Los métodos de la sociología según Ignacio A. Pane

The methods of sociology according to Ignacio A. Pane

 

Recepción: 7 de junio de 2022/ Aceptación: 8 de agosto de 2022

 

José E. García1

 

DOI: https://doi.org/10.54255/lim.vol11.num21.646

 

Resumen

La sociología como disciplina académica en el Paraguay se inicia al despuntar del siglo XX, con la docencia universitaria en el área y la publicación de los textos pioneros que se consagraron a su estudio, como los Apuntes de Sociología de Ignacio A. Pane (1917). Esta obra se caracterizó por una atención detenida a algunos tópicos de la psicología social, así como el análisis de los métodos de la sociología y su fundamentación teórica. Dada su estrecha conexión con la psicología social, los métodos sociológicos pueden estimarse como un indicio de las estrategias aplicables a los estudios de psicología social. Este artículo examina los métodos de la sociología discutidos por Ignacio A. Pane y su relación con la psicología social, mediante un enfoque esencialmente histórico. Se concluye que los métodos sociológicos son análogos a los utilizados por la psicología social que se estaba investigando por la misma época en diferentes escenarios académicos.

Palabras clave: historia de la psicología en Paraguay, psicología social, sociología, métodos de investigación, Ignacio A. Pane.

 

 

Abstract

Sociology as an academic discipline in Paraguay began at the dawn of the 20th century, with university teaching in the area and the publication of pioneering works devoted to its study, such as Ignacio A. Pane’s Outlines of Sociology (1917). This work was characterized by a careful attention to some topics of social psychology, as well as the analysis of the methods of sociology and its theoretical foundations. Given its close connection with social psychology, sociological methods can be considered as an indication of the strategies applicable to social psychology studies. This article examines the methods of sociology discussed by Ignacio A. Pane and his relationship with social psychology, through an essentially historical approach. It is concluded that the sociological methods are analogous to those used by the social psychology that was being investigated at the same time in different academic settings.

Keywords: history of psychology in Paraguay, social psychology, sociology, research methods, Ignacio A. Pane.

 

Perspectiva general

Para definir un campo de estudio científico en forma adecuada y precisa deberíamos tomar en consideración al menos dos elementos o componentes vertebrales que, habitualmente, se encuentran presentes en todas las disciplinas, y por ello afectan su respectiva demarcación y organización interna: a) por una parte, es necesaria una noción básica y congruente sobre el objeto de estudio y b) por la otra, se requiere de una conceptualización que explicite con razonable exactitud la metodología a ser utilizada para la indagación de sus temas. En sentido general, la ciencia estudia la realidad factual en sus diversos aspectos, mediante la aplicación de un conjunto de estrategias prácticas. Además, se basa en una serie de principios generales a los que habitualmente nos referimos con el rótulo genérico de método científico. Su objetivo fundamental es la comprensión, realizada con la mayor objetividad posible, de las diferentes facetas que componen la compleja y multivariada realidad circundante. Tradicionalmente, ese punto de vista se asocia a una visión sobre la ciencia de tipo empirista (Gower, 1997). La observancia continuada de estas normativas no ha generado mayores inconvenientes al desempeño de las ciencias naturales, en las que no existe una discusión de fondo sobre su necesidad. Pero, a diferencia de las ciencias de la naturaleza, las llamadas ciencias sociales constituyen un entorno en el que sí han llegado a propiciarse situaciones que, en ocasiones, resultaron problemáticas.

En efecto, es en los ámbitos estrictos de las disciplinas consagradas al estudio de lo humano donde se plantean los debates epistemológicos más ríspidos, especialmente por la dura exigencia metodológica que imponen algunas ciencias como la física cuando investigan sus problemas, y que esperan una adecuación similar en la investigación de los asuntos privativos de la actividad o la subjetividad humana. Lee (2017) resumió muy bien este punto al indicar que el método científico ha sido bien utilizado para estudiar objetos externos a través de la formulación de las hipótesis y la experimentación. Con ello, la ciencia logró constituir una base sólida para la comprensión moderna de la naturaleza y el universo. Es más, las ciencias sociales muchas veces recibieron el apelativo de científicas solo y en cuanto pudieran utilizar esta modalidad en particular (Bauer, 1992), negándoseles tal estatus cuando optaron por un procedimiento contrario, o no pudieron superar los parámetros definitorios estrictos que introdujeron las “ciencias duras”. E, incluso, cuando imitan el proceder de estas, muchas veces sin éxito.

