La praxis en el trabajo social: Reflexiones ético-políticas y epistémicas en el contexto neoliberal
Praxis in social work: Ethical-political and epistemic reflections in a neoliberal context
Fecha recepción: septiembre 2020 / fecha aceptación: marzo 2022
Luis Alberto Vivero Arriagada1 y Walter Molina Chávez2
DOI: https://doi.org/10.51188/rrts.num27.548
Resumen
El artículo analiza y reflexiona en torno a la idea de praxis del trabajo social y su materialización en el proceso de intervención en el contexto del neoliberalismo en Chile. Al respecto se plantea que existirían condiciones materiales y subjetivas que tensionan el campo disciplinario en términos éticos y políticos. Desde este marco analítico, se propone la necesidad de una definición del carácter político y contradictorio del Trabajo Social. En consecuencia, se espera la emergencia de un nuevo proyecto académico-profesional que surja de los aprendizajes de las luchas del sujeto popular y de la profunda crisis de estructura ideológica heredada de la dictadura.
Palabras clave: Trabajo Social; Praxis; Formación; Dictadura; Neoliberalismo
Abstract
This paper analyzes and reflects on the idea of praxis in social work and its role in the intervention process in the neoliberal context in Chile. In this regard, it argues that material and subjective conditions place ethical and political stress on the field. From this analytical approach, researchers posit the need to redefine social work’s political and contradictory nature. Consequently, they expect a new academic-professional proposal to emerge from the knowledge and struggles of the low-income subject and the deep crisis of the ideological structure inherited from the dictatorship.
Keywords: Social work; Praxis; Training; Dictatorship; Neoliberalism
Introducción
Este artículo corresponde a un análisis y reflexión teórica en torno a las tensiones éticas, políticas y epistémicas que presenta el trabajo social chileno en relación a la configuración contemporánea tanto de su episteme como de campo de intervención social. Por ello, en esta sección introductoria se realiza en primer lugar una crítica del actual estado de la variante neoliberal del capitalismo en Chile, su crisis, sus posibilidades de superación y las contribuciones que desde la praxis disciplinaria pueden realizarse. En segundo lugar, se propone explicitar la noción de praxis como eje articulador del análisis de los procesos de intervención social, su dinámica contradictoria a la luz de las condiciones socio-históricas en que se enmarcan los procesos de producción, circulación y transferencia de conocimientos desde la profesión. Ello, en consideración al contexto de implementación y consolidación del modelo neoliberal en un periodo de larga duración. En tercer lugar, se revisan algunos de los supuestos teóricos y metodológicos que sustentan la presente reflexión. Como colofón de esta sección introductoria se plantea una reflexión sobre el potencial de análisis e intervención que proporciona tanto el bagaje teórico, instrumental y metodológico a las y los trabajadores sociales, así como las destrezas profesionales que permiten aportar a la reconfiguración de los lazos sociales y comunitarios perdidos en la vorágine neoliberal actual.
En primer lugar, y desde una concepción dialéctica, entendemos la noción de praxis como una síntesis de teoría y práctica, asumimos que la condición de crisis del capitalismo neoliberal (tesis) hoy se enfrenta a un escenario que se esboza desde nuevas concepciones éticas y políticas (antítesis), lo cual debería decantar en un nuevo proyecto de sociedad (síntesis). Por lo tanto, consideramos que la praxis debe ser el punto de partida y sustento teórico/práctico que alimente la necesaria reflexión y toma de conciencia, para avanzar superación de la razón neoliberal y, en el ámbito disciplinario, esto debe materializarse en las necesarias discusiones para ampliar el debate crítico respecto de las diferentes visiones de mundo que alimentan los fundamentos, las transformaciones y configuraciones actuales de la profesión/disciplina en latinoamérica, y particularmente en Chile. Desde este marco interpretativo, se generan tensiones tanto a nivel de la episteme de trabajo social como de sus opciones éticas y políticas, especialmente en el escenario de luchas sociales y proyectos de transformación social. Estos quiebres, tensiones y rupturas se produciría, por cuanto la idea de praxis más bien queda en un nivel retórico, y no logra superar la racionalidad instrumental, y por lo tanto esta concepción quedaría limitada solo al ámbito de la práctica profesional como tal. Es decir,desde nuestro punto de vista, este reduccionism no permite materializar o configurar la praxis en su sentido necesariamente polémico y transformador, en tanto no se alcanzaría esa síntesis que solo es posible por medio de la articulación o tensión constante entre teoría práctica, en pos de configurar opciones estratégicas plausibles de transformación social que hoy reclama la sociedad chilena.
