Trabajo social en tiempos de crisis dictadura: Compromiso y ética para la defensa
de los derechos humanos.

Entrevista a Viviana Heller Gutiérrez y María Inés Villar

 

DOI: https://doi.org/10.51188/rrts.num30.803

ISSN en línea 0719-7721 / Licencia CC BY 4.0.

RUMBOS TS, año XVIII, Nº 30, 2023. pp. 265-274

RumbosTS

 

Entrevistadoras

Ana López Dietz

Universidad Central de Chile

OrcID https://orcid.org/0000-0002-9098-6293

 

Tania Medalla

Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación

OrcID https://orcid.org/0009-0007-7841-128X

 

Ana María Galdames

Universidad Central de Chile

OrcID https://orcid.org/0000-0002-9779-7698

 

Hay memorias que circulan subterráneamente (Pollack, 2006), cuyas huellas han sido olvidadas, desplazadas o apropiadas. Muchas veces, esos borramientos operan sobre las voces de las mujeres, producto de las narrativas hegemónico-patriarcales que han construido sobre el pasado los regímenes dominantes, pero también por los relatos épicos, a través de los cuales, los movimientos antidictatoriales han enunciado sus memorias. Es por ello que visibilizar el rol de las mujeres en las luchas por la defensa de la vida en Chile, resulta central, pues nos permite reconocer no sólo los mecanismos que operan en la exclusión de sus voces, sino también tejer una mirada más compleja acerca del pasado dictatorial y sus consecuencias, y reconocernos en esa genealogía de resistencias.

En el contexto de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado y los inicios de la dictadura cívico-militar, consideramos necesario contribuir a reconocer el rol que tuvieron las y los profesionales que abordaron las consecuencias de la violencia política y económica ejercida por el régimen dictatorial, desplegando toda su creatividad y compromiso a través del trabajo en organizaciones y fundaciones no gubernamentales, al alero de las iglesias cristianas y del apoyo de la comunidad internacional.

Para ello, invitamos a dos trabajadoras sociales a realizar un ejercicio colectivo de memoria, en el que compartieron sus experiencias y vivencias como jóvenes profesionales, casi sin experiencia laboral, en el que tuvieron que crear diferentes estrategias de intervención social, para trabajar con comunidades tan diversas como campesinos, familiares de detenida/os desaparecida/os y ejecutados políticos, presos políticos, mujeres, niña/os y adolescentes, desde una mirada que, si bien se centraba en lo comunitario, tuvo que optar -en muchas ocasiones- en la atención individual, pero teniendo como centro a la persona y el compromiso con los derechos humanos como valor fundamental.

Algunas de las investigaciones realizadas sobre el Trabajo Social durante la dictadura destacan, entre otras cosas, los vínculos con la defensa los derechos humanos y la ética laboral, como también los cambios vividos por la disciplina con el cierre de escuelas, persecución o expulsión de estudiantes y profesores (Ramírez, 2016; Opazo Valenzuela & Jarpa Arriagada, 2018; Del Villar, 2018; Castañeda Meneses y Salame Coulon, 2019). En esta entrevista, nos centramos más bien en las historias personales, que representan sin duda la experiencia colectiva de muchas otras profesionales, que tuvieron también que enfrentar la encrucijada de trabajar en esos tiempos de violencia y crisis.

Presentamos a continuación a nuestras entrevistadas: Viviana Heller Gutiérrez (VH) y María Inés Villar (MIV), ambas asistentes sociales que trabajaron durante la dictadura en organismos fundamentales para la defensa de los derechos humanos en Chile, como el Comité Pro- Paz1, Vicaría de la Solidaridad2, Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas3 (FASIC), Fundación PIDEE4 (Fundación Protección a la Infancia Dañada por Estados de Emergencia).

Las labores que a nuestras entrevistadas les tocó realizar, al igual que a otras y otros profesionales de la época, no eran concebidas sólo como un trabajo, sino que daban cuenta de un compromiso y dedicación basados en una ética que pone la defensa de los Derechos Humanos como premisa. Como señalan Castañeda Meneses y Salame Coulon estas experiencias son “testimonios invaluables de compromiso social y de aprendizajes profesionales que aportan en la resignificación directa de la dimensión ética de la profesión, enriquecida a partir de la incorporación explícita de los derechos humanos en su desempeño cotidiano” (2019:285).

