Espacios barriales y convivencia: reflexiones sobre las concentraciones de población inmigrada y la territorialidad urbana

Neighborhoods and coexistence: reflections on migrant concentrations and urban territoriality

 

Fecha recepción: marzo 2018 / fecha aceptación: junio 2018

 

Daisy Margarit S.1 y Caterine Galaz V.2

 

Resumen

Los espacios barriales de las ciudades con presencia de población inmigrada, conforman actualmente un paisaje urbano heterogéneo, en el que el cruce de desigualdades sociales, culturales y económicas, han desembocado en una ocupación desigual del espacio, surgiendo una nueva expresión de vulnerabilidad urbana y fracturas en la convivencia ciudadana. De esta manera, asistimos a espacios barriales fragmentados y polarizados dentro de las ciudades, algunos como polos de atracción para parte de la población inmigrada, como es el caso de los barrios en Santiago de Chile que son analizados en este artículo, a través de un análisis cualitativo. Por ello es importante preguntarse qué factores explicativos socio-territoriales determinan la vulnerabilidad en los barrios con alta concentración de población inmigrada y qué efectos se derivan de estos cruces de desigualdades en sujetos específicos. Esto porque las características del territorio constituyen una realidad que nos remite permanentemente a la estructura social y a los códigos culturales de las colectividades que los habitan, quienes a su vez despliegan sobre ese contexto, imaginarios sociales (Mafessoli, 2003) y reacciones que impactan en la relación con la territorialidad y en las relaciones entre sujetos considerados o no como ciudadanos.

 

Palabras-claves: Inmigración; vulnerabilidad urbana; convivencia, inclusión social, territorio

 

Abstract

The neighborhood spaces of cities with an immigrant population, currently make up a heterogeneous urban landscape, in which the crossing of social, cultural and, economic inequalities, have led to an unequal occupation of space, emerging a new expression of urban vulnerability and fractures in the citizen coexistence. In this way, we witness fragmented and polarized neighborhood spaces within cities, some of them like as poles of attraction for immigrant population, as is the case of some neighborhoods in Santiago of Chile which are analyzed in this article, through a qualitative analysis. Therefore, it is important to ask what socio-territorial explanatory factors are determining vulnerability in neighborhoods with a high concentration of immigrant population and what effects are derived from these inequality crossings in specific subjects. This, because the characteristics of the territory, constitutes a reality that permanently refers us to the social structure and to the cultural codes of the communities that inhabit them, who in turn display on this context, social imaginaries (Mafessoli, 2003) and reactions which impact on the relationship with territoriality and in relations between subjects considered or not as citizens.

 

Keywords: Immigration; urban vulnerability; coexistence, social inclusion, territory

 

Introducción

Los cambios socio-económicos que han experimentado las sociedades durante la primera década del siglo XXI y la intensificación de estos procesos con la globalización económica (Sassen, 2013), han provocado que las poblaciones intensifiquen su fragmentación social y espacial. En estos procesos, los fenómenos migratorios contemporáneos han puesto de manifiesto las desigualdades sociales y económicas, regionales a nivel mundial, incidiendo en las condiciones de vida de las personas que residen en diferentes territorios del globo (Castles, 2003; Sassen, 2013). En estas fragmentaciones socio-espaciales, ciertos colectivos inmigrados son afectados diferenciadamente respecto de las poblaciones nacionales.

Los individuos de origen extranjero ubicados en rangos socieconómicos menos favorecidos, se establecen residencialmente en ciertos barrios y suelen padecer el aislamiento social de las zonas urbanas desfavorecidas. En estas zonas, una serie de factores físicos, económicos, políticos y sociales se entrecruzan en una dinámica de vulnerabilidad y juegos de inclusión/exclusión, que apuntan a la emergencia de una nueva pobreza urbana: una pobreza concentrada espacialmente y descolgada de la dinámica social comunitaria de la ciudad (Pedone, 2003).

Como señala Bayona (2008), con la llegada de población inmigrada a algunos barrios se intensifican transformaciones propias de ciertas zonas empobrecidas y con menos disponibilidad de oferta programática del Estado (Galaz, Poblete y Frías, 2017). Los territorios a los que llega parte de la comunidad inmigrada de clase media y de otros estratos socioeconómicos menos favorecidos, se caracterizan por cuestiones como el aislamiento urbanístico, estructuración de guetos sociales, bajo nivel educativo y cultural, cesantía y empleo de baja calificación, falta de servicios básicos y de oferta social del Estado, viviendas altamente deficientes (infravivienda), definidas por las malas condiciones de habitabilidad. Todas estas condiciones favorecen la percepción por parte de los/as vecinos/as de estos espacios, de que se vive en un barrio marginal y por tanto excluido de ciertos beneficios y reconocimiento social del resto de la sociedad.

En efecto, al margen de indicadores socioeconómicos y urbanísticos-territoriales que se puedan diseñar para establecer grados de vulnerabilidad y marginalidad de los barrios, se constata la percepción desde los propios habitantes –autóctonos/as e inmigrados/as- de que el barrio en el que viven son los territorios menos valorados a nivel social, lo que además se intensifica con la construcción de un imaginario social negativo respecto de la llegada de vecinos/as de otras nacionalidades, fijándolos en una posición de sujeto negativo, como un chivo expiatorio de los nuevos males que presentan los barrios (Galaz, 2009; Thayer, Cordova y Ávalos, 2013). Sobre este tema, además, hay que destacar el papel de los medios de comunicación en el trato y difusión que hacen de estas zonas territoriales, y a que se suele apelara noticias asociadas a problemas de índole social, vinculando a la migración con problemas tales como consumo y venta de drogas, violencia urbana, catástrofe (incendios), delincuencia cotidiana, entre otros; favoreciendo la formación de estereotipos que refuerzan la idea de “barrio marginal” y una construcción negativa y estandarizada del sujeto “inmigrante” (Santamaría, 2002). De esta manera, estos espacios comienzan a ser considerados “inseguros”, aumentando la sensación de vulnerabilidad socio-territorial que experimentan de forma cotidiana (Dammert & Malone 2006).

El estudio de los espacios barriales que presentamos está basado en un meta-análisis de tres investigaciones3 respecto de la convivencia en los barrios con alta concentración de residencia de origen extranjero, principalmente latinoamericano; especialmente poniendo atención a la construcción simbólica del territorio habitado. Particularmente, el artículo busca dar luces sobre qué factores explicativos socio-territoriales determinan las condiciones
de los barrios y cómo se cruza en ello la transmisión de un imaginario
colectivo negativo sobre la inmigración, principalmente considerando los
relatos de los/las vecinos/las de estos contextos en Santiago de Chile. Para ello, en una primera parte se presentan los antecedentes de los barrios analizados, luego las herramientas teóricas y metodológicas que ayudan a comprender el análisis cualitativo llevado a cabo, para acabar con el análisis sobre estos factores y las conclusiones finales.

 

Antecedentes: vulnerabilidad urbana en barrios de la ciudad de Santiago

A continuación, presentamos los antecedentes de caracterización de los cinco barrios analizados, principalmente a partir de datos extraídos de las tres investigaciones que guían esta reflexión. La ciudad Santiago es una zona que concentra en su núcleo los poderes administrativos, políticos, culturales y de transporte. Conviven con este núcleo 18 barrios cuya vocación residencial genera una dinámica de centro-periferia, con una tipología de viviendas diferenciada:

 

Figura 1: Tipología de viviendas en Santiago

Tipología

Características

Edificios primera renovación

Condominios verticales, edificios departamentos de mediana altura de 50 – 110 m2. Son viviendas de familia reducida, personas solas o parejas.

Edificios antiguos

Edificios de 4 a 7 pisos, sin ascensor, construidos antes de 1992. Departamentos de 80 m2.