En segundo lugar, desde este mismo marco analítico, entendemos la noción de praxis como una síntesis de la dialéctica permanente entre teoría y práctica, y supone como condición sine quanon que ambas dimensiones de la acción se encuentren en un permanente antagonismo. Tal cuestión nos hace considerar que no se trata solo de una simple articulación instrumental y contingente, sino más bien, de cómo a partir de un proceso dialéctico se genera una síntesis que dota de sentido y direccionalidad el proceso de intervención disciplinaria en el contexto neoliberal. Y complementariamente, permite agenciar procesos de transformación de las relaciones sociales de (re)producción de la sociedad capitalista en su fase neoliberal, configuradas en el contexto dictadura militar y civil como es en el caso de Chile. El eje articulador de la discusión gira en torno a la noción de praxis, en lo que refiere al análisis de la intervención profesional en el contexto chileno, y que desde nuestra perspectiva analítica parte por una discusión epistemológica y política previa, por cuanto la acción que se desarrolla desde la profesión/disciplina tiene evidentes determinaciones históricas que definen las formas concretas de la producción, circulación y transferencia de conocimientos y modos de intervención social en el contexto neoliberal. En congruencia con lo anterior, la configuración, los fundamentos y la funcionalidad del trabajo social chileno actual lo entendemos como un producto socio-histórico inmanente al contexto de implementación del capitalismo, y hoy no puede ser entendido, sino a partir de la hegemonía cultural y política del modelo neoliberal y a los despliegues subjetivos de los actores sociales que lo configuran. Pues, desde estas condiciones contextuales se configuran sus sentidos sociales, su límites y fronteras tanto profesionales como disciplinarias, las que son siempre contradictorias, conflictivas con los marcos ideológicos institucionales y con los instrumentos desplegados en el abordaje de los problemas de desigualdad y exclusión social de los grupos sociales que conforman la materialidad de la intervención. en el contexto de implementación del modelo neoliberal en un periodo de larga duración (1973-2021). Cabe destacar que al interior de este periodo histórico reciente se pueden diferenciar dos momentos socio-históricos claramente diferenciables. Un periodo autoritario y dictatorial (1973-1989) y un posterior periodo de transición y reconstrucción democrática en Chile (1990-2019), que desde nuestro punto de vista concluye con el levantamiento popular del 18 de octubre del año 2019.
En tercer lugar, y a partir de una revisión de los supuestos de base de esta reflexión y sus aspectos teóricos-metodológicos, sostenemos que el neoliberalismo, entendido como proyecto ideológico, ha generado condiciones materiales y subjetivas que tensionan en términos éticos y políticos el quehacer profesional. La reducción del rol del Estado y la amplia privatización de los sistemas sociales, la escasa cobertura de la seguridad social, entre otros elementos, inciden fuertemente en la precarización de las condiciones de trabajo, afectando significativamente la dignidad y calidad de vida de las personas en su contexto familiar y colectivo/comunitario. Esto debería expresarse en una profunda discusión y agudización de las tensiones en el campo disciplinario, y en consecuencia, materializarse en un replanteamiento de la praxis que conlleve a un nuevo proyecto ético-político. Por ello, en términos metodológicos, este trabajo se sustenta en un análisis de aquella literatura profesional/disciplinar en la cual se articulan tanto las experiencias académicas en procesos formativos como en espacios de intervención profesional en diversos contextos de la sociedad chilena contemporáneo. A partir de una revisión crítica de este corpus de textos académicos y profesionales se generaron reflexiones y debates en los distintos espacios formativos y de aprendizaje de los cuales los autores han hecho parte a nivel de pregrado y posgrado en el ámbito del Trabajo Social y de otras disciplinas afines de las ciencias sociales. Estas reflexiones se han profundizado en otros espacios de deliberación pública y circulación del conocimiento, como seminarios, talleres y conversatorios abiertos con actores de diversos campos de la acción social, la producción de conocimiento y la intervención de lo social (Castro Riaño, 2020; Suárez, 2019). Desde este punto, se problematiza la formación disciplinaria bajo la hegemonía de una episteme de tipo positivista y productivista, propia de la ideología neoliberal que ha dominado en Chile en las últimas décadas.
Como cierre de este preámbulo, sostenemos que la formación profesional y disciplinaria, entrega un importante soporte teórico-instrumental para desplegar estrategias de intervención en contextos de desigualdad y exclusión social de amplios sectores de las sociedades latinoamericanas. Esto sucede muy especialmente en la operacionalización e implementación de las políticas sociales que se ejecutan en los diversos espacios institucionales. Al respecto, cabe destacar que estas perspectivas teóricas críticas, así como las estrategias de intervención social emancipadora, pueden entrar en tensión, contradicción y ruptura, tanto con las lógicas de acción de los sujetos sociales como con las lógicas institucionales. Desde otro punto de vista, las políticas sociales, por la vía del asistencialismo estatal (o civil), se constituyen en dispositivos de control y de disciplinamiento social que producen y reproducen las estructuras de desigualdad social. Por ello, uno de los principales desafíos para apalancar el desarrollo de la profesión/disciplina en el actual contexto de crisis neoliberal, se relaciona con la necesidad de desechar o romper con los marcos teóricos e ideológicos en los que están basadas ciertas políticas sociales, estrategias y dispositivos de intervención social, lo que permitiría no sucumbir al pragmatismo y la racionalidad instrumental, aun cuando ello genere nuevos riesgos y tensión constante de los y las profesionales. Esto no necesariamente es un problema o un desafío de cambio siempre consciente por parte de las comunidades profesionales, ya que los esfuerzos por lo general, terminan volcándose casi exclusivamente en responder a las exigencias institucionales para el cumplimiento de metas. Es decir, se enfocan en realizar y registrar las intervenciones y no necesariamente en la problematización y el análisis teórico de la complejidad del fenómeno intervenido y del contexto histórico que lo determina. Por ello, la finalidad de este artículo no es discutir sobre las políticas sociales, sino problematizar los procesos de intervención social desde el trabajo social en el contexto de crisis neoliberal, para desde allí “develar su propia episteme” (Toledo, 2004). Consideramos necesario visualizar de qué modo las diversas perspectivas teóricas y metodológicas articuladas, discutidas, reflexionadas y puestas en práctica, tanto en los procesos de formación profesional de pre y postgrado como en los procesos de intervención social contribuyen al despliegue de una praxis transformadora y se tensionan en términos éticos, políticos y epistémicos tanto en los procesos formativos como los procesos de intervención social en el contexto de la crisis de hegemonía neoliberal.
