Prácticas de crianza en familias neo-rurales en la comuna de Villarrica, Chile

Parenting practices in neo-rural families in the commune of Villarrica, Chile

 

Fecha recepción: julio 2023 / Fecha aceptación: septiembre 2023

DOI: https://doi.org/10.51188/rrts.num30.761

ISSN en línea 0719-7721 / Licencia CC BY 4.0.

RUMBOS TS, año XVIII, Nº 30, 2023. pp. 245-264

RumbosTS

 

Maximiliano Vera-González

Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica. Universidad de La Frontera.

Mailm.vera09@ufromail.cl

 

Rebeca Benavides-Benavides

Profesora de Historia, Geografía y Educación Cívica. Universidad de La Frontera.

Mailr.benavides01@ufromail.cl

 

Bárbara Hernández-Grandón

Profesora de Historia, Geografía y Educación Cívica. Universidad de La Frontera.

Mailb.hernandez06@ufromail.cl

OrcIDhttps://orcid.org/0009-0008-1654-0526

 

Luis Vergara-Erices

Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos. Universidad de La Frontera.

Mailluis.vergara@ufrontera.cl

OrcIDhttps://orcid.org/0000-0001-6436-0273

 

Miriam León-Herrera

Doctor en Psicología. Universidad de La Frontera.

Mailmiriam.leon@ufrontera.cl

OrcIDhttps://orcid.org/0000-0001-6004-8485

 

Resumen

La contraurbanización involucra un flujo de personas que migra desde espacios urbanos a rurales y que transportan consigo nuevas relaciones sociales y espaciales. Sin embargo, poco se ha estudiado respecto al rol que los habitantes neo-rurales le atribuyen al campo como un espacio para la crianza. Esta investigación intenta llenar este vacío analizando las prácticas de crianza que despliegan madres recientemente llegadas a habitar áreas rurales de la comuna de Villarrica, Chile. A partir de un metodología cualitativa basada en una entrevista semiestructurada, los resultados muestran cómo las madres construyen en el paisaje del campo un imaginario rural idílico para la crianza y cómo negocian las limitantes geográficas, sociales y culturales que enfrentan en los territorios rurales al momento de desplegar sus prácticas que materializan el imaginario de crianza. Se concluye reflexionando sobre la importancia de generar espacios educativos y de crianza que abran procesos de construcción de comunidad en los territorios receptores de flujos de contraurbanización.

Palabras clave:

contraurbanización; neo-rural; crianza; educación; Chile

 

Abstract

Counterurbanization involves a flow of people migrating from urban to rural spaces and bringing with them new social and spatial relationships. However, little attention has been paid to the role that neo-rural inhabitants attribute to the countryside as a space for children-rearing. This research tries to fill this gap by analyzing the parenting practices displayed by mothers who have recently arrived to inhabit rural areas of the Villarrica, Chile. Based on a semi-structured interview, the results show how mothers build an idyllic rural imaginary for child-rearing in the countryside landscape and how they negotiate the geographical, social and cultural limitations they face in rural territories when deploying their practices that materialize the child-rearing imaginary. It concludes by reflecting on the importance of generating educational and nurturing spaces that open processes of community construction in the territories that receive counterurbanization flows.

Keywords:

counterurbanization; neo-rural; children-rearing; education; Chile

 

Introducción

Desde la segunda mitad del siglo XX, en Latinoamérica se ha observado una creciente tendencia migratoria desde las ciudades hacia los espacios rurales. Distintos conceptos se han adoptado para describir tal fenómeno, como el de contraurbanización, o neo-ruralismo, diferenciando así este fenómeno de la tradicional migración campo – ciudad. Este proceso trae consigo transformaciones en diversos aspectos del espacio rural, como la pérdida de importancia de la agricultura y la diversificación de la actividad económica (Ratier, 2002; Brouder et al., 2014), la inserción de nuevos estilos de vida en las zonas rurales (Benson y O’Reilly, 2016 Rainer, 2019), nuevas formas de socialización (Matarrita-Cascante et al., 2017) y estructuras familiares (Benson, 2010). La crisis urbana influye en estas tendencias, es decir, cuestiones como el aumento de la densidad poblacional urbana, la contaminación, aumento del precio del suelo urbano, entre otros motivos (Peralta 2004; Benson y O’Reilly, 2016 Rainer, 2019), promueven el éxodo de las ciudades hacia espacios cercanos a la naturaleza, con amenidades paisajísticas y características típicamente rurales.

A partir del fenómeno de la contraurbanización, la literatura ha caracterizado a los nuevos residentes del campo como “habitantes neo-rurales”, los que se definen como personas que han migrado desde las zonas urbanas a zonas rurales de forma voluntaria (Galleguillos et al., 2016). La migración de un espacio urbano a uno rural no implica el abandono de las conductas desarrolladas en la ciudad, ni la completa adopción de las actividades y costumbres del campo (Ratier, 2002). A raíz de esto, es difícil categorizar los comportamientos y características de las personas que migran hacia zonas rurales, por cuanto tienen prácticas de habitar urbanas, pero desplegadas en espacios que presentan características físicas y paisajísticas típicamente rurales. Estas preferencias y conductas particulares de los neo-rurales han sido poco profundizadas desde la investigación en Latinoamérica (Zuluaga, 2008; Rainer, 2019), a pesar de ser un fenómeno creciente.

