Crianza, Apego y Salud Mental: Mirada a Modelos de Familias No Tradicionales

Raising, Attachment and Mental Health: A Look at Non-Traditional Family Models

Fecha recepción: septiembre 2020 / fecha aceptación: noviembre 2020

Jonathan Meier Lebrón1

 

DOI: https://doi.org/10.51188/rrts.num23.430

Licencia CC BY 4.0.

Resumen

Algunas investigaciones afirman que independientemente de la afinidad consanguínea entre el infante y sus cuidadores, pueden desarrollar vínculos afectivos; mientras otras investigaciones, cuestionan la capacidad de las familias no tradicionales, como lo son las monoparentales (con un solo padre/madre/cuidador) para satisfacer todas las necesidades del infante, considerando el elemento de los roles socialmente aceptados. Conforme a la revisión de literatura realizada se identificó que la capacidad de desarrollar vínculos afectivos saludables no está condicionada a la composición familiar u orientación sexual de los padres, madres o cuidadores. De igual modo, el estilo de apego y personalidad de los cuidadores pudieran tener un impacto significativo en el estilo de apego y personalidad de los niños y niñas. En Puerto Rico existen escasas investigaciones sobre la crianza y el apego en las familias no tradicionales. Este hallazgo hace medular y recomendable que desde el trabajo social clínico se desarrollen investigaciones sobre el tema del apego en la familia no tradicional de la población puertorriqueña.

Palabras clave: crianza; salud mental; apego; familias no tradicionales; personalidad.

 

Abstract

Some research affirms that regardless of the consanguineous affinity between the infant and their caregivers, can develop affective bonds. While others research questions the capacity of non-traditional families, such as single parents (with a single father / mother / caregiver) to satisfy all the infant’s needs, considering the element of socially accepted roles. According to the literature review carried out, it was identified that the ability to develop healthy affective bonds is not conditioned to the family composition or sexual orientation of the parents or guardians. Similarly, the type attachment and personality of the caregivers could have a significant impact on the type attachment and personality of the children. In Puerto Rico there is little research on parenting and attachment in non-traditional families. This finding makes it essential and recommendable for clinical social work to carry out research on the subject of attachment in the non-traditional family of the Puerto Rican population.

Keywords: Raising; Mental Health; Attachment; Non-traditional Families; Personality.

 

Introducción

Conceptualmente la familia representa una institución altamente valorada en la sociedad y la vida de los seres humanos (Benítez, 2017). Según Benítez, históricamente se ha entendido por familia tradicional al sistema colectivo dentro de la sociedad caracterizado por la composición de miembros representados por hombre y mujer en unión legal con hijos e hijas en común. Sin embargo, para el autor, en el contexto de la historia, la familia tradicional parece que pasa a dejar de ser el modelo de familia único, para sufrir transformaciones mediante la aparición de nuevos modelos familiares. De modo que, para efectos de este artículo les llamaremos familias no tradicionales. El concepto de familia se ha diversificado y algunas han sido objeto de consideraciones legales por lo que, el contexto cultural tiene gran influencia para que algunas familias no tradicionales sean social y legalmente aceptadas como es el caso de la familia poligámica que se constituye por un hombre y varias mujeres, y la familia homoparental cuya composición es por dos adultos del mismo sexo y en algunos casos con hijos e hijas (Benítez, 2017).

Por otro lado, como parte de las familias no tradicionales y siguiendo a Benítez (2017), se posiciona la familia monoparental, compuesta por un solo padre o madre con sus hijos e hijas las familias agregadas o constituidas, quienes luego de no tener éxito con parejas anteriores unen su familia a la familia de su nueva pareja (de donde surgen las conocidas funciones de padrastros y madrastras) y finalmente, la familia de parejas de convivencia esporádica, quienes mantienen una relación estable pero la convivencia es ocasional. Tras el surgimiento de estos modelos de familia no tradicional se han levantado discusiones alrededor del mundo que las tipifican como modelos que trasgreden al modelo hegemónico de familia tradicional y son percibidos como una amenaza para el desarrollo y crianza de niños y niñas (Zuluga, Lozada, y Raad, 2019). De acuerdo a la literatura revisada en cada uno de estos tipos de familias no tradicionales, actualmente hay niños y niñas siendo criados bajo estos modelos, lo que genera la interrogante acerca de si el hecho de ser un tipo de familia no tradicional afecta la capacidad de desarrollar un apego saludable, lo que puede ser un factor de riesgo para el surgimiento de psicopatologías. En el presente artículo tendremos la oportunidad de conocer diversas psicopatologías asociadas a los procesos de crianza y sus marcos de referencia.