Sin duda en el último medio siglo, la profesión/disciplina, tanto en Chile como en Latinoamérica, se ha fortalecido con diversas perspectivas que sustentan la acción profesional, los que van desde enfoques sistémicos, funcionalistas, anti-opresivos y basados en evidencia, hasta enfoques teóricos marxistas, feministas y de pensamiento decolonial, por mencionar algunos. Sin embargo, a pesar de este nutrido arsenal teórico, especialmente desde las corrientes críticas, nos parece que aún no se ha avanzado lo suficiente, en la superación de la hegemonía del sentido común neoliberal en el campo de lo social, ni tampoco sus expresiones más visibles en los diversos campos disciplinarios de las ciencias sociales, que en algunos casos emblemáticos han generado una episteme al servicio de dicho modelo y los intereses de las élites dominantes. Esto, a nuestro juicio (Vivero, 2010; 2014; 2016; 2018; 2020) se ha manifestado en el predominio de dos grandes matrices que han sido hegemónicas al interior del trabajo social: la conservadora y la neo-conservadora.
La corriente conservadora se ha conceptualizado como aquella que
remite a la concepción clásica de la acción asistencialista, inspirada en las doctrinas cristianas conservadoras (católicas y protestantes) y en la filantropía y, por otro lado, en un sentido de dominación política (relación y práctica del poder) con una influencia de lo que fue el trabajo social en el periodo de dictadura, con una lógica caritativa-autoritaria en la forma de concebir la relación con los “objetos” de intervención. (Vivero, 2016, p.188)
Por otra parte, y siguiendo con Vivero, entendemos la corriente neoconservadora como aquella que va desde un eclecticismo discursivo-argumentativo, que va desde el uso de conceptos provenientes de las diferentes vertientes marxistas, pasando por aquellos de inspiración funcionalistas o conceptos propios del debate de la Reconceptualización, hasta caer en un extremo de una dogmática, sustentada en la racionalidad técnica- instrumental. (2016, p.189)
En ambos sentidos, una práctica, ya sea de carácter conservadora o neo- conservadora, difícilmente se constituye desde los sujetos subalternos, entendidos estos como protagonistas de su historia, sino que fundamentalmente desde las estructuras institucionales y el saber científico-técnico como verdad dada (Vivero, 2016). Por lo tanto, la idea de praxis, que podrían aparecer en la retórica de estas concepciones de la disciplina, no resulta coherente con los fundamentos, el sentido transformador y revolucionario que encontramos en las diversas nociones marxistas (Gramsci, 2006; 2008; 2012; 2015; Sánchez Vázquez, 2003).
En consecuencia, desde este amplio marco analítico nos preguntamos hasta dónde los y las profesionales, al momento enfrentarse a la implementación de una política social de carácter neoliberal, de manera consciente y coherente, pueden, problematizando los fenómenos sociales desde un referente teórico contra-hegemónico, orientar o redefinir la acción profesional desde otras cotas y coordenadas teórico-metodológicas. En consideración a esto, la Federación Internacional de Trabajo Social, FITS, define la profesión como una disciplina que desarrolla una acción profesional sustentada por diversas teorías de “(…) las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas (…)”. Ergo, la acción profesional construye conocimientos desde la práctica, con la finalidad última de promover (…) el cambio y el desarrollo social, la cohesión social y el empoderamiento y la liberación de las personas” (FITS, 2014). Por lo tanto, en su definición ontológica y epistemológica existiría una relación indisoluble entre la intervención (práctica) y la construcción de conocimientos (teoría), lo que podría sintetizarse como una disciplina de la praxis (Toledo, 2004). De este modo, y parafraseando lo que plantea Marx en la onceava tesis sobre Feuerbach (Marx y Engels, 2014), la acción profesional/disciplinaria debería no solo interpretar al mundo de diversas formas, sino que contribuir a su transformación.
Tensiones epistemológicas en los espacios de intervención
La relación que existe entre las políticas sociales y el Trabajo Social, desde su génesis, es un elemento que siempre ha estado vinculado tanto a la (re)producción en su campo disciplinario/profesional como en su relación material-instrumental en aquellas instituciones públicas o privadas que organizan, operacionalizan y despliegan las respuestas estatales a las crecientes necesidades sociales de amplios sectores de la población como expresión de la cuestión social capitalista. Desde una mirada histórica y socio-política, en particular en el contexto del surgimiento de la cuestión social latinoamericana, se entiende el trabajo social como una profesión inscrita en la cuestión social, como una profesional asalariada que se constituye como el instrumento por medio del cual el Estado canaliza las respuestas a las múltiples necesidades que sufre la clase trabajadora y los sectores más excluidos de la sociedad (Guerra, 2015; Iamamoto, 1992; Netto, 1992). Por lo que su relación con las políticas sociales es uno de los aspectos centrales en la reflexión epistemológica y política en cuanto a su funcionalidad e instrumentalidad.