Es por ello que el empleo del método científico tropieza con varios escollos cuando intenta un análisis del comportamiento humano, y en particular del evanescente fenómeno de la conciencia, porque no se trata de algo directa o fácilmente mensurable. Tampoco es un objeto al que se pueda considerar “real” en sentido estricto, al menos de la manera como son “reales” los dominios que abarcan la materia y la energía. Todo esto equivale a decir que la conciencia carece de una existencia fáctica que se pueda precisar objetivamente a través de su observación y medición, a la manera de los objetos hacia las que dirigen su atención las diferentes ciencias naturales. De hecho, el uso de la conciencia aún conserva cierto sesgo teológico y conviene recordar que, como concepto, jugó un papel determinante en las disputas sobre la existencia del libre albedrío en el siglo XVII (Carter, 2010). La tradición metodológica occidental, desde Aristóteles en adelante, se ha respaldado en el supuesto de que la adquisición del conocimiento consiste en lograr una comprensión subjetiva correcta de ciertos elementos cuya existencia es objetiva, pero, al mismo tiempo, independiente de los condicionantes subjetivos impuestos por la mirada del observador humano, y que a menudo puede deformarlos (Harari, 2004). Es por eso que Aristóteles dejó su marca en la polémica surgida respecto de la contraposición entre el conocimiento conceptual y el perceptual, que venía ya desde los sofistas, y se replanteó en los siglos posteriores en el marco de los debates entre racionalismo y empirismo. Igualmente, la cuestión abordada por Aristóteles se relacionaba con la distinción entre forma y materia, los dos aspectos básicos que conforman la realidad, en la perspectiva de su filosofía (Hammond, 1902). El conocimiento científico propugnado por el gran maestro griego era de características esencialmente causales, puesto que el conocimiento se produce solo cuando discernimos la causa y, siendo el medio fundamental para la comprensión inteligible de la realidad, el propósito de la ciencia era descubrir por qué las cosas eran del modo que eran (Walsh, 1963).

Se asume corrientemente que el método es la forma adecuada de acercarse hacia los objetos a través de una serie ordenada y secuencial de prescripciones, las que deben ser respetadas por el sujeto cognoscente si desea tener éxito en la búsqueda del conocimiento (Schuster, 1986), aun cuando autores como Kosso (2011) minimicen las distancias entre el conocimiento ordinario y el científico. Por ello, es correcto decir, como hace Gauch Jr. (2003), que el ejercicio del método realmente consiste en la elección de la teoría. En otras palabras, se trata de qué creer en relación con la naturaleza que reviste el mundo físico. Como observó Molland (1990) antes que nosotros, el estilo de ciencia que se originó en Aristóteles fue más que una colección de teorías acerca del universo, pues involucraba una actitud y un estilo mental de acercarse al mundo, aspectos que se vieron claramente reflejados en todos los aspectos de su filosofía, y que fueron los que mayor impacto produjeron a lo largo del tiempo. Y aunque la ciencia fue, durante una parte muy significativa de su historia, un emprendimiento humano destinado sobre todo a la comprensión desinteresada del universo, y a pesar que estuviese más bien limitada en sus alcances y su significación práctica hasta comienzos del siglo XX por lo menos, la extensión extraordinaria que ha logrado el conocimiento en la actualidad, incluyendo no solo el del funcionamiento del mundo, sino especialmente el de los seres humanos, es una prueba muy sólida de su alta relevancia. Es decir que ningún asunto importante puede escapar a la perspectiva que la ciencia ofrece del mundo (Gower, 1997).

La determinación sobre el campo de estudio con el que ha de lidiar una ciencia es otra variable fundamental para el contexto general en que se inscribe este problema. En disciplinas como la psicología, los temas hacia los que orientan su mirada los investigadores experimentaron sensibles modificaciones en el lapso que cubre su historia como ciencia. En tal sentido, Henley, Johnson, Jones y Herzog (1989) estudiaron el tema hace poco más de tres décadas mediante un análisis de las definiciones contenidas en los principales textos introductorios publicados en lengua inglesa, hallando diferencias importantes al comparar los conceptos en sucesivos períodos. De manera coincidente, la evolución conceptual de la psicología es un tópico recurrente en los textos que se enmarcan en la historia de la disciplina de manera ordenada y sistemática (Greenwood, 2009). Iguales apreciaciones pueden mantenerse en relación con sectores que resultan convergentes a la psicología, como la sociología, donde las argumentaciones temporales igualmente ofrecen claves importantes en pos de una comprensión global de los problemas. Para lograr una mejor asimilación de los cambios producidos en el horizonte de los estudios sociológicos, autores como Barcan (1993) apostaron por una perspectiva histórica de sus ciencias particulares. Es claro que el objeto adoptado por la sociología ya le preexistía desde tiempo antes, aunque la autoconciencia sobre su necesidad como emprendimiento científico autónomo tenga que estimarse como un fenómeno de data mucho más reciente (Schoeck, 1977).

