Caracterización de la calidad de vida barrial en contextos de crisis; una mirada a experiencias en barrios y comunidades del sector San Luis de Peñalolén

Characterization of the neighborhood quality of life in crisis contexts; a look at experiences in neighborhoods and communities in the San Luis of Peñalolen sector

Fecha recepción: abril 2021 / fecha aceptación: mayo 2021

Sergio Labarca Ramírez1

DOI: https://doi.org/10.51188/rrts.num25.488

Licencia CC BY 4.0.

 

Resumen

En la presente investigación se propone explorar y definir la calidad de vida desde una mirada barrial, entendiendo cómo las dimensiones que componen este nivel de análisis permiten entender mejor los fenómenos barriales en el contexto de la crisis social y sanitaria que viven las comunidades chilenas.

Para ello se implementó una metodología mixta, recolectando información mediante grupos focales y encuestas (N=200) en el sector de San Luis de Peñalolén.

Sus resultados identifican seis dimensiones la convivencia vecinal, el acceso a servicios, la infraestructura del barrio, la relación de sujetos con su entorno, lo socioeconómico y la percepción de seguridad, todas las cuales se ven impactadas en los contextos de crisis, aun cuando se han generado estrategias colectivas para su abordaje.

Palabras clave: Calidad de vida; comunidad; barrio; crisis; desarrollo humano

 

 

Abstract

This research proposes to explore and define the quality of life from a neighborhood perspective, understanding how the dimensions that make up this level of quality-of-life analysis allow a better understanding of neighborhood phenomena. As well as it seeks to understand the incidence of crisis contexts from the perspective of neighborhood quality of life, this is enhanced by the processes of social and health crises that Chilean communities have experienced in recent years.

For this, a mixed methodology was implemented, collecting information through focus groups and surveys (N=200) in the San Luis de Peñalolen sector.

Their results identify six dimensions: neighborhood coexistence, access to services, infrastructure, relationship of subjects with their environment, socioeconomic factors and the perception of security, all of which are impacted in crisis contexts, even when they are have generated collective strategies for their approach.

Keywords: Quality of life; community; neighborhood: crisis; human development

 

Introducción

Las comunidades no son ajenas a experimentar crisis, que pueden tener distintos orígenes y que influirán en la forma y modos que desarrollarán para afrontar dicho contexto, teniendo incidencias tanto individuales como sociales; verán afectados sus sistemas relacionales, aumentando la cohesión y poniendo en riesgo el tejido social, de acuerdo a cómo se exprese el fenómeno y las variables involucradas (Vallejo-Martín et al., 2016), pudiendo poner a prueba la relación entre las personas y las instituciones, el Estado y la sociedad. Además, las políticas públicas influirán respecto de la capacidad individual y colectiva para enfrentar las características del fenómeno descrito en las distintas dimensiones de la calidad de vida (Ugarte & Salgado, 2014).

En América Latina, son diversos los ejemplos de crisis sanitarias, socio-naturales, socio-económicas o socio-políticas en las que gobiernos y comunidades se han debido reorganizar para enfrentar los efectos locales y globales generados, en los que la inestabilidad política y los déficit económicos han propiciado ciudades o barrios con baja calidad de vida, falta de acceso a servicios y oportunidades sociales que al verse enfrentados a nuevas crisis se traducen en un impacto aún mayor, resultando ser las herramientas colectivas, las que pueden promover oportunidad para enfrentarlas (Maskrey, 1993).

En Chile, una de las crisis más frecuentes está relacionada a eventos socio-naturales, como terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, aluviones, entre otros, los cuales generan mayores riesgos en el caso de los barrios más vulnerables, y que impulsan a sus habitantes a generar acciones colectivas (Berroeta et al., 2015).

Asimismo, el país ha experimentado conflictos de carácter socioeconómico y sociopolítico, que han tensionado el ambiente de aparente estabilidad durante las últimas décadas, asociada a la vulnerabilidad social y una brecha socioeconómica en aumento, que a finales de 2019 genera como consecuencia expresiones de descontento de la población por las políticas de Estado en diversas materias (Villagrán et al., 2019, Paúl, 2019), que culminan con la realización de un plebiscito para cambiar la Constitución de la República, lo que se traduce como un fenómeno colectivo de búsqueda de justicia social, proyectando el claro establecimiento y resguardo de los derechos básicos de la comunidad por sobre los intereses privados (Pérez & Mendía, 2020). Seguidamente, en 2020, aparece la pandemia COVID-19, que complejiza de manera significativa y heterogénea a las comunidades y su calidad de vida (Veliz-Burgos & Dörner-Paris, 2020).

En este sentido, no resulta sencillo para las políticas públicas abordar la calidad de vida de los sujetos, ya que incluso ha sido difícil desarrollar este constructo, aun cuando diversas disciplinas han aportado definiciones contingentes al contexto histórico, en el que se combinan atributos subjetivos y objetivos que responden a cómo el sujeto interactúa con el entorno y satisface sus necesidades (Martínez, 2019).

Para efectos de esta investigación se considera calidad de vida a la relación de las atribuciones objetivas y subjetivas de los sujetos, especialmente cómo estas interactúan con la cotidianeidad, en sus comunidades y barrios.

