Reparto comunitario y gasto agonístico: diferenciaciones y hegemonías entre antiguos y nuevos migrantes chinos en Chile
Community distribution and agonistic spending: Differentiations and hegemonies among old and new Chinese migrants in Chile
Fecha recepción: marzo 2018 / fecha aceptación: junio 2018
Jorge Moraga R.1
Resumen
En este artículo indago en las migraciones chinas en Chile y en sus luchas por hegemonizar el campo de su comunidad. Me centraré en los dos grupos más relevantes en la actualidad: en primer lugar los antiguos cantoneses y su descendencia, presentes hace más de un siglo en Chile y, en segundo lugar, en las migraciones del siglo XXI, en especial los empresarios de la provincia de Zhejiang, quienes alcanzan cada vez más notoriamente las costas de América Latina. En un intento por refutar las concepciones que uniforman China bajo un halo folclorizable, fundamental e inmutable, me detendré en las distinciones internas, simbólicas y territoriales de los chinos de ultramar en Chile. Rastrearé entonces algunas instituciones configuradoras de sus disposiciones sociales y sus expresiones prácticas en un espacio neoliberal como el chileno, comparando algunos mecanismos de construcción y acumulación de capital simbólico, como la obligación de establecer guanxi 关系 (set de relaciones) y la construcción de mianzi 面子 (lucir una cara). En el análisis me centro en dos movimientos identificados desde la antropología como básicos en la “lógica del don”: el reparto comunitario y el gasto agonístico.
Palabras Claves: migración china en Chile, reciprocidad, economía del don, redes transnacionales, empresariedad.
Abstract
This article examines the different waves of Chinese migration to Chile and their struggles to hegemonize the field of their community in this country. In an attempt to refute approaches that standardize China under a folkloric, fundamental, and immutable halo, I will examine the internal, symbolic, and territorial distinctions among overseas Chinese in Chile. I will explore some of the institutions that have shaped their social predispositions in a neoliberal setting, like Chile and compare their main mechanisms in order to build and accumulate symbolic capital: the duty to guanxi 关系 (to establish relationships) and construction of mianzi 面子 (face, projecting an image). I will focus on the two largest groups at present: Cantonese immigrants and their descendants, who have been in Chile for several generations, and immigrants from Zhejiang Province, whose presence on the coasts of Latin America is increasingly notable. The analysis focuses on two identified movements from anthropological studies as the bases of the “logic of the gift”: the community distribution and the agonistic spending.
Keywords: Chinese migration in Chile, reciprocity, gift economy, transnational networks, entrepreneurship.
Introducción
La salida de emigrantes desde China hacia el mundo se ha concentrado históricamente en las provincias del sudeste chino: Guangdong, Fujian y Hainan. Sus principales destinos han sido el Sudeste asiático, Norteamérica y Europa. Sólo en las últimas décadas ha cobrado notoriedad la emigración desde Zhejiang, con clara dirección hacia destinos europeos (Pieke et al., 2004; Beltrán, 1996 y 2003; Nieto, 2001 y 2007). En el caso de Latinoamérica, a partir de 1970 y 1980 se ha identificado un aumento general del flujo hacia lo que algunos académicos han llamado “países nuevos”, en especial Paraguay y Brasil, con fuerte presencia de cantoneses y taiwaneses (MaMung, 2000; Troillet, 2000; Pan, 2006; Silva, 2008). En Ciudad del Este (Paraguay), por ejemplo, uno de los principales centros de distribución de mercancías falsificadas y contrabando del continente, se estima que viven al menos diez mil comerciantes chinos (Pinheiro-Machado, 2005; Pinheiro-Machado, 2017).
En Chile, si bien representan la décima comunidad de extranjeros, los chinos son la tercera que más ha crecido en los últimos diez años. No hay cifras exactas, pero es indudable la tendencia al aumento. De acuerdo a la Subsecretaría de Interior y Extranjería, en 2010 había 5.208 chinos, contra los apenas 1.653 contabilizados en el Censo de 2002 (INE, 2003; INE, 2013)2. Esto implica un alza sobre el 300% en ocho años, superados sólo por los inmigrantes de Perú y de Colombia. Por su parte, otros registros indican que la misma repartición de gobierno otorgó 14.890 “visas de residencia definitiva” a chinos entre 2005 y 2016 (Subsecretaría del Interior y Extranjería, 2017). En los consulados chinos en Chile (Santiago e Iquique) tampoco tienen cifras oficiales. Datos aproximados de las organizaciones chinas indican que en diciembre de 2016 habría más de 20.000 chinos en Chile. No existen estadísticas sobre orígenes regionales.
Como se sabe, los principales mecanismos de construcción, acumulación y jerarquización del capital simbólico entre los inmigrantes chinos son las estructuras de guānxi (关系) y mianzi (面子)3. El término guānxi se refiere a los diferentes tipos de “relaciones” personales y sus respectivas normas de reciprocidad. Su correlato, mianzi, es la acepción más usada para “cara” o “máscara”, concepto que remite a la posición de prestigio, al lugar que ostenta una persona ante los ojos del grupo. Cada individuo vive el imperativo de construir guānxi, de establecer su propia red de relaciones para así obtener mianzi, es decir, la valoración del grupo. Ambas estructuras responden a una “lógica del don”, a la obligación de dar-recibir-devolver que caracteriza las relaciones de reciprocidad. Éstas, por definición, contienen dos movimientos contradictorios: la solidaridad y la competencia. Solidaridad que se expresa en el reparto colectivo, acto que en sí mismo genera el segundo movimiento: de jerarquía y superioridad, pues pone al deudor en inferioridad ante quien dona, inaugurando una competencia por la posición social (Mauss 2008; Karsenti 2008).
