¿Coexistir o no coexistir? Ese es el dilema a resolver para una vida personal
y planetaria más saludable y feliz

To coexist or not to coexist? That is the dilemma to be resolved for a healthier and happier personal and planetary life

Recepción: 29 de agosto de 2023 / Aceptación: 10 de noviembre de 2023

Patricio Alarcón Carvacho1

DOI: https://doi.org/10.54255/lim.vol12.num24.773

Licencia CC BY 4.0.

Resumen

La inexistencia, la desconexión, las relaciones vacías, la incomunicación carente de empatía y asertividad, la soledad, la violencia, el pseudoamor enferman y generan una pseudofelicidad construida con los intereses del mercado y sobre los principios y el poder de la economía neoliberal, que coloniza y mercantiliza según sus estándares y homogenizaciones al ser, al existir y al coexistir. Recuperar la salud y la felicidad personal y planetaria requiere con urgencia del coexistir, de una nueva coreografía de las pautas que conectan con el coexistir pleno y amoroso, sustentándola en la recursividad de una comunicación nutritiva, afectiva-efectiva, compasiva y validadora absoluta e integral de los otros(as) y lo otro.

Palabras clave: ser, existir, coexistir, vivir

Abstract

Nonexistence, disconnection, empty relationships, lack of communication deprived of empathy and assertiveness, loneliness, violence, pseudo-love, make you sick and generate a pseudo-happiness built with the market interests and on the principles and power of the neoliberal economy that colonizes and commercializes according to its standards and homogenizations to being, to exist and to coexist. Recovering personal and planetary health and happiness urgently requires coexistence, a new choreography of the patterns that connect (Bateson, 1997) with full and loving coexistence supporting it in the recursiveness of a nourishing, affective-effective, compassionate communication and an absolute and integral valid agent of the others and the other.

Keywords: being, exist, coexist, live

Introducción

Este texto aborda la ambiciosa tarea, de elaborar una propuesta sentipensante, resignificativa e integrativa de los conceptos, posiblemente más abordados por la filosofía: el ser y el existir, enfocado en la necesidad de poner a la luz el “amarás a tu prójimo, como a ti mismo”( Biblia Latinoamericana, 2019, Mateo 22:36-40), como figura sobre el fondo de una sociedad enferma, donde la relación con los semejantes es entre productos, entre dos máquinas vivientes que se usan mutuamente (Fromm, 2012), de una cultura consumista que vive desde la premisa compro, luego existo (Z. Bauman, 2007), de una sociedad compulsiva enajenada (Llano, 1995), de una época de creciente automatización que genera tiempo libre que se llena con vacío existencial y con carencia de sentido (Frankl,1990), de un convivir humano semejante a una muchedumbre solitaria (Riesman, 1972), del individualismo narcisista que conduce al olvido de la otredad y del compromiso con el otro, donde el otro es expulsado, especialmente el otro diferente, en una sociedad del cansancio, de la indignación y de la desconexión, producto de un pseudoconvivir digitalizado (Han, 2012).

La coexistencia planetaria, como lo señaló E. Morin en la conferencia que realizó en su visita a Chile en el año 2008, debe tender a la construcción y no a la destrucción del otro y de los otros, dejar de hacer del bienestar un malestar, expandir la consciencia hologramática para la generación simultánea de responsabilidad y solidaridad, crear sentidos de pertenencia, reducir la “desligación” en todos los ámbitos y dimensiones de lo humano, especialmente en cada uno de los instantes de intimidad coexistencial que los habitantes del planeta experimentan en cada uno de los instantes de su ser y existir (Alarcón, 2015).

El ser es condición para el existir y el existir condición para el coexistir, por tanto existe codependencia, inseparabilidad y un fluir recursivo entre estos tres términos.

Sobre el concepto de coexistir y sus derivados, se puede señalar que como toda palabra es polisémica, con tantos significados como seres la interpretaron, la interpretan e interpretarán.

El uso más usual de la palabra coexistencia es dentro del ámbito de lo jurídico y de lo antropológico, donde se suele utilizar para diferenciar lo multicultural de lo intercultural, del convivir no inclusivo y no integrado; paradojalmente se utiliza para denotar ausencia en el coexistir, de lo compartido, de lo interactivo, de lo recursivo, de lo dialógico o de lo ecosistémico, olvidando que la palabra coexistencia está formado por el prefijo “co” que significa precisamente aquello de lo cual se le desnuda, del “nosotros”, del “entre”, del “juntos”, de lo “ecosistémico”, de todos los “co” posibles propios y necesarios dentro del dominio del coexistir: lo co-laborativo, lo co-educativo, lo co-construido, lo co-habitado, lo co-municado o lo co-existido.

Coexistir es el verbo de la acción de existir con otro, en la simultaneidad de una plena conciencia que hace coemerger el ser del otro. Por tanto, el ser es la condicionante del existir, no se puede existir sin ser; cuando el ser está negado, esclavizado, colonizado, sometido, solo permite un pseudo-existir y con ello un pseudo-coexistir, es transitar de un no-ser (nada óntica) a no-existir (nada existencial).

La guerra entre el esencialismo y el existencialismo es del todo un absurdo, ambos se necesitan, se requiere una urgente tregua y un fin de las hostilidades entre el esencialismo y el existencialismo. El ser requiere tanto del existir, como el existir del ser. Es el existir lo que engrandece, actualiza o desarrolla el ser de cada ser, así como el ser lo que le otorga sentido, amor, libertad, salud y felicidad plena al existir.