Por otra parte, y desde una perspectiva más amplia, los objetivos del desarrollo sostenible (ODS), que corresponden al compromiso generado por las Naciones Unidas para mejorar la calidad de vida de las personas sustentados en desarrollo humano y sostenible, se plantea en el objetivo 11 lograr que las ciudades y asentamientos urbanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles (Organización de las Naciones Unidas, ONU, 2015, p. 16), garantizando derechos mediante políticas públicas y el fomento de la participación social, relevando la importancia de las comunidades que conforman los grandes asentamientos humanos para la construcción de las ciudades modernas (ONU, 2015). Dicha mirada permite para la gestión pública a nivel local, que la comprensión de la calidad de vida releve la perspectiva territorial a fin de establecer instrumentos públicos que mejoren la planificación territorial y por ende el impacto de las políticas públicas barriales en la calidad de vida de las personas (Lizana, 2009).

Aunque en la región latinoamericana se han visto variadas experiencias de políticas públicas que buscan mejorar la calidad de vida de las personas, muchas veces mantienen una mirada positivista en sus diagnósticos, ejecución y medición de resultados, lo que ha incidido en una relación de sujeto-objeto entre el Estado y comunidades y viceversa, constatando cómo las comunidades instrumentalizan sus derechos y garantías (Aguirre & Jaramillo, 2006).

De esta forma, llama la atención que a pesar que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) expone variadas experiencias e instrumentos de levantamiento de información en Latinoamérica en los últimos 20 años en distintas materias del desarrollo de las ciudades, como transporte, comunidad o seguridad (Segovia, 2005), sigue permaneciendo un malestar social expresado a través de distintos movimientos sociales, que continuan esgrimiendo dificultades, y consecuentemente, necesidades a partir de las desigualdades y la precarización de la calidad de vida.

De esta manera, se debilita el tejido social, haciendo que las personas busquen el desarrollo a partir sus intereses personales y no desde una convivencia vecinal o de comunidad, debilitándose así las dimensiones de identidad barrial y sentido de pertenencia, que resultan esenciales para el desarrollo de la participación y la resolución de problemas, como las que enfrentan las comunidades en los contextos de crisis y, por consecuencia, se reflenjan en la calidad de vida del barrio (Montero, 1984).

En este punto, el sentido de comunidad, es entendido desde la psicología comunitaria como la experiencia subjetiva de pertenencia de los miembros de una comunidad a este espacio, conformando una red de apoyo mutuo basada las relaciones, sustentadas en la confianza, para lograr sus propios objetivos comunes (Isidro, 2004). De esta manera, las relaciones que se refuerzan basadas en el sentido de pertenencia generan estrategias de intervención social correspondiente a una dialéctica de sujeto-sujeto, donde se reconoce a otro como parte de un todo (Aguirre & Jaramillo, 2006).

En síntesis, los contextos de emergencia experimentados por las comunidades se enfrentan con políticas públicas donde el estado se relaciona con la ciudadanía desde una perspectiva de sujeto-objeto, que genera vacíos para el afrontamiento de las crisis, en sus dimensiones económicas, sociales, socio-ambientales o sanitarias, lo que ha derivado como síntoma, en los países latinoamericanos, en el aumento de las brechas de desigualdad social, que implican desafíos y dificultades, según las estrategias, herramientas y capacidades que se desplieguen de acuerdo a la situación específica de cada comunidad, donde la variable socioeconómica resulta significativa, lo que pone en relevancia la importancia de la convivencia vecinal y/o barrial, como un motor relacional de la calidad de vida de los individuos, comunidades y la sociedad chilena (Paúl, 2019).

Por lo expuesto, el estudio presenta una relevancia social y práctica, en la medida que indaga la calidad de vida barrial en el contexto de crisis, y a la vez aporta para entender estos fenómenos en sus territorios, aportando aspectos sustantivos para la gestión local y territorial. En esa misma línea, al levantar y coproducir conocimiento con integrantes y líderes comunitarios, es posible revisar algunos factores que conforman su identidad y principalmente el sentido de comunidad, generando de manera prospectiva propuestas e innovaciones para el desarrollo local, desde la perspectiva del desarrollo humano y sostenible, que de manera situada contempla la intersección tanto de la crisis sanitaria como la social.

El estudio se realiza en la comuna Peñalolén, en la Región Metropolitana, que resalta dentro de sus características la confluencia de una gran diversidad de población, que de acuerdo al CENSO 2017 posee 241.599 habitantes distribuidos en todos los grupos socioeconómicos (Instituto Nacional de Estadísticas, INE, 2018).

Ante esta problematización, surge la pregunta: ¿Cómo se define la calidad de vida barrial en los contextos de crisis, en el sector San Luis de la comuna de Peñalolén? Para ello se plantea como objetivo general, definir la calidad de vida barrial de los vecinos del sector San Luis de Peñalolén en contextos de crisis, desde su propia perspectiva y como objetivos específicos se establece: 1. Describir las dimensiones que componen la calidad de vida barrial de los vecinos de San Luis de Peñalolén 2. Describir el sentido de comunidad en el barrio del sector San Luis de Peñalolén a partir de las crisis que estos viven 3. Entender el desarrollo de la calidad de vida barrial en los contextos de crisis desde la experiencia de los vecinos del sector San Luis de Peñalolén.

 

Marco Teórico

La ciencia desde sus orígenes ha buscado estudiar, definir e intervenir la calidad de vida de los sujetos, desde concebirla como parte de la salud física, una búsqueda de la felicidad, llegando a relacionarse con el concepto de bienestar (Buela-Casal et al., 1996).