La contraurbanización ha sido un fenómeno observado también en Chile, especialmente en aquellas áreas dotadas de amenidades paisajísticas (Marchant, 2017 Zunino et al., 2016; Sánchez, 2019; Vergara et al., 2019). Probablemente el área donde este fenómeno se ha expresado con mayor intensidad es la Araucanía Andina y zona lacustre (Marchant y Navarro, 2018; Vergara, 2023). Incluso, aunque la contraurbanización viene ocurriendo desde hace varias décadas en algunos lugares del territorio nacional, la pandemia y las modalidades de teletrabajo lo han acelerado (Aja et al., 2021). El conjunto de esta literatura ha presentado resultados en torno a los impactos económicos, culturales y sociales de la contraurbanización, sin embargo, no se ha examinado en profundidad un aspecto central en la decisión de migrar hacia zonas rurales: el rol de la crianza (Valentine, 1997; Benson, 20010; Baylina y Berg, 2010).

Con el fin de contribuir al debate respecto a las formas de habitar el campo que despliegan habitantes neo-rurales, en este artículo se analiza particularmente las prácticas de crianza que despliegan madres recientemente llegadas a vivir en áreas rurales de la comuna de Villarrica, Chile. Mediante la aplicación de una entrevista semiestructurada, se identificó cómo conciben la educación, cómo las características del espacio físico influyen en las actividades cotidianas de las familias y las prácticas de la crianza que materializan la concepción de educación de las madres neo-rurales, en este sentido, esta investigación se centra en la importancia de las mujeres dentro de las decisiones del hogar. De acuerdo con los fundamentos teóricos y los resultados del trabajo empírico, sostenemos que los nuevos habitantes del campo conciben la educación como un proceso donde se entregan valores de conciencia ambiental y paritaria a los infantes y adolescentes, valorando positivamente las características del espacio rural, sin embargo, este implica desafíos para el despliegue y la posibilidad de la concreción de su concepción de la crianza y educación.

El artículo se estructura de la siguiente manera. En la primera sección se revisan los vínculos conceptuales entre contraurbanización, neo-ruralidad y prácticas de crianza. Enseguida se presenta la metodología y el caso de estudio a explorar. Luego, tres secciones de resultados son presentados. La primera muestra los hallazgos entorno a las motivaciones educativas que ofrece el campo dentro del imaginario como razón de migración, la segunda aborda la manera en que las características geográficas del lugar ofrecen obstáculos y posibilidades para concretar el imaginario de crianza que despliegan los nuevos residentes de lo rural, mientras que la tercera da cuenta del rol que la cultura local tiene en el mismo sentido y las prácticas de educación alternativa que emergen en el sector. Se finaliza con conclusiones que enfatizan la importancia de generar espacios educativos y de crianza que abran procesos de construcción de comunidad en los territorios receptores de flujos de contraurbanización.

 

Neo-ruralidad y crianza familiar

La contraurbanización, como fenómeno que engloba la neo-ruralidad, consiste en un movimiento migratorio que va desde las grandes ciudades hacia pequeños asentamientos urbanos y rurales (Ferrás, 2007), donde hay una menor densidad poblacional y un paisaje que se acerca más a lo que se conoce como rural que a zonas urbanas (Rodríguez y Trabada, 1991). Este tipo de migración, por lo general, no se produce debido a necesidades económicas, ni por políticas públicas de vivienda, sino por el interés de las personas que migran, radicado esencialmente en las amenidades paisajísticas, en las aspiraciones de estilo de vida o en el retiro de los centros urbanos hacia la tranquilidad del campo (Galleguillos et al., 2016). La crisis urbana juega un papel causal en este tipo de migración, la mayoría de los casos de contraurbanización en el mundo se deben a factores como la concentración demográfica, el aumento del valor de suelo urbano o la baja calidad de vida en las ciudades, generando que, desde inicios de siglo, los movimientos migratorios centrífugos hayan aumentado de forma considerable (Rodríguez y Trabada, 1991).

Los habitantes neo-rurales, sujetos involucrados en los procesos de contraurbanización, se insertan con formas tradicionalmente urbanas de habitar el territorio, en espacios tradicionalmente rurales, transformando los lugares a los que arriban (Vergara et al., 2019). Estos habitantes neo-rurales comprenden una categoría que la diferencia de los habitantes rurales tradicionales y de los habitantes urbanos, integrando elementos y características de ambos espacios, comprendiendo entonces una categoría heterogénea dentro del fenómeno de la contraurbanización, que coexiste en un contexto socioespacial rural (Méndez, 2014). Sumadas la heterogeneidad del espacio en el que se insertan y la misma que hay dentro de la categoría de habitantes neo-rurales, se producen diversas formas de habitar, socializar y vincularse con el espacio (Méndez, 2014).

Los estudios sobre contramigración han mostrado la heterogeneidad de sujetos que se moviliza hacia el campo. Entre ellos es posible encontrar personas retiradas que vuelven a lugares de origen o bien a habitar zonas que ofrecen un ritmo de vida y condiciones climáticas más favorables (King et al., 2021). También, se ha enfatizado la migración de jóvenes hacia estos lugares especialmente por razones de aventura (Thorpe, 2012), y también de familias con hijos (Benson, 2010; Eimermann, 2015; Haartsen y Stockdale, 2018). Por lo tanto, es posible hacer una conexión entre el fenómeno de la contra urbanización como proceso demográfico y el componente social de la familia. En este sentido, existe una conexión entre la crisis urbana y esta necesidad de una parte de la población que busca espacios distintos a la ciudad, tanto en los aspectos físicos y valóricos que la vida urbana ofrece. Surge entonces, dentro del neo-ruralismo, una valoración positiva del espacio rural para establecer familia, la crianza y la educación de los hijos e hijas.