El coexistencialismo, agregando el prefijo “co”, busca saldar una deuda semántica, del existencialismo, solitario y desconectado de la otredad, tanto en sus etapas más absurdas y humanistas, movió las aguas de sus molinos hacia la autosuficiente, autogestión, para algunos, incluso contribuyendo a inspirar el sueño del “héroe americano”, que todo lo puede solo, a pesar de los otros.

La coexistencia explicita que no se puede ser ni existir sin lo otro y los otros, esa otredad es la que explica la actualización del ser esencial, (entiéndase, no solo como los trascendentales del ser en potencia, sino que también como: identidad, autenticidad, congruencia, etc.).

Desde el coexistencialismo propuesto se procura interpretar las diferentes realidades abordándolas desde una epistemología o teoría del conocimiento que estudia el ser en sí, que es la gnoseología (filosofía esencialista) sin negar y, por ello, incluyendo e integrando todo lo posible, la teoría del conocimiento o epistemología del ser-en-el-mundo (filosofía existencialista).

El coexistencialismo considera el ser como centro, fuerza y sentido del existir, independiente que se considere como antes o después de la creación del hombre o que se asocie o no a la existencia de Dios. No se requiere de la creación o existencia del Dios cristiano para considerar que todo ser existente vivo tiene una teleontología que le es propia e inherente, en tanto ser vivo y existente, direccionarse y conectarse de modo simultáneo con la vida personal y las vidas inter y transpersonal. Por tanto, todo ser cuenta con los recursos intrapersonales para coexistir de modo auténtico y pleno, en conexión nutritiva, amorosa y matríztica con toda la otredad.

El coexistir es el proceso que es a la vez natural, biocéntrico y hologramático y que puede ocurrir solo cuando el ser auténtico es también auténtico, cuando se es un vivo-vivo, cuando se es un ser actualizado, cuando es un ser que aprendió a ser, cuando el ser es consciente de que es, cuando el ser se liberó o decolonizó de su pseudoser y, con ello, de toda colonización ontológica, negación como persona, de la pérdida de sentido óntico, de todo sometimiento, homogenización, igualismo, etc. El ser-en-el-mundo para ser requiere de un mundo o ambiente óntico, liberador, ético, estético, que le facilite y posibilite ser-en-el-mundo.

Hay diferencias entre ser, existir y coexistir, se puede ser o pseudoser, se puede existir o pseudoexistir, se puede coexistir o pseudocoexistir (Alarcón, 2015). En los tiempos actuales, el ser, existir y coexistir se encuentran en crisis, son olvidados por la educación y son transgredidos, patologizados, distorsionados y obstaculizados por una cultura que requiere para sus fines de control, de influencia social, de homogenización de los satisfactores de necesidades, de la negación del ser, del existir y del coexistir.

Por tanto, una sociedad promotora de la inautenticidad, del sin sentido, de la pseudolibertad y de un pseudoexistir donde por multimedios (que coincidentemente son los que más enriquecen a los sistemas de poder) se escapa de la vida, del amor, del bien, de la verdad, de la belleza, de la salud y de la felicidad.

Todavía quedan muchas tareas pendientes para direccionar el coexistir hacia las virtudes humanas esenciales, hacia una vida personal y universal amorosa, vidafílica2 (enamorada de la vida) y projimológica3 (centrando el existir en el bienestar integral y pleno de los otros y lo otro). La primera tarea es ontologizar todo pensamiento, todo lenguaje, toda ciencia, toda epistemología. Refundando y deconstruyendo toda pedagogía en ontopedagogía, toda psicología en ontopsicología, toda antropología en ontoantropología4 y así sucesivamente.

Ser o no ser, existir o no existir, coexistir o no coexistir, tres dilemas inseparables.

¿Ser o no ser?, ¿existir o no existir?, son la mitad del dilema o del camino, la otra mitad requiere necesariamente del surgimiento pleno-real-amoroso-integrativo del otro. Ser o no ser es el primer dilema, no se puede existir sin ser. Existir o no existir es el segundo dilema, no se puede se puede coexistir sin existir primero, por ello el verdadero dilema, cuya resolución abre la puerta a la felicidad y la salud es coexistir o no coexistir, o su equivalente coexistir o pseudocoexistir. También existen múltiples modos de pseudoser y de pseudoexistir. Pensadores críticos de las distintas etapas de la historia sobre la descripción de ser y hacer del hombre nos entregan múltiples ejemplos de ello (Alarcón, 2017).

Si la educación fuera un dominio de acciones que facilitara la disminución del espesor que separa a cada ser de sí mismo, y actualizara la capacidad de hacer existir al otro, también “separado de sí mismo por todo el espesor del mundo”, la educación sería el lugar-tiempo en que se encontraran cotidianamente dos existencias al desnudo en la transparencia y perfección de su “ser profundo”, que tiene por vocación responder a la llamada de ser imagen y semejanza de Dios, de actualizar para sí y con ello para el otro y el todo: el bien, la verdad, la belleza y el uno.

La pedagogía de la coexistencia tiene esa finalidad projimológica, ser para hacer ser, existir para el coexistir y coexistir para existir, cuya simultaneidad y recursión es imprescindible, para que no se convierta en un pseudoexistir y en un pseudocoexistir. Nada puede ser desde la desconexión o desde la negación hologramática.

