los cerros del sector norte de la ciudad de Antofagasta. El primer grupo que llegó a vivir ahí eran en su mayoría vecinas/os y conocidas/os de Colombia o Antofagasta, que vivían o habían vivido en la misma casa donde subarrendaban habitaciones.
Armar la toma supuso un proceso de habilitación del espacio para poder hacerlo habitable, en el cual las mujeres tuvieron un rol fundamental. Fueron ellas quienes pujaron y lideraron el proceso de levantamiento de sus casas para la familia, en un proceso sacrificado y austero, tal como señala Luz:
Gustavo: oiga Luz ¿Y su esposo la acompañó a venirse a vivir al campamento?
Luz: Él tampoco quiso, él tampoco quería porque nunca había vivido así tampoco. Entonces, yo le dije: “bueno, si usted no va, pues, mire, me iré yo nomás, qué voy hacer papi...” y así empezamos a construir, no sé, pegué una tabla, otra cosa (…) Para el agua, el agua compramos unos bines y esos bines los tuvimos que montar a lo alto, todo el mundo juntó sus bines a lo alto para que el agua cayera hacia abajo, al cabo de ocho días venía el carro de repartir el agua cada ocho días. Para las necesidades tuvimos que hacer pozo séptico… (Diálogo con Luz, Antofagasta)
Estas maneras de construir y hacer habitable los espacios para poder vivir tiene resonancia con múltiples formas de construcción generadas en origen muchos años antes. De hecho, durante el trabajo de campo en Buenaventura, en recorridos comentados por los barrios Lleras, Pueblo Nuevo y La Playita, Eduardo contaba que el proceso de urbanización de esos barrios se hizo a partir de terrenos ganados al mar, en el cual las familias rellenaron con distintos tipos de material y desechos y sobre ellos construyeron sus casas. Aquí en Antofagasta, se pasó de ganarle terreno al mar a ganarle espacio al cerro, para poder anclarse al agreste suelo a los pies de los cerros, como relató Emilson:
Fue una tarea ardua, nosotros decimos coloquialmente que devastamos el cerro, porque estaba obviamente el cerro, y para poder nivelar un poco el terreno para hacer los asentamientos, tuvimos que trabajar bastante removiendo la tierra, los escombros, lo que había en su momento. (Emilson, CVE, Antofagasta)
En efecto, la dinámica es la misma, luchar con la naturaleza para hacerse de un espacio para poder vivir a través de procesos de apropiación y territorialización.
Figura 1
Vista panorámica de los campamentos Villa Esperanza, Futuro Antofagasta, la zona del incendio y la población aledaña.
Fuente: Elaboración propia. Fotografía tomada en Antofagasta el 21 de septiembre de 2021.
Del mismo modo, es importante señalar que las maneras en cómo las personas del Pacífico colombiano en general, y las migrantes en particular, habitan dicho espacio marca una diferencia en las maneras en cómo familias chilenas, hasta hace unos años atrás, habían habitado estos asentamientos, generalmente de manera más precaria que en la actualidad.
En este sentido, la habilitación del espacio para hacerlo habitable implica una inversión de parte importante de sus ahorros para la construcción de los baños, cocina, divisiones interiores, confección de circuitos eléctricos, entre otras.
Estas formas de habitar los campamentos hacen que los intentos de erradicación por parte del Estado chileno entren en tensión con las personas que habitan esos lugares, para quienes las soluciones habitacionales estatales no son la mejor alternativa, pues para ellas/os esto no representa una mejora necesariamente:
Hay una diferencia [en las formas actuales de habitar un campamento] y eso también hace que cerrar un campamento sea mucho más complicado porque tus condiciones de habitabilidad hoy día no son tan precarias como hace 15 años atrás, porque sea que por fuera tu vivienda se vea, no sé, precaria porque tiene madera, porque tiene cholguán, qué sé yo, pero por dentro las condiciones son completamente habitables, o sea, tú tienes radier, tienes cerámica, piso flotante, qué sé yo, entonces la familia dice tengo grandes metros cuadrados donde yo me puedo mover y me están diciendo que me van a entregar una solución habitacional que si bien es para toda la vida, pero quizás no tiene los mismos metros cuadrados con los cuales yo hoy día estoy habitando, entonces es todo un tema, es todo un tema. (Antonia, funcionaria pública, Antofagasta)
Figura 2
Terrenos y viviendas del Villa Esperanza en proceso de desarme.
Fuente: Elaboración propia. Fotografía tomada en Antofagasta el 9 de diciembre de 2021.
¿Por qué irse a vivir a la toma?
Dada la complejidad y los múltiples desafíos que supone ir a vivir a una toma, una pregunta necesaria de formular es por qué las personas tomaron la decisión de irse a vivir al campamento. Las narrativas aquí son diversas y el aspecto económico y la posibilidad de mayor ahorro, si bien está presente, no es necesariamente la motivación central, sino más bien la consecuencia directa, inmediata y visible de esta decisión. Lo principal tiene que ver con la posibilidad de poseer un espacio propio, que les permita vivir como ellas/os quieren, es decir, una porción de terreno en la cual ellas/os puedan sentirse libres, cuestión que no se alcanzaba en los arriendos de las habitaciones en la ciudad:
Muchas de las familias, incluida la mía, migramos a este campamento con nuestras familias y en el hecho que nos asentamos, estuvo muy marcado por la necesidad de tener un lugar entre comillas “propio”. Si bien estamos conscientes de que estos terrenos de campamento son terrenos fiscales, la sensación de uno sentir que tiene algo propio lo hace como estar más apropiado a las situaciones, no solo es por el ámbito económico, que obviamente es importante porque estar en un campamento obvia algunas necesidades económicas, pero en sí es como el sentido de pertenencia (…) Las experiencias que nos tocó vivir como familia a veces en casas que tocaba de arriendo, eran a veces un poco adversas, poco adversas repito, no por la parte económica, sino que, a veces el dueño de casa podría ser no muy amable por decirlo así. Entonces al ver esta posibilidad de tener un lugar donde pudiéramos desarrollarnos más libremente, acudimos al campamento. (Emilson, CVE, Antofagasta)
Este espacio propio es también un lugar apto para la familia, sobre todo para aquellas personas que han generado procesos de reagrupación familiar, pues las habitaciones arrendadas en la ciudad no les permite tener las condiciones adecuadas para vivir. En el caso de Lucía y su familia, es ella quien exige a su marido la búsqueda de una solución para que pudiesen estar ellos y sus dos hijos menores:
Cuando llegué acá [desde Colombia] donde él vivía, fue peor, don Gustavo, fue impresionante, de ahí donde está la nevera a aquí, de ahí a donde está la pared era el cuartito, uno pasaba así y el cuartito para allá, él tuvo que desbaratar, bueno, yo desbaraté la cama para que durmiéramos todos en el suelo y yo me levantaba y todos tenían que levantar y le dije, me duré como tres días así hasta que no me aguanté: “ah –me dijo- y usted ¿no piensa hablarme?” me dijo, que no le hablaba, “y usted ¿qué quiere que le hable? Usted me hizo venir a este país, de mi casa donde yo estaba bien arreglada con mis hijos y acá me hizo dormir como unos perros al suelo y salir de aquí, para ir de aquí a la cocina, de lado” y una medio cocinita ahí, de ahí donde está la mesa a donde era la cocinita, aquí, “¿quiere que yo lo aplauda? Usted casi cuatro años acá y usted ¿no pudo conseguir otro sitio para traernos, para recibirnos a nosotros? (…) No, yo de aquí me voy mañana, yo me voy mañana (…) yo me voy porque yo aquí no voy a vivir, yo no estoy acostumbrada a vivir así, soy pobre, pero no estoy acostumbrada a vivir de esta manera”. (Lucía, CVE, Antofagasta)
Así, es él quien la lleva a la toma y consiguen un lugar donde vivir, primero arrendando dentro de la toma y luego comprando una vivienda dentro del campamento con los ahorros de su trabajo.