El teórico John Bowlby ha estudiado el desarrollo de psicopatologías como consecuencia de padres con pobres destrezas para desarrollar apegos saludables en sus hijos. Parte de la literatura señala que estas psicopatologías no solo se manifestarán en edades tempranas, sino que el infante al llegar a la edad adulta puede presentar déficits en sus relaciones interpersonales y de pareja, problemas significativos de inseguridad, desconfianza y autoestima, entre otros (Bedoya et al., 2016). La capacidad de desarrollar apego saludable resulta tan preponderante en las etapas tempranas del infante que tendrá un impacto significativo en el desarrollo de su personalidad o incluso en algún trastorno o estilo de personalidad (Bowlby, 1998).

Por otro lado, podemos observar mediante la práctica del trabajo social clínico basado en la evidencia empírica, que el tema de la crianza en familias adoptivas despierta debates dicotómicos sobre las capacidades de estas familias para satisfacer las necesidades psicosociales de sus hijos e hijas de forma saludable y estable, ya que se trasgrede la definición del modelo heterogéneo de familia tradicional compuesta por madre, padre e hijo/a (Zuluga et al., 2019). Podemos apreciar autores que favorecen la capacidad de desarrollar vínculos afectivos independientemente de la afinidad consanguínea entre el infante y sus figuras adoptivas, pero también se presenta una mirada desde otro ángulo, en el cual se rechaza que familias no tradicionales, reúnan los criterios para ser considerados como una “familia constituida” (Aranguri, 2018).

Este tema es un reto para el trabajo social clínico, ya que requiere de un análisis crítico de base científica, que permita revisar los paradigmas y reformular abordajes anacrónicos y vetustos a fin de descubrir si el bienestar integral del infante se alcanza solo cuando queda a cargo de la familia compuesta por un padre y una madre. Además, se espera apelar al interés de trabajadores sociales clínicos y otros profesionales de las ciencias humanas para el desarrollo de marcos conceptuales que profundicen en el desarrollo del apego en infantes criados por familias no tradicionales. Así mismo, motivar a que se reconozca la necesidad de la elaboración de instrumentos de medición para la conceptualización e investigación del apego en familias no tradicionales, para potencializar la práctica clínica en la prevención de posibles psicopatologías.

 

Los primeros años de vida del niño: Una mirada al Marco Conceptual de Apego

Bolwby (1958) según citado en Barajas, Criollo y Deaza, (2018), fue el precursor de la Teoría de Apego, afirmando que “el apego del infante a la madre está fomentado por una conducta incorporada que provoca la proximidad y el brindar atención” (p.3). El estilo de apego en la personalidad va construyéndose en un espacio relacional entre sus cuidadores y el infante a través de las etapas del desarrollo en el ciclo de vida, iniciándose desde el nacimiento y progresando en los primeros años. El recién nacido parte de la fijación en la figura de la madre quien le provee atención y cuidos al nacer, pensando que su madre es una extensión de sí mismo. Más adelante descubre que su madre y él son dos entes distintos que interactúan mediante una relación simbiótica (Bowlby, 1998).

Bowlby (1998), hace referencia a seis tipos de conductas primarias de apego que se manifiestan de las siguientes maneras: el llanto, que logra la cercanía de su cuidador para que este deje de llorar; la sonrisa, la cual genera una reacción pro social y de simpatía de su cuidador; la succión, que le permite chupar de la teta o la botella, el contacto físico y la cercanía con su figura objetal; las vocalizaciones, que facilitan el diálogo mutuo y el acercamiento a sus figuras principales; el aferramiento, que se observa en el agarre de la teta o la botella y el cierre del puño, como reflejo, cuando se estimulan ambas manos en el examen neonatal; el seguimiento visual, que consiste en que el bebé sigue con los ojos y movimiento de la cabeza a la figura objetal, porque identifica una voz que ya conoce, un olor, un tacto (calor), con el cuerpo de su figura representativa.