Cités y pasajes

Subdivisión interior de manzana, con vivienda repetitiva de 1 o dos pisos y espacios comunes de acceso. El cité es un pequeño pasaje privado de propiedad común de acceso a las viviendas, sin salida a la calle opuesta, con algunos servicios originalmente compartidos. El pasaje tiene salida a la calle opuesta y no comparten servicios ni espacios de propiedad común

Viviendas tradicionales

Casas de 1 o 2 pisos de fachada continua, algunas con patios interiores de 80-350 m2

Población obrera

Barrios de producción simultánea por varias manzanas de casas repetitiva de fachada continua.

Edificios segunda renovación

Edificios de gran en altura o condominios verticales. Departamentos unifamiliares, personas solas 40 – 75 m2

Fuente: Elaboración propia, Línea Base 2014

 

Dentro de la ciudad de Santiago, presentaremos las características de las cinco comunas con más población residente de origen extranjero: Santiago, Quilicura, Recoleta, Estación Central e Independencia; sistematizadas a través de un estudio de los diagnósticos realizados por los municipios de convivencia realizados en cada comuna (Galaz, 2016). Observamos que en estas cinco comunas se presentan características comunes y otras divergentes que se relacionan posteriormente con las relaciones interpersonales que se dan en las interacciones cotidianas en los barrios (Figura 2).

En estas comunas, el porcentaje de población inmigrada residente es menor a la nacional, aunque la percepción social puede ser divergente y considerar un aumento desproporcionado en los territorios. Sin embargo, en estas cinco comunas en los últimos años se produce un cambio en la composición social de los barrios, debido a ciertas concentraciones de población inmigrada que reside en ellas. Esto ha llevado a la evidencia de cierta conflictividad respecto de la convivencia intercultural (Galaz, 2016). En estas comunas, se presenta gran cantidad de inmigración latinoamericana y centroamericana (Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador, Colombia, Haití y República Dominicana).

Cabe señalar que la tendencia hacia la especificación por colectivos en las comunas se relaciona con la activación de redes interpersonales entre los mismos sujetos connacionales. Éstas se activan en un formato trasnacional, es decir, por medio de vínculos que no tienen necesariamente un enclave físico-espacial, propiciándose, estableciéndose y manteniéndose más allá de las fronteras (Galaz, 2016). Según los diagnósticos comunales analizados, la gran mayoría de la población inmigrada en las comunas se encuentra en un tramo de edad productiva, destacando como input para la migración la búsqueda de mejor calidad de vida; además se destaca en estos diagnósticos la precariedad en la vivienda en relación a la comunidad inmigrante: hacinamiento, vivienda colectiva, convivencia en cités. Sin embargo, se presentan algunas especificidades distintivas por territorio (Galaz, 2016):

- Tipo de población concentrada. Aunque existe diversidad en todas las comunas, también se evidencian algunas concentraciones por nacionalidad en algunos centros urbanos, tales como: Quilicura presenta una concentración de población haitiana por sobre el resto de las comunas, con algunas dificultades asociadas (idiomáticas principalmente, y de orden de comprensión cultural). No se condice con los números censales, pero se evidencia, por ejemplo, en el aumento de matrícula educativa. En Estación Central hay una mayor proporción de población peruana y haitiana. En Recoleta y Santiago, una mayor proporción de personas peruanas residentes.

- En las comunas céntricas el factor de conexión comercial y geográfica, además del precio de la vivienda, gana peso para habitarlas. En las comunas más alejadas gana peso la actividad productiva (Quilicura) y la red activa de connacionales.

- Recoleta y Santiago enuncian una clara feminización de algunos sectores de su población inmigrante residente, lo que conllevaría algunas problemáticas específicas ante la falta de políticas comunes de género y migración.

- La población inmigrada en la comuna de Santiago, representada principalmente por sujetos provenientes de países latinoamericanos, se encuentra distribuida relativamente homogénea en el territorio comunal, teniendo algunas concentraciones en los barrios de la zona norponiente (Yungay, Balmaceda, y Brasil) y los barrios de la zona centro sur poniente y oriente (San Eugenio, Huemul, Franklin, Sierra Bella. Bogotá). Entre los motivos principales por los cuales las personas inmigradas se asientan en determinadas zonas, destaca la accesibilidad al arriendo de piezas individuales o compartidas, el equipamiento urbano y conectividad, así como la existencia de redes de solidaridad e intercambio de información entre inmigrantes (Margarit y Bijit, 2014). En atención a la tipología de viviendas, la población inmigrada de origen peruano se encuentra principalmente en viviendas tradicionales, y cités; mientas que la población colombiana se concentra en departamentos de la segunda renovación urbana. Es en estos barrios en donde se observan mayores transformaciones del paisaje urbano a través de la instalación del comercio migrante y de los usos del espacio público para fines no planificados.

 

Figura 2: Caracterización por comuna

Comuna

Procedencias principales

Zonas de residencia principal en la comuna

Factores de atracción comunal

Quilicura

Peruana

Haitiana

Centro de la comuna; barrios populares

Alta productividad económica y oferta laboral

Existencia de redes sociales para mejor asentamiento

Reconocimiento social del gobierno local por medio de OMMR como espacio de contención y apoyo

Estación Central

Peruana

Haitiana

Concentración en 10 de los 59 barrios. Principalmente en el sector de la Araucanía, en los barrios Gabriela Mistral y La Palma

Acceso a fuentes de trabajo y protección sociolaboral

Existencia de redes sociales y reunificación familiar

Conectividad con centros financieros y políticos del país

Acceso habitacional a bajo costo

Recoleta

Peruana

Zona Sur de la comuna. Unidad Vecinal 34 (Barrio Patronato)

Ubicación céntrica, cercanía a enclaves de interés económico en la ciudad (Barrio Patronato, sector de Bellavista, Mercado La Vega Central)

Santiago

Peruana

Colombiana

Zona norponiente y centro sur. Especialmente en las agrupaciones vecinales 3 y 10

Presencia de redes de apoyo migrante y reunificación familiar

Facilidad de acceso a servicios de salud, educación y comercio

Alta oferta laboral

Independencia

Peruana

Zona sur oriente de la comuna. Especialmente en la macro zona 3 y macro zona 4, correspondientes a las unidades vecinales n°6, 8, 13, 15 y 16

Presencia de redes migratorias y reunificación familiar

Proximidad al centro de la ciudad y acceso a servicios

Bajo costo habitacional

Fuente: Sistematización diagnósticos comunales, Galaz, 2016

 

Herramientas teóricas: Vulnerabilidad urbana

En términos espaciales, es posible afirmar que los barrios de las áreas urbanas -más específicamente en las calles y en las viviendas de dichos barrios- es en donde mejor se expresa la desigualdad social de los diferentes grupos humanos ya sea por estructuras demográficas, tipologías residenciales, disposiciones geográficas de los asentamientos, entre otros factores (Urrutia, 2004; Aramburu, 2002).

Una característica de los barrios y los entornos territoriales en los cuales reside población inmigrada es la vulnerabilidad urbana, la cual se expresa en la desigualdad en el acceso a espacios públicos con equipamiento comunitario adecuado (luminarias públicas, parques, áreas verdes, estado de las calles y veredas) y oferta programática social (Galaz, Poblete y Frías, 2017), como también un parque de viviendas con un alto grado de deterioro en la infraestructura exterior y al interior de ellas, lo que conlleva a un mercado de arriendo más económico al cual acceden las familias inmigradas de clase media y con menos recursos, que llegan a vivir al país conjuntamente con vecinos/as históricos/as del barrio que se han empobrecido.