En el caso de María Mercedes, parte importante de su decisión de migrar a Chile estuvo vinculada a la posibilidad de entregar el apoyo económico a su hija para que pudiese tener educación universitaria, pues, aún con todo el esfuerzo laboral no alcanzaban a cubrir los gastos de educación de su hija, por lo que esto se transformó en uno de los argumentos centrales que les llevó a irse a vivir a la toma:
Pagar renta me tenía azotada, me metí a la toma también para poder ahorrar plata, para que pudiera estudiar mi muchacha, para que quedara algo, porque yo no era profesional, no ganaba mucho, era una formalera. [sic] (…) dónde iba a tener para tantas cosas, porque me toca ayudarle a mi vieja. Entonces, me tocaba hacer una cosa, la otra… (María Mercedes, Antofagasta)
Del mismo modo, en las narrativas de María Mercedes aparecen la relevancia de las redes y, también, los miedos y reservas a irse a vivir a la toma:
[Mi hija] de verme así, que yo luchaba y pasaba trabajo, yo y mi hija, porque ella también es bien guerrera po. Entonces ella me dijo que me fuera, entonces yo no iba, porque me daba miedo. Porque yo no tenía alguien que, pues, me respaldara, como un hombre, me daba miedo (…) Y hasta que un día, pues, yo trabajaba, vendía allá, en la intendencia, de ahí me iba al local, no, tenía una vida, pero muy, muy, muy, muy, muy... pa allá y pa acá, pa allá y pa acá. Entonces, ya, me colapsé y ahí dije: “Hija, no, a la mano de Dios, nos vamos pa la toma. Nosotras no nos metemos con nadie, nadie se mete con uno y nos vamos, y nos vamos, y nos vamos”. (María Mercedes, Antofagasta)
Pese a estos miedos e imaginarios respecto de cómo será la vida en el campamento y una reticencia sostenida en una visión tradicionalista y patriarcal, en la ponderación y decisión final, lo que pesa son las extenuantes condiciones laborales y que, pese a ellas, el dinero no alcanza.
En el caso de otras mujeres, como Luna, el campamento no es solo un espacio físico donde tener su vivienda, también es un espacio social que le permitió durante varios años la estructuración de una red de relaciones y colaboración para el cuidado de su hija y, también, de sostén con sus amistades. Al término de una relación sentimental, Luna estaba sin trabajo, sin lugar dónde vivir y sin dinero, fue así como llegó a la toma:
Me acuerdo que terminé con esa pareja, entonces quedé así como ufff, en negro. Como en el aire, ahora qué hago (…) Y aquí yo antes era, decía: “ayyy cómo mi hija va a ir a vivir a la toma”, porque esto ahorita está bien, pero eso en ese tiempo era, nooo, estas casas eran nooo, plástico, prácticamente era duro, por ejemplo, Irma y Luz que tuvo, que fueron los primeros que llegaron, ellos sí, sin agua, yo decía como voy a llevar a la niña pa allá. (Luna, Antofagasta)
Ahora bien, ¿qué fue lo que destrabó la decisión de irse a vivir a la toma? ¿por qué toma la decisión de irse a vivir allí finalmente? Al respecto, Luna narra:
Sol [hija de Luna] cuando venía pa acá era alegre, entonces, ahí aprendí entonces yo hice como yo no necesito eso, me enseñó y me dijo: “no mamá, yo no necesito, acá estoy bien con la gente, libre”, entonces, eso también ahh bueno, ella no, entonces nos vinimos para acá y la trasladé de colegio, entonces, todo eso me ayudó como acá habían más niños, más este, entonces entre todo eso, estuvieron ahí en la escuela, yo la dejaba y le pagaba a la señora que me la recogiera y a las seis, que salía del trabajo, la recogía y ahí fue bien. (Luna, Antofagasta)
Aquí aparecen dos elementos relevantes. En primer lugar, si bien las decisiones son personales, estas poseen, la mayoría de las veces, una dimensión familiar y, en segundo lugar, el campamento como territorio, es un espacio de relaciones entre iguales, de cuidados colectivos y de vínculos de amistad importantes.
En definitiva, en estas narrativas sobre por qué irse a vivir al campamento aparecen diversos elementos vinculados a lo familiar, lo económico y el habitar el espacio propio, lo costoso de la vida y los niveles de hacinamiento e incomodidad con que vivían en los lugares donde arrendaban. Así, la vida en la toma, las prácticas de territorialización en dicho espacio, a pesar de la precariedad, abren otras posibilidades en términos de ahorros y desarrollo de un proyecto familiar. En esta línea, en esta territorialización en destino las mujeres son clave y protagonistas de este proceso. Esto resuena con aquello planteado por Brah (2011) en términos de cómo mujeres inmigradas, a pesar de estar atravesadas por fuertes procesos de racismo patriarcal, son capaces de ir planteando sus propias agendas, desafiando opresiones, trazando nuevas trayectorias y están lejos de ser pasivas frente a las constricciones que les atraviesan.