La unidad familiar se considera el núcleo básico de la sociedad, donde se inician procesos de aprendizaje para la socialización, esto se extiende a otras instancias, principalmente la escuela. Ambas son parte fundamental de la crianza y desarrollo individual y social de las personas (Velásquez 2020). La creciente diversidad en los estilos de familia y la flexibilización de los roles de madres y padres, tiene impacto en las prácticas de crianza (Oudhof et al., 2019). Entendiendo la crianza como un proceso en el tiempo y el espacio que permite tener cuidado del niño hasta que se hace adulto (Fornós, 2001), los estilos de crianza crean un ambiente emocional donde se expresen los comportamientos de los padres, y se infunden en los hijos e hijas valores, creencias, costumbres culturales, entre otros aspectos (Velásquez, 2020). A su vez, la familia se ve permeada por factores sociales, políticos, estructurales e ideológicos que inciden en sus relaciones internas y externas, tales como la crianza, las relaciones de poder, comunicación o relaciones de género (Gallegos, 2012). Estas formas no son universales, su diversidad se relaciona profundamente con el contexto físico y cultural donde se integra la familia (Velásquez, 2020). En este sentido, cabe añadir el territorio en el que la familia se inserta, como factor que incide en sus relaciones internas y externas, y en las prácticas de crianza que desarrollen, en este caso de interés, las familias neo-rurales.

En esta dimensión, las dinámicas pueden variar de una familia a otra, dependiendo de las motivaciones para haber migrado al espacio rural. La composición familiar, expectativas y valores, entre otros factores. Dentro de la vida familiar de cada hogar también hay variaciones concretas, como la alimentación, la educación y la sociabilidad de sus integrantes (Ibargüen et al., 2004). Resulta necesario inmiscuirse en estos detalles de la vida cotidiana neo-rural para profundizar en los estudios sobre esta categoría creciente en la población y lograr cada vez un cuadro más completo. En tal sentido, la escasa literatura sobre el tema ha reportado, por ejemplo, la importancia que los neo-rurales le asignan a lo rural como un espacio de crianza más adecuado que lo urbano (Valentine, 1997; Benson, 2010), configurando un imaginario “idílico de la niñez rural” (Baylina Berg, 2010) que muchas veces enfrenta la realidad aislada de muchos lugares rurales (Valentine, 1997; Matthews et al., 2000). Así también, la literatura ha destacado la importancia de las escuelas rurales para generar espacios de integración/exclusión entre migrantes y la comunidad local (Haartsen y Stockdale, 2018); o la posibilidad de crecer en entornos más cosmopolitas (Korpela, 2016), especialmente cuando se trata de migración a lugares diversos desde el punto de vista cultural.

 

Caso de estudio y estrategia metodológica

Para el caso de Chile, uno de los lugares donde la contraurbanización se ha observado con mayor intensidad es el de la zona lacustre de la región de La Araucanía (Vergara, 2023). Comunas como Pucón y Villarrica han aumentado su población rural de forma considerable debido a este fenómeno. En específico, según el censo de 1992, la cantidad de viviendas particulares existentes en la comuna de Villarrica es de 10.318, de esas viviendas 6116 están ubicadas en el área urbana y 4102 en el área rural de la comuna. Para ese año, el porcentaje de viviendas rurales particulares es de 39.75% (Instituto Nacional de Estadística, 1992). El censo de 2017 indica que en la comuna hay un total de 28.215 viviendas particulares, de las cuales 16.176 son viviendas urbanas y 12.039 viviendas rurales, las cuales corresponden a un 42.66% (INE, 1992). A nivel nacional, la realidad es un poco distinta, según el censo de 1992, la cantidad de viviendas rurales en Chile era 581.395, es decir, un 17.30% del parque residencial total del país (INE, 1992). Mientras que, para el censo de 2017, las viviendas rurales corresponden al 14.81% (INE, 2017). Esto, nos indica que la población ubicada en sectores rurales de la comuna de Villarrica tiene un porcentaje mucho mayor al total nacional, y que, además, ha aumentado durante los últimos 30 años, al contrario de lo ocurrido en la mayor parte del territorio nacional. Adicionalmente, la comuna de Villarrica es, dentro de la región de la Araucanía, la segunda con una mayor cantidad de personas migrantes, con un 82,6% de la población total, es decir, que no nacieron en la comuna. Estos indicadores de cambio poblacional y residencial del lugar se expresan en la transformación espacial del territorio rural, tal como se expresa en la figura nº1.

 

Figura 1

Imágenes satelitales de Sector Cudico - Challupen, camino Villarrica - Lican Ray, km 18 - 19. 2010 (Arriba), 2023 (Abajo).

Imágenes satelitales de Sector Cudico - Challupen, camino Villarrica - Lican Ray, km 18 - 19. 2010 (Arriba), 2023 (Abajo).

    Fuente: Google Earth.