Por otra parte, es menester considerar que la formación disciplinaria siempre ha definido en el currículo académico contenidos referidos a analizar las necesidades y problemáticas que afectan a las personas, las familias y la sociedad en su conjunto, y cómo ello es abordado en las políticas sociales de los Estados. En este ámbito, hay una relación histórica entre la política social y la profesión, la cual ha sido abordada desde diversas e interesantes perspectivas. Sin embargo, aquí nos proponemos discutir y problematizar hasta dónde el Trabajo Social y las personas profesionales que intervienen en el campo de las problemáticas de desigualdad y exclusión social están tensionadas por el contexto ideo-político que determina su campo de actuación (Saravia, 2020; Vivero, 2016; 2018; 2020). Además, nos parece necesario reflexionar, y preguntarnos hasta dónde es posible problematizar el proceso de intervención (Suárez, 2019), es decir, si los y las profesionales toman opciones teóricas y metodológicas, toman conciencia de las tensiones y contradicciones éticas y políticas en el proceso de intervención social o si, simplemente, operacionalizan de manera instrumental y acrítica los lineamientos de las políticas sociales y las exigencias institucionales, muchas veces liderados por profesionales de esta disciplina. .
Ergo, la práctica concreta debe siempre ser el resultado de una profunda reflexión, que sea coherente con una definición teórica que sostenga la intervención profesional y que en ningún caso, al decir de Saravia (2020), la confunda o separe de los “niveles” esenciales de su quehacer. Si la entendemos como una disciplina de la praxis, su acción debería estar en las antípodas de una mera acción técnico-instrumental. En este sentido, para que sus prácticas “revistan un carácter creador necesitan también hoy más que nunca una elevada conciencia crítica de las posibilidades objetivas y subjetivas del hombre como ser práctico, o sea, una verdadera conciencia de la praxis” (Sánchez-Vazquez, 2003, p.65).
Si pensamos la acción profesional como acción transformadora, la concepción de la praxis debería ocupar un lugar central en los procesos de formación y, en consecuencia, para el desempeño profesional concreto e histórico, ya sea en términos teóricos, prácticos o políticos. Por ello, es relevante que ese nivel de conciencia de la realidad histórica, en el cual se produce y reproduce la disciplina, sea problematizado a partir del análisis y reflexión epistemológico y político de las herramientas teóricas de las cuales dispone, de manera que permita sostener la posibilidad dialéctica de reconfiguración de la praxis disciplinaria, en particular en lo que ha sido la experiencia histórica de la sociedad chilena.
Esta reflexión nos lleva a plantearnos una serie de preguntas respecto de los desafíos actuales de la profesión y que orientan esta discusión, especialmente, si consideramos el contexto de crisis social y política de la última década, expresado con toda su fuerza en el levantamiento popular3 de octubre de 2019 (Castro, 2020), y la crisis socio-sanitaria mundial producida por el Covid-19, que no ha hecho más que agudizar la crisis estructural del sistema neoliberal. Al respecto nos preguntamos: ¿cómo influye la hegemonía neoliberal en el proceso de intervención profesional, en particular respecto de la discusión y reflexión epistemológica y teórico-práctica? ¿De qué manera esta crisis estructural del neoliberalismo y la crisis socio-sanitaria en particular llevarán a una reconfiguración disciplinaria? ¿Existe conciencia en la profesión y el cuerpo académico de que la crisis estructural del sistema neoliberal también se expresa en una crisis de los marcos epistemológicos, teóricos y metodológicos que sustentan el campo disciplinario?
En consecuencia, asumimos que el proceso de conocimiento se desprende de la experiencia concreta que fundamenta el quehacer de la disciplina. Como en toda práctica social humana, se encuentran presentes elementos de la propia subjetividad (Lechner, 2002) que condicionan dialécticamente tanto los resultados de este conocimiento como su producción y reproducción en la cotidianeidad (Lukács, 2013; Netto, 2012). En el Trabajo Social, en tanto actividad intelectual, se conjugan elementos de la propia subjetividad que condicionan los resultados de sus fundamentos y práctica concreta en la vida cotidiana (Lukács, 2013). Marx, en la octava tesis sobre Feuerbach, es categórico en plantear que “toda la vida social es esencialmente práctica” y que “los misterios de la teoría encuentran solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica” (Marx y Engels, 2014, p.501). La intervención que desarrolla la disciplina/profesión el proceso de implementación de las diversas políticas sociales y en su vinculación con actores sociales, organizaciones populares y movimientos sociales, por más práctica que sea, surge a partir de un cierto conocimiento de la realidad y de la aprehensión de dicha realidad. Este conocimiento de los hechos concretos “no es posible como conocimiento de la realidad más que en ese contexto que articula los hechos individuales de la vida social en una totalidad como momentos del desarrollo social” (Lukács, 2013, p.99). Es decir, en esto se conjuga la dimensión material con la dimensión subjetiva, las cuales se articulan en una dialéctica permanente en el quehacer cotidiano, como dos senderos de su episteme (Covarrubias et al., 2012).