El devenir de la toma: del vivir sabroso al vivir con miedo
La experiencia que reúne todas las prácticas de convivencia, solidaridad entre vecinas/os, la constitución de un espacio que les pertenece y en el que se encuentran con otras colombianas y colombianos del Pacífico, queda contenida en el vivir sabroso, tal como lo relata Bahar:
Nosotros fuimos los primeros que llegamos, digamos, por decirlo así allá a ese campamento. Y ya después se empezó a poblar todo; nosotros vivíamos muy sabroso allá. Allá era muy tranquilo, así como aquí [en el barrio transitorio], uno salía, así como yo dejo aquí mi puerta abierta allá... a mí no se me perdía nada. (Bahar, Antofagasta)
La experiencia del vivir sabroso tiene mucha resonancia en las comunidades negras del Pacífico colombiano. Restrepo (2020; 2022), sugiere que el vivir sabroso se antepone a las dinámicas desarrollistas y modernistas de la sociedad occidental para encarnar una manera otra de vivir, de ser y hacer, junto con otras y otros, sin que se pierda la individualidad y que es justamente la experiencia de ese vivir sabroso la que pudiese dar una clave para comprender la vida en el Pacífico en medio de la violencia.
Por su parte, Quiceno Toro (2016), en su etnografía con los afroatrateños en el Chocó, plantea que la experiencia del vivir sabroso no remite a un modelo ideal ni un campo armónico que las personas de las comunidades negras del Pacífico quisieran alcanzar, sino más bien, responde a prácticas a través de las cuales se produce una vida otra en medio de las violencias, que es posible de rastrear en diferentes dimensiones de la existencia de las comunidades negras y en la que intervienen distintos agentes: “los santos, los muertos, las plantas, los parientes, el monte y el río” (Quiceno Toro, 2016, p.5).
Para las personas participantes en este estudio vivir sabroso es vivir en libertad, en el espacio propio, sin hostilidad, disfrutando y compartiendo con otras/os en tranquilidad, con otras personas afrocolombianas e indígenas del Pacífico, sin violencias y desarrollando prácticas de vida comunitaria que les permiten resistir a la indiferencia y la hostilidad de la relación barrial con las personas chilenas que viven en Antofagasta.
María Mercedes recuerda la toma como un lugar tranquilo, cuyo parámetro es justamente Buenaventura antes de la llegada de los actores armados al territorio. La vida buena, sabrosa, chévere en el campamento, le recuerda y evoca esas formas de vida:
Ahí al principio salíamos y no cerrábamos las casas, hasta que comenzaron a ponerse peligrosas las cosas. Al inicio era distinto, la pasábamos muy bien, era como estar en Buenaventura, antes de que las cosas se complicaran allá. (María Mercedes, Antofagasta)
En ese sentido, en la toma se construye un territorio que permite el desarrollo de prácticas culturales que provenían ya desde Colombia, por tanto, el campamento es un lugar complejo que no solo permite tener una porción propia del mundo, sino también es un lugar que permite ahorrar, vivir con los hijos e hijas que van llegando, tener sus plantas, sus cosas, compartir con los suyos, escuchar música, cocinar y freír pescado, poder hacer sancocho a leña, entre otras.
En este ámbito de la vida sabrosa, la relación con las plantas y animales para las mujeres del Villa Esperanza tiene una relevancia no menor. Durante el proceso de cierre del campamento, las preocupaciones no solo giraban en torno a dónde vivir y si se iba a poder costear la vida fuera del campamento, las mujeres también estaban preocupadas por los animales, particularmente los gatos y también por sus plantas y sus jardines. Si bien esto no era central dentro del conjunto de preocupaciones del proceso, esto sí fue un tema relevante durante el tiempo que duró el cierre.
Por un lado, la preocupación constante era la de poder llevarse sus gatos con ellas, desde el campamento al nuevo lugar al cual irían a vivir. En muchos casos no hay solo una relación instrumental con los gatos como cazadores de las plagas de ratas que constantemente asedian la toma de terreno, sino también de cariño y preocupación por sus mascotas.
Figura 3
Gatos comiendo en medio del desarme de las casas en el campamento Villa Esperanza
Fuente: Elaboración propia. Fotografía tomada en Antofagasta el 16 de octubre de 2021.
En el caso de las plantas, estas les permitían recrear parte de su vida en origen en medio del desierto. De hecho, durante el trabajo de campo fueron constantes las conversaciones mayoritariamente con mujeres, pero también a veces hombres, acerca de sus huertas y jardines en origen y la imposibilidad de tener todas esas plantas aquí en medio del desierto. Pese a ello, muchas mujeres se hicieron sus huertas y plantaron sus árboles en el campamento, como María Mercedes que relataba con orgullo y tristeza, el logro que había sido para ella armar su huerta en la toma y cómo la perdió con el incendio del año 2021:
Hice mi huerta, ahí sembré tomates, cebolla, ajo, albahaca, cosas de comer, albahaca, morrón, papa, porotos, girasoles (…) Hicimos una huerta, se me quemó la huerta, gasté harta plata porque le compraba hartas vitaminas, mucha vitamina le compraba y se me hizo una huerta hermosa, hermosa, la más linda, todo el mundo me envidiaba mi huerta. No había un ser humano que pasara por ahí y me admirara mi huerta. Me dio tristeza. (María Mercedes, CVE, Antofagasta)
La centralidad de las hierbas, los árboles, plantas ornamentales, huertos y flores, no es accidental en la vida de las mujeres del Pacífico colombiano. Natalia Quiceno Toro (2016) y Eduardo Restrepo (2002), han descrito la relevancia de las plantas, no solo en su dimensión religiosa, sino también ornamental y en la alimentación de las familias en el Pacífico, al punto en que las huertas y jardines son habituales en estos espacios, los cuales son cuidados principalmente por mujeres.
Figura 4
Jardín a la entrada de una de las viviendas en campamento Villa Esperanza.
Fuente: Elaboración propia. Fotografía tomada en Antofagasta el 29 de octubre de 2021.
Lo difícil de recrear estas prácticas en Antofagasta no versa únicamente en la diversidad de plantas y la imposibilidad de ingresar semillas a Chile, sino también en lo difícil que es hacer crecer vegetación en medio del desierto más árido del mundo, donde no llueve y donde el agua es escasa. Así y todo, las mujeres han hecho fértil el suelo y han logrado armar sus huertas y jardines en sus casas, luchando con la aridez del suelo y la constante amenazas de roedores que se comen algunas de estas.
Ahora bien, en las narrativas de las mujeres del campamento también emerge cómo la llegada de nuevas familias y personas a vivir al campamento implicó un deterioro progresivo de la calidad de vida en la toma:
Bueno, y acá vivimos en el campamento muy chévere hasta un tiempo limitado, es decir, el 2015, 2016, donde esto se volvió un caos, caos en el sentido de que se volvió un poco, poco estresante la vida acá, entonces, porque llegaba gente de otros lados y se venían para acá y entonces empezaron a vender licor, cerveza, cosas así, entonces ya entraba mucha gente y ahí yo decía, me preocupa un poco. (Luz, Antofagasta)
Este deterioro en la calidad de vida de las personas del campamento tuvo un punto álgido con el primer asesinato a un vecino de la toma, al cual todas/os volvían en sus relatos, pero pasaron varios meses antes de poder recoger lo que aconteció la noche que se cometió dicho homicidio.