Esta projimología ha sido expresada de mil modos y en mil momentos, la más reconocida es “ama a tu prójimo como a ti mismo”, que para hacer explícita la circularidad causal podría también expresarse como: ámate a ti mismo para que puedas amar a tu prójimo y ama a tu prójimo para que puedas amarte a sí mismo y puedas amar a otros.

En el coexistir, incluido el que ocurre en el contexto educativo5, la projimología puede describirse como la actualización de la capacidad de explicitar amor al otro. Esta descripción está sustentada en la convicción de que el amor es un componente originario y propio de nuestra primera naturaleza, tanto el alma como el cuerpo son ríos, que dirigen sus aguas exclusivamente hacia la vida y por ello hacia el amor. La homologación de amor y vida, que también podría hacerse con los otros procesos propios del coexistir, permite liberarse de desconexiones, fragmentaciones, de infra y supravaloraciones que se hacen del amor, según el interés témporo-espacial-cultural-emocional-económico-etcétera. Liberación que permite, por ejemplo, sostener sin pudor que el objetivo primordial de la educación es el amor y su principal didáctica o metodología es la projimología. Porque quién aprende a amar, en consecuencia sabe amar la vida propia y del otro y, por tanto, sabe coexistir en co-salud y co-felicidad. La projimología referida al cómo lograr el objetivo o qué, planteado para la educación, finalmente resulta ser un saber ya sabido, la tarea de la educación es solo mantener intacta o volver a recordar la capacidad de amar (desde la recursión de la mismidad y la otredad) que le es natural y propio a todo niño-hombre y niña-mujer6.

Si el espacio-tiempo educativo, después de todos los procesos de liberación-humanización7, convirtiera cada patio, cada sala, cada pueblo, cada país, cada continente, cada planeta en un lugar de convivencia projimólogica, el fluir de la vida se haría por fin congruente con su sentido originario: la felicidad plena y permanente.

No serían arrojados al mundo tantos y tantas, con sentipensamientos de estar en falta para ser valorados del todo por los otros y, con ello, no sentipensarse como merecedores del mejor, verdadero, liberador, nutritivo y buen amor y abordar la travesía de su historia “amorosa” (de pseudoamor) creyendo que solo se merecen relaciones afectivo-negativas, de maltrato, abandono y negación de sí. Esta descripción desvalorativa de sí como persona se asocia directamente con la insatisfacción de dos necesidades primordiales, que explican por qué tantos y tantas se embarcan en la vida en dirección hacia la no-vida. Las dos necesidades insatisfechas que explican las conductas más adaptativas y las más desadaptativas son: (a) tener un sentido de pertenencia y (b) tener un soporte afectivo.

Su carencia, usualmente producto de un apego insegurizante y ambiguo, debilita la seguridad básica y aumenta la desconfianza básica (Erickson, 1978), genera la tendencia de direccionar toda búsqueda afectiva, convirtiendo a todos los prójimos: los padres, hijos, amigos, profesores, jefes, compañeros de trabajo, mascotas, Dios, etc., en satisfactores de alguna necesidad afectiva primaria insatisfecha. El otro deja de ser quién es para convertirse en el satisfactor de la necesidad de sentirse perteneciente, aceptado incondicionalmente, validado, querido, valorado, “visto” ónticamente, protegido, etc.

No obstante las carencias, asociadas a estas necesidades fundamentales para la vida, como el abandono, el maltrato, las relaciones doble vinculares, la negación, el prejuicio, etc., pueden traducirse en tipos de necesidades muy diversas. Por ejemplo, una persona que sufrió experiencia de abandono puede asumir en el extremo máximo el patrón regresivo: esa persona tendrá algún grado de necesidad de “abandonar” a quienes establezcan algún tipo de relación o vínculo con ella, operará desde el patrón inconsciente de hacer con otros lo que le hicieron a ella En el polo opuesto está el patrón proactivo. Esta persona tendrá algún grado de necesidad de “cuidar” a quienes establezcan algún tipo de relación o vínculo con ella, operará desde un patrón inconsciente de evitar que los otros vivencien el mismo sufrimiento padecido por ella. Y, por cierto, pueden existir todos los matices de patrones posibles de encontrar, entre estas dos polaridades. Toda relación humana o más bien pseudo-relación construida en base de superar en algún grado estas necesidades afectivas insatisfechas, no direcciona el coexistir hacia la vida personal y planetaria plena, saludable y feliz. Es en ese contexto coexistencial (en los primeros estadios de desarrollo psicosocial), en ambientes relacionales nutritivos y amorosos, que hacen sentir a la persona en desarrollo que es amado incondicionalmente, que se “siente en casa” y en una relación vincular segurizante y liberadora cuando y donde, desde la raíz, se pueden detener las guerras, el odio y destrucción del prójimo, la autodestrucción de sí, la cultura de la indignación y la agonía del eros (Han, 2014), la xenofobia, la colonización, la esclavitud cibernética, el sometimiento, la violencia simbólica y mediática, etc.

Lo señalado no significa sumarse al causalismo, al determinismo y la desesperanza, por ningún motivo, son solo señales que ya muchos autores e investigadores han enfatizado, especialmente en la actualidad algunos neuropsicólogos, pero desde los orígenes de la psicología se tiende a coincidir sobre la importancia que se le ha otorgado a ciertos procesos, ambientes, tipos de vínculos, explicitación de los afectos, soporte afectivo, primera infancia, etc., en la calidad de las relaciones que establecen en sus distintos contextos de “pertenencia existencial”. Las comillas se colocan porque explicitan un constructo ideal, en el otro extremo se encuentra la no-pertenencia y la inexistencia, que según muchos pensadores, especialmente críticos, son los más frecuentes modos en que se habita el planeta, influidos por los agentes de control e influencia social, como los sistemas familiares y educativos, entre otros.