Estos sistemas de reciprocidad -de manera similar a lo observado en otras partes del mundo- al ingresar en un sistema de libre mercado como el chileno, exacerban en su interior el movimiento de competencia y distancia social, el cual encuentra un potente estímulo en la lógica del consumo. La jerarquía y la posición social tienden a legitimarse, entonces, a través del gasto ostentatorio, expresión de la faz agonística de la reciprocidad, movimiento que agudiza la diferenciación social en el mundo chino inmigrante.
El núcleo migratorio de Guangzhou: culíes y comerciantes
Los primeros chinos llegaron al actual territorio chileno en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la dinastía Qing aceptó la salida de trabajadores desde China con la condición del consentimiento “libre y espontáneo” del migrante, expresado en una “contrata”. Se trataba de un papel impreso en el que -mediante su firma- aceptaban embarcarse para laborar por un período de cinco u ocho años en ultramar. Al subir a bordo, el culí recibía un pago “adelantado” que luego debía devolver en su destino. Las principales cadenas de este tráfico humano estuvieron controladas por comerciantes de los imperios de Inglaterra y Portugal (Macao). Esta mano de obra no llegó solo a colonias de esas metrópolis, sino también a otras tierras, como las Hispanoamericanas. Cuba (La Habana) y Perú (Callao) fueron los principales receptores (Segall, 1968). Al llegar a puerto, los traficantes vendían los contratos a nuevos patrones. A los trabajadores se les descontaba mensualmente el “adelanto” recibido en origen. Según explicitaban los contratos, debían estar dispuestos a desempeñarse en una amplia gama de labores: cultivadores, pastores, criados, etc. Otros en minas y “guaneras” en condiciones muchas veces infrahumanas. En términos generales, al parecer los empresarios locales respetaban el cumplimiento de los ocho años de trabajo y luego los culíes obtenían su libertad (Rodríguez Pastor 2001: 46-47). Muchos pasaron a conformar una masa de peones libres, junto con chilenos y peruanos de extracciones populares. En esta primera migración china, conocida como “Permisos por Contrato Laboral”, se calcula que entre 1842 y 1920 emigraron desde Guangdong más de 10 millones de personas (Beltrán, 1996). Es necesario distinguir esta migración semi-esclava de la migración de “hombres libres”, que por iniciativa propia llegaron a América atraídos por la Fiebre del Oro de California, transitando también a otras rutas. Se estima que entre 1840 y 1900 cerca de 2,5 millones de chinos llegaron a California como trabajadores libres (Tong, 20013). No hay conocimiento de cuántos de ellos llegaron a las costas peruanas y chilenas, aunque si se reconoce su presencia en Iquique y Pisagua, en pequeños comercios (Calle, 2014).
Tras la “Guerra del Salitre” (1879-1883), también llamada “Guerra del Pacífico”, el estado de Chile se apropió de las provincias de Tarapacá y Lamar, pertenecientes a Perú y Bolivia, respectivamente. La historiografía chilena destaca que el general Patricio Lynch, responsable de la ocupación a Perú, solevantaba culíes en las haciendas con la oferta de libertad4. Se formó incluso un “batallón de chinos”, cuya misión era hacer saltar minas o ayudar en la retaguardia, dirigidos por un héroe popular llamado “El General Dinamita”5 (Vicuña Mackenna, 1881). La población china obtuvo entonces la ciudadanía chilena, pero no cambió mucho su condición, pues continuaron en trabajos duros en la minería no metálica del guano, del salitre o en la construcción de líneas férreas en el Desierto de Atacama.
Tras esa ampliación militar, las principales ciudades que concentraban la población china pasaron a conformar territorio chileno: Arica, Iquique, Pisagua, Tocopilla y Antofagasta, por nombrar las principales. Esos primeros culíes cantoneses y esos primeros “hombres libres”, escasos en número y más bien alejados del deseo de aquellos latinoamericanos, lograron instalarse y establecer alguna descendencia6. No es menor constatar que el Club de Beneficencia Chung Wha de Iquique fue fundado en 1893, es decir apenas diez años después que terminó la mencionada guerra. Guerra que entre otras modificaciones convirtió a los chinos en “ciudadanos nacionales”, es decir integrados en un régimen universalmente “igualitario” y “democrático”, alejado, al menos en el papel, de las estructuras particularistas y aristocratizantes propias de la lógica del don (Caillé, 2004; Karsenti, 2008). Las principales familias llegaron pronto a consolidar tiendas de comercios, de abarrotes y carnicerías los más relevantes. Unos pocos linajes -notorios hasta la actualidad- lograron la distribución de esos productos en oficinas salitreras a comienzos del siglo XX, un éxito que estimuló la retribución al país de acogida (visible en la construcción de parques, colegios y otras donaciones públicas), las primeras muestras de ostentación pública de esta comunidad. En Iquique, casas comerciales notables fueron las de Man Vo Ton y Wing Chong Tay. Un especial orgullo, que persiste en la memoria oral, recorrió a esa emergente elite, quizás marcada por sus duros ritos de inicio. En paralelo a los exitosos, destaca el recuerdo de chinos pobres vendiendo interiores de animales (el excedente de la carne, tripas y órganos) a un cliente de extracción popular, en calles y marginalidades de la época. Algunos informantes especulan, por este hecho, sobre la influencia de la cocina china al emerger un nuevo gusto por tripas (chunchules7, nombrados así hasta la actualidad), corazones e hígados. En su mirada más culturalista, la conocida predilección de la cocina China por las piezas interiores del animal, hasta sus huesos, habría sido transmitida a sus pares de la época, el mundo obrero de Tarapacá y el desierto de Atacama.