La noche del asesinato, un grupo de hombres del campamento habían estado bebiendo hasta tarde después de ver un partido de futbol en el año 2016. Pasada la medianoche, uno de ellos, el asesinado, fue a un sitio dentro de la toma donde vendían cigarros y por meterse a separar una pelea, fue apuñalado y murió. Múltiples relatos de esa noche coinciden en que Jhon murió desangrado en el suelo en el campamento, como resultado de la puñalada y nadie lo ayudó, nadie quiso tocar el cuerpo para no verse involucrado/a o afectado/a por la situación.
Desde ese entonces, las violencias, el alcohol, el narcotráfico, la disputa territorial y otros dos asesinatos generaron que las personas comenzaran a vivir con miedo, encerradas y poco a poco se comenzaron a desarticular las redes de relación que se habían forjado en los primeros años de la toma y que operaban como un espacio de contención ante la hostilidad de las relaciones cotidianas con la población chilena. En definitiva, pasaron del vivir sabroso, al vivir con miedo.
El cierre del campamento: respuesta estatal a la violencia
Meses antes del inicio de la pandemia, el Servicio Nacional de Vivienda y Urbanismo (SERVIU) había decretado el cierre del campamento el cual surgió como respuesta de esta institucionalidad estatal a un grupo de vecinos que le piden ayuda para enfrentar los temas de seguridad. Esto queda de manifiesto en un oficio del SERVIU en el cual se solicitan los recursos financieros para el cierre:
En atención al proceso de cierre del campamento Villa Esperanza de la comuna de Antofagasta, solicito a usted gestionar los recursos para el pago de Gastos de Traslado transitorio para las 55 familias pertenecientes al campamento Villa Esperanza, folio 210109.
El campamento Villa Esperanza es parte de los 9 campamentos que componen el macro campamento Balmaceda de la comuna de Antofagasta, este es un sector altamente estigmatizado debido a la presencia de microtráfico y tenencia ilegal de armas. También se caracteriza por estar emplazado en un lugar de alto riesgo, ya que están bajo las torres de alta y media tensión, y en un sector no habilitado para el asentamiento humano, Zona E10 según el plano regulador comunal.
Es por esta razón que el plan de intervención a ejecutar en el campamento es la relocalización. (Oficio Ordinario Nº0329 del Servicio de Vivienda y Urbanismo, Región de Antofagasta, dirigido a jefe de Departamento Asentamiento Precarios. División Política Habitacional del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, de fecha 10 de febrero de 2021. Información obtenida a través de Ley 20.285 sobre acceso a la información pública, Nº de requerimiento AP003T0000372)
En este sentido, casi un año después de haber iniciado el trabajo de campo, Luz realiza una síntesis de cómo y por qué se articuló todo el cierre de la toma:
¿Sabe Gustavo? Estamos medios arrepentidos de haber salido del campamento, pues los muchachos ya se habían ido de ahí. Porque fuimos nosotros (…) después que mataron a un muchacho, ahí a la entrada del campamento y después de unos balazos que entraron a la casa de una vecina, fuimos al SERVIU y pedimos que nos ayudaran. Ellos nos pidieron pruebas, no teníamos, pero igual nos dijeron que nos podían sacar del campamento, pero solo a las personas que tuviéramos la definitiva, ahí con la directiva reunimos todos los documentos de las personas y los llevamos al SERVIU (…) Los muchachos de los grupos se comenzaron a ir y en eso vino el incendio y con eso ya el cierre se vino encima, el SERVIU nos dijo que teníamos que salir sí o sí. (Luz, Antofagasta)
Del mismo modo, Lucía señala que, en la raíz de la decisión de cierre del campamento estuvo la violencia y la solicitud de ayuda de las y los dirigentes del campamento ante esta situación. Así lo recuerda Lucía en este diálogo:
Lucía: Lo que pasa que por ahí por el 2016-2017 había mucha violencia ahí en la toma, mucho balazo y la primera que empezó a reclamar fue doña Eliana (…) después mataron a otro vecino ahí, entonces, ahí fue cuando la directiva, a espaldas de la comunidad, pidieron que nos sacaran, nosotros no queríamos salirnos, nadie nos preguntó, pero ahí la directiva (…) nos empezaron a decir, hay que salir, hay que salir.
Gustavo: O sea, señora Lucía, que no es incorrecto señalar que en la raíz del proceso de cierre del campamento está la violencia.
Lucía: No es incorrecto, así fue, pero las cosas después comenzaron a mejorar y nosotros no queríamos salir. De hecho, nos preguntamos por qué no nos permitieron quedarnos ahí mismo y construir, la zona en la que estábamos no era peligrosa, pero por qué sacarnos… (Diálogo con Lucía, Antofagasta)
Así, la respuesta del Estado ante los problemas de seguridad y la solicitud de ayuda por parte de la comunidad fue el cierre del campamento. En la práctica, este cierre terminó operando como un mecanismo de despojo territorial, produciendo múltiples desplazamientos intraurbanos forzados. Esta acción estatal estuvo legitimada en la necesidad manifestada por las propias personas migrantes y la promesa, solo para parte de las familias, de ser reubicadas en departamentos propios en soluciones habitacionales generadas por el propio Estado.
En este caso, desde el inicio de la gestión de la institucionalidad pública es posible identificar el despliegue de esa gubernamentalidad de las migraciones (Macaya-Aguirre, 2022a) que opera a través del dispositivo de regularización migratoria, que expulsa y arroja a su suerte a ciertos grupos de personas, pues la propuesta de cierre se diseñó a partir el desalojo del total de familias que vivían en el campamento y operó a través de los siguientes mecanismos: aquellas que poseían la visa de permanencia definitiva y tenían un ahorro básico, pudieron optar a un subsidio de arriendo de 200.000 pesos chilenos, unos 220 dólares, mientras se construye la solución habitacional a la que serán trasladados una vez que estén finalizadas las obras. El resto de las personas, aquellas que están en situación irregular, visa en trámite o con un permiso de residencia temporal, quedaron a la deriva, sin ninguna solución, solo con el plazo perentorio para desalojar el sitio que ocupaban, dejando a distintas familias a la deriva de tal forma que ellas mismas debieron desplazarse forzadamente hacia otros territorios.
En este proceso se produce toda una desarticulación del tejido social construido en el campamento, de relaciones barriales, de vecindad y amistad que se cortan. Además, las personas debieron derribar y desarmar todo lo que construyeron y levantaron para habitar ese espacio para irse, en el mejor de los casos, a un espacio intermedio mientras esperan la entrega de su apartamento.