La multiplicidad de referentes teóricos así como la variedad de líneas de investigación acerca de los impactos de la migración en los territorios de destino (Garcés 2015, Margarit y Bijit, 2015, Contreras 2016), han relevado la importancia del papel que juegan las distintas variables urbanas y socio-territoriales, en la percepción de la calidad de vida de los/las habitantes de los barrios con alta concentración de inmigración, por cuanto algunos estudios evidencian que la incorporación de población inmigrada trae consigo mayor percepción de exclusión social y vulnerabilidad barrial expresada en: pérdida del control del territorio por parte de las personas autóctonas y de los gobiernos locales, la desintegración social de las unidades barriales por cambio de vecindario o “huida” de los/las autóctonos/as; aumento de la percepción de inseguridad ciudadana y degradación ambiental (Aramburu, 2002; Bayona 2008; Dammert & Malone. 2006).

Son indudables los aportes de la Escuela de Chicago en la caracterización de este fenómeno ,desde los años veinte del siglo pasado, estableciendo tipologías de los barrios urbanos, y destacando cómo algunos se constituían en pequeños mundos aislados; hogares de poblaciones de inmigrantes con pocos vínculos con la sociedad, mientras que otros eran aglomeraciones anónimas de individuos en movimiento (Urrutia, 2004; Aramburu 2002). Se identificaban áreas locales dentro de la ciudad en que las personas se segregaban en virtud de las diferencias de raza, ingresos, idioma y estatus social, más que por la elección o atracción positiva hacia individuos que se asemejan (Wirth, 1938). Desde esta perspectiva, variados estudios coinciden en señalar que autores como Park y Burguess, (1967) estudiaron la distribución urbana haciendo referencia a la segregación y al aislamiento geográfico, a la desorganización social, a los efectos de la constitución de colonias de inmigrantes y raciales, evidenciándose una preocupación constante a propósito de la llegada de inmigración a determinados barrios de las ciudades del norte de los Estados Unidos. Asimismo, se preocuparon en los casos relacionados con la marginación social, la percepción de delincuencia, el conflicto entre grupos étnicos y los problemas derivados del control y del orden social en las comunidades segregadas y que popularizaron el término de “gueto”. (Terrones 2005, Martínez Veiga 1997, 1999, Urrutia 2004),

Desde una comprensión de la ciudad moderna como señala Urrutia y de sus formas espaciales, la segregación es inherente al modo de vida urbano, por tanto, es un concepto analítico que esta “cargado de ambigüedad” siendo resultado “no solo de los comportamientos residenciales” (Urrutia 2004, p. 12). El hecho que vayamos relacionándonos y representándonos con otros en el espacio habitado, hacen que los percibamos y nos apropiemos de ellos de formas amables, agresivas, conflictivas. Como señala Tello (2005), el espacio no es algo inerte, ni estático, no está constituido sólo por las propiedades físicas visibles o mesurables, sino que lo constituyen también nuestras relaciones que construimos a diario a través de los contactos personales, en espacios concretos específicos para cada una de nuestras múltiples y variadas relaciones.

La autora señala que al relacionarnos en el espacio urbano, tejemos redes sociales en espacios concretos y al reconocerlos, simbolizarlos, utilizarlos y apropiarnos de ellos, construimos el marco cultural donde se desarrollan estas múltiples relaciones. Las redes sociales producen un cuerpo de conocimientos que junto con los valores y creencias contribuyen a las formas de ver el mundo, a las maneras de interpretar la experiencia personal, a dar significado a las distintas clases de conocimiento, es por tanto en el espacio urbano en donde se encuentran las posibilidades de entrar en contacto con la otredad (Galaz, 2009).Por tanto, el espacio urbano no sólo es posible definirlo por sus características físicas y materiales, sino por lo que hacemos, apreciamos o por cómo nos identificamos (Tello, 2005, p.86)

Harvey (1973) identificó en este aspecto del espacio territorial, una “dimensión subjetiva del espacio social” vinculada a la imagen espacial en que, “(…) cada época modela su medio ambiente, para reflejar las normas sociales del momento. Una ciudad, en su conjunto, incluso en su amorfa versión moderna, posee todavía ese carácter simbólico (…) una ciudad contiene todo tipo de señales y símbolos, entonces podemos tratar de comprender el significado que la gente le confiere, del ambiente construido a su alrededor” (Harvey, 1973, p.26). En este sentido, Harvey señala que la dimensión subjetiva del espacio social, adquiere un significado en función de las relaciones significativas entendida dentro del estado cognoscitivo de los individuos y del contexto en el cual se encuentran. Por ello, el espacio social está compuesto por “un conjunto de sentimientos, imágenes y reacciones con respecto al simbolismo espacial que rodea al individuo” (Harvey, 1973, p.26, 27).

Por otro lado, de acuerdo al estudio “Análisis urbanístico de los barrios en España”, la vulnerabilidad urbana, estaría relacionada a un “proceso de malestar en las ciudades producido por la combinación de múltiples dimensiones de desventaja, en el que toda esperanza de movilidad social ascendente, de superación de su condición social de exclusión o próxima a ella, es contemplada como extremadamente difícil de alcanzar. Por el contrario, conlleva una percepción de inseguridad y miedo a la posibilidad de una movilidad social descendente, de empeoramiento de sus actuales condiciones de vida” (Hernández, 2007).

En este sentido, la vulnerabilidad de un territorio tiene que ver con las siguientes dimensiones que la afectan: a) las condiciones de desfavorecimiento social, de desventajas estructurales de una población para desarrollar proyectos vitales en contextos de seguridad y confianza, y b) un estado psicosocial que afecta a la percepción que los/las ciudadanos/las tienen del territorio en donde viven y de sus propias condiciones sociales. Por tanto, una percepción negativa de su situación como residentes en un espacio social puede traducirse en procesos de malestar urbano (…); lo que nos lleva a señalar que la vulnerabilidad es también un concepto relativo, contextual, que debe ser enmarcado en un territorio concreto(Ministerio de Fomento, 2010, p.5)

La vulnerabilidad urbana, entonces, se expresa en una percepción de exposición al “riesgo combinado con una capacidad disminuida para protegerse o defenderse de los riesgos y hacer frente a sus consecuencias negativas” (Naciones Unidas, 2013). En consecuencia, la vulnerabilidad estaría haciendo referencia a la percepción de incremento de las amenazas y a los riesgos que afectan a las personas/sociedades/grupos sociales/estados.

Por tanto, la falta de adecuación contextual para la llegada de personas inmigradas puede conllevar en algunos casos concretos, vulnerabilidad. El cruce de factores como la procedencia nacional, el estrato socioeconómico, el género, la edad, entre otros, conjuntado con la falta de políticas cotidianas de acogida e inclusión, pueden llegar a constituir un factor de riesgo que se expresa de múltiples formas y que puede acompañar a algunos sectores migrantes en su instalación en las sociedades de acogida. Es importante señalar que nos referimos a un sector de la población migrada, ya que no todas las personas inmigradas necesariamente se ubican en condiciones de precariedad o inestabilidad social, y obviamente, no todas pueden ser ubicadas en condiciones de vulnerabilidad (Galaz, Poblete y Frías, 2017). En ese sentido, las condiciones que brinda el contexto afecta de manera diferenciada a las personas migradas, de acuerdo a los ejes de diferenciación anteriormente señalados (sexo, estrato socioeconómico, nivel educacional, país de procedencia, entre otros). En ese sentido, las regulaciones actuales, tal como plantea Thayer, Stang y Abarca, generan “zonas grises” entre posiciones diferenciadas y jerarquizadas de ciudadanía (Thayer, Stang y Abarca, 2016); lo que queda en evidencia en la vivencia del territorio y el derecho a la ciudad.