En ese sentido, y para finalizar esta presentación, quisiéramos rescatar el propósito que anima las reflexiones de Aguayo, Cornejo y López, cuando señalan que “recordar profesionalmente, obedece a un imperativo categórico con nuestros antepasados y con las futuras generaciones” (2018: 232).

La entrevista colectiva que a continuación presentamos, fue realizada en el mes de mayo del presente año, en la Universidad Central de Chile.

Entrevistadora: Gracias por estar con nosotras en esta entrevista, cuyo objetivo es rescatar la memoria de su experiencia como profesionales que trabajaron en el período de dictadura.

MIV: Yo soy María Inés Villar, soy asistente social, ese es mi título, no trabajadora social. Trabajé en la Fundación PIDEE (Protección a la Infancia Dañada por Estados de Emergencia) entre los años 1986 y 1996. Después trabajé en el Hogar de Cristo y en otras partes, pero muy poco. Ahora estoy jubilada.

VH: Mi nombre es Viviana Heller Gutiérrez. Soy asistente social de la Universidad de Chile de Valparaíso. Trabajé desde el año 1975 en el Comité Pro Paz, desde 1976 en la Vicaría de la Solidaridad hasta un año antes de cerrarse, en 1992. Después trabajé en la Oficina de Retorno, en la Fundación PIDEE, luego, en el Programa de Retorno para niña/os, niñas y jóvenes retornados. Asimismo, estuve en Primera Comisión Valech y después, cuando se terminó esa Comisión me fui al Ministerio Secretaría General de Gobierno; luego me fui a trabajar a la Segunda Comisión Valech y después volví al gobierno, hasta que jubilé en el año 2019.

Entrevistadora: ¿Nos podrían comentar cómo fue su experiencia profesional en ese contexto postdictadura?

VH: Mi primera experiencia fue en el Comité Pro Paz, en el Departamento Campesino. El Arzobispado de Santiago se vinculaba con tres organizaciones campesinas, que no habían sido disueltas por la dictadura, que eran la Unidad Obrero Campesina (UOC), cuya mayoría de integrantes pertenecía al partido MAPU, la Ranquil, mayoritariamente integrada por militantes del Partido Comunista y Socialista, y, Triunfo Campesino y/o Libertad, mayoritariamente demócrata cristiana. El Cardenal, Raúl Silva Henríquez tenía una vinculación muy estrecha con el campesinado, y, con el Arzobispado, esperaban entregar, rápidamente unas tierras a los campesinos de Colina, Yo entré, justamente, para apoyar a otra colega que estaba en esa área para que encuestáramos a los campesinos de las diferentes organizaciones. Tuvimos que armar la encuesta, hacer visitas casa por casa, recorrimos todo; trabajábamos sábado y domingo, pero con un entusiasmo que no he vuelto a tener en estas pegas. Las dos éramos asistentes sociales de ese departamento y nos empezamos a vincular con las parroquias de los sectores. Nos tocaba ir, por ejemplo, a San Antonio, donde yo visitaba a los presos políticos que estaban en la cárcel. Por la cercanía a Tejas Verdes, era un sector en el que hubo mucha represión. En Paine me tocó vincularme con los familiares de los detenida/os desaparecida/os y, a mi colega, le tocó trabajar en Talagante y Lonquén. Nos juntábamos en una parroquia de Paine con las mujeres familiares de los campesinos detenidos (hoy detenida/os desaparecida/os), y yo les llevaba noticias -entre comillas, porque nunca en realidad nunca las había- también les informaba de los recursos de amparo. Nos juntábamos todos los jueves.

Recuerdo que en cierta ocasión me enfermé y le pedí a una colega si me podía reemplazar en una reunión, y el día que inició ese reemplazo, entraron los carabineros y se la llevaron detenida, junto al grupo de familiares, a la comisaría del lugar. A las señoras las dejaron libres, pero a mi compañera no. Entonces, el día lunes partí con un abogado del Comité y nos fuimos a recorrer Paine. Ese día recién apareció la noticia, en la noche, en el canal nacional. Me acuerdo que dijeron algo sobre una asistente social del Comité Pro Paz, terrorista, que iba a aleccionar a estas señoras. Bueno, a raíz de eso, ella estuvo detenida cerca de tres meses en Cuatro y Tres Álamos. La maltrataron. Esa fue su experiencia y ella pasó después a ser parte de la Vicaría.