El cierre del campamento se habría decretado para fines de 2021, entretanto, aconteció lo impensado. El 13 de mayo de 2021, un incendio en los campamentos Villa Esperanza y Futuro Antofagasta afectó a más de 40 familias que vivían en el campamento.
Figura 5
Sector incendiado campamento Villa Esperanza y Futuro Antofagasta
Fuente: Elaboración propia. Fotografía tomada en Antofagasta el 13 de mayo de 2021.
Respecto a las causas del incendio, no hay mucha información acerca de por qué se produjo, sin embargo, las personas del campamento tienen sus hipótesis sobre ello y en varias de las conversaciones ellas coinciden con lo que pudo haber sido el motivo principal del incendio. El campamento llevaba días sin luz debido a que un automóvil había chocado el poste de electricidad desde el cual las personas del campamento se habían colgado de manera irregular al tendido eléctrico. En ese escenario, el incendio pudo haber sido provocado por una la vela o una sobrecarga de los alargadores utilizados para transmitir electricidad durante esos días. Independiente de si fue lo uno o lo otro, lo cierto es que el incendio avanzó rápidamente de sur a norte, quemando buena parte del campamento.
En la búsqueda de alternativas para las familias afectadas por el incendio aparece nuevamente cómo el dispositivo de regularización migratoria (Macaya-Aguirre, 2022a) produce una serie de trabas para que personas puedan acceder a las políticas estatales, en este caso, a la vivienda y el subsidio de arriendo, permitiendo a la gestión estatal dividir y segmentar a la población, entre aquellos que pueden y merecen vivir y aquellas/os que serán arrojadas/os a su suerte (Foucault, 2000).
En tal sentido, el dispositivo de regularización migratoria permite la constitución de políticas segmentadas para las personas migrantes en función de su situación migratoria. En esta gestión de políticas públicas, el Estado produce una norma tal, en la cual no existe espacio a la excepcionalidad que permita, en la práctica, hacerse cargo de casos de personas que no caben en las categorías construidas por el propio Estado.
Esta rigidez de la norma producida por la acción Estatal que no da cabida a la excepcionalidad, tiene repercusiones mayores para las mujeres que son jefas de hogar, que tienen hijas/os pero no cumplen con los requisitos para acceder a la política pública, pues las afectadas resultan ser no solo ellas, sino también la familia de la cual son responsables, quedando expuestas no solo a una serie de riesgos sanitarios y psicosociales, sino también al desplazamiento forzado interno, que es lo que se abordará en la próxima sección.
Sobre las resonancias de las políticas estatales en la vida de las personas
El cierre y el desplazamiento forzado intraurbano
Para la institucionalidad estatal el incendio fue del todo beneficioso para llevar adelante la política de cierre del campamento. Encontrar arriendo fue una de las cuestiones más difíciles para salir del campamento. A esto se sumó un particular problema, y es que los contratos de arriendo debían ser firmados ante notario con un formato particular del SERVIU, y algunos arrendadores no querían firmar ese documento o se mostraban reticentes a hacerlo. Con el paso de los meses, a esta dificultad se sumó otra: las restricciones impuestas por las/os notarias/os para validar el contrato de arriendo, cuya validación era condición de posibilidad para recibir el subsidio.
En este sentido, y tal como advierte Foucault (2012), el poder no es algo que se ejerza de arriba hacia abajo, ni del centro a la periferia, este se ejerce en distintos puntos de la red de relaciones y, en el caso particular de los dispositivos de control hacia las personas migrantes, las notarías han jugado un rol clave en el ejercicio cotidiano de mecanismos de sujeción dado que múltiples trámites públicos y privados exigen firma notarial.
Ahora bien, independiente de aquello, para la mayoría de las familias del campamento, más allá de su situación migratoria, y si tenían o no acceso al subsidio o si habían sido afectadas por el incendio, el cierre y la salida del campamento implicó desplazarse forzadamente a otro lugar, debiendo abandonar y desbaratar sus viviendas sin querer hacerlo. De ahí entonces que este proceso de salida operó como un desplazamiento forzado intraurbano por despojo estatal de sus viviendas. En ese escenario, este nuevo desplazamiento forzado implicó para muchas familias, tener que buscar otras tomas de terreno en Antofagasta donde poder irse a vivir. Algunas comenzaron a poblar las partes altas del cerro, a un costado del sector del incendio, pero otras se fueron a otros lugares.
Figura 6
Vista a la ciudad de Antofagasta desde campamento Cerro Bonito, una de las tomas a las que se desplazaron personas durante el cierre del campamento.
Elaboración propia. Fotografía tomada en noviembre de 2021.
“Una desesperanza en Villa Esperanza”: sobre los impactos económicos, emocionales y sociales de la política estatal
Si bien uno de los primeros efectos de la política estatal de cierre del campamento fue la producción de múltiples desplazamientos forzados intraurbano e inter campamentos, sin embargo, existen otros efectos, que aquí llamo impactos, para relevar la resonancia y consecuencias que tienen las políticas estatales en la vida de las personas, que son ante todo económicos, sociales y emocionales, que constriñen la vida cotidiana e impiden el desarrollo de sus existencias tal y como ellas querrían.
A nivel económico, la salida del campamento por la vía del subsidio de arriendo o la búsqueda de un nuevo espacio en otro campamento para poder vivir, redujo la capacidad y posibilidad de ahorro de las personas, quienes con sus sueldos deben costear los arriendos, traslados, gastos de luz y agua y/o la construcción en otro espacio.
Los ahorros para las/os migrantes son sumamente importantes y forman parte de las estrategias de vida transnacional (Glick Schiller et al., 1992b). Los ingresos que se perciben, generalmente se dividen entre los gastos para la vida diaria, remesas y ahorros. Estos últimos están pensados siempre en función de proyectos a desarrollar, mayoritariamente, en sus localidades de origen, pero también de destino. La lógica es restringirse y vivir con lo justo para vivir mejor en un futuro, allá o acá.
No obstante, la mantención sostenida de compromisos económicos ligados principalmente al arriendo de una casa o apartamento así sea con subsidio, limita ostensiblemente esta capacidad de ahorro, para quienes el pago de arriendo es una pérdida de dinero.
A nivel emocional, los derroteros de estas políticas estatales en la vida de las personas en general, y en particular para las mujeres, están lejos de ser de optimismo y esperanza, más bien al contrario: lo que produjeron estas políticas fue incertidumbre, intranquilidad, tristeza, principalmente para aquellas que teniendo el subsidio de arriendo no lo podían utilizar porque no encontraban una vivienda en arriendo, pero sobre todo para las personas que no tenían su permanencia definitiva y no tenían donde ir.