Para Bowlby (1958); Bedoya, et al., (2016), la experiencia de los vínculos afectivos del infante con sus cuidadores predispone a desarrollar un apego específico. Es aquí cuando Ainsworth (1962) según citado en (Bedoya et al., 2016), expande la Teoría del Apego al clasificarlos de la siguiente manera: Apego Seguro, Apego Inseguro y Apego ambivalente. También, de acuerdo a estos autores Ainsworth, afirma que el apego seguro se caracteriza por un estilo de apego saludable donde el infante consigue sentirse protegido por su figura objetal cuando esta le brinda cuidado constante. Los cuidadores principales del infante deben garantizar constante atención y contacto con este, promoviendo que desarrolle autoestima y autoconfianza básica, que establece las bases para futuras relaciones interpersonales íntimas y duraderas (Bolwby, 1998).

El apego inseguro, se desarrolla en un contexto donde el cuidador no es constante en sus cuidados (Bedoya et al., 2016). Los casos en que el infante llora constantemente por incomodidad y no se le calma inmediatamente o cuando el mismo presenta otras demandas como acudir a mecanismos de llanto o balbuceo para pedir que se le alimente, pero sus cuidadores primarios le brindan atención cuando ellos lo deciden y no inmediatamente . El apego ambivalente, finalmente, lacera la autoestima, provoca inseguridad y miedo a ser abandonado, dudas y sentimientos de minusvalía en el niño o niña. Este proceso del desarrollo del apego resulta sumamente importante cuando lo miramos desde la familia no tradicional ya que, en efecto, Bolwby desde las aportaciones de Ainsworth (1962) según citado en Ayala (2018), afirma que el individuo que satisfaga las necesidades primarias del bebé, representará para el infante su principal figura ante las demás.

 

Los Vínculos afectivos en las diversas familias no tradicionales

Rivera (2017), estudió en niños adoptados la calidad del apego que se desarrolla en sus primeros años de vida hasta los seis años y las estrategias más efectivas a que los padres adoptivos recurren para lograr apego seguro en sus hijos/as no biológicos. La interrogante principal de la investigación fue descubrir el impacto de la institucionalización y el apego para el logro de un desarrollo saludable. La autora concluyó que los niños y niñas que son adoptados, no presentan déficits que impidan desarrollar apego seguro con sus padres adoptivos. Sin embargo, en los niños y niñas entre cuatro y seis años, aunque poseen igualmente la capacidad para desarrollar apego seguro, puede en algunos casos ser más difícil por las memorias y experiencias vividas. En algunos casos, el primer encuentro entre el niño y niña y sus nuevos padres puede ser angustiante para los padres, cuando comienzan a sentirse culpables por no lograr sentir un “amor a primera vista” (Corral et al., 2018).

Los estudios revisados, en general colocan a la familia compuesta por mamá, papá e hijos/as como la familia normativa (biparental), lo que nos lleva a hacer referencia a los diversos tipos de familia que no cumplen con este perfil como la familia a-normativa. Conforme a esto, Zuluga et al. (2019), realizaron un estudio comparativo de revisión de literaturas de 18 artículos en el cual se plantearon si existen efectos en la crianza y la adopción en los niños cuando son custodios de familias homoparentales. El estudio obtuvo la cantidad de 1,700 niños que fueron criados por diversidad de familias; biológicas y adoptivas de padres heterosexuales y homosexuales. Los investigadores agruparon el estudio en las siguientes categorías: comportamiento y funcionamiento emocional, desarrollo de la sexualidad, estigmatización y matoneo y funcionamiento cognitivo. Los autores concluyeron que, en comparación a los niños criados en familias heterosexuales no hubo diferencias significativas en el bienestar sexual, ni sesgos cognitivos de los niños.

En torno al sostén de padres homosexuales, Rodríguez y Varela (2018), realizaron un estudio exploratorio tipo descriptivo para conocer sobre las percepciones de crianza y paternidad en un grupo de 86 hombres homosexuales hispanoamericanos. Los resultados de la investigación arrojaron que la familia homoparental puede ser contemplada como una familia ideal al poseer capacidades y facultades necesarias para mantener un hogar y crianza saludable. Además, concluyeron que la orientación sexual de los padres no es riesgo para la identidad u la orientación sexual de sus hijos e hijas. Por otro lado, autores como Aranguri (2018) difiere de estos hallazgos ya que, afirma, que las deficiencias en parejas del mismo sexo limitan el responder a las necesidades que surjan en el niño o niña respecto a las masculinidades y feminidades durante el proceso de crianza. Mientras, Sirota (2009), citado en Zuluga et al., (2019), planteó en un estudio que evaluaba el apego en mujeres criadas por ambos tipos de familias, diferencias significativas donde las que se criaron en familias homoparentales presentaron mayor dificultad para desarrollar apego seguro y confianza en sus relaciones de pareja, que en mujeres criadas en familias heterosexuales.