Así, la vulnerabilidad puede generarse como una condición para algunos sectores sociales, producto de los procesos de cambio y transformación social donde se cruzan distintas variables de desigualdad (clase, género, edad, procedencia nacional, etc). La vulnerabilidad delimita toda una serie de situaciones que se hallan presididas por un equilibrio social precario que puede verse transformado en exclusión social mediante un proceso de intensificación o aparición de nuevos factores de exclusión que pueden o no estar relacionados con el resto de factores preexistentes. Así pues, la exclusión social implica la acumulación de factores que, a su vez, pueden presentarse con intensidades variables. Un sector de la población inmigrada se encuentra en situación de vulnerabilidad social y territorial, ya sea por su condición en cuanto a su estatus legal, situación laboral, falta de redes sociales, escasa posibilidad de participación, etc. (Lavell y Arguello, 2003). En este sentido, cuando consideramos a grupos identificados como “vulnerables” debemos tener en cuenta el proceso de interrelación entre los grupos, el contexto y las estrategias puestas desde el Estado a su disposición para la superación de estas situaciones de vulnerabilidad. Por tanto, cuando hablamos de vulnerabilidad social y territorial implica pensar en cómo se generan procesos sociales dinámicos y multidimensionales que sitúan diferenciadamente a los sujetos dentro de la sociedad, favoreciendo dinámicas de inclusión/exclusión; donde además no sólo se ven involucradas carencias materiales y la posibilidad de apoyo de redes, sino también aspectos simbólicos como pueden ser la valoración o discriminación y estigmatización, la aceptación o el rechazo social (Subirats, Alfama y Obradors, 2009, p.29). Los ejes de desigualdad y diferenciación social como la clase, el género, la procedencia nacional o la edad, son la materia prima que constituye los procesos de exclusión e inclusión social, por lo que es necesario prestar atención por un lado a las formas en que una sociedad se organiza, y por otro, a los factores de tipo material, cultural y simbólicos que se interrelacionan en su producción (Crenshaw, 1989).

En ese sentido, actualmente con las transformaciones sociales y económicas, “la ciudad” puede ser entendida como un espacio de convivencia entre extraños, un espacio político-afectivo que necesita para el reconocimiento de la diversidad la promoción de un capital social inclusivo (Putman, 2003 en Fleury, Subirats y Blanco, 2008), es decir, relaciones basadas en la confianza, el respeto y compromiso mutuo, el sentimiento de identidad pública y la corresponsabilidad. Sin embargo, nuestras sociedades se caracterizan por procesos que más que inclusión, han provocado una «mixofobia» (Bauman, 2006), es decir, miedo y rechazo al/la extraño/a. Esta desvalorización de la diversidad se produce a partir de la sobrevaloración de la homogeneidad endogrupal (Poblete y Galaz, 2007); no sólo ha provocado la discriminación que afecta a los colectivos inmigrados, sino también la segregación y concentración de estos grupos en territorios específicos, lo que va fracturando y desintegrando el tejido social.

Como vimos anteriormente, las grandes ciudades suelen recibir nuevos/as habitantes en busca de oportunidades laborales, ofreciendo espacios de habitabilidad deficiente en centros históricos o en la periferia urbana. Esto es replicado en la medida en que las redes de las personas inmigradas facilitan la inserción de otros viajeros en esos mismos espacios, lo que a veces puede condensar e intensificar situaciones de exclusión (Subirats, 2005). Pero también existe una distribución selectiva de la población, la cual busca la homogeneidad y la defensa ante la creciente sensación de inseguridad asociada a las grandes ciudades, teniendo por objetivo evitar el encuentro directo con sistemas de exclusión (Blanco y Subirats, 2008). Esto en el caso de las personas inmigradas es aún más marcado ya que el fenómeno mismo de la migración es construido socialmente como una amenaza, lo que refuerza e intensifica la marginalización de estos sujetos (Gómez, 2014; Stefoni, 2011; Santamaría, 2002). En ese sentido, el territorio tiene una dimensión política que se expresa en los aspectos exclusógenos, por lo que es importante considerar que las desigualdades socio espaciales son una expresión de asimetrías de poder entre colectivos y actores sociales (Blanco y Subirats, 2008). El acceso al territorio adquiere un nuevo cariz ya que ha comenzado a ser mirado como el soporte concreto y específico del bienestar de la ciudadanía, es decir, como el ángulo principal desde donde promover la inclusión social. Las ciudades y áreas urbanas que mejor logran avanzar en procesos de sustentabilidad social y urbana (resiliencia) son las que aprenden de la propia experiencia, mantienen abiertos los canales de innovación con su presencia translocal e internacional, y logran combinar nuevas aproximaciones a los problemas urbanos (sostenibilidad, inclusión social), con fórmulas nuevas de gobierno (integralidad, gobernanza multinivel, participación ciudadana) (Subirats, 2013, s/p).

Considerando estos elementos teóricos, visualizamos que socialmente emerge un imaginario negativo respecto de las personas inmigradas, atribuyéndoles los males sociales de los territorios, develando un discurso culturalista y racializado que se ha instalado principalmente a través de las representaciones culturales predominantes. Por ello se hace necesario problematizar acerca de qué factores explicativos socio-territoriales determinan las condiciones de los barrios y cómo se cruza en ello la transmisión de un imaginario colectivo negativo sobre la inmigración, principalmente considerando los relatos de los/las vecinos/as. Principalmente, interesa develar los valores sociales discriminatorios y la emergencia de nuevas formas de exclusión y de racismo, atribuyendo a los/as vecinos/as extranjeros/as la responsabilidad del deterioro barrial.

 

Apuntes metodológicos

El análisis cualitativo que se presenta se basa en un meta-análisis en base al cruce de información de tres investigaciones realizadas que tienen en cuenta algunos factores de la convivencia barrial y su vinculación con los procesos migratorios. La primera es una investigación patrocinada por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, FONDECYT acerca de la integración social del inmigrante latinoamericano en Santiago de Chile, que tuvo como metodología una combinación de métodos cualitativos y cuantitativos desde la perspectiva de Morse (2003), comprendiendo su aplicación desde una secuencialidad de la estrategia metodológica y, posteriormente, la validación de los resultados desde una triangulación de la información. Asimismo, se presentan parte de los resultados de un estudio de sistematización cualitativa (Galaz, 2016), cinco diagnósticos de convivencia, desarrollados en el año 2016 por los cinco municipios con más población inmigrada de la Región Metropolitana, al amparo del Ministerio de Desarrollo Social (MIDESO). En dicho estudio se utilizó un análisis de contenidos (….), en base a un proceso de sistematización de la información proporcionada por cada municipio en los cinco territorios. Finalmente, se consideran los resultados emergentes de entrevistas semiestructuradas producidas en relación a una investigación FONDECYT sobre violencias sociales y los procesos de instalación de familias migrantes en Santiago. A partir de los resultados de estos tres estudios, se consideraron para el análisis el establecimiento de meta-categorías explicativas que fueran comunes a la información adquirida en los proyectos mencionados (Fraser, 2004). Estas categorías se establecieron intentando encontrar factores explicativos socio-territoriales que afectarán de una manera diferenciada a la población inmigrada en esos espacios.

 

Resultados: convivencia y espacios residenciales en disputa

Si tratamos de ahondar en los aspectos concretos de la vulnerabilidad urbana presente en los relatos de los/las vecinos/as autóctonos/as e inmigrantes, podríamos decir que se distinguen dos dimensiones socioterritoriales: la convivencia en los barrios y las condiciones de las viviendas.

De esta manera, se colabora en una percepción de vulnerabilidad construida a partir de las vivencias cotidianas, donde se establecen categorizaciones estancas respecto de los sujetos inmigrados, lo que permite dar una explicación rápida a los problemas sociales y los riesgos que enfrentan respecto de la materialidad del territorio, sin visualizar las condiciones estructurales que generan las desigualdades que cruzan.