Se trataba casi siempre de pequeños tenderos con escasa disposición a acumular capital para reproducir en otras inversiones. Es decir, no es un habitus empresarial, sino comerciantes más preocupados de la supervivencia o ampliación de sus negocios que de la multiplicación del capital en sí mismo.
Una segunda escena deriva no sólo de esos primeros inmigrantes y la expansión de sus redes. Entre 1900 y 1933 llegaron a la zona norte de Chile unos 2.600 cantoneses motivados por el momentáneo éxito de la industria salitrera (Lin Chou 2004). A partir de 1931 se constata además una migración tras la ocupación japonesa y la instauración de un gobierno títere en la zona de Manchuria. A estos grupos se sumó un número menor de taiwaneses tras la instauración de la República Popular China (RPCh) en 1949, flujo que cesó en 1970, cuando el gobierno de Salvador Allende estableció relaciones diplomáticas con la RPCh. No se debe olvidar que la división entre nacionalistas y comunistas se dio principalmente en la colonia de Santiago, pues en Iquique y Antofagasta el Kuomingtang era fuerte y casi todos los chinos anticomunistas (Lin Chou 2004:258-261).
Pese a los múltiples escollos cotidianos y legales, los descendientes de estos grupos tendieron a integrarse de diferentes maneras en la sociedad chilena.
El dispositivo migratorio de Zhejiang y el nuevo empresariado
El momento más potente de los chinos en Chile se aprecia desde fines del siglo XX y consiste en la llegada de nuevos migrantes desde zonas muy variadas, como Henan, Hunan, Shandong, Fujian, Tianjin, Sichuan, Beijing o Guangdong, por nombrar algunas. Pero especialmente de la provincia de Zhejiang, que ha consolidado en pocas décadas extensas redes de comerciantes transnacionales. Su emergencia no es casual, pues respondería a un habitus comercial que algunos entusiastas del capitalismo le otorgan al menos mil años de existencia en China (Gates, 1996). Otros autores intentan anclar esta dinámica empresarial de Zhejiang en un supuesto ethos propio de Wenzhou: la llamada teoría “pragmatista” (shigong xueshuo) desarrollada durante la Dinastía Song del Sur (1127–1279), a partir de la escuela Yongjia —Wenzhou—, que propugnaba un gobierno basado en el comercio y la agricultura, considerados base de la riqueza (Cai, 1999: 28-31). Independiente de su densidad histórica, en Zhejiang se experimentó a fines de los 70 con las primeras licencias de gètǐhù (pequeños y medianos comerciantes) otorgadas cada vez con más liberalidad en China con el avance de las reformas de Den Xiao Ping (Hsu, 2002).
A diferencia de otras regiones migratorias chinas, los zhejianeses se han asentado de preferencia en Europa (Beltrán 1996; Moraga 2012). Son mayoría absoluta en España (180.000 chinos en total, 90 % de Qingtian y en menos grado de Wenzhou, ambas en la provincia de Zhejiang). Fueron también mayoría en la Italia pre-Berlusconi, que muchos abandonaron buscando mejores tratos formales y cotidianos. Lo son asimismo en el Petit Wenzhou de Paris y tienen presencia relevante en la fragmentación de países balcánicos y en Centro-Europa (Nyíri, 1999). Son esas mismas redes de relaciones (guanxi, 关系) zhejianesas, en un número no menor con grandes acumulaciones de capital, las que se posicionan con notoriedad en Chile.
Como se sabe, las nuevas migraciones se han visto potenciadas por el tratado de libre comercio entre China y Chile del 2005. Las escasas 370 visas de residencia definitiva que entregó el gobierno de Chile a ciudadanos chinos ese año, escalaron hasta llegar a un total acumulado de 14.890 en 20168. Entre otros efectos, el intercambio comercial entre ambos países pasó de los US$ 278 millones de dólares registrados ese año a US$ 31.200.000.000 millones de dólares diez años más tarde. Es decir, aumentó más de 100 veces. En la actualidad, China es el principal socio comercial de Chile. De las 15 regiones de este país latinoamericano, 10 tienen como principal socio comercial a China (Banco Central XX). El monto del intercambio comercial desplazó, hace tres años, la preeminencia comercial de Estados Unidos.
En parte este aumento se debió a la presencia de los nuevos empresarios “desde abajo”, en especial con origen en Zhejiang. Pero sin duda la considerable alza del capital en los últimos años se explica por el ingreso al mercado de grandes empresas transnacionales chinas y sus representantes en Chile, una “elite empresarial” sin contacto con los anteriores migrantes. Como resulta evidente, estas prácticas de los zhejianeses -así como también el emergente nuevo empresariado institucional-estatal “desde arriba”- responden a una lógica cultural y estructuras en gran parte predefinidas en origen, pero no es posible olvidar que este sello se encuentra incrustado en procesos de acumulación de capital con signo global (Ong, 2012).
Pero este flujo con signos globales tiene, claro está, un « aterrizaje » local en sus diferentes destinos. Revisaré brevemente, entonces, los espacios territoriales más importantes con chinos asentados en suelo chileno.
En la actualidad los zhejianeses, si bien no son mayoría, constituyen importantes núcleos de influencia en Santiago e Iquique. Tal es su importancia que la Fundación Pro-Chile, la institución gubernamental que estimula el comercio exterior, destaca especialmente a Zhejiang como socio relevante para el empresariado chileno. Su presencia está concentrada en dos espacios. El primero, un “barrio chino” en permanente expansión desde la primera mitad de la década del 2000, que ha surgido en Santiago en el sector de Estación Central, en los antiguos barrios Meiggs y Unión Latinoamericana9. El segundo, en la Zona Franca del puerto de Iquique (ZOFRI), conformado por comerciantes-importadores, dedicados a la venta mayorista10. Ambos núcleos comerciales concentran gran parte del capital simbólico, social y económico del actual mundo chino en Chile.