Observando las prácticas de crianza, Castaño et al. (2018), en una investigación de enfoque cualitativo de revisión de literatura, establecieron como objetivo general explorar las prácticas de crianza en familias homoparentales. Los investigadores concluyeron que no se han reportado fundamentos de disfunción en los estilos de crianza en las familias homoparentales y que contrario a esto, pueden promover patrones saludables en la crianza del niño o niña.

Si bien es cierto que gran parte de la literatura revisada sobre el tema coloca como modelo hegemónico de nuestra sociedad a la familia tradicional de la pareja hombre-mujer, por otro lado, ¿qué podemos conceptualizar sobre la familia monoparental? Cuando hablamos de familias monoparentales nos referimos a la familia compuesta por un solo padre, madre o cuidador. Aranguri (2018), critica en su artículo especialmente a las familias monoparentales y homoparentales en relación al poder que confiere Perú a su población, al permitir la adopción a estas familias y señala que ninguna reúne los criterios para ser clasificados como un hogar constituido, crédito que únicamente lo otorga a una familia compuesta por papá y mamá.

Martín et al. (2019), en un estudio transversal correlacional, estudiaron a 39 familias monoparentales de hombres y mujeres con hijos entre los 6 y 13 años, con el objetivo principal de correlacionar el estilo de apego adulto de los padres y el impacto que este tiene en las habilidades sociales de sus hijos e hijas. Los investigadores midieron la relación entre el apego paterno y el apego infantil y las habilidades sociales de los niños mediante pruebas de apego a los padres y a los niños en carácter individual. El estudio concluyó que existe asociación estadísticamente significativa entre el estilo de apego de los padres y el desarrollado por sus hijos, lo que significa que los niños y niñas son propensos a desarrollar el estilo de apego de sus padres. Sin embargo, se identificó posibilidades de desarrollar apego seguro aun si sus padres no presentan este estilo de apego.

En cambio, Valdés (2018), llevó a cabo un estudio de revisión bibliográfica cuyo objetivo principal fue analizar el desarrollo de los niños criados en familias monoparentales. Los tópicos principales de la investigación son relacionados a: familias monoparentales, desarrollo en niños en familias monoparentales, efectos en el desarrollo del niño a causa de ausencia de uno de los progenitores y necesidades para un desarrollo óptimo. La autora concluyó que el tipo de familia sí tendrá un impacto en el desarrollo psicosocial de los niños y aunque la familia tradicional no garantiza un mejor desarrollo psicosocial, plantean que la naturaleza de la familia monoparental puede ser un factor de riesgo no determinante para la salud del niño.

Noble (2018), en un estudio realizado con una población de 34 menores de edad que estaban siendo criados en hogares por madres sustitutas describió el control emocional y los estilos de apego que estos presentaban. La investigación de diseño cuantitativo no experimental tipo descriptivo y transversal se focalizó en dos objetivos principales: descripción del control emocional que presentaban los niños y niñas hacia sus madres y describir los tipos de apego de estos. Las conclusiones de la investigadora reflejan que la mayor parte de los niños y niñas obtuvieron puntuaciones adecuadas en el control emocional y desarrollaron un estilo de apego sano con sus cuidadoras (Noble, 2018). Por lo que, de acuerdo al estudio, los niños y niñas evidenciaron que a pesar de ser criados por madres sustitutas desarrollaron la capacidad de tener control emocional sin que la ausencia de la madre biológica les limitara dicho control.

Generalmente cuando se habla de familia, existe la idea de un colectivo que puede o no vivir bajo un mismo techo y teniendo o no unión consanguínea (Puentes, 2019). De modo que debemos darle una mirada a las familias constituidas donde los niños y niñas son criados por padrastros o madrastras. Galarza (2019), presentó un estudio cualitativo sobre la crianza en familias constituidas, cuyo objetivo principal fue identificar los estilos de crianza que llevan a cabo las familias constituidas. La autora utilizó una muestra de cinco familias constituidas que le permitieran responder a sus hipótesis y de las cuales haremos referencia a la más relevante para este artículo: ¿Cuáles son los estilos de crianza presentes en las familias agregadas o reconstituidas? Las variables examinadas durante la investigación fueron referentes a estilos de crianza al momento de ejercer control y calidez mediante afecto y aprobación en la relación con los niños y niñas.