Si ya existen teorías y aplicaciones sobre la resiliencia, las funciones ejecutivas superiores, lo contradictorio, lo hologramático, la deconstrucción, la resignificación, el caos, lo imprescindible, la causalidad circular, el asombro, la relatividad, la doble dialéctica, el efecto mariposa, etc., siempre es posible pensar en el cambio, la causa de un efecto, puede ser la causa que no solo produce un efecto opuesto e inexplicable, sino que puede convertirse en la causa de una transformación profunda y definitiva en este caso de las capacidades y modos en que se coexiste en el planeta.

¿Se puede elegir entre coexistir y no coexistir? Aunque no es fácil, se puede aprender a coexistir y a diferenciarlo del pseudoexistir, son largos y complejos caminos, sobre todo lograr una coexistencia plena, verdadera, madura y nutricia en cada uno de los contextos del coexistir: familiar, laboral, barrial, etc. Son etapas y procesos que han sido estudiados a través de la historia, principalmente por la filosofía, la antropología, la sociología, psicología y la neurociencia. Desafortunadamente fragmentando el ser, el existir y el coexistir y repartiendo sus partes en la desconexión de las ciencias ya mencionadas. Debilitando con ello la compresión integrada de lo ontológico y de lo epistemológico, del ser en sí y del ser en el mundo y, en consecuencia, las posibilidades de actualizar los procesos de individuación, de actualización del ser (Jung), del proceso de convertirse en persona (Rogers, 1981), del desarrollo psicosocial (Erikson, 1978), de la convivencia nutritiva (Satir, 1991) y amorosa (Maturana, 1999) y del fenómeno de la vida (Varela, 2010) en todos sus sentidos y dimensiones.

El camino propuesto es integrar lo gnoseológico (en tanto teoría del conocimiento del ser en sí) y lo epistemológico (en tanto ser en el mundo), más allá de un enfoque teórico o paradigma investigativo, como el objetivo fundamental y puro de la educación y de todo saber humano, en un aprender o más bien recuperar la principal condición de la naturaleza humana, el coexistir projimológicamente, donde no exista ningún aprendizaje o acción que no beneficie ética, estética, biológica, social, cultural y psíquicamente simultáneamente a toda persona y a todos los otros y otro prójimo, lo que le da sentido al ser y al existir personal es el coexistir con lo y los otros. El ser y el existir es solo posible en el coexistir, en la inseparabilidad de lo intrapersonal y lo interpersonal.

¿Qué se requiere para coexistir en una sociedad del vacío existencial?

Primero validar el problema y las dificultades que implican habitar en una sociedad donde predomina el vacío existencial, que obliga a nadar contra la corriente, pero utilizando el problema como parte de la solución, validar el vacío existencial para llenarlo de existencia y coexistencia. Igual como la mariposa incorpora la oruga que es para poder llegar a ser la mariposa que será, si la negara jamás podría llegar a volar. Requerimiento al que le es inherente el autovalidarse para un coexistir liberador y auténtico, lo que implica, como ya se señaló, validar sin prejuicios los componentes de la realidad psicosociocultural en que se cohabita, donde predomina el narcisismo y la neurosis noogena; después, direccionar en el coexistir cotidiano, en todos los instantes y contextos del vivir, la praxis cotidiana de expandir la mismidad auténtica y la otredad compasiva, y de contraer y reducir las prácticas habituales de negar, colonizar o esclavizar el propio ser y las prácticas de excluir, prejuiciar, comparar, someter a lo otro y a los otros.

Otro hábito necesario es acostumbrarse a hacer silencio menor cotidianamente, para alimentar el espíritu (Quiles, 1978), expandiendo la conciencia para sentir lo sensorial y lo emocional, para fortalecer el sentido de pertenencia matrimonial, familiar, laboral y social en general, idealmente incorporarse a colectivos que trabajan en pro de la vida y del bienestar integral de lo prójimo y los prójimos. Elegir de modo consciente vivir fortaleciendo la congruencia y la autenticidad, para favorecer que el existir y el coexistir sean una expresión usual y extendida del ser en el mundo.

Para que el otro sea en el coexistir, su ser debe ser reflejado ontoempáticamente8 por cada uno de los interactuantes, es decir, reflejar el ser pleno u holoser del otro, para que surja el coexistir pleno.

Para que el coexistir sea nuevo y diferente a los dos o más seres involucrados en ese coexistir, simultáneamente conserven y fortalezcan la identidad del ser de modo simultáneo que conserven y fortalezcan la intimidad coexistencial9.

El coexistir es nutritivo, maduro o saludable, solo cuando incluye y fortalece en esa intimidad la identidad óntica plena y legítima de los interactuantes.

¿Cómo se puede coexistir cuando el ser está en procesos incipientes de actualización y el existir es un sin sentido?

Eligiendo no escapar de la tarea diaria de quitar o reducir los paralogismos y máscaras, poniendo todo el afán en aprender a autoaceptarse, distinguiendo el ser del saber y del hacer, aprendiendo a no matar el tiempo, reducir los hábitos, adicciones y medios, para evitar emerger en el tiempo y espacio en que se es, para aprender a co-emerger en el coexistir consciente y pleno con la otredad.