En el caso de la ZOFRI, China es su principal país proveedor: el 2015 aportaba el 41% de las mercancías que ingresaban por esta vía11, punto desde el cual se distribuyen a otros países de América Latina (en especial Bolivia, Paraguay y Brasil). El 2015 había 367 empresas chinas en la zona franca, las que aumentaron a cerca de 500 el año 2017. La mayoría, como ya es de suponer, corresponden a empresarios con origen en Zhejiang (Ningbo, Hangzhou, Yiwú y Wenzhou, son las ciudades con más registros), aunque también hay presencia de Shanghai, Beijing y Guangzhou, entre otras provincias, además de Taiwán, Estos empresarios en los últimos cuatro años han invertido U$100 millones de dólares en terrenos y construcciones en la ZOFRI. Sólo por mencionar otro ejemplo del impacto local de este empresariado: hace diez años Chile ya estaba entre los cinco países del mundo que más importaba automóviles chinos. Estadísticas entregadas por la Asociación Gremial Comercio y Desarrollo Económico Chile-China indican que en octubre del 2017 Chile llegó al tercer lugar (entrevista con Guan Jintao, presidente de la Asociación Gremial Comercio y Desarrollo Económico Chile-China y Asociación Beijing-Chile, marzo 2018). En la ZOFRI, la venta de automóviles es el negocio que aporta más dinero entre todas las mercancías que allí se distribuyen (Aduanas-Chile, 2016).
En el barrio de la Estación Central -en Santiago de Chile- y las cercanías del Metro Unión Latinoamericana se han construido siete mall exclusivamente chinos. El más notorio fue inaugurado hace siete años en la principal avenida de Santiago de Chile, la Alameda. Es el concurrido Universo Chino. En sus comienzos, en su interior se emitía incluso un programa de televisión propio, mediante circuito cerrado, que promocionaba las diferentes tiendas y productos. En su propiedad participan socios zhejianeses, como muchos de sus locatarios. Al costado se ubica el mall Asia-Pacífico, inaugurado hace pocos meses (enero 2018), y que contempla la construcción de un hotel sobre los pisos de tiendas. El dueño es de Anhui, con familia de la RPC que desde Taiwán emigró a Chile hace más de 30 años. Su familia es dueña de la cadena de tiendas Fashion Park. A dos calles de distancia, en Sazie y Conferencia, se encuentra el Centro Comercial Zhejiang, inaugurado el 2017. La propiedad es de una familia de Wenzhou (provincia de Zhejiang), lo administra el tercer hermano, que antes intentó negocios Italia, España y Portugal. Su familia tiene una inmobiliaria y negocios de vestuarios en Europa. Tienen ramas también en Serbia y en el Medio Oriente. En la misma calle Conferencia está uno de los mall más antiguos, de la Asociación Gremial de Empresarios Chinos en Chile y administrada por un zhejianés con formación de publicista que logró conseguir locatarios gracias a la promoción que realizó en sus redes transnacionales de paisanos y amigos.
Una historia similar es la del primer mall fundado en la ciudad. En la popular calle San Diego, frente a galerías de libros viejos, se instaló a comienzos del 2000 el Mall Chino. Un edificio de tres plantas construido originalmente por la Municipalidad de Santiago para albergar el comercio de artesanos lisiados. Durante más de 20 años permaneció casi deshabitado y con poco público. Hasta la llegada de los comerciantes de Zhejiang, muchos de Qingtian, que lo transformaron en una feria de bolsos, ropa, juguetes, zapatillas y complementos. Poco a poco la propiedad se fue traspasando a chilenos y muchos de los dueños originales pasaron al Mall Universo Chino. Hasta hoy en sus dependencias funciona la sede de la Asociación de Empresarios de Zhejiang.
Como describo, los de Zhejiang juegan un rol clave en acuerdos y alianzas comerciales. Pero me interesa ver cómo se constituye ese ethos empresarial, qué instituciones configuran las disposiciones de estos emigrantes, en especial a ciertas prácticas comerciales y sus diferencias con los chinos ya históricamente asentados en Chile (Bourdieu, 1997).
Esta apertura a la emigración, este lanzarse al mar como empresarios privados (xia hai, 下海),) en muchos aspectos respondió a un discurso estatal del PCCh que lo alentó como modelo patriótico que debía ser emulado. Con las reformas de Deng Xiaoping, a partir de 1978, Zhejiang fue la primera provincia donde se permitieron los permisos para trabajar en forma autónoma: ser gètǐhù, pequeño empresario que generalmente montaba un negocio familiar. Dentro de Zhejiang el puerto de Wenzhou fue una de las primeras ciudades en desarrollar una economía de mercado en China. En 1984, el gobierno la nombró entre las 14 ciudades costeras abiertas al exterior, lanzándola a un imparable auge comercial. En un par de décadas, Zhejiang se convirtió en la primera provincia sin ningún condado bajo el umbral de la pobreza. Wenzhou es un ícono del éxito empresarial: controla el mercado mundial de las gafas, los zapatos y los mecheros. También presenta un gran desarrollo en la industria del vestuario, los artefactos sanitarios, materiales de construcción y papel, donde también compiten por el control de mercados mundiales. Tal es su éxito que, como sabemos, emergió el término « Modelo Wenzhou » para referirse a un éxito económico basado en la competencia y las reglas capitalistas dentro de China.12 Casi todos los wenzhouneses reiteran, con orgullo, que son originarios de la ciudad « más capitalista de China ». Una especie de aura monetaria enviste a estos empresarios que se consideran pioneros y un ejemplo dentro de su país. “El capitalismo no es Estados Unidos, es China. Y en China, más fuerte es Wenzhou”, me dijo en una ocasión un ufano entrevistado. A Sudamérica están llegando los hijos y nietos de esos “pioneros” getihu de los ‘80 y ‘90.