La autora encontró que para la crianza los aspectos de comunicación, control, afecto y socialización son medulares, sin embargo, el estilo de crianza autoritario predominó en cuatro de las cinco familias. Aunque, a efectos concluyentes, evidenció que la edad de los progenitores y ser primerizos resultó ser una variable que influye en el estilo de crianza.

 

Desde el Impacto del Apego hacia la Psicopatología

A través de la literatura revisada hemos logrado tener una idea clara sobre el impacto del apego seguro mediante prácticas de crianza saludables y en el bienestar del niño y niña. Mientras que por parte del apego inseguro, las secuelas pueden trascender hasta protagonizar en la salud mental del infante la aparición de psicopatologías (Martínez, Meza y Oviedo, 2019). En el caso del infante adoptado, existe una predisposición a que pueda experimentar a lo largo de su vida sentimientos de vacío, pobre manejo de la separación, desconfianza y quizás un intenso sentimiento de pérdida tras la separación de su madre biológica (Corral et al., 2018). Pero esto por sí solo, no necesariamente conduce a conductas patológicas (Feeney, 2005; Corral et al., 2018).

Martínez, Meza y Oviedo (2019), realizaron una investigación cuantitativa con el propósito principal de interpretar los estilos de apego y la presencia de trastornos de ansiedad en niños y niñas. El estudio se llevó a cabo mediante 19 fuentes documentales que se centraron en tres criterios principales: autores que aprueban la relación directa entre los estilos de apego inseguro y los trastornos de ansiedad, autores que desaprueban la relación entre los estilos de apego inseguro y los trastornos de ansiedad, y autores que encuentran el apego como una variable en el origen de los trastornos de ansiedad. Los autores encontraron que la psicopatología sí es posible ante la desatención y negligencia emocional por parte de los cuidadores, predeterminando de forma riesgosa al niño y niña a que desarrolle un tipo de patología ansiosa (Brumariu, Obsuth y LyonsRuth, 2013; Martínez, Meza y Oviedo, 2019). Por otro lado, también hallaron que las psicopatologías pueden desarrollarse tanto en la infancia como en el futuro desarrollo del niño/niña, causando limitación para enfrentar adecuadamente situaciones en la vida y relaciones interpersonales.

Ahora bien, el dar una mirada que trascienda a la ansiedad, nos permitirá observar qué estilos de crianza no saludables pudieran o no ser significativos para el desarrollo de otras psicopatologías en los niños y niñas. En cuanto a este tópico, Aguilar et al. (2019), estudiaron el impacto de la crianza para el desarrollo de trastornos de ansiedad y depresión cuyo objetivo principal se focalizó en analizar las variables familiares, el estilo de crianza de los progenitores y la depresión y ansiedad en sus hijos e hijas. Para la investigación se utilizó una muestra de 554 niños y niñas en España y los datos fueron obtenidos mediante instrumentos que recogían información sobre los datos de la familia, la crianza parental y un sistema de evaluación de la conducta de los adolescentes. Los autores pudieron concluir que variables como la satisfacción con la crianza, apoyo, distribución del rol, métodos disciplinarios, compromiso y autonomía pueden tener un impacto significativo para que los niños y niñas desarrollen y mantengan trastornos internalizantes.

Sin embargo, ¿qué sucede si no es precisamente mediante sintomatología del estado del ánimo que el niño o niña manifieste las secuelas de una crianza no adecuada? Fernández (2018), en una investigación cualitativa, se propuso analizar la influencia de los estilos de crianza parentales y de variables personales y psicopatológicas en el desarrollo y el mantenimiento de trastornos de la conducta alimentaria. Para el estudio utilizó una muestra de 166 mujeres entre 16 y 44 años con trastornos alimenticios, como anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno de la alimentación no especificado; las variables preponderantes para el estudio fueron: desarrollo personal y alteraciones emocionales, estilos de crianza e influencia de estilos parentales. Los resultados mostraron que el rechazo y escasa calidez emocional influyen en la sintomatología bulímica, mientras que la depresión y la ansiedad continúan estando presentes ante la falta de apoyo y comprensión por parte del padre principalmente. Finalmente, aunque el estilo de crianza es un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos alimenticios, los autores constataron que en la muestra las variables de mayor influencia son aquellas relacionadas a insatisfacción corporal, depresión, ansiedad y baja autoestima, lo cual es congruente con gran parte de la literatura sobre estos diagnósticos.