Por ello es que nos parece que esta disciplina/profesión, en el contexto actual de crisis social estructural del neoliberalismo (como ideología totalizante), no puede naturalizarse simplemente como una pragmática orientada a enfrentar tal o cual problemática material ni como la suma de hechos objetivos (acciones concretas que desarrolla ante carencias materiales o inmateriales). Por el contrario, tal como lo hemos señalado más arriba, insistimos en que esta debe sustentarse en una profunda reflexión y análisis crítico, respecto de cómo ello es aprehendido por el sujeto histórico y cómo se despliega en la cotidianeidad de actividad humana (Guerra, 2015; Netto, 2012). Las circunstancias en que se despliega el Trabajo Social, tanto en el proceso de formación profesional como en la acción concreta en los diversos campos societales, están determinadas por el desarrollo histórico y resignificadas por la conciencia del sujeto histórico-social (Lukács, 2013). De acuerdo con Arancibia y Cáceres (2011), entendemos el desarrollo de la profesión “como fenómeno histórico, resultante de determinaciones de la realidad, por las relaciones sociales de producción y por los procesos políticos” (2011, p.7), considerando que “también la profesión es resultante de su capacidad para reconocer y redefinir su legitimidad en el contexto de la diversidad y complejidad de las demandas” (Arancibia y Cáceres, 2011, p.7).
Consideramos que las condiciones materiales, expresadas como hechos históricos concretos (relaciones sociales de producción, conflictos sociales, relaciones político- económico), principalmente en el último cuarto de siglo, exigen una revisión crítica de la formación y práctica disciplinaria Es un debate que debe darse en términos epistemológicos, y por lo tanto, políticos, por cuanto el conocimiento y las formas de conocer pueden ser instrumentos de dominación o de control y, por lo mismo, encarna un dilema y una tensión ético-política en la configuración de una episteme propia del trabajo social contemporáneo. Por ello es que la actual crisis civilizatoria (social, económica, política y, ahora, sanitaria) no puede ser abordada y analizada solo como un hecho objetivo, sino que, por el contrario, requiere de un análisis articulado con la subjetividad de hombres y mujeres que construyen la historia. Es decir, debe ser analizada como un proceso histórico y dialéctico y, a la vez, se debe develar-problematizar su matriz epistémica de base. Desde una perspectiva más general, Lorente y Luxardo (2018) sostienen que cuando desde el trabajo social se debate sobre su especificidad epistemológica, se interroga, entre otras dimensiones, sobre su identidad profesional-disciplinar.
La praxis del trabajo social y la intervención como espacio de contradicciones
En el campo del profesional y disciplinar permanentemente, aparece la controversial separación entre teoría y práctica, a pesar de que muchas veces también se habla de praxis, como si esto fuera por sí mismo el comodín que permitiría la superación de ese dualismo. Y, efectivamente, se trata de un dualismo metafísico que remite a antiguas discusiones respecto de la relación entre materia y espíritu, y de si estas son independientes entre sí o hay un punto en que espíritu y materia son uno. De ahí la importancia que la lectura del mundo, siempre debe ser a partir de una actitud polémica, que permita develar las contradicciones que se ocultan en bellos cantos de sirenas. En relación a la filosofía de la praxis, diría Gramsci al respecto, que,
Una filosofía de la práctica tiene inevitablemente que presentarse al principio con actitud polémica y crítica, como superación del anterior modo de pensar y del concreto pensamiento existente (o mundo cultural existente). Por tanto, y ante todo, como crítica del “sentido común” (tras haberse basado en el sentido común para demostrar que “todos” son filósofos y que no se trata de introducir ex novo una ciencia en la vida individual de “todos”, sino de innovar y hacer más “crítica” una actividad ya existente), y, por lo tanto, de la filosofía de los intelectuales, que ha producido la historia de la filosofía y que, en cuanto individual (pues de hecho se desarrolla esencialmente por la actividad de individuos singulares particularmente dotados), puede considerarse como las “puntas” de progreso del sentido común, por lo menos del sentido común de los estratos más cultos de la sociedad y, a través de éstos, también del sentido común popular. (Gramsci, 2015, p.371).
En el ámbito del Trabajo Social, la idea de praxis cobra un sentido de carácter transformador y con frecuencia está asociada a la perspectiva crítica o, abiertamente, marxista. Pero este es un concepto de por sí controversial, al cual se le da diversos sentidos retóricos, muchas veces en un sentido instrumental, de preconcepciones y hasta de carácter metafísico. Otras veces el concepto de praxis se le utiliza simplemente como sinónimo de práctica o, de manera más mecánica, como una simple articulación entre teoría y práctica. Pero estas discusiones y debates filosóficos no solo se dan en el campo del Trabajo Social y, sin duda, no son nuevos, ya en la antigua Grecia estas discusiones eran parte del debate filosófico. La praxis, dirá Toledo (2020) tiene que ver con la vida dedicada a la política y al conocimiento de las acciones humanas, por tanto, lo que se busca es el conocimiento sobre lo práctico. Así, la práctica como la entenderíamos hoy, no se consideraba como ciencia, pero, sin embargo, sí era reconocida como un conocimiento que aspiraba a la búsqueda de un conocimiento verdadero.
Entonces, en el campo de la intervención profesional se despliegan ciertos constructos teóricos que iluminan y orientan la práctica, los cuales no siempre están claramente en comunicación o articulación, sino que, por el contrario, muchas veces operan por separado. En tal sentido, la implementación de una política social cualquiera, es el resultado de una definición teórica sobre lo social; una opción filosófica, ideológica, que tendrá un correlato en acciones o prácticas concretas. Es decir, al momento de ser implementada, esa política social expresa la síntesis dialéctica entre teoría y práctica. Por lo tanto, hay que entender que las políticas sociales no son en lo absoluto neutras, sino que “encarnan los fundamentos valóricos presentes en una sociedad, con toda su carga de consenso y disenso y conflictividad” (López, 2018, p.85).