Al respecto, en el siglo XX, después de la segunda guerra mundial, el concepto de calidad de vida comienza a tomar relevancia para la investigación científica; inicialmente desde una mirada de las ciencias de la salud, donde se empiezan a distinguir aspectos multidimensionales que hacen de esta una variable biopsicosocial (Urzúa & Caqueo-Urízar, 2012). Con posterioridad, en las últimas décadas del siglo XX, toma un rol central la subjetividad de las personas, motivo por el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1986, genera principios para trabajar la promoción de la salud, entendiendo desde ahí cómo cada contexto influye de manera importante en los sujetos, buscando que los esfuerzos en el desarrollo de la salud y la calidad de vida se orienten en la promoción de los estilos de vida saludable (OMS, 1986).

Desde este punto de vista, se incorpora la importancia de la subjetividad respecto de las experiencias de las personas y su relación con el entorno, entendiendo que estas pueden ir variando de acuerdo a los grupos sociales de pertenencia, debiendo incorporar para su comprensión aspectos como: 1. Las capacidades conductuales, cognitivas y emocionales. 2. El sentimiento subjetivo de satisfacción vital y bienestar. 3. Las condiciones socio-materiales objetivas de existencia y la percepción subjetiva de las mismas. 4. La percepción subjetiva del nivel de salud personal y su capacidad para comportarse de forma satisfactoria. 5. La satisfacción generada por las condiciones materiales, concretas y psicológicas de las personas. 6. La percepción del significado de vivir y la satisfacción de las necesidades básicas del ser humano (Simon, 1999).

En los años noventa surge el enfoque del desarrollo humano, que se vincula estrechamente con la calidad de vida y denota una crítica al modelo economicista que guiaba los estudios de desarrollo y las políticas públicas. Esta mirada promueve que los gobiernos y organismos internacionales comiencen a orientar estrategias y esfuerzos para que el desarrollo de las sociedades trascienda los indicadores económicos y contemple la calidad de vida de los sujetos y sus comunidades (Picazzo et al., 2011), estableciéndose los objetivos de desarrollo del milenio (ODM), para que las sociedades modernas puedan convivir con su entorno conservando los recursos naturales y protegiendo la diversidad de los ecosistemas y patrimonio cultural, originándose los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), donde los 17 objetivos planteados por la ONU, que en el caso de las sociedades latinoamericanas configuran una oportunidad para frenar las consecuencias del modelo de desarrollo económico, evidenciado en las grandes brechas de desigualdad, el deterioro de los ecosistemas, afectando directamente a la calidad de vida de los sujetos tanto en su individualidad como en el conjunto que habita en zonas urbanas (Guajardo, 2016).

Otro punto de vista de la calidad de vida en las ciudades es la que propone la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que entiende la directa correlación entre la calidad de vida urbana con la ejecución de políticas públicas colectivas para la promoción de la salud. Es decir, desde una mirada de la gobernanza local, en los objetivos de desarrollo sostenible, propone un énfasis a la promoción de los estilos de vida saludables, formando así un camino a condiciones en equidad de salud de la población en las ciudades (OPS, 2014, citado por Salas-Zapata et al., 2016).

Adicionalmente, el modelo ecológico de Bronferbenner (1987), permite ver cómo estos puntos de vista pueden describir la calidad de vida de los sujetos desde el microsistema (interacción más próxima de las personas), desde la dimensión del exosistema (elementos amplios del contexto del sujeto), y la dimensión mesosistémica, donde entran a evaluación la interacción de la persona con los sistemas más próximos, y en esta dimensión, el ámbito de la calidad de vida puede tomar la relación del sujeto con su comunidad u otros sistemas relacionales (Ponce, 2019).

Esta mirada mesosistémica de la calidad de vida permite evaluar en su relación con el exosistema, elementos de la calidad de vida urbana que se presentan con un carácter objetivo, como el caso del acceso a bienes y servicios de la ciudad, pero que, al estar presentes en la cotidianeidad de los sujetos, obtienen un carácter subjetivo y son parte de los niveles de satisfacción en base a las condiciones de vida.

Resumiendo, resulta necesario revisar el concepto de calidad de vida más allá de la percepción y subjetividad de las personas, incorporando la forma en la que su entorno social afecta a su individualidad. Desde ahí se ha elaborado el concepto de calidad de vida urbana, que propone evaluar las condiciones de vida de las personas que viven en una ciudad o comuna, usando como indicadores el acceso a servicios públicos y privados, como la movilización, condiciones de la vivienda, condiciones laborales, ambiente de negocios, condiciones socioculturales, salud y medioambiente (Godoy, 2019).

Debido al alto interés para el sector público de conocer indicadores que permitan gestionar de mejor forma el desarrollo local y territorial, es que se han desarrollado distintas herramientas para poder levantar diagnósticos, las cuales permiten abordar desde las políticas públicas instancias para mejorar la calidad de vida de los sujetos y su relación con el entorno urbano (Lizana, 2009). Un instrumento importante en Chile que permite hacer un análisis macrosocial y realizar una comparación entre comunas es el Índice de Calidad de Vida Urbana (ICVU) desarrollado anualmente por el Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC, y que para 2019 se realizó en 99 de las 365 comunas del país. Uno de los criterios de selección para realizar la medición en una comuna, es que la población sea cercana o superior a 50.000 habitantes, midiendo condiciones privadas y sociales de los sujetos participantes, como la provisión de bienes y servicios públicos y privados. Sus resultados permiten categorizan a la población en 3 grupos que son Rango Superior (13 comunas), Rango Promedio (43 comunas) y Rango Inferior (37 comunas) de Calidad de Vida Urbana, siendo Vitacura la comuna con mejor puntaje y La Pintana la comuna con menor puntaje (Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC, 2019), identificando diferencias significativas que reflejan brechas de desigualdad, las cuales fueron en parte el detonante del movimiento social iniciado en el mismo año. Para efectos de esta investigación se debe observar que la comuna de Peñalolén se ubica en el Rango Promedio de Calidad de Vida Urbana teniendo la posición 42 en el ranking señalado.