 

a) Convivencia en los barrios

Al analizar los relatos de los/as vecinos/as de los barrios en Santiago, respecto de los nuevos sujetos residentes extranjeros que han llegado, nos emerge una variable que relaciona las dimensiones definidas en la vulnerabilidad urbana con la inmigración: las relaciones de convivencia. Éstas se evalúan como problemáticas con la población migrante, cristalizándose en conflictos asociados al uso de los espacios públicos, por cuanto la visibilidad de los/as inmigrantes produce en los/as vecinos/as autóctonos/as una sensación de pérdida del control sobre el territorio, expresado en la concentración de migrantes en la calle (como extensión de la vivienda), en las plazas, en el comercio y espacios públicos en general.

E: y en el barrio, cuáles han sido los principales cambios?

R: en todo sentido…en todo, en todo, en el convivir, el descontento de la mayoría de la gente porque son sucios, empiezan a tirar las porquerías por los patios, el barrio en sí es una inmundicia porque como te dijera, el hábito de barrer la vereda, olvídate, nunca… ellos hacen los asados en la calle, en el veranos sacan las mesas pa fuera, les importa un pucho, las veredas las ocupan, piscinas afuera, lo otro es sacarse los piojos, mujeres viejas sacándose un piojo a la otra y más encima los tiran porque no los matan, los cabros chicos olvídate…”(Entrevista Dirigenta de Junta de Vecinos Santiago)

“No les gusta que nuestros hijos estén por ahí… pero en las casas no se puede estar, y estamos acostumbrados a estar en la calle, en las plazas, a sentarnos fuera a conversar” (Entrevista mujer peruana, Santiago).

La visión crítica que se tiene de la llegada de inmigración a las cinco comunas analizadas, no sólo tiene que ver con el uso intensivo del espacio público, sino también con imaginario social negativo que se construye respecto de la persona “inmigrante”, vinculando la llegada de personas inmigradas con fenómenos sociales como delincuencia, aumento de consumo de alcohol y drogas, suciedad en las calles y comportamientos indeseados. En los diagnósticos comunales realizados por los municipios se enuncia cierta asociación negativa que se desarrolla en la comunidad local respecto del deterioro en la vida de barrio con la llegada de personas inmigradas. En cierta manera, este imaginario hace aparecer al migrante como cierto chivo expiatorio de los males que emergen socialmente en la vida cotidiana.

“Dicen que está más sucio, más drogas…yo no sé si antes no era así tampoco, yo lo he visto desde que llegué aquí al cité” (Entrevista mujer peruana 2, Recoleta)

Por tanto, se evidencia una representación social del sujeto migrado asociado a malas prácticas de convivencia por el uso de espacios públicos, no solo relacionado a su condición étnica, sino también a una evidente relación con aspectos de vulnerabilidad social y pobreza, como se ve en la cita siguiente:

“P: claro, como principalmente el tema de los inmigrantes, yo he visto que… yo antes vivía en una población allá en Cerro Navia y me gustó aquí, me gustó porque era una capital tranquila, pero ahora, desde que empezó a llegar esta gente extranjera yo veo que la situación es tan o peor que una población, se ponen afuera de la casa a tomar cerveza y hacen escándalo y si hacen cumpleaños en una casa sabe todo el barrio cuando están de cumpleaños porque ellos son así (…) tampoco es por discriminarlos, no está en mi eso, yo tengo una amiga que es peruana, pero ese es el punto, lo que ha echado a perder un poco el barrio (Entrevista comerciante chilena, Barrio Balmaceda, Santiago)

Por otra parte, emerge una sensación de pérdida del control territorial por la alta concentración de población extranjera; esto lleva a que algunas personas nacionales se sientan “invadidos/as”. Este aspecto se encuentra asociada al temor a lo desconocido -que se refuerza por las noticias que tienden a criminalizar a los/as extranjeros/as- produciendo una estigmatización de este colectivo. Una muestra de esta situación es que, si bien los/as vecinos/as entrevistados/as en los estudios no han sido víctimas directas de la delincuencia, es un tema frecuente en el discurso:

“Yo le digo a Benjamín “si hubiera una guerra aquí con los peruanos, nosotros perdimos, porque están todos aquí” (Entrevista vecina chilena Barrio Yungay, Santiago)

“Es que este era un barrio de gente mayor… y ahora ya no pueden estar en las calles… hay mucha delincuencia. Eso afecta también a toda la familia, y ya no se ven tantos niños jugando fuera” (Entrevista interventora Independencia)

En este sentido, asociar las causas de la inmigración y la situación de vida de la población inmigrada a los problemas que padecen y/o provocan, atribuyendo características esencialistas a este colectivo, de sus sociedades y de sus referentes culturales, a las divergencias respecto de normas, valores las costumbres, permite representarlos una y otra vez como problemáticos/as, competidores/as, transgresores/as de normas, personas de costumbres extrañas e inaceptables (Santamaría 2002 p.130). Esta representación que hace de la inmigración un problema social (Galaz y Montenegro, 2015), facilita y difunde los sentimientos de incomodidad, inseguridad, resentimiento o miedo con respecto a una otredad desconocida, dificultado el despliegue de estrategias de integración mutua.

Esto es corroborado en la sistematización de los diagnósticos de convivencia en las cinco comunas de referencia: si bien se destaca que existen buenas relaciones vecinales, prevalecen imaginarios negativos respecto de la población inmigrada. En las cinco comunidades analizadas existe un sector mayoritario abierto a una posible convivencia intercultural, no obstante, también existen sectores que explicitan aprehensión, rechazo, miedo o distancia de la población inmigrante, sobre todo a partir de la generalización de estereotipos, prejuicios, rumores y visiones negativas sociales sobre este colectivo (Galaz, 2016). Por otra parte, se evidencia una percepción y relación diferencial de acuerdo a qué procedencia nacional dispone ese “sujeto extraño”: algunas personas chilenas en las comunas desarrollan escalas de proximidad en cuanto a la relación con personas inmigradas, de acuerdo a la procedencia nacional de éstas y a la cercanía en cuanto a valores compartidos. De esta manera, emergen construcciones sociales diferenciadas de los sujetos en una trayectoria que va desde el/la más parecido/a a nosotros/as, a el/la más extraño/a a nosotros/as. Esto puede derivar en discriminación directa e indirecta hacia personas inmigrantes en el espacio local y percepción de racismo por parte de la comunidad inmigrante.

“Por excelencia, las personas haitianas emergen como el ícono del buen migrante: trabajador/a, ajustado a la lógica local, religioso/a y tranquilo/a”. (Galaz, 2016).

“Molestaban a mis hijitos cuando jugaban en el patio común. Yo no estaba, pero les gritaban cosas, les decían puras cosas malas. Mis hijos sufrían mucho. Yo les decía que no se fueran para atrás para que esa señora no les molestara. Después apareció rayada la puerta, con váyanse… y groserías. Al final es que yo tengo que pensar en mis niños, entonces, al final nos fuimos, era mejor, porque ahí nos discriminaban” (Mujer peruana, cité Santiago centro).

Asimismo, en los diagnósticos comunales se enfatiza la falta de espacios públicos que posibiliten el encuentro y la interrelación, especialmente en las zonas de alta confluencia de población inmigrada. En gran parte de estos territorios se destaca el deterioro de algunos espacios públicos, pero también la lejanía y la cantidad de espacios abiertos que permitan la apropiación por parte de los/las vecinos/as, independientemente de su nacionalidad (Galaz, 2016).

Por otro lado, asociado a la dimensión de la convivencia, emerge el respeto por las normas que es recocido por los/las vecinos/as como el límite para sancionar qué es o no una “buena convivencia”. Aquí el respeto se homologa al cumplimiento irrestricto de las normas que acogen al/la recién llegado/a, más que al sentido de pertenencia, que señala Sennett (2005).Este autor señala que faltar el respeto a alguien se asocia a un insulto directo. Con la falta de respeto no se insulta a la otra persona, pero tampoco se le concede reconocimiento; simplemente, no se la ve como un ser humano legítimo, cuya presencia importa. Esta afirmación que nos propone Sennett es paradojal ante la concepción de respeto que acuñan los/las vecinos/as; mientras ellos colocan el acento en las faltas a las normas que cometen los inmigrados/as, ellos/as no reconocen como legítimos/as vecinos/as a la población inmigrada; por tanto, también estarían faltando al respeto.