Las imágenes corresponden al sector camino Cudico - Challupén, en el trayecto del camino entre la ciudad de Villarrica y la localidad de Lican-Ray. La primera imagen corresponde al año 2010 y la segunda al año 2021. Estas imágenes reflejan el crecimiento de la población rural en la zona lacustre, la cual comenzó en las zonas aledañas a la comuna de Pucón, aproximadamente hace 20 años. En las imágenes no se observa únicamente un crecimiento de las viviendas, sino también que estas forman aglomeraciones en entornos rurales, con presencia de algunos servicios terciarios, donde podemos ver que están relativamente cerca las unas de las otras, característica que no es propia en los entornos rurales tradicionales, donde encontramos casas alejadas entre ellas y la mayor parte del territorio dedicado a la actividad agraria, forestal o ganadera.

A raíz de lo anterior, el territorio seleccionado para realizar esta investigación es el camino entre Villarrica y Lican-Ray, ya que en este es posible evidenciar un aumento de la población en sectores rurales, con amenidades paisajísticas y lejanía de las grandes ciudades. Debido a que se trata de un fenómeno relativamente reciente en esta zona, es probable que la población migrante presente características diferentes a otros espacios ya estudiados en la Araucanía Andina. Por estos motivos este espacio resulta atractivo para el estudio de la nueva ruralidad.

 

Figura 2

Ubicación de zona de estudio. Villarrica - Lican Ray, Región de la Araucanía

Ubicación de zona de estudio. Villarrica - Lican Ray, Región de la Araucanía

    Fuente: elaboración propia.

 

Las personas que fueron consideradas para esta investigación son madres de niños o niñas entre 1 y 18 años. Esta elección se debe a que es probable que las madres de niños o niñas menores a 1 año, aún no tengan conductas de maternidad tan establecidas y las madres de personas mayores de 18 años no tienen tanto control sobre las prácticas, formas de alimentación y escolaridad que desarrollan sus hijos o hijas. Además, las madres que fueron parte de la investigación son personas neo-rurales, es decir, pasaron gran parte de su vida habitando un ambiente urbano y se trasladaron a la zona rural entre Villarrica y Lican Ray durante los últimos 10 años. Esto último, es relevante considerando que un tiempo inferior a 10 años resulta práctico para observar el proceso de adaptación. Las madres de familia resultan un buen sujeto metodológico para profundizar en las características de las familias, sus costumbres, su socialización y, sobre todo, el proceso de adaptación al espacio rural.

Para la recolección de datos se utilizó una entrevista semiestructurada, abordando tópicos como la concepción de la educación de la muestra, la influencia de las características físicas del territorio en las actividades cotidianas y las prácticas de materialización de la concepción de la educación. La entrevista se aplicó a 10 madres neo-rurales y fueron llevadas a cabo de manera online entre junio y septiembre de 2022, a través de la aplicación google meet. El desarrollo de la entrevista fue apoyado por el instrumento guía de entrevista que sirvió de base para la formulación de preguntas, las cuales consideraron adicionalmente preguntas emergentes específicas, según la información entregada por cada entrevistada. Cada entrevista fue grabada en un dispositivo digital para posteriormente ser transcrita y analizada a través de una codificación abierta por medio de un software de análisis cualitativo de datos: Atlas. ti. Las edades de las entrevistadas iban desde los 23 hasta los 43 años. La mayoría de ellas tienen estudios profesionales o técnicos y trabajaban en las zonas urbanas aledañas o realizaban labores domésticas y de cuidado. Los hijos e hijas de las entrevistadas presentaban diversas edades, que iban desde los 2 hasta los 17 años, aunque todas tenían hijos o hijas menores de 10 años. Además, todas las madres entrevistadas vivían con sus parejas, fueran o no padres de sus hijos/as. Algo que también ayuda a caracterizar el perfil de las entrevistadas es el hecho de que gran parte de ellas trabajaba en labores relacionadas a la pedagogía.

 

Vivir en el campo: en búsqueda de la utopía educativa.

Antes de inmiscuirnos en las actividades y conductas de las familias neo-rurales, es necesario indagar en su concepción de la educación y la crianza, considerando los aspectos a los cuales se les entrega énfasis dentro de este proceso y cómo el imaginario del entorno rural promueve la decisión de migrar.

Las participantes narran y comparan su visión antes y después del espacio rural, y no se constatan grandes variaciones, dado que las expectativas y formas de concebir la educación valórica y formal de sus hijos e hijas, se mantienen en el tiempo y son, en muchos casos, un motivo importante de su migración hacia espacios rurales, ya que se acerca más al estilo de vida al que aspiran y tienen más posibilidades de materializarlo. En este sentido, la crianza en un lugar ambientalmente sano es también una razón de migración a la zona, tal como han encontrado investigaciones previas en otros países (Valentine, 1997; Matthews et al., 2000; Benson, 2010; Haartsen y Stockdale, 2018). Así, los procesos de contramigración en Chile no solo se explicarían por razones de estilo de vida, como ha planteado Vergara et al. (2019) o por la búsqueda de aislamiento social, como ha sostenido Rojo et al. (2022), sino que también por el rol que el espacio rural ofrece para una “buena crianza”.