En el caso de Chile en particular, la historiadora María Angélica Illanes, señala que los orígenes de la política social y laboral se despliega como un proceso de intervención sobre “los cuerpos de los niños” de los sectores populares y, en general, sobre el “ser-cuerpo y sangre del pueblo”, como categoría cultural y política, para su incorporación institucional (Illanes, 2006, p.111). Ello implica, por lo tanto, una práctica de intervención social de carácter biopolítico o de cuidado del cuerpo y de su correspondiente corpus bio-científico que opera como dispositivo de control (Foucault, 1992). La mujer madre popular se transforma en el instrumento y la vía de penetración de las instituciones del Estado en aquellos sectores del mundo popular, por medio de las hijas e hijos de la clase trabajadora (Illanes, 2006); una intervención biopolítica sobre los cuerpos de la futura fuerza trabajadora de la patria, siempre en virtud de los intereses de una clase dominante (Illanes, 2006). A pesar de la relevancia que tiene el sector público, y en particular el Estado, en la planificación e implementación de las políticas sociales, no es menos cierto que luego de las reformas impulsadas en la década del ochenta del siglo XX, diversas organizaciones de la sociedad civil asumieron un rol importante en su implementación de acuerdo a intereses heterogéneos, y en temáticas que abarcan desde materias de carácter económico hasta materias de carácter valórico (Thoenig, 1997).
Lo anterior no quita el hecho que tales políticas mejoraron los indicadores de pobreza de los sectores populares y que, sin duda, repercutieron considerablemente en los proyectos de desarrollo posteriores del país, pero, así mismo, no es menos cierto que tales intervenciones obedecieron al fin último de asegurar la mano de obra que necesita la clase dirigente, que se veía en serio riesgo dado el aumento de la pobreza y la mortalidad infantil (Illanes, 2006). Las políticas sociales deben ser consideradas, por lo tanto, como el resultado de construcciones sociales, políticas e históricas que se van adecuando a los niveles de desarrollo que experimentan las sociedades, pero también a los intereses políticos y económicos de las élites.
Complementariamente, Molina (2011; 2016) sostiene que en los procesos de intervención en lo social implementados en el contexto de postdictadura en Chile (1990-2015) se destaca la instalación de la desigualdad social como un elemento estructurante y transversal que se despliega como telón de fondo en todos los procesos de intervención de trabajo social en el Chile contemporáneo. Lo anterior se relaciona concretamente con la rearticulación, en dicho periodo, de un modelo de desarrollo económico/social de tipo capitalista, neoliberal y globalizado. La implementación de este modelo a través las políticas sociales de signo neoliberal contó con un relativo consenso en todas las fuerzas políticas que estuvieron en juego en el periodo de la transición a la democracia en Chile, alcanzado incluso la hegemonía cultural a través de alguno de sus mecanismos más eficaces de exclusión social (segmentación de los mercados de la educación, la salud, de la vivienda, entre otros ejemplos). Ello ha tenido como uno de sus resultados más visibles la profundización de la concentración de la riqueza, el incremento de las desigualdades sociales, configurándose un escenario socio-estructural y despliegues subjetivos altamente complejos, contradicciones y tensiones ético-políticas que marcan las opciones estratégicas para la intervención social en los escenarios actuales. en el Chile contemporáneo.
Desarrollo y crisis del neoliberalismo: desafíos desde la praxis del trabajo social contemporáneo
Desde una concepción dialéctica, entendiendo la praxis como una síntesis de teoría y práctica, asumimos que la condición de crisis del capitalismo neoliberal (tesis) hoy se enfrenta a un escenario que se esboza desde nuevas concepciones éticas y políticas (antítesis), lo cual debería decantar en un nuevo proyecto de sociedad (síntesis). Pero al decir de Gramsci (2008), es necesario tener en consideración que
la unidad de la teoría y la práctica tampoco es un dato de hecho mecánico, sino un devenir histórico, que tiene su fase elemental y primitiva en el sentido de “distinción”, de “alejamiento”, de independencia, poco más que instintivo, y avanza hasta la posesión real y completa de una concepción del mundo coherente y unitaria. (2008, p.16).
La praxis debe ser ese el demiurgo que, a la luz del actual contexto de crisis, alimente la necesaria superación del sentido común neoliberal. En el caso del trabajo social, la praxis tiene ese sentido creador, y por lo tanto, debe provocar las necesarias discusiones disciplinarias, para ampliar el debate crítico respecto de las diferentes visiones de mundo que alimentan los fundamentos de la profesión.
En términos históricos, respecto del neoliberalismo, Toussaint (2012) sostiene que esta variante contemporánea del capitalismo entra con fuerza a la escena mundial gracias a la crisis del capitalismo industrial de la década del setenta del siglo pasado. La ofensiva del capital financiero permitió que desde inicios de la década del noventa el neoliberalismo se haya constituido como una ideología hegemónica (Piketty, 2015; 2019; Toussaint, 2012). Como tal, ha instaurado un reduccionismo economicista que ha permeado todos los campos de la sociedad, y las ciencias sociales no han sido la excepción (Borón, 2006). Asumimos la tesis de que la génesis del trabajo social contemporáneo se relaciona fundamentalmente con la emergencia y consolidación del capitalismo financiero y monopólico (Iamamoto, 1992; Netto, 1992). Por lo tanto, habría una relación dialéctica entre este sistema ideológico y la formación profesional de pre y postgrado y las modalidades de práctica de la profesión/disciplina en el escenario socio-histórico. Y, por tanto, el contexto histórico y sus crisis no pueden sino influir en las concepciones epistemológicas, las opciones éticas y políticas que sustentan el ethos disciplinario contemporáneo. Es decir, la confluencia del conjunto de procesos económicos y sociopolíticos permite la configuración no solo del espacio socio-profesional, sino también de lo que, desde la profesión se construye como conocimiento de esa realidad en la cual se interviene y se transforma (Suárez, 2019).