Continuando en la línea de las emociones, Momeñe y Estévez (2018), presentaron una investigación por internet, cuyo objetivo fue analizar las relaciones afectivas con los padres en la infancia, con el fin de explorar cómo han repercutido en el mantenimiento de relaciones de pareja. Los autores utilizaron una muestra de 269 participantes entre hombres y mujeres entre 18 a 65 años. Algunas de las variables estudiadas fueron los estilos parentales, estilo de abandono, abuso, fracaso, subyugación, relaciones interpersonales y dependencias emocionales, violencia pasiva y percepción de incapacidad de afrontar responsabilidades cotidianas. El resultado de la investigación fue que, a mayor dependencia emocional, mayor abuso psicológico hacia sus parejas, disminuía en ellos el apego seguro y aumentaba el apego preocupado.

Otras conclusiones significativas de este estudio evidenciaron que en la medida en que aumenta la dependencia emocional, la persona se ve implicada en conductas de insatisfacción de sus necesidades emocionales proporcionadas por la figura materna en la infancia. En general, estilos de crianza mal adaptativos conllevan a que el niño o niña, cuando sea adulto, repercuta en un perfil disociador de relaciones abusivas, dependencia emocional y abuso psicológico.

Es precisamente en los primeros años de vida del infante y durante el proceso de crianza hasta la juventud, que él mismo encaminará el desarrollo de su personalidad ante las demandas de las influencias de sus recursos, tanto externos como internos (Ayala, 2018). Debido al impacto que puede tener la crianza sobre la personalidad del ser humano es que Díaz et al. (2019), presentaron un estudio correlacional no experimental, de corte transversal, que analiza los estilos de personalidad y las prácticas de crianza. Se llevó a cabo con una muestra de 80 padres con hijos entre 8 y 12 años cuyas variables se relacionaron a las prácticas de crianza, lo cual resulta significativo ya que los vínculos positivos y negativos de las figuras primarias del niño o niña serán preponderantes en sus estilos de personalidad (Ayala, 2018). Los autores encontraron que el estilo de personalidad más relevante fue el sádico y le atribuyen cierta responsabilidad a la influencia que hay por parte de la cultura colombiana, mientras que el estilo de menor acentuación fue el obsesivo compulsivo.

Entre los hallazgos de Díaz et al. (2018), los criterios clínicos en estilos de personalidad basados en el apoyo afectivo y tendencias a personalidad disocial encontraron relevancia en cuanto a los estilos de crianza mal adaptativos sobre la estima y resaltan el trastorno de personalidad límite el cual es mayormente reforzado por estos estilos de crianza tanto de la figura materna (con mayor proporción) o paterna. Finalmente, los estilos de personalidad más acentuados por estilos de crianza fueron: límite, esquizoide, evitativo y depresivo.

Mientras Sánchez (2019) converge con Díaz (2019), al llevar a cabo un estudio de revisión teórica y bibliográfica sobre la influencia que existe de los estilos parentales para el desarrollo de conductas antisociales en sus hijos e hijas. El estudio hizo referencia directa a 21 artículos mediante las siguientes variables: estilos parentales, conducta antisocial y procesos de socialización. El autor pudo observar que las conclusiones destacan que el nivel de apoyo y disciplina, grado de satisfacción y compromiso con la crianza, autonomía y distribución del rol del cuidador son predictores para el desarrollo y mantenimiento de conductas disruptivas y alteraciones emocionales en los hijos e hijas. Sin embargo, el autor también señala que es importante considerar otros determinantes sociales, pues al desarrollo de la conducta antisocial no necesariamente se le atribuye solo a una de las variables.

Los infantes con apego ambivalente generalmente pueden presentar conductas impulsivas, inseguridades en ocasiones, manifestadas por actitudes de dependencia en actividades de las cuales no requieren ser dependientes y a sus 17 años pueden presentar perfil de ansiedad (Kimelman, 2019). Este autor menciona que los infantes con apego evitativo usualmente son aislados, por lo que a su vez no manifiestan necesitar ayuda aún si la necesitaran, poseen un temperamento hostil y progresivamente estas características pasan a ser trastornos de conductas antisociales y agresivas.