Asimismo, en la línea de la gestión local, los Planes de Desarrollo Comunal (PLADECO), regulados por la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades (Ley Nº 18.695, 2006), sirven como instrumento rector del desarrollo comunal y permiten a la gestión local cubrir necesidades diagnosticadas y mejorar la calidad de vida de los habitantes de ese territorio con una duración mínima de 4 años. Al respecto, el PLADECO de Peñalolén describe que la comuna, a pesar de la inversión y proyectos realizados, en comparación con otras comunas del sector donde se emplaza, mantiene como necesidad para sus habitantes la construcción de áreas verdes, multicanchas y sedes sociales, junto con la generación de mayores y nuevas formas de participación social (Municipalidad de Peñalolén, 2013).

En relación con las políticas públicas y el desarrollo humano, se utiliza a las ciudades como unidad básica de análisis, no obstante, el concepto de barrio o comunidad para efectos de la gestión local toma una gran relevancia ya que es en este espacio donde las personas construyen sus redes sociales y generan un sentido de comunidad, conformándose como una unidad de análisis de la calidad de vida de los sujetos en la dimensión mesosistémica (Vega & Ruiz, 2017).

De esta forma, el barrio o comunidad adquiere importancia en la calidad de vida, y de ahí que el concepto de comunidad puede ser entendido como aquel grupo de personas que se encuentra en constante transformación, que la lleva a tener una historia, objetivos y necesidades que se comparten a través de relaciones humanas y en la que se aprecia una identidad co-construida que busca estrategias colectivas para lograr fines comunes, mediante la organización, desarrollo y empleo de recursos. Así, la identidad barrial y el sentido de pertenencia son dos variables que componen el dinamismo de las comunidades en su historia y cultura territorial (Montero, 1984).

Desde lo planteado, el sentido de pertenencia generado por los sujetos en sus comunidades es también entendido como “sentido de comunidad”, como experiencia subjetiva de pertenencia en un grupo social, estableciéndose una red de relaciones sociales sobre la base de la confianza. Entonces, el sentido de comunidad se basa en dos principios de interacciones sociales: El primero, la existencia de un territorio donde se alojan las relaciones sociales y los sujetos se sienten parte de la red conformada; y el segundo, es el sentimiento de interdependencia entre los miembros, donde los sujetos de manera recíproca hacen por otros lo que esperan que estos hagan por ellos (Isidro, 2004).

En cuanto al concepto de identidad, se considera que existe una inherente necesidad de las personas de reconocerse como parte de un grupo determinado, incorporándose a la identidad de este, y cuyos elementos que la generan incorporan la narración del origen del grupo, de su historia o trayectoria, identificando aspectos que lo caracterizan, dan forma, lo singularizan y que incorporan, una visión de futuro como colectivo. Los aspectos indicados en su conjunto van configurando la identidad del grupo social y por consecuencia inciden en que los miembros de la comunidad tienen recursos para explicar los escenarios y conductas individuales y comunitarias en el que se desarrolla el grupo social (Bengoa, 2006).

A modo de síntesis, y de acuerdo a la orientación que asume el estudio, la comunidad es vista como un sistema social, en el que las personas que conforman esta red interactúan cotidianamente, permitiendo así su organización y adaptación, en coherencia con el principio de autopoiesis según el cual los sistemas, a través de la interacción de sus elementos, mantienen una organización adaptativa que permite mantener en el tiempo su identidad, a pesar de los cambios estructurales (Maturana 2006) , por lo que resulta cierta la posibilidad de generar estrategias de organización que permitirán no solo mantener su identidad, sino que también mantener con vida a la comunidad como un sistema social, especialmente en situaciones de crisis.

Donde al conocer el tipo de origen de la crisis y el rol que toma el Estado para afrontarla, se obtiene un escenario que permite revisar una mirada cronológica de la crisis. Espacio en el que se pueden revisar las problemáticas que no eran visibles para generar solución en el sistema social y también los patrones conductuales que surgen en el contexto de crisis, que en su conjunto permitirá evaluar los enfoques y evaluación de estrategias que generarán la transformación y oportunidad de desarrollo para la comunidad (García Magariño, 2020).

Por ello, pese a que habitualmente se connote negativamente el impacto y afrontamiento de las crisis, también puede ser concebida, para efectos de las comunidades o barrios, como un escenario en el que se iluminan los sistemas de significados dispersos en el sistema, que promueven unidad, sentido y coherencia, generando un proceso adaptativo y de crecimiento para el sistema o comunidad (Boitano, 2020).

  

Metodología

Para poder abordar la complejidad del fenómeno de la calidad de vida barrial que se busca explorar y definir en esta investigación, se utilizó una metodología mixta, que complementó la exploración de la variable calidad de vida barrial en base al sistema de significados existentes con algunos indicadores estadísticos, resultando pertinente esta decisión al considerar la complejidad del contexto, sobre la base de relaciones humanas y desde una perspectiva de exploración del fenómeno (Pole, 2009).