Según las entrevistadas, el espacio rural presenta características favorables para el desarrollo de sus hijos e hijas, debido a aspectos tanto físicos como sociales. En relación a lo primero, destaca la cercanía con un entorno natural, que permite el desarrollo de la conciencia ambiental y la posibilidad de aplicar los valores ecológicos en la cotidianidad de la familia. En este ámbito, también es relevante para las entrevistadas la cantidad de espacio disponible para el movimiento, actividades de ocio y recreación familiar, lo que favorece experiencias que conectan a las familias con el territorio y sus dinámicas. En cuanto al ámbito social, se destaca la escuela rural y establecimientos educacionales alternativos como espacios de socialización para sus hijos e hijas. Estos últimos encarnan de mejor manera los estilos de crianza que practican los migrantes neo-rurales. En la misma línea, las entrevistadas destacan la relación con vecinos y la vida en comunidad, donde sus hijos e hijas pueden compartir con otros en base a la confianza y el respeto. Es posible evidenciar esto en la siguiente cita:

…es que fue un tema importante porque como te digo, yo le daba el famoso Ritalin, estaba en programa PIE, nos vinimos acá y lentamente le fui sacando la medicación. De hecho, yo le daba medicación para dormir, y acá el entorno con la naturaleza, el gasto de energía, ya a las 10 de la noche él estaba cansado y me pedía a dormir, o sea, el cambio fue notable en su energía. Él va a un colegio rural donde el colegio es otra cosa. Él va feliz, es otro tipo, son grupos más chicos… fue un cambio para nosotros, eh, grande… (Residente neo-rural)

Este imaginario del espacio rural, se sostiene en las experiencias vividas previamente como habitantes urbanos y cómo este espacio contrasta, de manera antagónica, con sus expectativas de crianza. Según las entrevistadas, la ciudad se percibe como un espacio negativo para el desarrollo de sus hijos e hijas, considerando aspectos como la inseguridad, la violencia, el ritmo de vida, largas distancias en transporte, el acceso a la vivienda y el tamaño de estas, la contaminación y la falta de áreas verdes. Además de estos factores concretos y evidenciables, de acuerdo con Blass y Trabada (1991), es la crisis de valores la que más va a motivar la actitud de huida de la ciudad, dado que la mayoría de las entrevistadas tienen valores cercanos al ecologismo o les gusta la vida tranquila cercana a la naturaleza. Así, aunque no en todos los casos, el éxodo de las ciudades se debe en gran parte a la huida de los valores urbanos y la búsqueda de nuevos valores vitales (Blass y Trabada, 1991). La siguiente cita nos muestra la experiencia de las entrevistadas en relación a esto:

Mi hijo va en tercero básico. Y yo veía niños de tercero básico en el colegio que iba allá en Santiago y no eran niños, eran ya adultos. Oye no, no sé, haciendo puras ordinarieces, garabatos para allá y para acá, así que no, no, de verdad a mí todavía me sorprenden los niños aquí. [Los de] tercero básico son niños, son muy niños. Juegan con la tierra, corren, se van a esconder, que no sé, pero allá en Santiago no, no … son totalmente diferentes los niños. (Residente neo-rural)

Existen dos valores que resultan relevantes en nuestra investigación y que son representativos del grupo social que fue caso de estudio a la hora pensar en un ideal de crianza. Estos son la conciencia ambiental y la perspectiva de género. Es importante señalar que estos se analizan dentro del ideal de crianza de la madre en el ámbito privado y en el ámbito de desarrollo externo de los hijos, sin considerar la posibilidad de materialización de estos, debido a que este último aspecto se analizará en la tercera sección de resultados. La conciencia medioambiental se plantea como un valor que no solamente busca el cuidado del medio ambiente, sino que tiene como intención que se genere una conexión con la naturaleza, que se relaciona con el ideal del respeto por todos los seres vivos en el entorno. Este primer valor es común de encontrar en la construcción del idílico rural de la crianza (Benson, 2010; Baylina y Gunnerud, 2010). Por otro lado, algo que no reporta la literatura, pero que fue relevante en el relato de las entrevistadas, se refiere a la perspectiva de género, es entendido por las madres como la búsqueda de la equidad en los roles dentro del hogar, sin replicar los estereotipos que se plantean en la sociedad en relación a la maternidad y a la paternidad, tratando de equiparar el rol tanto de cuidadores y el de proveedores. Sin embargo, particularmente este valor enfrenta tensiones locales que se profundizará más adelante.

También surgen valores educativos importantes en la crianza, como la austeridad, la solidaridad y la corresponsabilidad, que se alejan de los valores neoliberales como el individualismo, el exitismo y el consumismo, más vinculados al espacio urbano. En relación a esto, las madres entrevistadas mencionaron que si bien el cambio en el estilo de vida no significa un aumento en sus ingresos, sí implica una reducción de sus gastos y el costo de la vida, en comparación a lo urbano. Esto se contradice con lo planteado por Galleguillos et al. (2016), quienes indican que la migración por estilo de vida no consideraba el factor económico como algo relevante a la hora de decidir migrar.

 

Adaptándose al lugar: Desafíos y oportunidades de crianza en el campo

Teniendo algunas nociones del imaginario rural que tienen las madres entrevistadas, sus expectativas y motivos de migración, es posible adentrarnos en la influencia del espacio físico, fuera del hogar, sobre la cotidianidad de las familias neo-rurales. En este sentido, las entrevistadas identifican ventajas y dificultades en su proceso de adaptación al nuevo espacio. En el proceso de adaptación se encuentran en un escenario diferente y deben contextualizar estas expectativas, desplegando distintas formas de vivir en el campo. De acuerdo con Fonte (1988) existen diversas formas en las que los neo-rurales pueden adaptarse a vivir en el campo, por ende, son diversos los factores que inciden en este proceso y en el despliegue de sus prácticas y valores.