Bueno, en ese trabajo siempre estabas en riesgo. Ahí empezamos a vincularnos con los comedores [populares] a través de las parroquias. Empezamos a formar grupos, a hacer reuniones con las señoras, con las abuelas de los niña/os, cuyas madres estaban detenidas; y empezamos hacer algunas capacitaciones en nutrición y otros temas. Además, ellas empezaban a repartirse turnos, a organizarse, a ordenar las cuentas. La idea era ver cómo lo hacíamos para subsistir de manera comunitaria.

Es importante decir que la Vicaría de la Solidaridad se creó a través de un Decreto Arzobispal, en el año 1976, por lo tanto, Pinochet no podía impedir su creación. En la Vicaría continuó el Departamento Campesino y el Departamento Jurídico, que eran las/os profesionales que atendían directamente los casos de represión. Se crearon otros departamentos, como el de Zonas, donde yo estaba. Ahí se empezaron a formar las Agrupaciones de detenida/os desaparecida/os y luego la de Ejecutados Políticos, con apoyo de las asistentes sociales y otros profesionales. Nosotros teníamos contacto con ellos y hacíamos actividades. Yo, más que trabajo jurídico hice trabajo comunitario con las organizaciones: ayudamos a formarlas; siempre pensaba que esto era como un Estado dentro de otro Estado. Teníamos un boletín como medio de comunicación, había un Departamento de Salud y había equipos de salud zonales. De hecho, para las protestas del ‘83 funcionaba un policlínico en la misma Vicaría y cayeron presos el médico Ramiro Olivares, y Gustavo Villalobos, el abogado, porque atendieron a una persona que llegó herida y supuestamente era del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Hubo varios hechos así.

En un momento, cuando era Vicario Monseñor Sergio Valech (que fue el último vicario), el Fiscal Torres pidió las fichas de las personas atendidas en la Vicaría en el área de salud. El vicario se opuso, y, entonces, llegó el mismo Fiscal Torres a la Vicaría. Yo me acuerdo de ese día: Sergio Valech, que era un obispo alto, imponente, con una voz potente, dijo no, y no, y no, sobre mi cadáver. Y así fue. No se la pudo el Fiscal Torres con este vicario.

En definitiva, el trabajo de zona, el trabajo social que nosotros hicimos yo diría que fue, además, muy integrado, porque trabajábamos en equipos interdisciplinarios. En mi equipo había una enfermera, un(a) periodista, una socióloga y tres asistentes sociales. En la mayoría de las zonas se hacían también manualidades, arpilleras, artesanías. Diría que siempre hemos coincidido con todas mis ex compañeras y compañeros del Comité y la Vicaría, en que fue el trabajo más importante que hemos tenido en la vida. Creatividad: uno iba aprendiendo en el camino y creaba respuestas.

MIV: Tú estabas aprendiendo ante una situación que nadie se imaginó nunca y para la cual, en la escuela o en la formación que tuvimos como trabajadoras sociales, jamás nos habíamos preparado para una cosa así. Entonces, tuvimos que ir creando, inventando sobre la marcha, y retrocediendo muchas veces.

La generación nuestra fue formada en la reconceptualización5 del trabajo social. Por lo tanto, todo lo que tenía que ver con atenciones individuales, con paternalismo, asistencialismo, estaba absolutamente proscrito de nuestro vocabulario. Y bueno, hubo que recular absolutamente, porque esta era una situación que parecía como si te hubiera estallado una bomba y se quebró todo y hubo que empezar a pegar; empezar a hacer atención individual, porque la gente llegaba absolutamente en shock, quebrada. Entonces, las que atendíamos, en los organismos de derechos humanos, éramos las asistentes sociales y teníamos que hacer atención en crisis de las personas que venían llegando, contenerlas, bajar la ansiedad y poder con ellas empezar a reconstruir en qué situación estaban. Empezar a preguntar desde qué pasó y cómo pasó, para poder orientar el camino a seguir, de acuerdo a todo lo que nosotras conocíamos.