En el discurso de los/as vecinos/as autóctonos/as es frecuente identificar la relación entre los problemas de convivencia con las diferencias culturales entre chilenos/as y extranjeros/as, pero restringiéndolo al respeto de las normas y a los hábitos o usos del espacio público. Esto genera una construcción culturalista del conflicto, por sobre un entendimiento multifactorial de los mismos, atribuyendo a los orígenes nacionales o etnoculturales las causas de las problemáticas con los/las vecinos/as migrados/as a nivel local.

“Para mí lo ideal es que tuvieran un poco de cultura, eso es lo único que uno les pide, un poco de educación y el trato que sea diferente, ahora ellos siempre se quejan que dicho sea de paso es verdad, que el chileno les trata mal, por lo mismo porque ellos es su cultura, su forma de ser, su forma de convivir que a nosotros no nos aporta nada, al contrario nos aporta problemas y molestias, yo a nivel de dirigente te digo para mi es molesto, porque yo tengo constantemente todos los días y a cada rato reclamo por las fiestas, el ruido, lo otro que ellos pescan las calles como cancha de fútbol, les importa un pucho quien vaya pasando por el lado, que si le llegó el pelotazo le llegó y punto” (Entrevista Dirigenta Junta de Vecinos, Santiago)

Por otra parte, se registra una disposición diferencial de las juntas de vecinos/as respecto de la inclusión de personas inmigradas. Los cinco municipios destacan que sólo a veces cuentan con colaboración de las dirigencias de algunas juntas de vecinos/as para la promoción y participación de las personas inmigradas en los territorios; pero a veces también destacan la discrecionalidad y visión negativa que algunas juntas de vecinos/as poseen respecto de la población inmigrante local. Asimismo, se enfatiza como problema la competencia de recursos que se dan entre diferentes juntas vecinales, lo que dificulta la generación de condiciones para una intervención intercultural.

“Es que depende, algunos son mejores que otros… en unas juntas de vecinos ni siquiera te ayudan, no te dan ese papel que necesitas… el papel que muestra que tú vives en un barrio para después ir al consultorio” (Entrevista mujer colombiana, Quilicura).

Un factor importante de distanciamiento y que afecta la convivencia cotidiana, tiene que ver con la composición de edad de los barrios como factor de diferencia en la relación comunitaria: tanto en Estación Central, como en Independencia se enuncia como problemática el distanciamiento entre la edad mayoritaria de la población inmigrada residente (edad laboral), y la población más tradicional de estos contextos, más cercana a la tercera edad. Esto en los diagnósticos se plantea como dificultad para la comprensión de las formas de vida y de ocio de las personas inmigradas.

Asimismo, el origen de la población inmigrada también surge en algunos contextos como factor de diferenciación en las relaciones interpersonales: si bien en todas las comunas existe una gran diversidad de procedencia nacional, se dan ciertas concentraciones por colectivo en algunas comunas. Así en Recoleta, la predominancia es peruana y esto se evalúa como un factor que afecta a las relaciones de convivencia barrial por los imaginarios negativos asociados a este colectivo. En tanto, en Quilicura, por ejemplo, predomina la comunidad haitiana, de quienes prevalece un estereotipo positivo.

“Es que ponemos música y se molestan…si nos juntamos abajo (la plaza común), se enojan. Si nos juntamos el fin de semana… es que nos gusta eso ¿sabes? Se enojan. Si hablamos fuerte…se enojan. Es que aquí se enojan por todo (risas)” (Entrevista mujer dominicana, Quilicura).

“Es diferente porque hay gente super tranquila como los haitianos que no hablan el idioma pero son tranquilos y la gente sabe que trabajan mucho… pero los colombianos, no generan lo mismo, la gente los mira mal” (Entrevista profesional y vecino, Quilicura).

Sin embargo, a la par del reconocimiento negativo del/a otro/a, también identificamos en el discurso aspectos positivos sobre personas inmigradas con los cuales poseen relaciones de mayor proximidad e intercambio, cuyo argumento respecto a la buena convivencia se centra en el respeto, y en un mayor nivel de educación, como se señala a continuación:

“R: la chica que trabaja en mi casa es peruana, pero na que ver con los demás peruanos que yo te estoy nombrando de aquí del barrio…

E: ¿en qué cosas es distinta?

R: ella misma como persona su cultura es diferente, como te digo ella tiene educación, ella en su país es parvularia y ella pretende nuevamente retomar sus estudios para que le reconozcan su título de allá y pueda ejercer (…) conozco otras personas igual que son peruanas, ecuatorianas, que son diferentes, son personas diferentes en su modo de ser, en su modo de vida, más culta, porque hay veces que la gente la pobreza la confunde con la inmundicia (Entrevista Dirigenta Junta de Vecinos Santiago)

“P: ¿usted tiene algún amigo o amiga extranjera, con la cual usted converse, se lleve bien?

R: una colombiana

P: ¿es vecina de usted?

R: si, ella es muy dama, muy dama

P: ¿que la diferencia a ella del resto de sus vecinos, ve que hay diferencias entre peruanos y colombianos?

R: si, si hay diferencias, en su forma de ser, porque ellos respetan, a usted se dirigen por señorita o señora, son diferentes” (Entrevista Vecina, Barrio Yungay)

Asimismo, en los barrios analizados se plantea como consideración positiva de algunos hechos culturales (comida y festividades de grupos inmigrados), pese al riesgo de folclorizar a las comunidades: se destaca que en general se ve como positivo el desarrollo de acciones culturales que diversifiquen el contexto social. Sin embargo, se corre el riesgo de caer en la folclorización de algunas actividades, es decir, la utilización superficial de la “cultura” como una idea de integración social de los sujetos (Gutiérrez, 2004).

“Al final participamos también de las fiestas patrias como dicen ustedes…y hay un día en que hicimos una comida y todas llevamos diferentes cosas de nuestros países, arepas cosas así y pusieron música (..) sirve para conocerse, para que nos conozcan” (Entrevista mujer dominicana, Estación Central).

También, se destacan las redes de solidaridad entre compatriotas y también con vecinos/as chilenos/as que cruzan por situaciones sociales similares más allá de la procedencia nacional (como puede ser el acceso a una vivienda propia): estas redes se ven como posibilitadores para una participación más efectiva a largo plazo de la comunidad inmigrada en el ámbito local ya que posibilitan la generación de confianza, solidaridad y colaboración.

“Participamos en un comité de vivienda…yo llevo más tiempo que mis compatriotas, y entonces participamos de igual a igual con los chilenos, y al final vimos que queríamos lo mismo, es que al final todos queremos seguridad para nuestras familias, una casa donde poder estar tranquilos en un barrio… entonces ahí nos unimos con el mismo fin, con eso de la casa propia (…) yo creo que es bueno porque ahora ya no hay ese recelo y creo que podemos seguir haciendo cosas juntos, y nosotros con mi marido también tenemos menos desconfianza” (Entrevista mujer dominicana, Santiago).

Finalmente, en la sistematización de los diagnósticos comunales, los municipios destacan que las oficinas para personas inmigradas han generado una posibilidad de intervención que sitúa a estos espacios como áreas de contención, información y asesoramiento para este colectivo. Esto lleva a que exista una cierta disposición política al desarrollo comunitario que apunte a una convivencia intercultural y no sólo a la asistencia social directa. En ese sentido, se destaca el desarrollo de festividades no culturalizadas, sino transversales con la participación de personas nacionales y extranjeras: se enfatizan en los diagnósticos de algunos municipios, como acción positiva para la convivencia, las actuaciones que se relacionan con los barrios, más allá de la procedencia de los/las vecinos/as que participan (fiestas de navidad, día de la mujer, día de la madre, etc.). En ese sentido, vemos que en ciertos momentos predomina la visión de “vecino/a” residente de un espacio, independiente de su nacionalidad.