El cambio que tiene mayor notoriedad en relación a la vida en la ciudad, y que requiere una mayor adaptabilidad, es la mala conectividad de los sectores rurales, ya sea en vialidad, transporte o telecomunicaciones. Esto, se ve reflejado en varios aspectos de la vida cotidiana, por ejemplo, en el abastecimiento de alimentos y productos de uso diario. Al respecto, existen conductas que se mantienen y otras que nacen de la necesidad de adaptación al espacio rural, aquella que se mantiene de forma homogénea es la compra de gran parte de los alimentos no perecibles y, especialmente, de los artículos de aseo en el supermercado. Lo que cambia, en este caso, es la frecuencia con la que realizan esta compra, viviendo en el campo es menos frecuente y más puntual la compra de alimentos y otros artículos de uso cotidiano, en cambio, en la ciudad, esto se realizaba de manera constante y espontánea. Por otro lado, la dificultad de acceso a locales comerciales genera la necesidad de encontrar otras formas de abastecimiento de productos perecibles, lo que lleva a formar vínculos con vecinos que producen y comercializan estos alimentos, tales como las frutas y verduras, que suelen comprarlas a vecinos o productores locales. Otra actividad que surge como respuesta ante esta falta de acceso al comercio es el uso de la huerta. Si bien esto no lo practican todas las familias, en ellas existe la idea o la intención de realizarlo. Quienes han implementado la huerta la han transformado en una de las principales formas de abastecerse de verduras esenciales. Esto, también les permite realizar intercambios de alimentos con habitantes tradicionales del territorio. El desarrollo de la huerta, en algunos casos, trae de la mano la práctica del compostaje, donde también participan activamente los infantes y adolescentes del hogar. El abastecimiento de recursos para el hogar se transforma así en un espacio de crianza y aprendizaje, particularmente de valores, como el cuidado del medio ambiente, la solidaridad, austeridad y corresponsabilidad con los menores de edad que componen la familia.

Lo anterior, confirma que la forma de abastecimiento de la familia neo-rural se transforma al adaptarse a la vida en el campo, dependiendo de las expectativas de estilo de vida, la composición familiar y la cercanía a los centros urbanos. Un caso que resaltó respecto a las formas de abastecimiento, fue la creación de una cooperativa de alimentos entre diferentes madres neo-rurales de la zona. Esta cooperativa de alimentos se crea en contexto de pandemia, dada la necesidad de abastecerse de productos a un precio accesible, funcionando en base a la cooperación voluntaria de sus integrantes, en cuanto a la gestión y acopio de los productos. Otra característica de esta cooperativa es que plantea la reducción del uso de envases desechables por medio de la compra de productos a granel. Como ha reportado Marchant (2017), estas prácticas agroecológicas pueden ser una alternativa para promover el desarrollo sustentable. No obstante, como muestra nuestra investigación, no solo promueve prácticas sustentables ahora, sino que promueve —a partir de la participación de jóvenes— prácticas que muy probablemente perdurarán en el tiempo.

Mi hermana, que también vive acá pero en Lican Ray [...] formó una nueva cooperativa. En el fondo, la idea es juntarse entre varias familias y comprarle a algún productor, a veces son de esta zona, a veces son más del norte, dependiendo del producto. Por ejemplo, de arroz viene alguien de Talca y trae una vez cada, no sé, seis meses, arroz. Lo trae en sacos de osea, en saquitos como de 2 kilos de papel [...] tratando de que sean también orgánicos ojalá. También acá, eso sí hay mucho, y estoy súper contenta, [...] hay muchos productores, entonces uno puede ir directo al productor. Por ejemplo, ahora que están los arándanos, yo estoy esperando a diciembre porque conocemos una productora que los cultiva ella misma, orgánicamente, y los vende y nos juntamos entre varias familias y compramos varios kilos para que nos salga un poco más barato. (Residente neo-rural)

Otra dificultad que presenta la mala conectividad es la falta del acceso a transporte. En general, se destaca el uso del vehículo particular para movilizarse. En caso de no poseer un vehículo adecuado para el terreno se dificulta el transporte en las zonas más alejadas de la carretera, teniendo que viajar a través de buses interurbanos que no permiten mantener una movilidad fluida hacia los lugares de trabajo o al colegio de los hijos e hijas. Otro desafío para el desplazamiento son las congestiones vehiculares en verano, debido al turismo en la zona, y en invierno, las malas condiciones de los caminos y el clima lluvioso. La conectividad no es un problema nuevo en el campo (Matthews et al., 2000), pero produce que muchas familias desarrollen métodos de enseñanza escolar autónomos y en casa, algo que durante la pandemia se vio acrecentado.