El desarrollo del capitalismo en su fase neoliberal tendría su manifestación en el Trabajo Social, tanto en sus opciones teóricas y metodológicas como en sus discursos, su acción práctica, sus productos y recursos, en tanto se constituyen en el marco del nuevo patrón de la colonialidad del poder (Quijano, 2005; Suárez, 2019). En la subjetivación y la materialidad de los discursos de los distintos actores —en el mundo académico y fuera de él— se corrobora la exaltación del influjo de los elementos económicos, la medición y cuantificación en sus acciones.
Ergo, nos preguntamos ¿cómo llega esta ideología a influir o permear de tal manera en la disciplina? Los procesos de instalación de la ideología neoliberal generaron un complejo proceso de transformación sobre la base de una contra-reforma cultural y moral (Gramsci, 2006: 2012). Los intelectuales orgánicos jugaron una función importante para que se produjera dicho cambio en las diferentes esferas de la sociedad; los espacios de construcción de conocimiento fueron el nicho para sembrar esa nueva visión de mundo que luego se diseminó por toda la esfera societal (Gramsci, 2006; 2008; 2012; 2015). En el caso particular de Chile, los sectores dominantes de la intelectualidad hegemónica impusieron su visión de mundo en el ámbito disciplinario, cuestión que se dio con mayor claridad en el periodo de la dictadura cívico-militar (1973-1989), lo cual hasta hoy, sigue teniendo una expresión en términos materiales y subjetivos. Vale recordar que, la reestructuración del capitalismo a fines del siglo XX permitió la implementación de profundas reformas que implicaron el desplazamiento de un modelo sustentado en el capital productivo (industrialización) a uno basado fundamentalmente en el capital financiero especulativo. Su instauración se va a expresar, no solo como un modelo económico más, sino como una corriente ideológica que se expresa en las distintas formas de construcción de las ideas y de sentido común (Boron, 2003; Gaudichaud, 2015; Piketty, 2013; 2019).
El neoliberalismo en Chile se materializa, principalmente, en la mercantilización de la educación y otros derechos sociales (Bellei, 2015; Atria, 2013; 2014) con las reformas neoliberales de principios de la década del ochenta del siglo XX, las que implicaron configurar un “Mercado de la educación” (Bellei, 2015). La expansión des-regulada del sistema de educación superior en Chile, sedará en el campo del Trabajo Social, en una creciente oferta de programas de pregrado en instituciones privadas. En términos de la formación disciplinaria, la razón neoliberal no solo se traduce en una explosión de la oferta académica, sino además, en la asimetría de los equipos académicos que imparten la carrera, en cuanto a sus niveles de especialización, formación de postgrado y sus opciones teórico-metodológicas que estén a la altura de los tiempos que corren. Al respecto, intuimos, y nos preocupan, las múltiples evidencias de un avance en la des-intelectualización de la profesión y, particularmente, una marginación en el debate académico de aquellas perspectivas de raíz crítica. Por ello, compartimos la pregunta que se hacen Gray y Weeb (2020) desde una posición claramente crítica y con profundas implicancias éticas, políticas y epistémicas para la praxis disciplinaria del siglo XXI. La pregunta es la siguiente: ¿Cómo construye el trabajo social otras formas posibles de vivir juntos? Y como indican los mismos autores, las respuestas posibles son múltiples y siempre “implica tomar una postura para ejercer la profesión de manera significativa y a la altura de los tiempos que corren” (Gray y Weeb, 2020, p.285).
Por ello, y en este contexto de análisis, es aportador la distinción de algunos elementos que dan cuenta de ciertas condiciones materiales y socio-estructurales que son generadas por la “razón neoliberal” (Brown, 2015) en el mundo capitalista contemporáneo; y que Toussaint (2012) sintetiza del siguiente modo: i) una permeabilización de la vida cotidiana de todas las estructuras de la sociedad ii) la reducción e igualación de los principios básicos de la democracia. Por ello existe la necesidad que, desde la disciplina del se problematicen las cuestiones materiales y simbólicas que influyen en su quehacer y su ethos,es decir, su modo de ser y estar en el mundo, más allá de una cuestión meramente instrumental. Por su parte, el ethos neoliberal ha permeado el campo de disciplinario vía hegemonía de las lógicas o racionalidades técnico-instrumentales en los criterios de decisión y acción de las y los trabajadores sociales. En particular, en lo que se refiere a ciertas prácticas de intervención social y a las modalidades de diseño y operacionalización de las políticas sociales, en las cuales se ha ido desdibujando o desatendiendo el análisis de la totalidad social concreta, generando con ello ciertos vacíos epistemológicos, la fragmentación de la realidad (a través de una lógica sectorial, en función de identificar necesidades humanas delimitadas de modo formalista o abstracto) y la ausencia de reflexión en torno al sujeto y al quehacer político del trabajo social contemporáneo.