En paralelo, Zhejiang vive la construcción de una identidad migrante que atravesaría históricamente la zona. La discursividad oficial e intelectual se muestra interesada en el rescate de las tradiciones y en el reforzamiento político de las identidades locales. Impulso que coincide con la llamada “nativización” o bentu hua que se aprecia en ciertas líneas oficiales de la academia china. En este caso, la invención de una tradición que coincide en un punto: el empresario emigrante sería el sujeto social característico de la zona. Aunque en términos estrictos la conformación de un “distrito de emigrantes” se constata sólo desde 1990 (Beltrán, 2003) este impulso de origen impregna las actuales redes. Por poner un ejemplo, uno de sus condados, Qingtian, a comienzos del siglo XXI contaba con 500 mil personas. El 2008, 250.000 de ellas -es decir la mitad de su población- ya eran huaqiao (emigrantes transnacionales) (Gobierno de Lishui, 2009).
La escena descrita hasta ahora ha tomado un nuevo giro con la llegada de empresarios que representan a grandes empresas estatales o estato-privadas chinas, despectivos e indiferentes con los anteriores migrantes y con las pequeñas diferencias o roces regionales que pueden existir entre ellos. Es el gran capital que comienza a hacerse presente en Chile, aún en términos muy menores y, como mencionaba, altamente desvinculado de las anteriores migraciones. Es una nueva elite con potentes relaciones tipo guanxi en China. Recuérdese además que en Chile la inversión China ha sido mínima en comparación con otros países latinoamericanos, lo que hace aún menor la presencia de altos ejecutivos chinos en este país. Son quizás los primeros atisbos de las nuevas políticas oficiales chinas, en particular “One Belt One Road” (Una Senda una Ruta), proclamada oficialmente por el presidente Xi Jinping, que en la práctica ha tendido a establecer puentes y buscar socios desde grandes empresas nacionales o transnacionales chinas.
Guangzhou y Zhejiang: reparto comunitario y gasto agonístico en la nueva escena
En ese contexto, dos de las principales estructuras de reciprocidad tradicionales chinas, el mandato de construir relaciones (guanxi) y la obligación de mantener la cara (mianzi), tener prestigio social, se han resignificado entre los Zhejianeses, generando más de un problema con sus connacionales en Chile. La obligación del guanxi ha tomado un tinte utilitario, por algunos llamado guanxi-xue, un poco en burla y por lo mismo estableciendo relaciones sociales basadas en la pura formalidad, privilegiando la oportunidad de hacer negocios y menospreciando el antiguo renqing (sentimientos), que debía primar en cualquier acercamiento a un extraño, incluso en las relaciones comerciales. Y por otro lado la cara (mianzi) ha pasado a ser sinónimo de la ostentación del dinero.
¿Pero cómo viven los antiguos cantoneses la llegada de estos vecinos modernizados y con dinero? Generalmente los chinos “antiguos” sitúan a los de Zhejiang en una jerarquía simbólica diferente. No dudan en calificarlos como chinos con dinero, algunos ni vacilan en decir que los que llegan a Chile son « chinos cuicos »,13 en contraposición a un nosotros conformado por los « chinos pobres » o « chinos esforzados ». Construcción fantasma, pues no cabe duda que la elite cantonesa tiene también un gran poder económico, tanto por los años de acumulación de capital como por el conocimiento sobre cómo funcionan las redes, contactos y legitimidades locales. Apelando a un sustrato de valores, los antiguos cantoneses también los tachan de nuevos ricos, con la cuota de superficialidad y vulgaridad que ello imprime.
Las nuevas generaciones de empresarios, en especial los wenzhouneses y zhejianeses en general, no se muestran molestos con la caricatura que se les asigna, más bien estimulan su forma. Bien vestidos, con trajes a la moda, intentan lucir los significantes del éxito. Al igual que en otras partes del mundo, ostentan públicamente su mianzi en automóviles de marcas caras, teléfonos de alta tecnología, tablets y ordenadores de última generación. Esto no niega sus diferenciaciones internas. Se aprecia la tendencia a que los empresarios dueños del capital no viven a tiempo completo en Chile, sino que dejan a otros parientes, por lo general de ramas pobres de la familia, a cargo de la administración o atención del local, especialmente cuando se han instalado en provincias. Es notoria la vestimenta y el aire más campesino entre algunos recién llegados desde España, por ejemplo, como un grupo de qingtianeses que han comenzado a instalarse en la calle Sazie, desde Abate Molina al Poniente, o en algunos restaurantes para clientela china trabajadora.
Pese a las diferencias internas de los zhejianeses, el proyecto tiende a desplegarse no sólo en torno a la reproducción de un pequeño negocio, sino a la acumulación de capital con el fin de posibilitar el gasto entendido como inversión y como don agonístico. Una ley del derroche que implica gastar no sólo para generar confianza y cercanía, sino también para demostrar jerarquía y superioridad.14 Se constituyen, jerarquizadas por este excedente, familias transnacionales, en las que el pariente que es dueño del capital vive en un tránsito constante entre China y Latinoamérica, o entre Europa y Latinoamérica, siguiendo un verdadero calendario “ritual” según los momentos comerciales de cada país donde tienen tiendas15.