[Era ] como si te cortaran la vida, la sensación de indefensión, de inseguridad que tenía la gente era brutal. Entonces, una de las formas más importantes para poder rearmar y levantar a la gente, era la organización. Eso lo decía María Luisa Sepúlveda, jefa de las asistentes sociales de Jurídico en la Vicaría. Ella decía que esto era imprescindible para tener la capacidad de acción, porque el hecho de que las personas se juntaran, el hecho de que las personas vieran que no estaban solas, de que había un montón de gente que tenía su misma problemática, hacía que fueran viendo que había formas de lograr algo. Había gente que nunca se había metido en nada en política, porque el marido era militante y ellos/as no tenían idea; entonces, las preguntas eran: ¿qué es lo que me está pasando y por qué? Desde esa perspectiva, las organizaciones de todo tipo fueron súper, súper importantes.

Entrevistadora:¿Podría profundizar en su experiencia laboral y profesional?

MIV: Mi experiencia fue distinta a la de Viviana. Yo, para el 73, iba a egresar de la Universidad, pero cerraron la Escuela en la Universidad de Chile. Después del 73, estudié dactilografía para poder hacer algo. Entonces, empecé a trabajar como secretaria, y conseguí un trabajo en el Ministerio de Educación como asistente social en una escuela de educación diferencial. Debo haber estado trabajando medio año en la escuela-me acuerdo que estaba frente al Psiquiátrico-. Y allanaron mi casa, se llevaron a mi hermano, se llevaron a mi vecina y a un primo, cuyo padre había estado detenido Cuatro Álamos. Fui entonces a buscar ayuda a la Vicaría, estaban haciéndonos las entrevistas, y me dijeron que no podía volver a mi casa, porque era muy riesgoso. De ahí salí del país. Estuve unos años en Suecia -entre el 77 y el 79 - y cuando volví, seguí trabajando como secretaria durante cinco años y de ahí entré a trabajar a la Fundación [PIDEE], donde atendíamos a las familias y a los/as hijo/as de detenidos/as desaparecido/as, ejecutados, preso/as político/as, retornados/as, dirigentes sociales.

A poco andar, fue el atentado6 y después de esto hubo una explosión de gente gigante: las familias llegaban en shock, porque llegaban a allanar la casa y no solamente allanaban la casa, sino que te la destruían, te seguían, te amedrentaban.

El año 1987, se crea en el PIDEE un espacio que era la Casa Hogar7, que albergaba a niña/os, cuyos padres estaban detenidos por razones políticas o porque estaban siendo perseguidos, y podían “tomar” a los niña/os o a los familiares, como rehenes para obligarlos [a los padres] a algo. Bueno, ahí empezamos a trabajar, atendíamos a las familias, y tal como dice la Viviana, la atención tenía como propósito orientar y evaluar qué se podía hacer. También se entregaba atención en salud física para los niña/os, salud mental, y atención en áreas pedagógicas, porque la/os niña/os, en general, cuando viven estas situaciones represivas, uno de los síntomas que manifestaban era el bajo rendimiento escolar. Entonces, también había apoyo en eso, también para la/os retornada/os.

También cuando los papás estaban detenidos- en general era el papá el que estaba preso- empezamos a llevar a los niña/os a las cárceles para que los vieran, en los horarios de visita normales. Así, visitábamos las cárceles. A fines del año 89 nosotros logramos, con Hernán Novoa, que era Director General de Gendarmería, visitas especiales para la/os niña/os, con un horario distinto…Los detenidos hacían trabajo político en el horario de visita y también con la pareja, entonces, no había mucho espacio para los niña/os; así que logramos un espacio para ella/os, haciendo un trabajo de revinculación o de vinculación, porque a veces ni se conocían mucho con los papás. Nacieron niña/os en la cárcel también.

Entrevistadora: ¿Cómo evalúan el trabajo que hacían en ese tiempo?

MIV: Había que ir inventando. Un poco para responderte esto, te voy a decir que cuando yo era militante y estuve exiliada, era mi razón de vivir dar la pelea en este país y por eso volví. Yo estuve dos años fuera y volví. Cuando me avisaron de este trabajo, para mí fue el mejor regalo que tuve en toda mi vida: poder trabajar en lo que a mí me interesaba y era mi motivo de vida, con todo el entusiasmo del mundo.

Te enfrentas con el horror, pero el horror ya lo habíamos vivido, vivimos el golpe de Estado, vivimos todo lo que pasaba todos los días y nos tocó a nosotros conocer lo que era eso también. Entonces sentí un entusiasmo muy grande cuando entré a trabajar al PIDEE.