El diseño de investigación se categoriza como “anidado concurrente de varios niveles” ya que se utilizaron técnicas de recolección de datos cualitativas y cuantitativas de forma paralela, pudiendo hacer análisis independientes y metainferencias (concurrente). Se considera el enfoque cualitativo como guía principal de la investigación (anidado) y las técnicas de recolección de datos se utilizaron en tres grupos distintos (varios niveles), específicamente dirigentes sociales, funcionarios municipales y de vecinos de las comunidades del sector San Luis de Peñalolén (Hernández et al., 2014).

El diseño concurrente de investigación mixta permite que el proceso de recolección y análisis de información cuantitativa y cualitativa se realice de forma paralela, sin que los datos levantados por una técnica influyan sobre la otra, aunque de manera posterior se consolidan estableciendo un análisis producto de las “metainferencias” (Hernández et al., 2014).

Los niveles o grupos sociales participantes se constituyeron a partir de un muestreo por multiniveles para métodos mixtos (Hernández et al., 2014) convocando específicamente a tres grupos.

Para la recolección de información cualitativa se establecieron dos grupos. El primero, de dirigentes sociales, quienes son vecinos del sector y obtienen esta categoría social por votación de los vecinos a quienes representan, por lo que pueden entregar una mirada de liderazgo y representatividad de los territorios. El segundo grupo o nivel se conformó por funcionarios municipales del sector, aportando su mirada de la intervención social, y se identifican para efectos de la investigación como actores o agentes relevantes que se vinculan de manera permanente con los habitantes de los barrios o comunidades (Daher et al., 2018).

En este caso se implementaron dos grupos focales, uno para cada grupo, rescatando el sentir, pensar y vivir de dirigentes sociales y funcionarios municipales sobre sus sistemas de significados en torno a la calidad de vida barrial (Hamui-Sutton & Varela-Ruiz, 2013).

Para la recolección de datos cuantitativos, se seleccionaron de forma no probabilística, al azar simple, 200 participantes, hombres y mujeres entre 20 y 84 años, que permitió mediante un instrumento cuantitativo valido y confiable (α=0.85) aplicar la Escala Sentido de Comunidad en el Barrio, para poder obtener datos enfocados en ampliar la mirada del fenómeno y obtener una mejor definición desde la variable sentido de comunidad (Ante & Reyes, 2016).

 

Presentación y análisis de resultados

Resultados cualitativos

En el proceso de análisis cualitativo de la investigación se levantaron datos mediante grupos focales representativos de actores sociales de los barrios del sector San Luis de Peñalolén, revisando de manera exploratoria la codificación de los discursos construidos por los participantes de la investigación, dirigido a describir las dimensiones que componen el constructo “calidad de vida barrial” las que se ordenan de acuerdo a la frecuencia y orden de concurrencia. Así como también, describir el sentido de comunidad y entender el desarrollo de la calidad de vida barrial en los contextos de crisis.

 

Dimensiones que componen la calidad de vida barrial

En primer término, la dimensión convivencia vecinal, tiene como características relevantes dos subdimensiones, la estructura vecinal y la función de la convivencia, lo que en su conjunto puede describir a la convivencia vecinal como parte fundamental del constructo “calidad de vida barrial”.

La primera subdimensión, estructura vecinal, tiene su base en citas que muestran “de qué forma” se genera convivencia vecinal; en la codificación se hace referencia la generación de redes de apoyo, la cual está activa principalmente en situaciones de crisis, donde hacen referencia frecuentemente al simbolismo del concepto unión.

Además, se dilucida la manera en que las comunidades van generando una estructura vecinal en el barrio, es decir, desde las relaciones interpersonales sin que estas se basen en el marco de una institución u organización, lo que se identifica con los roles de los vecinos en la comunidad, las alianzas, las confianzas que se van articulando. Por último, la existencia de las organizaciones sociales en los territorios, generando conductas, capacidades de acción y roles de vecinos en el territorio, lo que está enmarcado en la jurisprudencia de organizaciones sociales, incorporando su función en el barrio como parte de la estructura de este.

La segunda subdimensión, función de la convivencia, está vinculada a las formas y estilos de interacción que con frecuencia hace referencia al rol de la comunicación en la conformación de las relaciones entre los vecinos, donde también se menciona la importancia de las emociones, en este sentido se destacan algunas citas donde se expone acerca de la alegría en la realización de las actividades comunitarias, el extrañar a los vecinos en el contexto de crisis sanitaria o los miedos y rabia generados en distintas situaciones de peligro o crisis.

 

Figura 1.

Modelo de Dimensión Convivencia Vecinal.

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  1. Fuente: elaboración propia.

 

En segundo término, la dimensión acceso a servicios, deriva en tres subdimensiones: la existencia o posibilidad de los vecinos de contar con servicios al interior del barrio, como el comercio menor u otras infraestructuras que no implican traslado a otro territorio; los servicios externos, que involucran traslados, y por último, el plano digital, que hace referencia a plataformas digitales que permiten mantener la conectividad del barrio.

 

Figura 2.

Modelo de Dimensión Acceso a Servicios.

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  1. Fuente: elaboración propia.