El caso de Carolina es muy ilustrativo de aquello. Ella es una mujer afrocolombiana que migró desde Cali hacia Chile, vivió un tiempo en Santiago y luego se vino para Antofagasta. Al momento del cierre del campamento ella se encontraba en espera de su visa de permanencia definitiva, por lo que permaneció allí, aun cuando las familias ya habían comenzado a irse. En este escenario ella relató:
Estoy preocupada porque aún no tengo respuesta de la permanencia definitiva, y espero que me puedan dar la respuesta en septiembre [de 2021], pero ni siquiera me ha llegado el cupón de pago y la verdad es que no sé qué haré si no me llega, porque tener la permanencia definitiva es el requisito para poder optar al subsidio de arriendo, se me aprieta la barriga de no saber qué hacer con esta situación de tener que salir de la toma, quizás me vaya para Santiago otra vez (…) Igual la gente se está yendo a buscar a otro lado, antes que nos desalojen. (Carolina, Antofagasta)
Esta no es una narrativa aislada, se repitió en múltiples relatos durante el trabajo de campo: las mujeres jefas de hogar, que tenían a cargo suyo hijas/os y/o nietas/os y que no poseían la visa definitiva fueron las que más padecieron el proceso de cambio, varias de ellas resistieron hasta el final esperando una solución a su situación, otras, en cambio, tuvieron que buscar dónde ir a vivir, la mayoría de ellas a otros campamentos.
En esta línea, uno de los dirigentes del campamento plantea cómo la incertidumbre y la preocupación han dado lugar a la desesperanza, pues a medida que avanzaba la política estatal del cierre no había posibilidad de volver atrás, y la institucionalidad pública solo dio la instrucción de salida, mas no se detuvo a pensar en el caso a caso y cómo había familias que la estaban pasando mal en este proceso:
Particularmente siempre está la preocupación, ¿la preocupación en qué sentido? (…) al menos algunos se nos ha definido su subsidio y sabemos que a partir de ahí tenemos que seguir mirando cómo enfrentar la situación, pero hay personas que no. Y ante eso no podemos ser indiferentes, insisto, como comité tenemos que ver que hay personas acá que están viviéndolas difícil y no ha venido nadie, ninguna entidad a preguntar, porque como que el asunto es, tenemos que salir y no había venido a poner un poco de sentido humano y así, vamos a ver los que están atentos, qué podemos hacer, sino porque los plazos que ellos dan es que hay que salir. Entonces eso hace que las personas entren en una desesperanza en Villa Esperanza porque conozco vecinos que están ahí, y todavía están pensando “¿me he conseguido? ¿Para dónde me voy?”, por “X” “Y”, eh, porque toda familia tiene su drama, y a veces uno ni cuenta se da, simplemente lo vive la persona y lo sabe quién está en esa situación. (Emilson, Antofagasta)
Finalmente, y en una dirección distinta a la que venía presentando, a nivel emocional, la nostalgia como sentimiento aparece ligada íntimamente a la experiencia de una territorialización que les había permitido, de algún modo, recrear ese modo de vida sabrosa de la vida cotidiana, que remite siempre a esa dimensión comunitaria:
Da un poco de nostalgia, y nostalgia porque de hecho nos habíamos acostumbrado mucho, en particular a estar acá, ver sus niños allí, estar con los vecinos, lo que no ocurre en población, porque en población uno está en su metro cuadrado como le llaman. Acá estamos una comunidad que podíamos conversar, hablar, hacer su fiesta, como ya más algo, pero nos sentíamos... Pero la convivencia en población siempre ha sido distinta, ha sido uno de los factores que uno va a extrañar mucho porque ya estar en su espacio (…) es muy distinta, a estar en una población. En los campamentos por ser muchos extranjeros con particularidades casi semejantes, a su vez, nos permite poder integrarnos mejor, porque antes uno sale, “buenos días vecino, vecino, vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro”, cualquier cosa. Eso no pasa, o al menos no lo hemos vivido en población. (Emilson, CVE, Antofagasta)
Reflexiones finales
El objetivo de este artículo fue analizar las narrativas y las prácticas en torno a los procesos de territorialización llevados a cabo por migrantes del Pacífico colombiano en el campamento Villa Esperanza de Antofagasta, en el norte de Chile, y las relaciones que la institucionalidad estatal establece con ellas/os a partir de las demandas de mayor protección y seguridad para ellas/os y sus familias. En este sentido, estos resultados permiten comprender, en primer lugar, que las motivaciones y situaciones que llevan a las personas migrantes del Pacífico colombiano a vivir a una toma de terreno son diversas y si bien siempre aparece el factor económico, en varias ocasiones este es más bien una derivada de asuntos más complejos, que no pueden ser comprendidos por fuera de la necesidad de las personas de constituir un espacio propio que les permita desarrollar formas de vida individuales y comunitarias que se remitan a la experiencia del vivir sabroso, en medio de las hostilidades cotidianas que deben vivir en sus vínculos y relaciones con personas chilenas en espacios laborales y barriales (Macaya-Aguirre, 2022b).
Del mismo modo, las mujeres desarrollan un rol relevante en estas formas de territorialización en medio del desierto, no solo en la toma de la decisión, sino también en la participación activa en los procesos de construcción de sus viviendas y la construcción de redes de relación y vínculos comunitarios.
Estas formas de territorialización fuera de Colombia, las cuales en diversas ocasiones estuvieron antecedidas por procesos de destierro (Vergara-Figueroa, 2018) y desplazamiento forzado interno (INDH, 2013; CEV, 2020; 2022b; 2022d), dadas diversas formas de violencias vividas en territorios atravesados por la acción de diversos grupos armados, la precariedad y violencia económica (Arboleda, 2004), les permitió ahora en Chile la recreación de estas prácticas propias del Pacífico colombiano vinculadas al vivir sabroso. Sin embargo, la emergencia de nuevas prácticas de violencias territoriales al interior de la toma implicó que las personas pasaran del vivir sabroso, al vivir con miedo.
La respuesta estatal a la violencia y las necesidades de mayor seguridad solicitadas por las personas fue el cierre del campamento, cuyo impulso decisivo para el Estado estuvo en el incendio que les permitió acelerar el proceso de salida. Este cierre en la práctica operó como un proceso de despojo territorial que produjo un nuevo destierro, múltiples procesos de desplazamientos forzados y, a la vez, nuevas prácticas de territorialización por parte de mujeres y hombres del Pacífico colombiano.
Finalmente, todo el devenir de la vida en la toma, que en este artículo ha sido abordado a través de un doble tránsito: del vivir sabroso al vivir con miedo y los procesos de destierro-territorialización-destierro, está atravesado por la acción e intervención estatal, que ejerce sus prácticas de gobierno sobre la población migrante a partir de lógicas de biopoder que deslindan las vidas que pueden y merecen vivir, y aquellas que son arrojadas a su muerte-suerte. En todo este entramado, aquello que permite dichas prácticas es la utilización del dispositivo de regularización migratoria, que segmenta y divide, conforme a la situación jurídico administrativa, quiénes tienen derecho a la protección estatal y quiénes no. Sin embargo, las personas no son neutras ni pasivas ante la (in)acción estatal y siguen construyendo formas de territorialización en medio de un nuevo destierro.