También con una compañera con la que llegamos juntas a trabajar al PIDEE nos incorporamos al Colegio de Asistentes Sociales y empezamos a trabajar en el Capítulo de Derechos Humanos. Hacíamos nuestro trabajo, que era de nueve a seis de la tarde, y después nos íbamos a trabajar al Colegio. Era una entrega absoluta, total.

Después hicimos más trabajo comunitario, en los años 89 – 90 , apoyando para que se ratificara la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Ahí nos vinculamos con un montón de organismos, como una Organización que llamamos Grupo de Apoyo a la Convención por los Derechos del Niño, GAN. También con el Instituto de rehabilitación Infantil, con La Caleta, con Serpaj, con Fundación Acción (Opción) SENAME, con María Ayuda. Y ahí también hacíamos trabajo fuera de horario, porque se hacían seminarios y encuentros.

Entre los años 90 y 91 trabajamos también en la democratización de las juntas de vecinos en las comunas de Conchalí, Independencia, Recoleta: trabajábamos los fines de semana y en las noches.

VH: Ese era un tema que uno no se cuestionaba, fuera del horario, los fines de semana.

MIV: Nosotros llegábamos a las nueve de la mañana y nos íbamos a la hora en la que teníamos la reunión, llegábamos a las once o doce de la noche, porque todas las organizaciones se juntaban después de las seis.

MIV: Es muy, muy importante. Nosotros elaboramos desde el PIDEE medidas de reparación, y planteábamos el tema de la reparación a las víctimas de la represión desde las comunas y desde las organizaciones sociales, planteando que el Estado tenía que hacerse cargo de poder elaborar políticas. Por eso empezamos a trabajar desde ahí, desde las comunas, desde abajo porque es desde donde tienen que reconocerse a estas personas que fueron víctimas, porque ellos fueron víctimas, fueron tildados [por la dictadura] de “terroristas”, [que] eran delincuentes, eran parias, eran los enemigos, eran las personas más atroces; entonces sus pares los tenían que empezar a reconocer, cosa que de verdad no pasó. Los vecinos los aislaron, los dejaron solos, porque el terror hace que tú no te juntes con ese porque te puede llegar a ti. Y eso caló tan hondo, que fue para nosotros un trabajo súper difícil desde la junta de vecinos.

VH: Cuando fue la crisis del 83, hubo un aumento de la cesantía. Nosotros apoyamos mucho las organizaciones de las ollas comunes y fue a nivel nacional. Desde el 82 hubo un trabajo de organización muy fuerte, ahí se veían prácticamente todos los problemas, y todo esto era en dictadura, entonces tomaba un peso fuerte frente al resto de las organizaciones como estas. El año 85, cuando ocurrió el terremoto, yo trabajaba en la zona centro, en esta zona de Santiago. Esta zona era súper individualista, esta zona siempre había sido así porque no viven como en las poblaciones, sino en casas, como cités. Y me acuerdo que empieza a llegar la gente a nuestra Vicaría Zonal, teníamos colas porque el terremoto del 85 echó abajo muchas casas. Entonces era tanta la gente que un día dijimos, a ver así no vamos a llegar a ningún lado, por favor organicémonos. Y ahí empezamos en esta zona y organizarse la comuna también, con directivas y todo […] todo eso es trabajo social y que no solamente lo hacíamos nosotras porque había otros profesionales que trabajábamos juntos en esto. Salud, ponte tú, porque había que medir a los niña/os, pesarlos, para ver cómo estaban y nos íbamos a campamentos con ellos. Formamos monitores jóvenes y ese fue un trabajo también súper lindo, porque los cabros no estaban haciendo prácticamente nada y estaban súper motivados por esta tarea. Se hacían reuniones todos los fines de semana y después se les orientaba.

MIV: Uno de los problemas que había, que me acuerdo, en el PIDEE era con las familias retornadas, que traían a los niña/os, que eran entre adolescentes y pre adolescentes, y odiaban a sus papás por haberlos traído a este país que no conocían.

Entrevistadora: Ustedes han hablado sobre la salud mental para los otro/as, pero en el caso de ustedes, ¿tenían estrategias para su propio cuidado?

MIV: Nos juntábamos a hacer catarsis, pero no había nada de eso, como “preocupémonos de la salud mental”.

VH: Nosotros hicimos un grupo folclórico, también hacíamos “las vicariadas”, se llamaban y nos disfrazábamos. Era una forma de soltarse, lo pasábamos bien, nos reíamos.