 

En tercer término, la dimensión infraestructura, expresa citas sobre cuatro subdimensiones: equipamiento comunitario, infraestructura de servicios, infraestructura de viabilidad y áreas verdes. De esta forma los participantes entienden cómo estos elementos estructurales de los barrios se relacionan a los avances implementados en su comunidad y cómo el sujeto percibe al barrio y se hace parte de él. En función a ello, adquiere relevancia el equipamiento comunitario que genera espacios para la articulación comunitaria. En cuanto a las áreas verdes, la infraestructura de los servicios y la viabilidad hay un nexo directo con la calidad de vida desde una perspectiva de la cotidianeidad.

 

Figura 3.

Modelo de Dimensión Infraestructura.

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  1. Fuente: elaboración propia.

 

En cuarto término, la dimensión relación que tiene cada sujeto con su entorno, entrega una mirada sistémica de la calidad de vida barrial, integrando al sujeto como un elemento con independencia dentro del sistema llamado barrio, que tiene vivencias, emociones, pensamientos y que la integralidad de este sujeto, al interactuar con su entorno, forma parte de la calidad de vida barrial. En esta dimensión se aprecian como subdimensiones el desarrollo personal, evaluando una perspectiva general de la persona y sus herramientas personales, la capacidad de resiliencia y las emociones como parte de la interacción en una comunidad. Por lo anterior, esta subdimensión integra los elementos que permiten al sujeto vincularse con el entorno comunitario desde su cotidianeidad, haciendo estos aspectos parte de la calidad de vida barrial.

 

 

Figura 4.

Modelo Dimensión Relación Sujeto – Entorno. 158250.png

  1. Fuente: elaboración propia.

 

En quinto término, la dimensión, socioeconómica, integrada por dos subdimensiones: primero la economía familiar, entendida como la generación de recursos económicos por el grupo familiar para satisfacer las necesidades Lo que podrá constituir o no un obstáculo para la relación entre el grupo familiar y el barrio. Y la segunda subdimensión, son los recursos estatales, entendidos como la inversión del Estado en sus distintos niveles en el territorio, como la mantención del espacio público, el apoyo social, la mejora de infraestructura, entre otros elementos.

 

 

Figura 5.

Modelo Dimensión Económica.

158261.png 

  1. Fuente: elaboración propia.

 

Finalmente, y en sexto término, la dimensión percepción de seguridad, distingue en los discursos el reconocimiento de factores de riesgo en el barrio que disminuyen la percepción de seguridad, así como de factores protectores que mejoran la percepción de seguridad, cada uno de los cuales aumenta o disminuye la calidad de vida barrial.

 

 

Figura 6.

Modelo Dimensión Percepción de Seguridad.

158315.png

  1. Fuente: elaboración propia.

 

Dado lo anterior, podemos definir la calidad de vida barrial como un constructo multidimensional, que incluye dimensiones asociadas a la convivencia, el acceso a los servicios, la infraestructura, la relación con el entorno, los aspectos socioeconómicos, y la percepción de seguridad, que en su conjunto permiten conocer la estructura y funcionamiento de un barrio desde la percepción que tienen los sujetos que lo habitan.

 

Figura 7.

Modelo multidimensional Calidad de Vida Barrial.

 

158325.png

  1. Fuente: elaboración propia.

 

 

 

Crisis y contexto de crisis

Al analizar los datos se codifica de forma diferencial el concepto mismo de crisis al de contexto de crisis.

En referencia al concepto de crisis, se entiende como el estímulo que genera un estado de vulnerabilidad e inestabilidad en una o más dimensiones del ser humano, a diferencia del escenario de vulnerabilidad, que es comprendido como contexto de crisis. De esta forma y tomando como unidad de análisis a los barrios, es que una crisis puede generar situaciones de vulnerabilidad en distintas dimensiones de la calidad de vida barrial, dependiendo del tipo de crisis y las características que componen al barrio.

Así, se identifica una estrecha relación entre las crisis y la calidad de vida barrial, exponiéndose esta relación en las formas cómo la primera afecta a los componentes de la segunda, sea en el individuo o en la comunidad. Pero es en el contexto de vulnerabilidad donde un actor externo o interno al barrio puede impulsar cambios o circunstancias para un mejor afrontamiento de la crisis, generando así una situación de oportunidad o de cambio en el sistema que se ve afectada por esta. Por ejemplo, un miembro de la comunidad o familia puede generar condiciones para que un sujeto pueda enfrentar una crisis personal, o cómo el Estado puede intervenir en una comunidad para disminuir los factores que deterioran la calidad de vida del barrio.

 

Figura 8.

Intervención en Calidad de Vida Barrial o en contexto de crisis.

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  1. Fuente: elaboración propia.

 

 

De esta forma, a partir de los sistemas de significados generados, se ve que en los contextos de crisis existe algún tipo de relación o variabilidad en la calidad de vida barrial, mostrando a partir de estos sistemas de significados la existencia de elementos o actores interventores que pueden generar otras condiciones para las comunidades en el contexto de crisis.

 

Presentación y análisis de resultados cuantitativos

En el análisis cuantitativo de la investigación, se aplicó la escala de Sentido Comunidad en el Barrio de Ante & Reyes (2016), a 200 vecinos del sector San Luis de Peñalolén. En una primera instancia cabe destacar que según la prueba KS para una muestra, la distribución de los datos de la escala Sentido Comunidad Barrial no es normal, por lo que se usarán algunas técnicas de análisis de datos no paramétricas. La escala que es unidimensional obtuvo los siguientes resultados generales:

 

Tabla 1.

Frecuencias Sentido de Comunidad en el Barrio.

Estadísticos

Sentido de Comunidad Barrial

N

Válido

200

Perdidos

0

Media

3,09

Desv. Desviación

0,59

  1. Fuente: elaboración propia.

 

Tabla 2.