 

Cómo Ayudar al Proceso de Adaptación y Construcción del Apego Seguro

El desarrollo del niño y niña no se centra únicamente en la atención que recibe de su figura materna Ayala (2018). También la autora indica que a este proceso aportan otros recursos significativos que en ocasiones atenderán las necesidades que presente el infante ante la ausencia de su figura principal. Es a partir del primer año de vida que el infante usualmente comienza a desplazar la atención de sus necesidades hacia las figuras secundarias y de mayor contacto (Bowlby, 1998; Ayala, 2018), aunque siempre su primera opción es la figura principal (Ayala, 2018). Sin embargo, Bowlby (1998), afirma que una vez que el infante logra establecer un vínculo sólido con la figura que presente mayores experiencias de interacción, lo cual es indiferente de la relación consanguínea, posteriormente se presentará como su figura principal, ante todas las demás.

De acuerdo a Corral et al. (2018), es común que los padres también experimenten sentimientos de frustración ante las conductas de sus hijos. Pero, si los padres observan intranquilidad en el infante durante el proceso de adaptación en el nuevo hogar, pueden acudir a estrategias sencillas que calmen la ansiedad de este como: consolarle, brindarle refuerzo positivo, reafirmación, proveer el contacto físico, acariciarle, validar sus sentimientos y mostrar comprensión. Esto al final le permitirá superar ciclos y eventos no resueltos anteriormente.

Autores como Carratalá (2014), citado en Rodríguez (2019), identifican algunas estrategias que fomentan al proceso de adaptación saludable: capacidad de los padres de brindar firmeza y contención, capacidad para favorecer el vínculo ofreciendo un apego sano y seguro, empatía y capacidad de mentalización, aspiración y capacidad para incluir a la familia orgánica, capacidad para impulsar la resiliencia, apoyo de la familia y ambiente. Pero, ¿será que la que la diferencia de no ser criado por la familia biológica puede afectar el proceso de aprendizaje del niño o niña?

Mouronte (2018), realizó un estudio correlacional con 209 padres y madres adoptivos, cuyo objetivo fue analizar la relación que puede existir entre las dificultades de aprendizaje y las experiencias tempranas adversas, mediante cuestionarios que recogen información presente y pasada de los participantes, datos relacionados al perfil y desempeño escolar, conducta general e historial diagnóstico de los niños y niñas. El estudio concluyó que hijos e hijas de familias adoptivas que presentan problemas académicos, problemas de conducta en el hogar y en la escuela e incluso ser diagnosticados con Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDH), presentan historial de exposición a experiencias traumáticas y abuso.

Una situación a la que darle importancia se plantea cuando se le habla al niño o niña de su pasado ; debemos reconocer el tipo de información y momento que entendemos idóneo para transmitirle la misma, lo cual puede traer en el niño o niña variedad de reacciones por lo que los padres deben preparase emocionalmente para ello (Gómez, 2018). Por otro lado, de acuerdo a Berástegui y Gómez como se cita en Corral et al. (2018), Golombok (2017) y Corral et al. (2018), afirman que los infantes que habían sido criados en familias homoparentales presentaban mayores problemas de externalización debido a las experiencias estigmatizadoras que habían recibido sus padres. Esta disponibilidad de los padres implica que puedan involucrarse en atender temas medulares para la comunicación, que a juicio de Golombok son: que el niño o niña conozca que ha sido adoptado, que el niño/a se familiarice con el lenguaje sobre adopción, que se hable con el niño o niña sobre adopción, que el entorno familiar del niño/a apoye su exploración, su curiosidad y su deseo de saber temas relacionados con la adopción, que se ayude al niño o niña a enfrentar el duelo y la pérdida de sus referentes biológicos, que se sostenga una imagen e identidad positiva en el hijo e hija y que se apoyen los planes en la búsqueda de la familia biológica, si se da el caso (Berástegui y Gómez como se cita en Corral et al. 2018).

 

Conclusiones y Recomendaciones

Desde la explicación de la Teoría de Apego de Bowlby (1969), no se condicionan las capacidades de desarrollar vínculos afectivos saludables al tipo de composición familiar u orientación sexual, lo cual radica en paradigmas anacrónicos únicamente sustentados por relatos de vida carentes de evidencia científica abarcadora. Los primeros años de vida del infante son cruciales para comenzar a desarrollar un apego seguro mediante vínculos afectivos que cubran las necesidades que esté presente en su desarrollo y el espacio relacional en el cual es criado. Los trabajadores sociales clínicos le damos una mirada a este elemento desde el enfoque sistémico, ya que, aunque el niño o niña comienza a crear un vínculo con la madre desde el embarazo, posteriormente identificará que existen figuras primarias que también atenderán sus necesidades. En este punto, el infante no es consciente del rol que posee quien le brinda los cuidados, sino que más bien fijará su atención en las figuras que consistentemente le brindan cuidados.