Entrevistadora: ¿Cuál es el rol que cumplía en ese tiempo el Colegio Gremial?

MIV: Eso fue el 84, el Decreto Ley 3621 del año 81 permitió la elección democrática de los consejeros. Ahí salió una dirigente, quien había sido la última directora de la Universidad de Chile, que era la señora Lucía Sepúlveda. Entonces, ahí llegamos al Colegio y se formó el Capítulo de Derechos Humanos, ahí cambió.

Entrevistadora: Estamos en los 50 años del Golpe de Estado. ¿Cuál creen ustedes que fue su rol como trabajadoras sociales? ¿Qué dejó para estas nuevas generaciones?

VH: Nosotras hicimos muchas cosas en relación con el trabajo social comunitario. Creo que mucho más de lo que se ha hecho en estos años de democracia. Por ejemplo, pensamos que las organizaciones de las ollas comunes iban a tener algún rol importante, algún liderazgo, porque fueron muy activas. Creo que muchas de estas organizaciones también fueron muy importantes para que ganara el NO.

Nunca hablamos explícitamente del SÍ y el NO: se pasaban películas, se hacían charlas. Iba la Clarisa Hardy, me acuerdo, que es una economista… y ella tuvo mucho contacto con las ollas comunes y nosotras la hacíamos hablar, porque fue súper cercana y clara para explicar el tema económico y todo lo que estaba pasando. Me acuerdo que, el último año, antes del Plebiscito, en las Escuelas de Verano de las mujeres, hicimos un ensayo de votación, porque hacía tantos años que no se votaba. La gente no sabía votar, entonces hicimos un ensayo en las ollas comunes y en todas las partes en las que trabajábamos […] hubo harto movimiento en ese sentido y creo que, de verdad, nosotras también apoyamos en eso sin decirlo. No era una propaganda directa, pero sí en los hechos. Entonces, creo que dejamos esa forma de trabajar un poco, aunque no se replicó.

Entrevistadora: ¿Qué reflexión compartirían, desde su experiencia, con profesionales y jóvenes del Trabajo Social en el momento actual?

VH: Siempre cuestionarse, siempre cuestionar la realidad, cuestionar lo que te dicen, cuestionar lo que pasa en la televisión, en los medios. Siempre estarse cuestionando e ir a la verdad. Siempre buscar la justicia social, porque creo que es inherente al trabajo social, perseguir la justicia social. Nunca guardarse la opinión, nunca quedarse callado.

MIV: Creo que un eje fundamental de lo que debiera ser la carrera, o lo que uno debiera tener como norte, es la dignidad del ser humano, desde ahí mirar el trabajo en el área que te corresponde. Creo que eso te orienta, tener eso como norte, pero también tener la mística, el interés de desarrollar el trabajo social.

VH: Entonces teníamos un objetivo común, o sea lo que queríamos era contribuir. El compromiso era porque teníamos un compromiso social.

Entrevistadora: ¿Qué pasó después, en su trayectoria profesional?

VH: Yo pasé después a trabajar en la Oficina de Retorno, un año y después me fui al PIDEE, en el Programa de Retorno, como cuatro o cinco años. Después me fui a una ONG, a un programa de acción con mujeres, ese también era un trabajo intenso, porque trabajamos con mujeres de sectores populares.

 

Referencias bibliográficas

Aguayo, C., Cornejo, R., López, T. (2018). Luces y sombras del Trabajo Social chileno: memoria desde finales de la década del 1950 al 2000: identidad, ética, políticas sociales, formación universitaria y derechos humanos. Espacio Editorial.

Castañeda Meneses, P. & Salame Coulon, A. (2019). Memoria profesional y Trabajo Social chileno. Derechos humanos y dictadura cívico militar. Revista Katálysis, 22(2), 284-292. https://doi.org/10.1590/1982-02592019v22n2p284

Del Villar, S. (2018). Las asistentes sociales de la Vicaría de la Solidaridad. Una historia profesional (1973-1983). Ediciones de la Universidad Alberto Hurtado.

Opazo-Valenzuela, P. & Jarpa-Arriagada, C. (2018). Identidad profesional: representaciones sociales de trabajadoras sociales chilenas en tiempos de dictadura. Revista Katálysis, 21(1), 168-177. https://doi.org/10.1590/1982-02592018v21n1p168.