Desarrollando la costumbre de agendar momentos irrenunciables de encuentros coexistenciales con los otros y las otras, solo para disfrutar el ser y existir de los demás, para disfrutar el momento perfecto del goce coexistencial (Alarcón, 2016).

Evitando que se ponga el sol sobre nuestro enojo (Biblia Latinoamericana, 2019, Efesios 4:26-27) canjeando los bonos pendientes y poniéndose al día (Análisis transaccional). Aprender a explicitar el amor a los otros(as), aprender a comunicarse con los demás con una escucha activa y refleja. Añadir a toda meta o finalidad personal el bienestar de lo transpersonal, escuchar la vocación (voz que llama a ser) sin dejar de comprender, e incorporar al coexistir, la vocación de los demás.

¿Por qué el coexistir es la alternativa para alcanzar simultáneamente una vida personal y planetaria saludable y feliz?

Porque no hay separación entre cada persona del planeta y el resto de sus habitantes (principio hologramático enunciado por la epistemología de la complejidad de Edgard Morin), como no la hay entre cada célula y el resto de las células de todo organismo (pensamiento compartido con propuestas teóricas de otros autores como Pierre Teilhard de Chardin, Carl Jung , Bruce Lipton, y con constructos teóricos como: noosfera, alma común, inconsciente colectivo, ecología profunda, ecosofía, taoísmo, epigenética).

¿Qué experiencia y preparativos naturales tenemos para aprender a ser, existir y coexistir?

La experiencia primaria más relevante ocurre durante la primera infancia, por eso tiene tanto sentido la afirmación: los mejores maestros son los niños, equiparable con la frase bíblica: debes ser como niño para entrar al reino de los cielos, porque los niños antes de ser culturizados, socializados, colonizados, adaptados, normalizados y homogenizados cuentan con todos los recursos para coexistir: sienten emocional y sensorialmente, existen en el aquí y el ahora, tienen intacta la capacidad de asombro, por ellos la realidad emerge completa e inédita frente ellos, son holo-seres, se expresan con todo el cuerpo y se relacionan con el mundo como un todo, luego como lo señala Sartre: somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros.

Existen propuestas psicoeducativas que intentan conservar estas habilidades coexistenciales y otras que pretenden recuperarlas o actualizarlas, como por ejemplo las propuestas educativas que tienen como teleología principal el que los estudiantes, sean quienes sean, sean los protagonistas de sus aprendizajes, que se eduquen en y para la vida, en contacto con la naturaleza, liberados de la homogenización y las influencias enajenantes y opresora de su identidad y derechos humanos. Algunos ejemplos de estas propuestas educativas son: el currículo humanista o personalizado, la pedagogía Montessori, la pedagogía de la liberación de Paulo Freire y la pedagogía Waldorf de Rudolf Steiner.

¿En qué dominio ocurre el coexistir?

El coexistir requiere de existir y el existir de ser, pero no en cualquier dominio; (a) primera condición: no se puede verdaderamente coexistir con ninguna otredad que no se encuentre en el mismo tiempo y espacio, (b) segunda condición, no basta compartir el mismo espacio y tiempo, se debe ser-existir en ese espacio tiempo, único contexto posible del ser, existir y coexistir, en el denominado tiempo cero o aquí y ahora, solo se es cuando se elige ser, el tiempo y lugar en que se está. Sin embargo, el racionalismo, la virtualidad, el escapismo creciente de la vida y la realidad hacen cada día más difícil poder compartir con las dos condiciones. Por ejemplo, un estudio de hace varias décadas demostró que más del 76%, tanto de hombre como mujeres, mientras “hacían el amor” estaban pensando que estaban en otro lugar y con otra persona, es decir, muy lejos de donde estaba su cuerpo, que debería considerarse como el referente principal del lugar, el tiempo, el dónde y con quienes se coexiste.

Utilizando, también como ejemplo, algunas nomenclaturas filosóficas y neuropsicológicas, podría decirse que solo es posible coexistir en el dominio político y no en el dominio semántico (enfoque sistémico), solo en el territorio y no en el mapa (psicología de la Gestalt), solo en la ontología hermenéutica y no en la ontología del explicar (biología del conocimiento), solo en lo fenoménico y no en lo nouménico (E. Kant), en el dominio de la cognición enactiva y no el dominio de la cognición de las representaciones (neurofenomenología).

A modo de conclusión

¿Coexistir o no coexistir? No es un pequeño dilema. Es, posiblemente, una de las causas principales de la crisis psicosociocultural de nuestros tiempos. Puede explicar el paradigma histórico-psico-social-cultural-educacional-económico-ético-estético de nuestros tiempos. Tampoco es solo un problema individual o personal, es un problema social, colectivo y planetario. Todos ellos ya han sido visualizados, analizados y criticados por innumerables pensadores que explican los holocaustos, los genocidios, las guerras entre seres del mismo planeta, la posverdad, el posbien, la posbelleza, la economía neoliberal, la colonización, la discriminación y negación del otro diferente.

La triangulación que conforman la gnoseología (estudio del ser en sí), la epistemología (estudio del ser-en-el-mundo) y la gnoseoepistemología (estudio del ser-en-el mundo y del mundo-en el ser) constituyen una triada, donde tres son imprescindibles e inseparables, las distinciones son solo interpretaciones o explicaciones teóricas, sin dudas necesarias para la mejor comprensión de un ser-en-el-mundo que, como se señaló, es también inseparable de la comprensión del mundo-en-el-ser.