En cuanto a la relación con la familia externa al hogar, existe una parte que mantiene contacto frecuente con sus familiares, ya que se encuentran dentro de la misma región, realizando reuniones familiares de forma recurrente. Existe otra parte, quienes vienen desde la Región Metropolitana, que tienen menos contacto con sus familias, usan medios como las video llamadas para comunicarse, y se reúnen pocas veces al año. En uno de los casos, la participante afirma haber cortado lazos con sus familiares más directos. En este sentido, si bien esto no es la regla, surge en algunas entrevistadas la sensación de aislamiento al llegar a un lugar donde se tienen pocas redes conocidas, principalmente en invierno, dadas las condiciones climáticas. Otro aspecto que cambió considerablemente es la relación con los vecinos, en comparación con la ciudad de proveniencia. La cercanía de los vecinos en el espacio urbano se percibe como un mecanismo promotor de vínculos sociales entre jóvenes en el entorno de su hogar. La distancia que impone el habitar rural, por el contrario, hace que la sociabilidad de los neo-rurales se limite esencialmente a la familia extendida y al establecimiento educacional de los hijos e hijas, lo que refuerza, en alguna medida, la sensación de aislamiento —no solo externa, sino que también con la misma localidad— en algunas madres.

Hasta el momento, se han observado cuáles son las dificultades que presenta el espacio físico rural, pero también existen situaciones que son favorables para el desarrollo de actividades dentro y fuera del hogar. Una de ellas es, según las entrevistadas, las formas de entretenimiento que desarrollan en familia. Algunas familias pasaron de recrearse en los malls, asistiendo a cine, salones de juego infantiles o sencillamente del consumo de bienes y servicios a realizar más actividades en la casa y al aire libre. Lo anterior, se relaciona con que en el entorno rural existe el tiempo y el espacio para recrearse en casa. Un ejemplo son las reuniones con amigos, familia y conocidos —instancias de conversación profunda entre los miembros del hogar— y actividades recreativas fuera de casa y vinculadas con la naturaleza y la exploración de los paisajes de la zona. En este sentido, se destaca el trekking como actividad más frecuente, y las visitas al Lago Calafquén y Villarrica, actividades en las cuales participan activamente los infantes y adolescentes, puesto que desde la misma familia se promueven.

Bueno, ahora en estos días bonitos, estamos mucho más tiempo afuera, hasta más tarde, de hecho, todavía estamos aquí en el patio (19:00 hrs.) y también, como tenemos vehículos, podemos ir todos juntos a… no sé po… al laguito. De repente un día a la semana, nos vamos a la playa o nos vamos, de repente acá a Pinohuacho. Eso, bueno, no lo hacemos hace rato, pero sí son paseos que como familia hacemos y bueno, como acá el espacio es grande, entonces venimos acá afuera, hacemos fogatas. Compartimos algo afuera, ya sea alguna comida o una oncecita en los días bonitos… (Residente neo-rural)

 

¿Materializando la utopía?: Tensiones culturales entorno a la crianza.

Habiendo revisado las ideas preconcebidas que los neo-rurales tenían sobre el espacio rural y cómo las características físicas influyen y modifican las conductas que las familias traían desde el espacio urbano, a continuación se revisarán las prácticas y tensiones que emergen a la hora de materializar la concepción educativa y de crianza de los nuevos residentes del campo. Para ello, la primera detención guarda relación con la cultura del mundo rural tradicional, que es entendida por parte de las entrevistadas como un obstáculo frente al deseo de materializar las prácticas valóricas que buscan desplegar.

El entorno social rural se presenta, por las entrevistadas, como un espacio que se aleja, particularmente en dos aspectos, de sus expectativas a la hora de materializar ciertos valores y conductas importantes para ellas, y la familia. Por un lado, está la visión sobre la tierra que posee el habitante tradicional del campo, una visión económica y de subsistencia, donde el espacio físico es visto como un espacio de producción y como un capital. Mientras que la visión neo-rural se acerca más a la ecología, la conservación de los espacios naturales y su importancia en el desarrollo personal de los individuos. Por otro lado, están los roles de género que tradicionalmente se han asentado en el campo. La visión neo-rural se distancia completamente de la visión del habitante rural tradicional, que tiene sus roles de género marcados y definidos: el hombre en el espacio productivo y la mujer en el espacio reproductivo. Esta distinción en los espacios de la vida según género se contradice con los valores de equidad que los habitantes neo-rurales intentan inculcar en sus hijos e hijas. Sin embargo, esto no significa que no desplieguen prácticas en el espacio cotidiano e íntimo para enseñarlos, lo que se puede ver reflejado en la siguiente cita:

De hecho nosotros somos súper equilibrados en eso, por ejemplo, ahora yo… A mí me cuesta levantarme temprano, entonces como nos levantamos toda la semana temprano, eh, yo aprovecho de dormir y Jorge es más madrugador, entonces estuvo toda la mañana con ellos. [...] él está más preocupado del orden que yo. [...] la crianza se ha cargado un poco más hacia mí porque yo soy profe y siempre he trabajado, desde que me salí del sistema formal educativo, en escuelas alternativas donde van mis hijos, entonces también yo he asumido ese rol pero yo creo que es porque está asociado a mi profesión, si yo trabajara en otra cosa, probablemente sería distinto (Residente neo-rural).