Referencias bibliográficas
Amador, M. (2010a). Afrocolombianas al borde. Situación de las afrocolombianas solicitantes de asilo en el norte chileno. Diálogos migrantes, Revista del Observatorio Colombo-Ecuatoriano de Migraciones, (5), 25-35.
Amador, M. (2010b). La incesante diáspora africana: afrocolombianas solicitantes de asilo en el norte chileno. Nomadías. Incursiones Feministas, (12), 89-103. https://doi.org/10.5354/0719-0905.2010.15257
Arboleda, S. (2004). Negándose a ser desplazados: afrocolombianos en Buenaventura. En E. Restrepo y A. Rojas (eds.), Conflicto e invisibilidad: retos en los estudios de la gente negra en Colombia (pp. 35-52). Editorial Universidad del Cauca.
Arboleda, S. (2018). Defensa ambiental, Derechos Humanos y ecogenoetnocidio afrocolombiano. Pesquisa em Educação Ambiental, 13(1), 10-27. http://dx.doi.org/10.18675/2177-580X.vol13.n1.p10-27
Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. (2023). Reportes comunales. Informe gubernamental. https://www.bcn.cl/siit/reportescomunales/comunas_v.html?anno=2021&idcom=2101
Brah, A. (2011). Cartografías de la diáspora. Identidades en Cuestión. Traficante de sueños.
Castaño-Aguirre, C., Baracaldo-Silva, P., Bravo-Arcos, A., Arbeláez-Caro, J., Ocampo-Fernández, J. y Pineda López, O. (2021). Territorio y territorialización: una mirada al vínculo emocional con el lugar habitado a través de las cartografías sociales. Revista Guillermo de Ockham, 19(2), 201-217. https://doi.org/10.21500/22563202.5296
Castro, E. (2018). Diccionario Foucault. Temas, conceptos y autores. Siglo XXI Editores.
Cefaï, D. (2013). ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos. Primera parte. Arraigamientos, operaciones y experiencias de trabajo de campo. Persona y Sociedad, 27(1), 101-119. https://doi.org/10.52689/pys.v27i1.34
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. (2020). Acto de Reconocimiento: La verdad del pueblo negro, afrocolombiano, palenquero y raizal, diciembre del 2020. https://www.youtube.com/watch?v=CpkLuBhZlhk&t=6251s
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. (2022a). Informe final: Hay futuro si hay verdad. Tomo 10: La Colombia fuera de Colombia. Las verdades del exilio. Informe institucional. https://www.comisiondelaverdad.co/hay-futuro-si-hay-verdad
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. (2022b). Informe final: Hay futuro si hay verdad. Tomo 11 Vol.10: Colombia Adentro: Pacífico. Relatos territoriales sobre el conflicto armado. Pacífico. Informe institucional. https://www.comisiondelaverdad.co/hay-futuro-si-hay-verdad
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. (2022c). Caso. Antofagasta. El Pacífico colombiano en Chile. Informe institucional. https://www.comisiondelaverdad.co/caso-antofagasta
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. (2022d). Caso 57: Violencia Urbana en Buenaventura, reconfiguración paramilitar y expansión portuaria en Buenaventura. Informe institucional. https://www.comisiondelaverdad.co/caso-violencia-puerto-buenaventura
Echeverri, M. (2016). Otredad racializada en la migración forzada de afrocolombianos a Antofagasta (Chile). Nómadas, (45), 91-103.
Foucault, M. (2000). Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). Fondo Cultura Económica.
Foucault, M. (2006). Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France (1977-1978). Fondo de Cultura Económica.
Foucault, M. (2012). Historia de la Sexualidad I: La Voluntad de Saber. Siglo Veintiuno Editores.
Fundación Techo [Chile]. (2021). Catastro Nacional de Campamentos 2020-2021. Informe. https://ceschile.org/wp-content/uploads/2020/11/Informe%20Ejecutivo_Catastro%20Campamentos%202020-2021.pdf
Glick Schiller, N. (1997). The Situation of Transnational Studies. Identities: Global Studies in Culture and Power, 4(2), 155–166. https://doi.org/10.1080/1070289X.1997.9962587
Glick Schiller, N., Basch, L. y Blanc - Szanton, C. (1992a). Towards a Definition of Tranationalism. Annals of the New York Academy of Sciences, (645), ix-xiv. https://doi.org/10.1111/j.1749-6632.1992.tb33482.x
Glick Schiller, N., Basch, L. y Blanc - Szanton, C. (1992b). Transnationalism: A New analytic framework for understanding migration. Annals of the New York Academy of Sciences, (645), 1-24. https://doi.org/10.1111/j.1749-6632.1992.tb33484.x
González Pizarro, J. (2010). La provincia de Antofagasta. Creación y consolidación de un territorio nuevo en el Estado chileno: 1888-1933. Revista de Indias, LXX(249), 345-380. https://doi.org/10.3989/revindias.2010.011
González Pizarro, J., Lufin, M. y Galeno, C. (2015). La presencia boliviana en el desierto de Atacama después de la postguerra de 1879. Patrones de migración e inserción en la sociedad de Antofagasta. Diálogo Andino, (48), 109-126. http://dx.doi.org/10.4067/S0719-26812015000300011
Guber, R. (2012). La etnografía: Método, campo y reflexividad. Siglo Veintiuno Editores.
Haesbaert, R. (2013). Del mito de la desterritorialización a la multeterritorialidad. Cultura y representaciones sociales, 8(15), 9-42.
Haesbaert, R. (2014). Contenção territorial: “campos” e novos muros. Boletín de Estudios Geográficos, (102), 25-45.
Instituto Nacional de Derechos Humanos. (2013). Informe misión de observación situación de la población migrante Iquique y Colchane. 29 al 31 de mayo de 2013. Informe institucional.
Instituto Nacional de Estadísticas. (2018). Población Nacida fuera del país, por país o continente de nacimiento, según residencia actual y sexo. Informe gubernamental. http://resultados.censo2017.cl/Home/Download
Instituto Nacional de Estadísticas. (2021). Migración interna en la Región de Antofagasta. Censo de población y vivienda 2017. Informe gubernamental.
Instituto Nacional de Estadísticas y Servicio Nacional de Migraciones. (2023). Informe de resultados de la estimación de personas extranjeras residentes en Chile. Informe gubernamental.
International Organization for Migration. (2024). World Migration Report 2024. UN Report.