 

b)La vivienda: usos y mantención del espacio habitado

La literatura respecto de la vivienda inmigrada nos señala que dentro de las ciudades, se concentran en algunos barrios degradados de los centros históricos, es decir, es lo que los autores de la escuela de Chicago denominan “la zona de transición”, tratándose de lugares con vivienda muy deteriorada por los años y con una gran carencia de servicios. Estas áreas están frecuentemente en una situación de espera para ser remodeladas (Martínez Veiga 1999, p.13). En las comunas, por ejemplo, de Santiago, Independencia, Recoleta y Estación Central, existen barrios donde se evidencia esto más que en otras zonas de la región: tal como se señalaba anteriormente, la concentración de la vivienda inmigrada se origina por el precio de la vivienda, al implementar la estrategia de compartir el recinto habitacional con compatriotas o con parte de su familia; pero también por la accesibilidad a servicios comunitarios (consultorios de salud, redes de transporte público, educación, cercanía al centro de la región), explicando su concentración geográfica.

Frecuentemente se reconoce que las dificultades económicas de cierto sector de personas inmigradas al llegar al país, y la necesidad de ahorrar, incide en el hacinamiento al interior de las viviendas. No obstante, es posible señalar que la mayoría de los sujetos inmigrados no viven de esta manera. Según datos de la Encuesta de Caracterización Económica Nacional, Casen 2013, el 48% de los migrantes seleccionados vive sin hacinamiento, el 21% posee hacinamiento medio, el 19% hacinamiento medio alto y solo el 12% hacinamiento crítico. Sin embargo, estos/as últimos/as tienden a ser más visibles para los/as vecinos/as autóctonos/as, tanto por los estereotipos presentes y extendidos a nivel social, como también porque el hacinamiento genera molestias, expresadas en ruido, olores, problemas de higiene, peleas por el consumo de alcohol, entre otros, como nos señala una dirigenta vecinal:

P: ¿cuáles son los cambios que usted ha notado en el barrio en el último período?

R: Bueno, desgraciadamente en mi cuadrante parece que llegó lo peor de lo peor, incluso dicho por personas que son realmente de Lima, de la capital, una señora vino un día acá prácticamente a pedir disculpas por sus pares porque resulta que yo tengo una cantidad de problemas con los peruanos y colombianos en esta calle entre Mapocho y Andes. P: ¿qué tipo de problemas? R: tomateras, peleas, no respetan a nadie, la inmundicia, … incluso en esta cuadra aquí, yo le estoy hablando de esta cuadra se ha ido mucha gente chilena porque ya están aburridos porque es día viernes y empieza la jarana y vamos peleando, los botellazos, los piedrazos, los palos y ya carabineros no viene porque no pueden po” (Entrevista Dirigenta Junta de Vecinos; Santiago)

Otro aspecto asociado a la vivienda y visto como una amenaza se asocia a los incendios que se han producido por el uso intensivo de ciertos espacios habitacionales. Se señala el elevado riesgo de incendio por la mala calidad de las instalaciones, por el deterioro propio de la antigüedad de los inmuebles y por la cantidad de personas que residen en un mismo espacio, los/las vecinos/as ven afectado un ámbito vital en la vida a través de un incendio, lo que incrementa la percepción de estar permanentemente expuestos a riesgos ante la convivencia con personas extranjeras. Los siguientes tres relatos nos grafican esta objetiva percepción de inseguridad.

“Y lo otro grave, grave, grave es que los incendios aquí están a la orden del día, porque como viven muchos en una pieza enchufan, enchufan, y eso no da abasto ese enchufe para tantas conexiones y se producen los incendios, ahí en la esquina se quemaron como 10 casas, aquí a la vuelta la semana pasada recién se quemó una casa y así y donde pregunte, quienes viven ahí, extranjeros…” (Entrevista vecina del barrio Yungay, Santiago

“Lo que pasa es que los peruanos por ejemplo arriendan cites y hay muchas cosas eléctricas, entonces como hacen mucha sobrecarga, se produce el incendio y es muy recurrente porque por acá ha habido hartos incendios de ese tipo

P: ¿y los vecinos ayudan? ¿Son solidarios?

R: son solidarios, les dan cositas para comer, una vez estaban en unas carpas acá, de la municipalidad también vinieron a darles desayuno cuando un cite quedo todo en la calle, la municipalidad de Santiago se comprometió a pagarles un mes de arriendo que buscaran por ahí, pagarles un mes de arriendo mientras ellos se instalaban con su casita, y les dieron comida y todo, durante un mes” (Entrevista peluquero, barrio Yungay, Santiago)

“Por ejemplo en el galpón de acá, que yo estoy fregando mucho porque desgraciadamente con tanto incendio, tú sabi que la mayoría fueron de extranjeros, colinda con mi pasaje, el patio colinda con el galpón donde hicieron segundos pisos, eso se supone que es un solo medidor

E: ¿y cuántas familias viven ahí?

R: más de 20 familias ¿me entiende, yo no quiero ni pensar que el día de mañana se haga un incendio, tu sabes que este sector es antiguo una chispa y ahí no va a alcanzar… si alcanzamos a salir es mucho” (Entrevista dirigente Junta de vecinos, Santiago)

La visión de riesgo que se enuncia por parte de algunos sectores autóctonos, se relaciona también con la competencia por los escasos espacios residenciales a bajo precio en algunos sectores de las comunas. Esto se amplifica con una percepción en algunos sectores sociales respecto de que la inmigración pueda ser competencia por espacios residenciales y recursos sociales (especialmente educativos, laborales y de prestaciones sociales). De esta manera, se enuncia cierto malestar en algunas comunas de parte de la comunidad local, frente a una supuesta posición competitiva en que sitúan algunos sectores inmigrados, frente a algunas áreas y servicios. La responsabilidad de la escasez se le atribuye al “migrante”, obviando los factores estructurales y de mercado que permiten la existencia de algunas de estas situaciones.

“No tengo otra opción… claro que me da miedo, pero tengo que dejar a los dos niños, uno a cargo del otro, solos. No pude tener espacio en la sala cuna de aquí…(municipal) y entonces, tengo que trabajar. A veces una vecina, amiga, viene a darles una vuelta” (Entrevista mujer peruana2, Recoleta)

En ese sentido, no se visibilizan las problemáticas estructurales que afectan a la población inmigrada y que desencadenan efectos en la convivencia cotidiana: en las comunas se destaca el problema del acceso a la vivienda y la habitabilidad de los espacios que alquilan las personas inmigradas, como un potenciador de problemas a nivel de convivencia. La sobreutilización de espacios, el hacinamiento, las malas condiciones de estos lugares, la falta de espacio, los ruidos asociados a esta sobreutilización, la falta de fiscalización y el abuso por parte de arrendadores/as, emergen como problemas estructurales que terminan afectando la convivencia con el resto del barrio. A su vez, las extensas jornadas de trabajo y la precarización laboral impiden la participación de los colectivos migrantes, lo que genera una percepción de dichos colectivos como cerrados o despreocupados. En estas citas se puede reflejar esto:

“Es que no nos quedó otra. Vivimos cinco familias, porque no nos arriendan en otra parte. Y aquí mismo es caro y nuestros sueldos no alcanzan para vivir solos, por más que queramos. A veces la gente nos mira mal pero no ven que no podemos hacer otra cosa…sobre todo cuando llegamos, que a veces no tenemos ni trabajo con contrato” (Entrevista mujer peruana, Independencia).