Entre los « antiguos de Guandong », por su parte, el ideal empresarial suele presentarse con más moderación y no dudan en criticar a los recién llegados. Se percibe asimismo cierto aire de superioridad al hablar sobre sus paisanos, y no sólo de los zhejianeses, sino del resto de las provincias en general, más aún cuando son del interior del China. Cuidando todas las diferencias, las palabras de Crissman, que parecían caducas cuando en 1967 escribía sobre sobre la clausura regional y lingüística de las organizaciones chinas norteamericanas, parecen revivir medio siglo más tarde en Santiago de Chile (Crissman, 1967).
Por cierto, hay razones. Primero: los antiguos sienten que se han ganado su posición a costa del esfuerzo desplegado por décadas en medio de una sociedad « racista » como la chilena, que han debido sortear todo tipo de prejuicios, campañas públicas de desprestigio, incluso arbitrarias restricciones legales16. Pese a sus dificultades, han conformado familias de peso, ya con varias generaciones en el país de destino. Les resulta un poco chocante, entonces, la llegada de los nuevos chinos empresarios, “que con la arrogancia del dinero creen que son dueños del mundo”, según comenta un cantonés con 40 años en Chile. “Tampoco les interesa asentar raíces, dudo que quieran criar y menos educar a sus hijos en Chile”, explica otro de los antiguos.
En segundo lugar, también de manera similar al fenómeno observado en otros países con migrantes chinos, se trata de un discurso ético. Casi todos los “antiguos” respetan y estimulan pautas de comportamiento que apelan a valores confucianos, entendidos como el valor de una reciprocidad y las reglas de un guanxi no sólo monetarizable ni utilitario. Consideran que los empresarios que tuvieron su auge y crecimiento a partir de la instauración en los ‘80 de las licencias gètǐhù, con su evolución hacia un nuevo empresariado, son más fríos y calculadores que solidarios y leales.
En tercer lugar, hay un discurso en torno a las fuentes de la identidad de cada grupo. Los cantoneses sienten con más peso el vínculo territorial y, por lo mismo, estimulan un fuerte imaginario con sus aldeas y ciudades de origen. Critican, entonces, el supuesto desarraigo de los “nuevos”. En todo caso, quizás para instalar algo de justicia ante el prejuicio de los cantoneses, es posible señalar que entre los de Zhejiang este aparente menor peso de la tierra en la conformación de su identidad, puede explicarse por la dispersión mundial de sus familias, con la cuales sí mantienen un fuerte lazo. Muy pocos, en todo caso, quisieran morir fuera de sus lugares de origen. El lazo identitario, si bien toma elementos individualizantes, alejándose en parte de la prescripción definida por un territorio, mantiene la potencia del linaje, la sangre.
Esa lucha por definir la identidad del grupo no ha estado ausente al interior del grupo de los primeros cantoneses. Muchos de ellos son de origen hakka17, provenientes de aldeas empobrecidas en los alrededores de Cantón. Origen que no todos están dispuestos a reconocer. Prefieren instalar fotos del moderno Guangzhou o de Hong Kong en sus restaurantes, como íconos de sus raíces. El conflicto entre los socios del club Chung Wha de Iquique no fue menor cuando la antigua dirigencia, hablante de cantonés, fue desplazada por los menospreciados hakka (entrevista a dirigente Club Chung Wha-Iquique, septiembre 2017; entrevista dirigente Centro Cheng Ning Hui-Iquique, agosto 2017).
Pese a las diferencias, en la discursividad de ambos grupos hay una máxima que se escucha casi por igual: “Si me van a explotar, prefiero ser esclavo de mí mismo”, como repiten hasta el cansancio tanto quienes aún están en la etapa de acumulación de capital –buscando ser independientes- como quienes ya lo son y sueñan con sus nuevos comercios.
En algún punto cantoneses y zhejianeses comparten el ideal del emprendimiento. Los zhejianeses porque han internalizado el habitus empresarial de la china post-mao. Y los huaqiao cantoneses quizás porque en su gran mayoría siempre pretendieron negar el ideario comunista. Los chinos de Iquique con más altisonancia que los de Santiago, fueron férreos opositores a la revolución maoísta. El propio local del Club Chung Wha era la sede del partido nacionalista del Kuomingtang, y fueron públicas sus relaciones con los políticos conservadores y católicos de la zona. Su anticomunismo era explícito en editoriales y notas de prensa publicadas en el periódico de derechas “El Tarapacá” (Palma y Montt, 2017). Sin embargo, desde que la Política de las Tres Representaciones de Jian Zemin elevó al empresariado a la categoría de clase revolucionaria, los cantoneses, y los huaqiao en general, tal vez sin quererlo, han pasado a formar parte del proyecto modernizante del Estado. En un cambio muy vistoso, el Estado chino ha reciclado una nueva versión del confucianismo, promoviendo el valor colectivo y el respeto a las jerarquías frente al individualismo egoísta del gètǐhù más corriente.
Algunos antiguos cantoneses defienden la necesidad de impulsar una categoría de empresarios más elevada: el llamado « empresario-ru » (rúshāng), un emprendedor que respete los valores confucianos tradicionales. No desconocen que un rúshāng también debe operar según la racionalidad económica propia del mercado, pero debe cumplir con algunas virtudes como la honestidad y el compromiso cívico.18
Un rúshāng debiera legitimar su autoridad por su ética incorruptible, su entereza moral y su capacidad de hacer donaciones « desinteresadas » al grupo, más allá de su beneficio personal. Siguiendo una ética de la reciprocidad, este tipo de legitimidades se aprecia sólo en los antiguos líderes con mayor presencia pública y con más mianzi entre sus grupos de protegidos. La Sociedad de Beneficencia de la Colonia China Chung Wha, por ejemplo, (la más antigua organización china en Chile, fundada en 1893) ofrecía cada Año Nuevo un banquete público en la calle Maturana, en Santiago, con cientos de platos con gallinas enteras, patos y cerdo en un evento que congregaba unas 800 personas. Para ellos, la cara o mianzi se acercaba más a una conducta basada en lian19, el respeto a priori a las normas de virtud, la lealtad y la honestidad, aunque ratificando la supremacía del dinero y el poder económico.