Las interpretaciones eurocéntricas más corrientes, filosóficas y epistemológicas, son duales y dicotómicas: entre el ser y la nada, el esencialismo y el existencialismo, lo ontológico y lo epistemológico, naturaleza asociada al bien y naturaleza asociada al mal, el ser en sí y el ser en el mundo. Mundo que existe solo si el ser es y ser que es solo si existe en el mundo que es.

Ser y existir son dos dimensiones fundamentales con infinitos modos de interpretar, relacionar, negar, validar, culturizar, ontologizar, etc. Desde la coexistencia, no tiene sentido separar y hacer distinciones entre ser y existir, entre lo esencial y lo existencial, entre mismidad y otredad, excepto desde una perspectiva maniqueísta y fragmentadora. En la coexistencialidad se encuentran todos, los no-dos y toda inclusión. Desaparece toda prioridad, todo poder, toda colonización, porque va más allá de la doble dialéctica (Morin, 1974), de dos aparentemente contradictorios u opuestos no surge una tercera realidad, ni siquiera una síntesis (Hegel, 2017), porque no hay dos en búsqueda de unidad, se restituye lo uno, la conectividad hologramática del yo-relación-tú, no existe le preeminencia del yo-tú, por sobre el yo y tú (en lenguaje buberiano), como tampoco de la otredad por sobre la mismidad (en lenguaje levinasiano). Solo existe el coexistir: el ser-existir-coexistir como uno, no tres.

Desde la coexistencialidad no existe la unidireccionalidad, la linealidad causal y menos el poder entre emisor y receptor, existe la simultaneidad, circularidad, recursividad dialógica entre emisor y receptor, entre profesor y estudiante, entre padre e hijo, entre terapeuta y paciente, entre toda relación y vínculo, ocurre entre Sujeto y Sujeto.

La coexistencialidad plena y verdadera ocurre en el dominio de las relaciones co-validadoras, co-municativas, co-laborativas, co-amorosas, co-liberadoras. Dos seres existentes auténticos, seguros y virtuosos solo coexisten para fortalecer cada uno sus dimensiones óntico-existenciales. Mientras más es cada uno de los coexistentes, más profunda, plena, ética, bella y verdadera será su coexistencia, del mismo modo que mientras más pleno, ético, bello y verdadero sea este coexistir, también lo serán su ser-existir en cada una de las dimensiones ya señaladas.

Todos los procesos humanos son natural y bio-originariamente de co-confianza, de co-aceptación y de co-nutrición, de ahí que se considere a los niños como los mejores maestros en coherencia con el versículo: “si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Biblia Latinoamericana, 2019, Mateo 18,3-4) y también son las características constitutivas de la cultura matríztica a diferencia de la cultura patriarcal, que se ha centrado principalmente en el espesor del mundo que separa a todo ser de sí mismo (Sartre, 1962), sustentado en la desconfianza y sometimiento del otro, en el control e influencia social, política, histórica, religiosa, etc., dominio alejado del ser-existir-coexistir, más próximos al pseudoser, al pseudoexistir y al pseudocoexistir, donde la unidireccionalidad y las pautas relacionales de dominación y de colonización, de la negación de sí y del otro (especialmente del diferente), del escapar de la vida, mediante el tener, hacer, sumergirse en otras realidades, son las más comunes y globalizadas.

En la filosofía y la epistemología existen suficientes recursos, de pluralidad, de deconstrucción y de empoderamiento del sujeto en su relación con el mundo, poniendo la fuente de las acciones humanas en el convivir (“nutritivo”, según Virginia Satir, y “amoroso”, según Humberto Maturana) sustentado en la comprensión y protagonismo individual y en su expresión de intercambio comunitario, direccionado al bienestar integral de los prójimos.

En definitiva, el aprender a ser no depende de cuánto se estudie y conozca de ontología o metafísica y sobre la obra de los pensadores célebres e ilustres sobre el tema. Se aprende a ser siendo, a existir existiendo y a coexistir coexistiendo. Entre estos tres fenómenos de la vida existe una transferencia máxima, mientras más plenamente se es, simultáneamente más plenamente se existe y coexiste, del mismo modo que mientras más se existe y coexiste más se es. Los sistemas educativos, más que sistemas que llenan de datos y destrezas funcionales y congruentes con los estándares de las exigencias de una cultura de la competencia y de la información, deberían ser contextos para el coexistir pleno, inclusivo y hologramático de todos los integrantes de los sistemas educativos en ambientes activo-modificantes, integradores de todas las esferas de desarrollo de los interactuantes (biológica- psicológica- social-emocional-cognitiva-volitiva-ética-estética, etc.) donde todos co-enseñan y todos co-aprenden, en un coexistir intra-inter-transpersonal conectado con la vida.

Toda educación, que es lo mismo que transformarse en la convivencia amorosa (Maturana, 1999), debería hacerse mediante la generación de círculos coexistenciales, lo que no es algo nuevo bajo el sol, es una propuesta construida en base a los modelos de enseñar ancestrales y, por ello, más próximos a lo natural e intuitivo.

Tiene reminiscencia de los diálogos socráticos, de la escuela peripatética aristotélica, de los grupos de encuentro rogerianos y encuentros reichianos, de los círculos matrízticos inspirados en la biología del amor de Maturana o del modo de hacer iglesia de la cultura cristiana sustentada en el versículo: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Biblia Latinoamericana, 2019, Mateo 18,20), principio que es del todo coherente con la intención de impulsar y multiplicar los círculos coexistenciales, porque cuando dos o más se reúnen desde el sentido del projimologismo10, desde la intimidad coexistencial, de fortalecer la plenitud integral del yo y del , solo para gozar el existir y el coexistir en el único contexto que es posible, en el aquí y el ahora, y desde ese tiempo y lugar único del ser, validar la historia de interacciones de sí y del otro, sin duda que se hará más posible la integración y conexión con todos los niveles de conciencia y con la trascendencia comunicadora con el todo del que se es parte.