Frecuencias categorías Sentido de Comunidad en el Barrio.

Sentido de Comunidad Barrial (Agrupada)

 

Frecuencia

Porcentaje

Porcentaje válido

Porcentaje acumulado

Válido

Bajo

23

11,5

11,5

11,5

Medio

74

37,0

37,0

48,5

Alto

103

51,5

51,5

100,0

Total

200

100,0

100,0

 

  1. Fuente: elaboración propia.

 

La tabla 1 muestra que el puntaje promedio de la muestra de la presente investigación es 3,09, esto implica que la muestra presenta altos índices de Sentido de Comunidad en el barrio, lo que se puede apreciar en la tabla 2, en que el 51,5% de la muestra está en la categoría alta de sentido de comunidad en el barrio, lo que ya es más de la mitad de los participantes de la investigación y el 37% corresponde a la categoría media del sentido de comunidad en el barrio, lo que acumula un 88,5% de la muestra entre estas dos categorías.

 

Figura 9.

Prueba U de Mann-Whitney para 2 muestras independientes.


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  1. Fuente: elaboración propia.

 

En la figura 9, se puede apreciar la distribución de la variable sentido de comunidad en el barrio, comparando la muestra en las categorías de la variable sexo. En esta y con los datos de la prueba, se aprecia que no existen diferencias significativas entre hombres y mujeres al momento de contestar el instrumento. Esto se corrobora ya que la significancia de la prueba U de Mann-Whitney es de 0,865.

 

Tabla 3.

Prueba de Kruskal-Wallis para varias muestras independientes.

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  1. Fuente: elaboración propia.

 

En cuanto a la distribución de datos de la variable sentido de comunidad, comparando los grupos etarios en rangos de 10 años, se aprecia que sí existen diferencias estadísticamente significativas entre los grupos, viendo que los rangos de mayor edad tienen un sentido de comunidad más alto que aquellos vecinos que tienen menor edad en la muestra, siendo los grupos que componen el rango entre 50 y 69 años donde están los puntajes más altos y los grupos que componen el rango entre los 20 y 39 años los puntajes más bajos. Esto se corrobora con una significancia de 0,009 en la prueba no paramétrica Kruskall-Wallis.

 

Tabla 4.

Prueba de Kruskal-Wallis para varias muestras independientes.

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  1. Fuente: elaboración propia

 

Cuando se ordenan los rangos por la cantidad de años en que vive en el barrio, los grupos para analizar la distribución del sentido de comunidad en el barrio muestran que no existen diferencias significativas entre ellos, lo que se demuestra en la significancia de 0,068 en la prueba Kruskal-Wallis.

 

Tabla 5.

Prueba Friedman para muestras relacionadas.

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  1. Fuente: elaboración propia

 

En la tabla 5 se analiza la muestra desde la mirada de los reactivos que componen la escala de sentido de comunidad en el barrio, donde se aprecian diferencias estadísticamente significativas entre cada uno de los reactivos, teniendo una significancia de 0,001 en la prueba no paramétrica de Friedman para comparar varios grupos dependientes.

En esta mirada se aprecia cómo los puntajes más altos están en los ítem que tienen relación con la convivencia vecinal como “Me gustan mis vecinos”, “Puedo contar con mis vecinos”, “Me siento parte de mi barrio” y “Me importa mi relación con mis vecinos”. Pero se aprecia que los puntajes más bajos están en los ítem “Comparto el estilo de vida con mis vecinos” y “Me siento identificado(a) con la gente de mi barrio”, lo que hace referencia a que en la percepción del sentido de comunidad los sujetos de la muestra conservan las individualidades dentro de la formación de barrio.

 

 

Análisis mixto

Para el proceso de análisis mixto o de metainferencias, se utilizan dos instrumentos distintos, explorando desde la metodología cualitativa el concepto de calidad de vida barrial y los contextos de crisis, y desde la metodología cuantitativa el sentido de comunidad en el barrio, que aportan puntos en común respecto del fenómeno social de la calidad de vida barrial.

Desde este punto de vista, en ambos análisis se aprecia una gran relevancia de la convivencia vecinal, esto se identifica a través de la codificación de los grupos focales y que se describe como una dimensión fundamental en la conformación del constructo calidad de vida barrial o comunitaria, y así también en los resultados del sentido de comunidad, donde el alto puntaje que muestra la comunidad tiene una gran incidencia desde los reactivos vinculados con la convivencia que tienen los sujetos con sus vecinos.

Esto permite inferir la importancia o relevancia que tiene la convivencia vecinal no solo para la conformación de comunidad, sino que también en cómo los sujetos perciben su comunidad o se sienten parte de esta.

Isidro (2004) expone sobre el sentido de comunidad, que los sujetos de un mismo territorio forman una red de interdependencia en base a la confianza, y en el caso de los vecinos del sector San Luis de Peñalolén, se aprecia un alto nivel de sentido de comunidad, pero estudiando los datos en detalle, se observa que este nivel se basa principalmente en las relaciones comunitarias que existen entre los vecinos, más que en la identidad que estos tienen con el barrio.