Pollak, Michael. (2006). Memoria, olvido y silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite. Al Margen Editora.

Ramírez Marchant, C. (2016). Trabajo social en la dictadura. Una mirada hacia los elementos históricos desde la dictadura militar instaurada por Augusto Pinochet y el trabajo social como espacio de resistencia. Cuaderno Jurídico y Político, 2(6), 30-41. https://revistasnicaragua.cnu.edu.ni/index.php/cuadernojurypol/article/view/6621

 

    1 El Comité de Cooperación para la Paz en Chile se fundó el 9 de octubre de 1973, apenas unas semanas después del golpe de Estado, mediante un decreto arzobispal firmado por Monseñor Raúl Silva Henríquez. En este Comité participaron distintas iglesias cristianas, además de la Católica, como la Pentecostal, Metodista, Luterana y Presbiteriana. Su objetivo fue ayudar a las personas afectadas por la violación a los derechos humanos. A través de una carta firmada por Augusto Pinochet, el 11 de noviembre de 1975, la dictadura expresó su molestia con el organismo y exigió su disolución, al mismo tiempo varios sacerdotes fueron detenidos. El Comité cerró sus puertas en diciembre de ese año, cuando comenzó a funcionar la Vicaría de la Solidaridad. Fuentes: Vicaría de la Solidaridad, https://www.vicariadelasolidaridad.cl/comite_de_cooperacion_para_la_paz; Memoria Chilena, http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-98133.html

    2 La Vicaría de la Solidaridad fue creada el 1° de enero de 1976 por un decreto arzobispal, buscando continuar la labor de defensa de los derechos humanos iniciada por el Comité Pro Paz. Sus oficinas se ubicaban en la Plaza de Armas, a un costado de la catedral. Contó con diversos departamentos para la ayuda social, como el Jurídico, Laboral, Campesino, etc. Su labor se mantuvo hasta el 31 de diciembre de 1992. Sus archivos, reunidos en la Fundación de Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad son una de las principales fuentes de documentación para conocer tanto su labor como lo sucedido en los años de la dictadura. Fuente: https://www.vicariadelasolidaridad.cl/vicaria_de_la_solidaridad

    3 Como su sitio web, “La Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), fue fundada el 1º de abril de 1975, como continuadora del trabajo iniciado por la CONAR (Comité Nacional de Ayuda a Refugiados), en septiembre del año 1973”. Contaron con un Programa de Reunificación Familiar y Refugiados; Programa Médico-Psiquiátrico, realización de talleres, capacitación, etc. La Fundación se mantiene activa hasta la actualidad en la defensa de los derechos humanos, trabajando con personas migrantes y refugiadas. Cuenta con un importante centro de documentación y archivo. Fuente: https://fasic.cl/wp/

    4 La Fundación PIDEE nace en 1979, respondiendo a “la demanda de las familias afectadas por las violaciones de los Derechos Humanos durante la dictadura cívico militar, para entregar asistencia a los niña/os/as afectados por trastornos derivados de la situación que vivían, en las áreas de salud mental y física, educacional y cultural, además de satisfacer sus necesidades básicas de sobrevivencia”. Contó con áreas de atención en Asistencia Social; de Salud Mental; Salud Física; Psicopedagogía; Programa Especial de Atención a Retornados; Casa Hogar, entre otros. Sus archivos fueron declarados por la UNESCO como patrimonio del mundo. Fuente: https://www.pidee.cl/

    5 Este movimiento se inicia en los años 60, en América Latina como una crítica al modelo asistencialista del Trabajo Social, como también al modelo social capitalista imperante.

    6 Se refiere al atentado a Pinochet, el 7 de septiembre de 1986.

    7 Casa Hogar fue un programa que se desarrolló entre los años 1985 a 1990, por parte de la Fundación PIDEE, para acoger a niñas, niño/as y adolescentes de familias afectadas por la represión de la dictadura. Algunos niña/os/as iban por el día, mientras otros permanecían por días, semanas o meses, a cargo de cuidadores especialmente dedicados a acompañarlos. La Casa Hogar contaba con atención física, en salud mental, apoyo pedagógico, entre otras cosas. Ver: “CASA HOGAR: Un oasis en tiempos de represión”, Fundación PIDEE, 2017. https://www.pidee.cl/wp-content/uploads/2012/04/Casa-Hogar-2017-.pdf