En esencia los círculos coexistenciales son de una sola naturaleza, la del ser-siendo y co-siendo en plenitud. Espacio y tiempo donde se excluye cualquier tipo de negación existencial o coexistencial, como los “debería”, los “prejuicios”, las “fragmentaciones” y las “buenas intenciones”; sin embargo, puede proponerse una subclasificación que permita focalizar o iluminar a los potenciales asistentes el sentido específico del encuentro, como por ejemplo:

La invitación es sumarse a la generación y vinculación de círculos coexistenciales, éstos pueden ocurrir en cualquier momento y constituirse en cualquier lugar, sin auspicios ni patrocinios, la única restricción es no hipotecar su más preciada cualidad, dentro de las ya mencionadas: la libertad de ser, existir y coexistir, en toda mismidad y otredad, que no olvide que su posibilidad de ser está fundamentada en la unidad.

Todos los momentos y lugares son válidos, la sugerencia es que tenga como norte intransable la felicidad y la salud plena e integrativa de los participantes (norte que es inseparable o sinónimo de todos los ya mencionados), la ganancia no será la fama ni el dinero, será la felicidad y salud del planeta y del universo desde la conciencia hologramática de que si se procura estar más sano y más feliz todos los otros y otras, transgeneracionalmente, serán más felices y sanos a través de este acto. Al igual que cuando cualquier otro y otra, por lejano(a) que se encuentre de mí en el tiempo y el espacio, nos hará más felices y más sanos en cada una de las dimensiones de nuestro ser, existir y coexistir.

Responder la pregunta que inicia el título de este artículo –¿coexistir o no coexistir?– requiere responder dos preguntas previas: ¿ser o pseudo-ser?, ¿existir o pseudo-existir?, dilemas que han sido abordados por corrientes como el personalismo, el existencialismo y el humanismo, en los ámbitos educativo, filosófico y psicológico. Como ya se señaló, lo que convierte todo ser y existir auténticos en una falsificación de ellos es la pérdida de libertad interior o intrapersonal, es decir, en toda experiencia relacional con uno mismo y con los otros. Basta una gota de no libertad en un océano del ser o el existir para que se conviertan en pseudo-ser y en pseudo-existir. Esta contaminación esclavizante o limitadora de la libertad esencial y de la libertad existencial impide cualquier posibilidad de un auténtico coexistir.

Todo ser en sí es ser en el mundo y todo ser en el mundo es un ser en sí. Esta inseparabilidad no dual, muy bien descrita a nivel epistemológico por el paradigma de la complejidad de Edgard Morin, necesita de una comprensión también hologramática desde una ontología de la complejidad. El ser no fue arrojado en el mundo, el mundo es porque existe el ser; ser y existencia se integran dialógica y recursivamente en una unidad ecosistémica inseparable en la coexistencia. La descripción ontológica (del ser en sí) y la descripción epistemológica (del ser-en-el-mundo) no son lo mismo solo en la descripción fragmentadora que ha hecho la filosofía posmoderna del ser-esencial y del ser-existencial. Desde la coexistencialidad son un “no-dos”, es partir de su inseparabilidad que brota la vida y todos sus sinónimos: el amor, la salud, la libertad, la compasión, el entendimiento, la validación de sí y del otro. Solo existe la mismidad-otredad, es su comprensión fragmentada y casi siempre dicotómica y opuesta lo que ha generado las “guerras”, no solo a nivel del pensamiento y del lenguaje, porque se han colonizado y exterminado culturas teniendo como “justificación” estas diferencias.

Se requiere para el co-vivir cotidiano personal y planetario validar e incluir de modo integrado, recursivo, hologramático y dialógico en cada interacción el ser-esencial y el ser-existencial como un todo en cada tiempo cero, en que ocurre la intimidad coexistencial. Ese es el dilema a resolver.

Finalmente, la invitación es a generar una alternativa de sistemas familiares, laborales, educativos, etc., que recuperen en todo lo posible la ontogénesis11 (personal) de la adaptación natural del ser al existir y coexistir, y la filogénesis12 (interpersonal y transpersonal) originaria de adaptación natural del ser-al-mundo-socio-cultural y del ser-al-mundo-natural.

La sugerencia es transitar o retornar, al modo de coexistir, que se requiere para adaptarse a los requerimientos holísticos de la vida y el contexto sociocultural en que a cada uno le toca desarrollarla, libre de las condicionantes y limitaciones de los sistemas de control e influencia sociales dominantes, vinculados con colonización del ser, la inexistencia y la desconexión coexistencial. Desde la urgencia de validar otros formatos y estilos de nutrirse en el convivir, desde la experiencia existencial y, por ello, verdadera sabiduría, desde la genuina legitimización del otro, desde la dinámica y multiversidad de un co-vivir, que surge y se inventa la identidad coexistencial del ser en sí y la intimidad coexistencial del ser-en-el-mundo, en cada aquí y ahora, brotando de la vida, construyéndose en la vida y transfiriéndose a la vida.