Por ello insistimos en poner en discusión y explicar hasta qué punto desde este cuerpo profesional problematiza los marcos epistemológicos y ético-políticos que condicionan la configuración de cierto tipo de conocimientos sobre las realidades sociales contemporáneas y cómo toman una posición teóricamente fundamentada en su proceso de intervención. Es decir, es necesario preguntarnos de qué modo las opciones teórica-metodológicas que realizamos delimitan la realidad y condicionan los caminos estratégicos en pos de la transformación social. Se requiere una definición clara en términos epistémicos, éticos y políticos que permita orientar o reorientar la acción profesional/disciplinaria al momento de facilitar procesos de intervención social complejos. En otros términos, las condiciones materiales —el mismo proceso de formación, sus fundamentos y las bases ideológicas de la razón neoliberal— y los despliegues subjetivos influyen sobre el quehacer disciplinario/profesional del trabajo social contemporáneo. Esto, tanto en la configuración de sus discursos, prácticas sociales, así como en sus procesos de rupturas, transgresiones y continuidades que hoy se requiere urgentemente poner en discusión en el campo disciplinario y en el campo profesional.
Conclusiones
El significado de la praxis para el trabajo social tiene como elemento central una dimensión de carácter ético y político, por cuanto en expresa esa necesidad inmanente de transformación. Asimismo, la dimensión de la praxis en este campo da cuenta de la contradicción histórica, la que por un lado, entendida como una ciencia social que genera conocimientos a partir de su permanente vinculación con las diversas y complejas realidades sociales, y, por otro lado, como una práctica concreta que se plantea como espacio de superación de las condiciones de desigualdad e injusticia.
La praxis en el trabajo social puede entenderse desde un doble punto de vista. Por un lado, en la dinámica y tensiones que se expresan en el campo de la circulación y construcción de conocimientos para explicar el mundo y transformarlo. Y, por otro lado, en el despliegue de ciertas formas de intervención profesional socio-política que se plantean como horizonte utópico la transformación social.
Asumimos la tesis de que el trabajo social tiene su origen en el contexto del desarrollo del capitalismo como profesión funcional a los intereses de la naciente burguesía. Sin perjuicio de ello, en el devenir histórico, esta profesión fue generando tensiones y rupturas con su propia génesis para constituirse como una disciplina que asume un compromiso ético político con la transformación de las condiciones de desigualdad e injusticia social, tal como se explicita en la definición de Trabajo Social de la Federación Internacional.
El proyecto neoliberal, como proyecto contrarrevolucionario, se ha consolidado como ideología hegemónica en gran parte de América Latina, particularmente en Chile, permeabilizando todos los espacios de la vida cotidiana, redificando en el homo economicus, el nuevo dios del paraíso del consumismo alienante. Una hegemonía que transformó el Estado para el bien común en un Estado para garantizar la iniciativa y el éxito individual, donde la política social, en esencia, tendrá la misma premisa no necesariamente declarada de manera explícita.
El modo de producción y relaciones sociales capitalistas influyen, sin duda, en todas las dimensiones del mundo social, por lo tanto, el Estado, sus instituciones y sus acciones están determinadas ideológicamente. En tal sentido, el Trabajo Social está permeado por el capitalismo; más concretamente, por su fase neoliberal. Por ello, todas las dimensiones que lo validan y constituyen como profesión —entre esto, claramente, su relación con el Estado y las políticas públicas— responden instrumentalmente a dicha matriz ideológica y a los intereses contradictorios que se expresan en las relaciones sociales.
Sin perjuicio de lo anterior, sostenemos que la idea de praxis en el trabajo social cobra un sentido de carácter transformador, no solo pensado como un proyecto utópico, sino que como producto histórico, que a partir de sus propias contradicciones va generando sus rupturas. Pero esto solo será posible en la medida que la disciplina sostenga una permanente reflexión ética-política. De no mediar estas reflexiones, la praxis solo queda en un nivel declarativo, sin un sustento que le dé sentido como soporte para confrontar la práctica cotidiana.
El ideario transformador pierde todo sentido ontológico y político en el trabajo social si no se conjuga con la permanente reflexión/articulación de la teoría y la práctica como acción consciente y concientizadora. La teoría en trabajo social solo tiene sentido en la práctica concreta, y esa práctica puede producir nuevos saberes para la transformación cuando es iluminada y confrontada por la teoría en su expresión dialéctica de la historia y de la experiencia cotidiana. La hegemonía del capitalismo neoliberal irá evidenciado una serie de fisuras desde inicios del presente siglo, las que se manifestarán con mayor fuerza a partir del estallido social que se produce en Chile en octubre de 2019. Este mismo escenario pareciera provocar incipientes tensiones en el campo disciplinario que podrían llevar a una confrontación de proyectos epistemológicos que fundamentan su ser y quehacer en tanto disciplina/profesión. En el escenario de esta crisis estructural, la praxis es el demiurgo que sostiene la utopía transformadora que, desde la disciplina se usa frecuentemente como relato que intenta explicar su funcionalidad. Es decir, no podría haber una intervención transformadora (o proyecto emancipador) sin que se cuente – a la vez se genere- un cuerpo de saberes que permita una compresión/explicación de los entramados que configuran la realidad social.
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