“Existe un abuso permanente de las familias migrantes… se abusa, se les cobra muchísimo por espacios que nadie viviría. Se aprovechan. Pero tampoco hay control, no hay fiscalización” (Entrevista a profesional municipal, Recoleta).

 

Conclusiones

Como vimos en el análisis, un sector importante de la población inmigrada se está instalando en espacios que ya están degradados urbanísticamente; en aquellos espacios territoriales donde parte de la población nacional evita vivir. De esta manera, al estar a merced exclusivamente del mercado inmobiliario –que de por sí tiene poco control del Estado- este colectivo está siendo incluido de forma perversa (Sawaia, 2002), es decir, pueden incluirse en espacios residenciales de menor valor, donde gran parte de la sociedad chilena no desea habitar o bien posee una visión estereotipada y negativa de estas zonas. Se trata de un proceso de sustitución residencial, en sentido estricto, ya que ocupan espacios de los que la población autóctona se ha retirado debido a su objetivo deterioro material y a la pérdida de estima de esos territorios. De esta manera, las desigualdades urbanas se reproducen y se acrecientan en el interior de estos barrios de inmigración y entre ellos y el resto de la ciudad.

De esta manera, se invisiblizan variables estructurales que hacen que ciertos colectivos, como las personas inmigradas, se terminen ubicando en espacios no deseados por la comunidad residente, aquellos menos deseados, en términos residenciales. La confluencia de factores estructurales y microsociales confabulan muchas veces, en la generación de imaginarios negativos sobre la alteridad por procedencia nacional, que además está cruzada por otros ejes de diferenciación como la clase y el género. En el análisis pudimos avizorar cómo aspectos relacionados con el acceso a una vivienda digna, las precarias condiciones de habitabilidad que algunos espacios exhiben, la percepción amplificada de la cantidad de personas inmigradas residentes, su asociación con inseguridad, violencia e ilícitos, las diferenciadas formas de apropiación y el uso de espacios públicos, las normas de conducta endo-grupales y exo-grupales, entre otros muchos factores, emergen como posibles ámbitos que entran en crisis en la convivencia local y pueden convertirse en potenciales riesgos de falta de inclusión efectiva de los colectivos extranjeros.

Por tanto, estos barrios están ya degradados estructuralmente. Y a pesar de su persistencia en la literatura, la idea de que los/las pobres o los/las inmigrantes degradan el espacio urbano y desplazan a la población residente, no deja de ser en el caso chileno, como dice Mikel Aramburu (2002), un mito. La inmigración que ha llegado a la región metropolitana tiene un marcado componente “étnico”, se nutre de la segregación espacial ya existente y a su vez la alimenta, ya que no tiene opciones efectivas de instalación en otros espacios urbanos; renovando una espiral de inclusión marginal que, junto con el racismo y la xenofobia expuesta y vivida cotidianamente en esos espacios, configura una nueva forma de pobreza en las ciudades. Una pobreza que no sólo es material, sino también simbólica. De esta manera, siguiendo a Fraser (2009), podrían ser afectados en algún momento por políticas de redistribución, pero aún siendo así, queda instalado un déficit importante de reconocimiento social. Los prejuicios cristalizados en el imaginario social sobre la inmigración ocultan el hecho de que, en realidad, el abandono de ciertas áreas obedece a su propia degradación, deja fuera cualquier cuestionamiento a una lógica estructural de segregación, individualizando el problema e instalándolo en las personas inmigradas, atribuyendo a ellas la responsabilidad de la precarización de esos espacios.

De ahí la necesidad de la generación de políticas y programas territoriales que consideren esta complejidad de dinámicas y que fomenten una buena articulación en una convivencia intercultural, o en palabras de Hopenhayn (2007) que logren vincular la lógica estructural con lo microsocial y la lógica de los propios actores que encarnan los distintos modos de existir en sociedad. Esto implica re pensar incluso los límites que se imponen a la consideración de comunidad vecinal, ciudadanía, igualdad y reconocimiento de las diferencias desde un enfoque de derechos, con la finalidad de ir más allá de los marcos formales para mirar y aprovechar las experiencias que quedan fuera de sus cánones de significación como puntos de resistencia y transformación social (Galaz, 2009).

En el fondo, la instalación residencial de forma permanente de personas inmigradas en los vecindarios, coloca en jaque la noción de “vecino/a legítimo” y por tanto, de ciudadanía. La concepción de ciudadanía basada en un carácter excluyente, consolida distintas discriminaciones hacia el extranjero, ya que como señala Wabgou (2012), en vez de ser simplemente un estatus legal definido por un conjunto de derechos y responsabilidades, es entendida como una identidad y la expresión de la pertenencia a una comunidad, pueblo o nacionalidad. De esta forma, la ciudadanía vecinal está estableciendo una barrera entre quienes son sujetos ciudadanos y quienes son residentes pero no ciudadanos, encontrando en esta categoría a las personas inmigradas en situación regular, irregular, en tránsito, etc., quienes si bien se encuentran habitando el territorio no tienen igualdad de derechos, dificultándose el acceso a espacios de participación e inclusión efectiva, lo que genera una jerarquización perversa de ciudadanos de primera, segunda o tercera categoría (Muñoz, 2009).

Las migraciones alteran la estructura interna, social y cultural de las sociedades, modificando la institución de la ciudadanía, abriendo espacio a nuevas formas de relación social y de vida, y ampliando el significado de la condición de sujeto de derecho (Peña, 2002). Las corrientes más críticas de la ciudadanía la han planteado como una construcción social, política e histórica, que implica una relación entre la soberanía del Estado y los Derechos Humanos, pero también como una plataforma para la transformación de las dinámicas sociales y para el proceso de empoderamiento de colectivos que han sido excluidos (Usher, 2004). Por otro lado, la ciudadanía se vincula con el ejercicio de derechos los que actualmente incluyen el derecho a la identidad colectiva en la ciudad, derecho al espacio público, y todos aquellos relacionados con los derechos colectivos que permiten el reconocimiento de la diversidad social y cultural (Muñoz, 2009). Sin duda, el reconocimiento específico para las personas inmigradas debe ser parte fundamental de la inclusión social, ya que cuando los/las ciudadanos/as no acceden a este escenario en igualdad de condiciones, se produce una injusticia política o una representación fallida (Fraser, 2009). En ese sentido, apelamos a lo que Fraser (2009) y otros autores (Wabgou, 2012; Massó, 2011) señalan que es necesario atender: la consideración de otras formas de ciudadanía, que consideren la conformación de una comunidad política más allá de las fronteras.

 

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    1 Doctora en Sociología Universidad Autónoma de Barcelona. Magister en Desarrollo Urbano Pontificia Universidad Católica de Chile. Académica Instituto Estudios Avanzados IDEA Universidad de Santiago de Chile USACH. Román Díaz 89, Providencia. Santiago. CHILE. CP 7500000. Email: daisy.margarit@usach.cl
    2 Doctora en Ciencias de la Educación y Magister en Ciencias de la Educación por la Universidad Autónoma de Barcelona. Académica Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Co coordinadora Red de Estudios Críticos de la Diversidad. Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago. CHILE. CP 7750000. Email: cgalazvalderrama@uchile.cl
    3 La primera investigación se basa en el análisis del trabajo de campo del proyecto del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, FONDECYTN° 11100344 finalizado, “La integración social del inmigrante latinoamericano en Santiago de Chile: Territorio y redes sociales” , la segunda, un estudio que sistematizó los cinco diagnósticos de convivencia urbana en las cinco comunas con más población inmigrada en la Región Metropolitana (Galaz, 2016) y la tercera, una investigación FONDECYT en curso sobre violencias y familias migrantes, de la cual se extrajo sólo algunos aspectos cualitativos que refuerzan el análisis presentado en este artículo.