Abandonando paulatinamente los hábitos de un pseudo-co-existir, con rasgos, niveles, procedimientos y medios de distanciamiento del existir real, para escapar de sí de lo otro y los otros, en realidades virtuales u otros mecanismos evasivos del coexistir, cada vez más validadas y extendidas en todos los contentos del vivir.

Convirtiendo la vida personal (esencial) en una autonegación óntica y en un vacío existencial, y la vida interpersonal (existencial) en una “muchedumbre solitaria”, en un “enjambre” , en una “sociedad de la indignación”, “en un infierno del igualismo”, donde agoniza el amor, la vida, la libertad, en un co-vivir en que aumenta la violencia, las guerras, las enfermedades, los suicidios, los sometimientos, el miedo, las colonizaciones del pensar, del desear, del hacer, del tener, etc.

Es hora de bajar las barreras actitudinales, comunicacionales y pseudo-coexistenciales que reducen cada día más el encuentro coexistencial de los niños, niñas, jóvenes, adultos y mayores en los contextos sociobioafectivosculturales, donde verdaderamente sucede su vida y por tanto, el lugar y tiempo único y preciso, donde ocurre el necesario coexistir, que fortalece la vida y todos sus “imperativos categóricos13” asociados: la libertad, el amor, el bien, la verdad, la belleza, la compasión, la salud, la felicidad, imperativos auténticos y no los pseudo-imperativos creados por sistemas promotores del consumo, que han logrado homogenizar los satisfactores de necesidades humanas, y establecer una relación causal entre ser y tener, tema que ha sido abordado por autores como Erich Fromm y Gabriel Marcel.

El daño mayor que el bloque institucional de influencia y control social ha hecho a la humanidad es el de provocar una disonancia óntica entre el ser (esencial) y su hacer, su saber y su tener (existencial), bien expresado por Sartre cuando afirma que el hombre está separado de sí mismo por todo el espesor del mundo. Recuperar el ser esencial, recurso imprescindible para el coexistir, es semejante a lo que respondió Miguel Ángel a quién le preguntó, apreciando la perfección escultórica del David: ¿Pero cómo logró hacer esto? Él simplemente dijo: Fácil, solo quité lo que le sobraba al mármol.

Solo se puede generar un encuentro coexistencial (intimidad coexistencial) cuando hay dos o más identidades existenciales (ser auténtico y congruente, sin el espesor del mundo). En el coexistir auténtico, las identidades y la intimidad se fortalecen de modo recursivo y dialógico, en una circularidad perfecta. Donde solo se nutre el ser (en sí, esencial, yo profundo, primera naturaleza, lo intrapersonal…) cuando el coexistir es un encuentro (relación, vínculo, intimidad, yo-tú, lo interpersonal…) que fortalece el ser de los interactuantes y, a su vez, estos seres cada vez que fortalecen o actualizan su identidad, autenticidad y bienestar integral, aumentan la madurez y nutrición de cada encuentro coexistencial, aumentando con ello de modo hologramático y, por ello, creciente la salud y la felicidad personal y planetaria.

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1 Doctor en Educación, Magíster en Educación y Antropología, Psicólogo, Profesor de Filosofía, de EGB mención Artes Plásticas, de Educación Especial y Diferencial y Consejero Educacional y Vocacional. Correo electrónico: palarconcarvacho@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8821-6791

2 Ver más sobre el tema en el artículo: “Vidafilia”, en Revista Co.Incidir N° 45. Nov. 2017.

3 Ver más sobre el tema en: “La projimología como sentido primordial de la educación” y en “Projimología y Paradigma de la Complejidad”.

4 Un ejemplo, de esta deconstrucción ontoantropológico, donde se utiliza un enfoque hermenéutico gnoseológico en una investigación antropológica, se puede encontrar en el estudio: “Rolando Olmos: informante y facilitador de la comprensión hologramática de la identidad territorial de Llay Llay” del autor de este artículo.

5 En lenguaje de la biología del amor de H. Maturana, entiéndase contexto como un dominio de acciones o redes de conversaciones que, en su fluir, transforman la coexistencia.

6 Se intenta, con esta integración, explicitar el continuo fluir y conexión de la vida y lo que conocemos como edades, sobre lo cual solemos tener la tendencia de percibirlas como lineales, separadas y en ocasiones degenerativas.

7 Es solo otra reiteración de la inseparabilidad necesaria de todo, para que el todo sea, en este caso entre libertad y humanidad.

8 Término creado por el autor de este artículo y desarrollado en los libros Coexistencia y Educación y Escuela inclusiva.

9 Para profundizar sobre el tema de la “intimidad coexistencial” se sugiere revisar las publicaciones del autor de este artículo: Intimidad Educativa Coexistencial: El valor de la mismidad y la otredad en el contexto de la formación universitaria.

10 El projimologismo, neologismo creado por el autor de este artículo, puede definirse como la disciplina que tiene por objeto aprender a ver y amar al prójimo como a sí mismo, abordado en el capítulo 7: “La projimología como sentido primordial de la educación”, en el libro Coexistencia y Educación, publicado el 2015.

11 Pueden considerarse como ejemplos de propuestas educativas asociadas: la psicogénesis y el método holístico interactivo.

12 Posibles ejemplos son: la cultura matríztica, la permacultura, la ecología profunda y la ecosofía, entre otros.

13 Se utiliza imperativo categórico, concepto central en la ética (estudio del ser en sí en tanto bueno) kantiana, en cuanto, para los fines del contenido de este texto, se consideran como propias del ser en sí, y por tanto, independientes de lo cultural (de lo pensado y creado por el hombre).