Ley 70 de 1993 [Colombia]. Por la cual se desarrolla el artículo transitorio 55 de la Constitución Política. 27 de agosto de 1993. D.O. No. 41.013.
Ley 20.285 de 2008 [Chile]. Sobre acceso a la información pública. 11 de agosto de 2008. D.O. No. 39.142.
Liberona Concha, N. (2015). La frontera cedazo y el desierto como aliado. Prácticas institucionales racista en el ingreso a Chile. Polis, 14(42), 143-165. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-65682015000300008
Liberona Concha, N. y López San Francisco, E. (2018). Crisis del sistema humanitario en Chile. Refugiadas colombianas deslegitimadas en la frontera norte. Estudios Atacameños Arqueología y Antropología Surandinas, (60), 193-212. https://doi.org/10.4067/S0718-10432018005001502
Macaya-Aguirre, G. (2022a). Gubernamentalidad, biopoder y migraciones en Chile: contribuciones del pensamiento foucaultiano al estudio de las migraciones contemporáneas. Límite, Revista Interdisciplinaria de Filosofía y Psicología, 17(6), 1-16.
Macaya-Aguirre, G. (2022b). Violencias, fronteras y desiertos: Mujeres del Pacífico colombiano viviendo en el norte de Chile. Revista Rumbos TS, 28, 269-292. https://doi.org/10.51188/rrts.num28.643
Macaya-Aguirre, G. y Concha de la Carrera, C. (2020). Hacia una comprensión de los procesos migratorios de mujeres colombianas que viven en Chile. Diarios del Terruño, (9), 70-87. https://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/storage/docs/casen/2022/Resultados_personas_nacidas_fuera_de_Chile_Casen_2022.pdf
Ministerio de Desarrollo Social y Familia. (2023a). CASEN 2022 Resultado de pobreza por ingresos. Informe gubernamental. https://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/storage/docs/casen/2022/Resultados_Pobreza_por_Ingresos_Casen_2022_v20oct23%20.pdf
Ministerio de Desarrollo Social y Familia. (2023b). CASEN 2022 Pobreza multidimensional. Informe gubernamental. https://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/storage/docs/casen/2022/Resultados_Pobreza_Multidimensional_Casen_2022_v20oct23.pdf
Ministerio de Desarrollo Social y Familia. (2024). Indicadores de integración social de las personas nacidas fuera de Chile. Encuesta CASEN 2006-2022. Informe gubernamental.
Ministerio de Vivienda y Urbanismo. (2022). Catastro Nacional de Campamentos 2022. Informe gubernamental. https://www.minvu.gob.cl/wp-content/uploads/2022/11/Presentacion-CNC-Nacional-VF-LANDING.pdf
Ministerio de Vivienda y Urbanismo. (2024). Catastro Nacional de Campamentos 2024. Informe gubernamental. https://www.minvu.gob.cl/catastro-campamentos-2022/
Quiceno Toro, N. (2016). Vivir Sabroso. Luchas y movimientos afroatrateños, en Bojayá, Chocó, Colombia. Editorial Universidad del Rosario.
Quirós, J. (2014). Etnografiar mundo vívidos. Desafíos de trabajo de campo, escritura y enseñanza en antropología. Publicar, 12(17), 47-65.
Restrepo, E. (2002). Comunidades negras del Pacífico colombiano. Texto presentado para la guía del Museo de la Universidad de Antioquia.
Restrepo, E. (2015). El proceso de investigación etnográfica. Consideraciones éticas. Etnografías contemporáneas, 1(1), 162-179.
Restrepo, E. (2018a). Etnografía. Alcances, técnicas y éticas. Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Restrepo, E. (26 de octubre de 2018b). Taller de etnografía ¿Cómo se escriben las etnografías? [Archivo de video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=AYMTh7yOfgI
Restrepo, E. (14 de julio de 2020). Entre el “buen vivir” y el “vivir sabroso”: descentrando la idea de “desarrollo” [Archivo de video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=H_EHjOABWnA&t=1091s
Restrepo, E. (4 de septiembre de 2022). Vivir Sabroso [Archivo de Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=kas3bEJ9nYU
Silva, J. y Lufin, M. (2013). Approaches to the Afro-Colombian Experience in Chile: South-South Immigration Toward the Northern Regions. Journal of Black Studies, 44(3), 231-251. https://doi.org/10.1177/0021934713476890
Stang, F. y Stefoni, C. (2016). La microfísica de las fronteras. Criminalización, racialización y expulsabilidad de los migrantes colombianos en Antofagasta, Chile. Astrolabio, (17), 42-80. https://doi.org/10.55441/1668.7515.n17.15781
Stefoni, C., Stang, F. y Rojas, P. (2021). Extractivismo y migraciones: Expresiones cambiantes de una desigualdad histórica. La gran minería del cobre en la región chilena de Antofagasta. Rumbos TS, 16(26), 9-35. https://doi.org/10.51188/rrts.num26.549
Turner, V. (2020). La selva de los símbolos. Aspectos del ritual ndembu. Siglo XXI Editores.
Vergara-Figueroa, A. (2018). Afrodescendant Resistance to Deracination in Colombia. Springer Nature. https://doi.org/10.1007/978-3-319-59761-4
1 Esta investigación es parte de la tesis doctoral del autor para optar al grado de Doctor en Sociología en la Universidad Alberto Hurtado, Chile, estudios financiados a través de la Beca ANID Doctorado Nacional año 2020, folio: 21200311.
2 Administrativamente, Chile está dividido en 16 regiones, las que a su vez se dividen en provincias y estas en comunas. En el caso de la Región de Antofagasta, esta tiene 3 provincias (Antofagasta, el Loa y Tocopilla) y 9 comunas (Antofagasta, Mejillones, Taltal, Tocopilla, Sierra Gorda, María Elena, Calama, San Pedro de Atacama y Ollagüe). Antofagasta es la capital regional y provincial de la región que lleva su nombre.
3 Administrativamente, el Pacífico colombiano está compuesto por casi la totalidad del Departamento del Chocó y las zonas costeras de los departamentos del Valle del Cauca, Cauca y Nariño, cuyos límites fueron señalados en la Ley 70 del año 1993.
4 En Chile, se les denomina “campamentos” a asentamientos de personas, de al menos ocho familias, en terrenos que pertenecen al Estado o a particulares, cuya tenencia es irregular y que no poseen acceso regular a algún servicio básico como agua, luz, alcantarillado (Fundación Techo [Chile], 2021, p.13). Para efectos de este estudio, generalmente me referiré a estos asentamientos como campamentos, tomas de terreno o tomas. Esta última es la forma más habitual en cómo las personas con las que compartí durante mi trabajo de campo se refieren al lugar donde viven. Asimismo, las personas, cuando se refieren a los campamentos o tomas en Colombia, les llaman invasión.