Con sus tiranteces, la irrupción de la empresariedad no se constituye a partir de un simple reemplazo de un “estadio anterior”. Al contrario, el ideal de ser empresario y la emergencia de un nuevo imperativo ético impulsado por el Estado chino, condensado en la fórmula del empresario-ru, responde a una lectura de los valores confucianos más tradicionales, enlazándose así con antiguas prácticas culturales. Esto explicaría en gran medida la legitimidad del mianzi asociado no al cálculo racional sino al “derroche” colectivo u ostentatorio, en tanto los individuos que han logrado traspasar ciertos niveles de acumulación y consumo personal, junto con ganar liderazgo, consolidan y acrecientan su mianzi con donaciones públicas que ratifican su honor y superioridad.
Este tipo de chinos refuerza la solidaridad grupal en el reparto comunitario, pero con sus actos tiende a perpetuar las jerarquías tradicionales, las extensas redes de subordinaciones y dependencias de sus inferiores. Estos grupos han detentado por décadas un mayor capital no sólo social, sino también económico, que les ha permitido una instalación privilegiada en comparación con otros connacionales. Por poner un ejemplo, en el Centro Chung Wha no aceptaban chinos de otro origen que no fuera cantonés. Esta misma primacía se aprecia en otras asociaciones, como la Asociación de Empresarios Gastronómicos Chinos cuando en sus reuniones la lengua cantonesa rápidamente hegemoniza el discurso, dejando fuera de las conversaciones a todos los chinos de otros orígenes.
Sin embargo, estas redes tradicionales se están viendo cuestionadas por los nuevos inmigrantes. Los de Zhejiang los acusan de prácticas « feudalistas », pues según ellos se niegan a aceptar la libertad laboral y la competencia dentro de las reglas del mercado:
Los viejos cantoneses hablan de modernidad cuando les conviene. Se dicen abiertos a los cambios y admiran a la nueva China. Pero en la práctica no están dispuestos a cambiar nada. Son feudalistas: creen que sus trabajadores son sus siervos, que les deben lealtad por haberles dado un puesto de trabajo, comenta un empresario independiente de Zhejiang, representando un punto común en la nueva escena, una opinión que se repite casi como un eslogan entre sus pares al criticar a los antiguos.
Quizás por lo mismo, las antiguas asociaciones cuentan cada vez con menos participantes. La antigua Asociación Chung Wha de Santiago, por ejemplo, empeñada en enseñar caligrafía y otros signos de estatus ligados a la alta cultura, ya casi no cuenta con asistentes. Salvo los fines de semana, cuando funciona en su local una escuela de lengua china dirigida a hijos de chinos. Además de su clausura interna definida en sus estatutos, pues para ser socio debía cumplirse con los requisitos de haber nacido en china y hablar chino20, operaba también la clausura, no dicha, de ser cantonés. Hoy no es más que un signo de poder de las pocas familias antiguas que la sostienen.
En el Club Chung Wha de Iquique se aprecia un decaimiento similar. Las siguientes palabras de un dirigente del Centro Chen Ning Hui de esa ciudad bien podrían caracterizar el tránsito actual, cuando imagina iniciativas empresariales como una posible solución a la actual crisis:
“Yo creo que la única posibilidad es que nosotros, como Cheng Ning Hui, como descendientes chinos logremos…, que podamos lograr cambiar el chip de la gente (se refiere a los antiguos dirigentes) y abrirnos a la comunidad, quizás que el Cheng Ning Hui sea una casa donde puedan ir todos los iquiqueños y podamos traer de repente, no sé, hacer un esfuerzo, transformarlo en un negocio y que todos los iquiqueños puedan ir a una clase de reiki por decirte algo”
En el caso cantonés, quien más dona adquiere mianzi al convertirse en superior por este hecho, obteniendo legitimidades políticas y autoridad entre sus pares, las que deben ser equilibradas con un comportamiento honorable, con lian. En el empresariado de Zhejiang y en la elite del nuevo empresariado-estatal, estas donaciones, si bien son indispensables para sostener la jerarquía y buscar guanxi, son consideradas un gasto marginal necesario para el objetivo último de maximizar el capital.
“(Todas las actividades y donaciones) Incluso ahora, sea los eventos que hemos realizado, o las presentaciones que celebramos todos los años, o la promoción cultural (…) Independientemente del tipo de promoción, al final todo tiene que resultar en el ámbito económico, la cultura es sólo una forma, porque es más fácil de ser aceptada en el momento de popularizarla o integrarla, también es más rápida, por lo tanto se usa la cultura como una pavimentación previa, sin embargo, eventualmente la economía es el escenario principal” (Dirigente de una asociación empresarios chinos, entrevista marzo 2018).
Entre los nuevos empresarios, entonces, también prima más el movimiento agonístico que el solidario del don, al articularse la generación del prestigio, de mianzi, con patrones de consumo y derroche ostentatorio definidos generalmente por su valor en el mercado. La actual hegemonía zhejianesa de mianzi sobre liǎn (脸) remarcaría ese sentido.