Estas diferencias culturales se traducen en que algunas madres despliegan prácticas y redes selectivas, es decir, que no se vinculan con todos los habitantes rurales tradicionales o nativos con el fin de evitar las tensiones. Una manera de canalizar dicha selectividad han sido las escuelas de educación alternativa que se han instalado en el sector, donde suelen ir en su mayoría hijos e hijas de neo-rurales, mas no de habitantes tradicionales. Esta tendencia a la selectividad de algunos migrantes neo-rurales ha sido recientemente observada en otros espacios receptores de contramigración, y ocupa el espacio escolar como un mecanismo de diferenciación importante (Haartsen y Stockdale, 2018). Ahora bien, no todos los espacios educacionales son espacios de selectividad y exclusión. Las escuelas tradicionales rurales parecen constituirse como lugares clave en la integración entre algunas familias neo-rurales y lugareños, especialmente por el vínculo que estas actualmente tejen con el territorio en el que habitan. A partir de las transformaciones que ha experimentado el territorio rural circundante, muchos colegios han incluido actividades didácticas —tales como exploraciones en la naturaleza, compostaje, reciclaje— que responden más adecuadamente a los valores ambientales que los neo-rurales quieren transmitir a sus hijos e hijas.

…El espacio nos ayuda mucho por el tema de crear conciencia a los niños, del cuidado de las plantas, de que nosotros podemos alimentarnos, producir nuestro propio alimento, bueno, es lo que ahora está muy en boga, la soberanía alimentaria, los tiempos están difíciles, así que para allá vamos [...] producir nuestro propio alimento, por lo menos, lo que más consumimos, porque nosotros somos vegetarianos, entonces lo que más compramos son verduritas, fruta y así que poder llegar a eso y que los niños se … bueno los niños se maravillan cuando ven una flor florecer, eh, cuando ven los frutos de algo que hemos sembrado y plantado, ellos están súper atentos a todo eso, el tema de cuidar las plantas y eso también lo complementan en la escuela… (Residente neo-rural)

Finalmente, algunas madres deciden continuar la educación formal de sus hijos e hijas en colegios urbanos. Esto está más relacionado con las edades de sus pupilos, ya que los colegios rurales tienen cubierta solo la educación básica y la enseñanza media se encuentra principalmente en los centros urbanos, por lo que a cierta edad existe la obligatoriedad de enviar a sus hijos a colegios fuera del entorno inmediato.

Las maneras diferentes a través de las cuales las madres neo-rurales se articulan con la comunidad local e intentan resolver las tensiones que emergen entre ellas da cuenta de la heterogeneidad sobre la cual se construyen los procesos de crianza en estos lugares. Es decir, no solo los neo-rurales son heterogéneos (Méndez, 2014), sino que también las prácticas de crianza que ellos despliegan lo son. No obstante esto, pareciera ser que todas se construyen sobre un piso común: el imaginario educativo idílico de lo rural, que los acerca a lo natural, a lo simple, a lo solidario, es decir, a un nuevo tipo de relación entre las personas y el lugar que habitan.

 

Reflexiones finales

Este artículo buscó analizar las prácticas de crianza que despliegan madres recientemente llegadas a habitar en áreas rurales de la comuna de Villarrica. Al respecto los resultados sugieren que la búsqueda de espacios más naturales, que permitan la enseñanza del medio ambiente, es una razón importante dentro de la decisión migratoria de muchas de las familias que se han trasladado durante el último tiempo a habitar zonas rurales. Sin embargo, la materialización del imaginario de la crianza rural idílica se enfrenta con algunas limitaciones y obstáculos propios del contexto. Algunos emergen de las características geográficas del lugar, como la distancia, que impacta en la sociabilidad y redes de apoyo que se pueden desplegar en la crianza de los hijos, como también en el abastecimiento de productos alimenticios, algo central en el crecimiento de los jóvenes. Mientras que otros obstáculos que visualizan las madres neo-rurales se asocian a prácticas culturales de los lugares, entre ellas una mirada funcional de la naturaleza y relaciones patriarcales que aún perduran en el espacio. Frente a ello, prácticas de crianza alternativas son desarrolladas, por ejemplo, la autoproducción de alimentos que se traduce en la formación de valores ambientales en sus hijos o la creación de centros educativos que, a pesar de su carácter exclusionario, en términos de los vínculos sociales entre lugareños y migrantes, permiten materializar la utopía de crianza desplegada por las madres.

Estos resultados revelan la importancia de las prácticas de crianza en el contexto de territorios que experimentan procesos de contraurbanización. Primero, estas prácticas tienen una relevancia conceptual respecto a la manera en que se entiende la educación de niños y niñas en estos territorios. En los discursos y prácticas de crianza de las madres neo-rurales no solo hay una crítica al modo de vida urbano, sino que también se desliza una crítica más profunda respecto a la manera en que tradicionalmente se educa a las personas. De ahí que se valoren crecientemente, por parte de ellas, prácticas educacionales alternativas, e incluso la educación en casa, que transporta valores más significativos que el mero conocimiento conceptual en sus hijos e hijas. Desde la crítica al sentido de la educación formal rural (Oyarzún, 2020) emerge un llamado a otro tipo de educación, una basada en los territorios, lo que tiene implicancias en términos de política pública en aquellos lugares que están recibiendo actualmente procesos de contraurbanización, particularmente el sur de Chile, donde este fenómeno se ha masificado a propósito de la pandemia COVID-19. Hasta ahora la respuesta viene más bien organizada desde los mismos territorios, con colegios que promueven prácticas educativas diferentes, pero no como una política educativa sistemática. Entendiendo a las escuelas como espacios claves para la cohesión social y construcción de comunidades locales compuestas por migrantes y habitantes locales tradicionales/nativos, se perfila como necesario comenzar a pensar en una estrategia de política pública que no haga perder a los establecimientos su rol de integradores sociales.

 

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