Además, es importante destacar las diferencias estadísticamente significativas entre los grupos etarios en torno a su percepción del sentido de comunidad, análisis en el que los sujetos de la muestra que tienen los puntajes más bajos tienen menos de 40 años, mientras que aquellos sujetos con mayores puntajes corresponden a los grupos que conforman el rango de 50 a 69 años, lo que puede marcar diferencias por características generacionales en cómo se entiende el ser y hacer comunidad por parte de los sujetos, dejando así la percepción del sentido de comunidad a elementos mencionados por Maritza Montero (Montero, 1984) como las características culturales y de identidad de los sujetos y la generación a la que pertenecen. Lo que tendrá un rol clave al momento de hablar de los contextos de crisis y la calidad de vida barrial.

Con relación a los contextos de crisis, en los datos cualitativos, se hace referencia en distintas oportunidades a cómo estas develan las vulnerabilidades de las comunidades, así como las oportunidades de cambio, transformación y resiliencia. Estos últimos elementos, que permiten a las comunidades enfrentar las crisis, también señala en los datos cuantitativos que desde el sentido de comunidad la importancia de la convivencia vecinal genera una base estructural para el surgimiento de estos atributos en el contexto de crisis. Es decir, al estar presente el reconocimiento de la importancia de las relaciones con los vecinos y la posibilidad de contar con ellos como apoyo, se potencia una base comunitaria que permite desarrollar herramientas para concebir las crisis como oportunidades de cambio.

Es en estos contextos y como explica Humberto Maturana (2006), se van a movilizar los elementos del sistema mediante la autopoiesis, donde estos mismos buscarán la forma de estabilizar el sistema social. En este caso, implica que a partir de la crisis, se genera una oportunidad de cambio para el desarrollo barrial, escenario que permite abordar las vulnerabilidades develadas, hasta lograr la estabilidad del sistema, donde la red comunitaria y la presencia del Estado resultan relevantes para el desarrollo y las condiciones de vida de los sujetos.

 

Conclusiones

Como se ha revisado en la presente investigación, la calidad de vida barrial es un constructo complejo, de gran relevancia para las ciencias sociales, ya que hace referencia aspecto de la cotidianeidad de los sujetos y cómo estos se relacionan con los elementos que configuran los territorios locales donde se sitúan, por lo que este estudio se propuso definir la calidad de vida barrial de los vecinos del sector San Luis de Peñalolén en contextos de crisis, desde su propia perspectiva.

Por ello, a partir del análisis de datos e información surgidos a través de una metodología mixta es posible aportar al conocimiento sobre las comunidades y potenciar la comprensión de las capas desde donde se puede analizar el gran constructo “calidad de vida” en un contexto como el actual, en el que se intersectan crisis de orden social, política y sanitaria.

En primer término, se identifica que la calidad de vida está compuesta, desde la perspectiva de los participantes del estudio, por seis dimensiones que son la convivencia vecinal, el acceso a servicios, la infraestructura del barrio, cómo se relaciona el sujeto con su entorno, lo socioeconómico y la percepción de seguridad.

Desde una perspectiva ecológica (Bronferbenner, 1987) la calidad de vida barrial se articula tanto con la calidad de vida urbana, como con la calidad de vida individual. En el caso de la primera, las dimensiones infraestructura y acceso a servicios son el nexo de la calidad de vida entre el barrio y la ciudad; Y en el caso de la calidad de vida individual, su nexo con la calidad de vida barrial se vincula desde las dimensiones socioeconómicas y de relación del sujeto con su entorno.

De esta forma las dimensiones de la calidad de vida barrial confirman que esta forma parte de un ecosistema de calidad de vida, tal como se aprecia en la siguiente figura:

 

Figura 10.

Modelo ecológico de la calidad de vida.

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  1. Fuente: elaboración propia

 

Entonces, la calidad de vida se puede analizar desde tres dimensiones ecológicas; calidad de vida urbana, calidad de vida barrial y la calidad de vida individual.

Ahora bien, sobre los contextos de crisis que viven los barrios, particularmente en el sector San Luis de Peñalolén surgirán nuevas conductas en los grupos sociales como respuesta al contexto de crisis, las que permitirán enfocar el desarrollo del sistema comunitario hacia estas vulnerabilidades y poder cubrirlas a lo menos hasta el punto en que se pueda superar el contexto de crisis (García Magariño, 2020).

De esta manera, las crisis generadas por la pandemia COVID-19 y el malestar social, han facilitado la emergencia de contextos de crisis en todos los planos del modelo ecológico de calidad de vida : las familias que han tenido que adaptar sus estilos de vida dentro del hogar y de su cotidianeidad, los barrios que han generado estrategias colectivas solidarias para la prevención del contagio asegurando algún tipo de apoyo socioeconómico, y las ciudades o comunas que se han transformado en las unidades de análisis para el desarrollo de políticas públicas de alcance masivo

En términos de la calidad de vida y la construcción de políticas públicas orientadas al desarrollo humano, los barrios son conjuntamente parte de la ciudad y a su vez parte de la intimidad del sujeto, conectando lo público con lo privado, que a partir de integradora, pueden fomentar la perspectiva del desarrollo humano sostenible.

Con todo lo anterior, se ha podido describir de manera incipiente, la calidad de vida barrial o comunitaria en los contextos de crisis, que abre un camino de investigación que podría avanzar hacia la generación de un proceso psicométrico, enfocado a la construcción de un instrumento de medición de la calidad de vida barrial, que facilitara relacionarla con otras variables de interés comunitario.

 

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  1. 1 Magister en Intervención Social y Desarrollo Humano, Psicólogo, Unidad Técnica Metodológica San Luis, Municipalidad de Peñalolén. Correo electrónico: slabarca@penalolen.cl