Se reconoce que más allá del desarrollo de un apego seguro, inseguro o ambivalente, también existe un paso hacia la psicopatología y donde las destrezas pro sociales y desarrollo de la personalidad están estrechamente relacionadas. Esto significa que en la medida que al niño o niña se le brinden las atenciones y cuidados adecuados ante su demanda, son más propensos a desarrollar apego seguro, de lo contrario, si sus cuidadores poseen estilos de apego inseguros o se llevan a cabo prácticas de crianza inadecuadas, el infante tendrá las bases que crean las condiciones para que desarrolle un estilo de apego inseguro (Bedoya et al., 2016). Aunque la crianza mediante apego seguro no es garantía para que el infante desarrolle este tipo de apego, lo cierto es que de acuerdo a diversidad de estudios la predisposición ha sido estadísticamente significativa de que así sea. De igual forma, esto sucede en términos del apego inseguro, sin embargo, no significa que el niño o niña posteriormente siempre vaya a desarrollar una psicopatología asociada a estilos de crianza inadecuados e incluso, no todos los estilos de apego inseguros presentan el mismo nivel de prevalencia. De todos modos, gran parte de las investigaciones sobre el tema convergen en que los estilos de crianza que satisfagan las necesidades del infante son recomendables para un desarrollo óptimo, pues en aquellos casos que no es así predisponen a que en el peor de los casos surjan en el niño o niña psicopatologías mayormente asociadas a ansiedad, depresión y estilos de personalidad, resaltando con mayor prevalencia el límite, esquizoide y evitativo (Díaz et al., 2019).

Resulta medular y recomendable que desde el trabajo social clínico se maximicen los esfuerzos investigativos sobre el tema del apego en la familia no tradicional. En Puerto Rico las investigaciones sobre la crianza y el apego en las familias no tradicionales son escasas. Además, se espera que este artículo apele al interés de trabajadores sociales clínicos y otros profesionales de la conducta humana y salud mental para que reconozcan la necesidad de la elaboración de instrumentos de medición para la conceptualización e investigación del apego en familias no tradicionales para potencializar la práctica clínica en la prevención de posibles psicopatologías.

Es preponderante para la visión sistémica del trabajo social clínico el abordaje del apego y cómo este trasciende las generaciones. Esto permite conceptualizar el vínculo relacional de hijos e hijas con sus figuras principales para lograr atender en niveles primarios, secundarios y terciarios el apego como un elemento que va más allá de la relación con sus cuidadores, como un posible factor de riesgo psicosocial del entorno, que puede dejar secuelas permanentes en el funcionamiento relacional del ser humano. Estas interrelaciones entre factores externos, como conductas y estilos de crianza y factores internos, como el desarrollo de problemas de salud mental son áreas inherentes a las competencias del trabajo social clínico que se orienta a la prevención, diagnóstico y tratamiento de afecciones disruptivas que alteran el funcionamiento del individuo y la familia. Se pretende, además, que los y las trabajadores/as sociales clínicos internalicen y profundicen, basado en los marcos conceptuales del apego, una mejora en los planes de tratamientos, mediante el avalúo biopsicosocial que se da previo a la etapa de las intervenciones.

Por otro lado, para el trabajo social forense, cuya especialidad se caracteriza por proporcionar al sistema judicial juicios de valor desde el conocimiento social, este abordaje puede aportar y facilitar la toma de decisiones para el proceso de evaluación de casos de custodia y procesos de coordinaciones de parentalidad, más ajustadas a la individualidad de cada situación, persona y familia. Estas consideraciones emergen ante la interrelación de los aspectos legales y los servicios sociales, donde recae la responsabilidad del trabajador social forense para adjudicar, en base a las capacidades parentales la custodia en el entorno más adecuado para los niños y niñas procurando su seguridad, bienestar y protección integral de los miembros de la familia.

 

 

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  1. 1 Trabajador social clínico. Maestría en trabajo social clínico. Candidato doctoral en Trabajo Social, Recinto Metropolitano, Departamento de Trabajo Social,
    Apartado 191293 San Juan Puerto Rico, 00919-1293. Correo electrónico: dr.meieronmyway@gmail.com