Con todas sus diferencias, en cada uno de los segmentos se aprecia que una vez alcanzado cierto nivel de acumulación monetaria, todo chino que pretenda mianzi y poder entre sus pares, se ve interesado en un segundo nivel de gasto: la representación de la cara (mianzi) hacia el espacio de la chilenidad. En ese sentido, la formación de asociaciones que divulgan la cultura china, la “ayuda mutual” y la “beneficencia” representó durante décadas el modelo cantonés. Por su parte, el paradigma del nuevo empresariado es la formación de “Cámaras de Comercio” o “Agrupaciones de Empresarios”. Se cuentan 15 sólo en Santiago, las cuales efectúan un detallado trabajo de lobby con autoridades nacionales de diverso tipo, que incluye donaciones públicas, invitaciones particulares a China o regalos que generan cadenas de deudas. Una muestra de la nueva tendencia se encuentra en el cambio liderado por un importante grupo de antiguos cantoneses, que el 2017 fundaron también una asociación basada en sus intereses empresariales: la Asociación de Empresarios Gastronómicos Chinos en Chile.
Casi todas las provincias chinas presentes en Chile mantienen una asociación de empresarios. Entre ellas destaca la Asociación de empresarios de Zhejiang, que ha invitado consecutivamente en los últimos años a China a delegaciones de funcionarios de la municipalidad de Santiago, para fortalecer el guanxi. Destaca asimismo la Asociación de Empresarios Chinos en Chile, con socios de variados orígenes, entre quienes descollan los zhejianeses, con participación en importantes empresas y malls. La dirige el carismático líder Wang HeXin, quien organiza y financia personalmente cada año la celebración oficial del Año Nuevo Chino en Santiago de Chile. Festejo que cuenta con el respaldo de la Embajada de la República Popular China y con la presencia de autoridades del gobierno nacional. Sin embargo, en los últimos dos años la Asociación Chung Wha se ha marginado de esta actividad, quizás una muestra más de las divergencias entre antiguos y nuevos chinos en Chile.
Conclusiones
Al observar estos grupos en Chile es posible proponer se perciben tensiones y acoplamientos entre sus estructuras de reciprocidad tradicionales y las legitimidades propias del campo capitalista basado en la competencia y el cálculo económico (Bourdieu, 1997: 175).
En el caso de los nuevos empresarios, el acoplamiento ha tendido a resignificar mianzi y guanxi (面子 ; 关系) como eficientes estructuras simbólicas cuya meta es el lucro y el éxito económico, incentivando la libertad individual y la competencia. Para ellos, la principal “ley” de construcción de mianzi consiste en la acumulación de dinero para su posterior reconocimiento y ostentación. Una lucha agonística por apabullar por medio de la ostentación. En ese sentido, La necesidad social de construir “cara” constituye uno de los principales potenciadores del ingreso de los chinos migrantes en las estructuras capitalistas de la modernidad chilena, al homologar el prestigio dentro del grupo con la eficacia de la racionalidad instrumental y la obtención de ganancias. El ethos de la nueva migración predispone una doxa más individualista que colectivista, basada en principios más universalistas que particularistas. Sus redes recíprocas de guanxi, entonces, han tendido a reconfigurarse hacia un extremo más societal que comunitario. En ese sentido, en los chinos de la actual emigración prima un modelo de vida basado en las prácticas empresariales individuales y la búsqueda de relaciones guanxi utilitarias.
Entre los antiguos cantoneses también se aprecia un tránsito hacia las nuevas disposiciones, pero estimulando el respeto a pautas de comportamiento que apelan a valores confucianos, aplicados a las reglas de reciprocidad de un guanxi y un mianzi no sólo monetarizables ni utilitarios. En el caso de la construcción de “cara”, al menos cuando la conceptualizan, remarcan su necesario carácter ético, apelando a una conducta honesta y virtuosa. Pero esta introyección del “valor” en cada agente conlleva muchas lecturas. Una de las más comunes es comprender dicho “valor ético” como una forma de incrementar la ganancia monetaria. Coinciden asimismo con sus nuevos paisanos en la ostentación de la “cara” a partir de la “quema agonística” de una parte de sus excedentes, ya sea a través de la compra de objetos de consumo o en apoyos comunitarios. Esto obliga a que guanxi, opere en no contadas ocasiones más en su sentido de competencia que de solidaridad, generando deudas de gran amplitud temporal y funcional, las cuales deben ser retribuidas con favores sin plazo fijo, solidificando lealtades jerárquicas.
Pese a las anteriores tendencias, es imprescindible destacar que también opera la lógica de la solidaridad, sin la cual sería imposible la supervivencia y menos el crecimiento de las redes inmigrantes chinas en Chile, las que se encuentran engarzadas, al menos en su primer movimiento, en la lógica del reparto comunitario.
En resumen, las profundas redes basadas en la lógica del don operan de forma ambivalente tanto en el reparto comunitario como en la rivalidad y el antagonismo. Al menos discursivamente, en ellas no siempre está presente el cálculo egoísta de una cuenta racional y exacta de lo que se espera a cambio, pues según su legitimidad interna el bienestar particular coincidiría con el del grupo. En el caso cantonés, esta moral “arcaica” tiende a desvelar la faz aristocrática que la constituye, potenciando sus mecanismos agonísticos, momento en el cual el acto de dar se inclina más a consolidar las jerarquías tradicionales que a posibilitar la movilidad en su seno. En el caso zhejianés, pese a que discursivamente critican este tipo de conductas, sus redes son tan jerárquicas y aristocráticas como las cantonesas, con la diferencia que en ellas el peso familiar y ético tradicional ha sido desplazado por la oportunidad del mercado, la racionalidad económica y, al menos en su elite, el derroche ostentatorio.
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