El punto, sin embargo, es que una consideración escrupulosa de las transformaciones ocurridas a través del tiempo y que se reflejan en la delimitación de objeto y de la metodología utilizada en la investigación contribuyen, de forma crítica, para lograr una visión más acabada sobre la configuración institucional que haya podido seguir una disciplina cualquiera, la psicología o la sociología entre ellas. También es un componente esencial para analizar por qué hay discordancias notorias en los niveles de avance científico entre una sociedad y otra. Esto resulta tanto más pertinente al estudiar las conexiones que emergen entre áreas colindantes o vecinas y que se dan al interior de dos o más ciencias disímiles, hecho que también explica las influencias comunes, que provienen del entorno cultural, sobre la configuración de campos aledaños. En este caso, resulta pertinente una estimación detenida sobre el desarrollo de la sociología y, en particular, de las conexiones directas que guarda con la psicología social y algunas otras áreas cercanas.

Sobre el tema, indudablemente, hay mucho que decir. En la literatura anglosajona se dispone de textos bien documentados que informan sobre el desarrollo histórico de la sociología (Barnes, 1948; Kon, 1989), así como de los métodos de investigación social, aun cuando uno de sus principales referentes (Easthope, 1974) haya especificado que la suya no era una exposición secuenciada y cronológica de las líneas de investigación sociológica, sino un análisis de la orientación básica que corresponde a los sociólogos que desarrollaron tales proyectos. Pero en América Latina, los estudios que tratan específicamente de esta evolución conceptual no resultan abundantes, pese a que ciertos trabajos muy solventes y bien informados se hayan dado a conocer ya a mediados del siglo XX (Gurvitch, Moore y Popescu, 1965; Poviña, 1959). De estos, los que se enfocan en aspectos puntuales que atañen al desarrollo sociológico en países específicos son incluso menos frecuentes.

Igualmente, las relaciones que pueden tejerse entre la psicología social y la sociología, asumidas desde una perspectiva histórica, resultan inusualmente abordadas. En Paraguay, unas pocas investigaciones se ocupan de los comienzos de la psicología social, tomando especial cuidado en remarcar sus estrechas conexiones con el campo de la sociología y los puntos compartidos por ambas (García, 2003, 2018a). Caballero Merlo (2011) y Quevedo (2018) aportaron elementos para analizar los orígenes de la sociología a nivel local. Entre los autores y textos que se destacaron en las primeras décadas del siglo XX, merecen especial mención los libros y artículos de Ignacio A. Pane [1881-1920], creador de una de las primeras obras a nivel local que se hallan netamente centradas en el campo sociológico titulada Apuntes de Sociología (Pane, 1917). Otros trabajos, de interés colateral para nosotros, analizan vertientes de la obra de Pane que abordaban las relaciones entre psicología y literatura (García, 2021). El autor de estos trabajos poseía una formación de base como abogado, pero en su corta vida de solo treinta y nueve años se destacó en múltiples facetas de la actividad pública y en la política nacional. Se dedicó también a oficios como la docencia en el nivel secundario y universitario. De igual modo, le corresponde un sitio en la historia de la literatura nacional, dada su afición a la poesía, que en su tiempo llegó a cosechar elogios y comentarios favorables (Rodríguez-Alcalá y Pardo Carugati, 1999). En el ámbito estricto de la sociología, se abocó a la enseñanza de la materia en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción, impartiendo clases a los estudiantes de abogacía. Los estudios biográficos distan de ser cuantiosos, aunque Cattivelli Taibo (2011) escribió un breve, pero bien informado, recuento.

Al cumplirse la primera centuria de publicación de los Apuntes, sus conexiones y relevancia para la naciente psicología social en el Paraguay fueron examinadas en un artículo reciente (García, 2017), particularmente las vinculaciones que Pane esbozó entre la psicología social y la sociología, así como sus razonamientos sobre las delimitaciones de objeto que caben en relación con sectores más específicos, como la psicología colectiva, la psicología de las masas y la psicología individual. El trabajo que ahora ofrecemos prosigue con esta misma línea de análisis, aunque centrándose en otro de los tópicos incluidos en los Apuntes, esto es, su exposición de los marcos metodológicos que Pane sustentaba como herramientas de investigación para la sociología y que, considerando la unión estrecha que él estableció con la psicología social, son de interés directo para esta. Aunque el autor haya sido más un teorizador que un investigador empírico propiamente dicho, las nociones sobre los métodos para la investigación sociológica se hacen relevantes para una delimitación temprana de la naciente psicología social paraguaya, sobre la que él influyó mucho. Igualmente, la exploración sobre el proceso que ha seguido la evolución de la psicología social en el Paraguay se justifica no solo por la temprana aparición de la disciplina en este país, sino además por la posible utilidad como un marco de análisis comparativo para otras naciones de la región.

Apoyados en todo lo anterior, los objetivos rectores para este trabajo son: a) analizar los métodos de investigación pertinentes para la sociología que Ignacio A. Pane desarrolló en los Apuntes de Sociología, b) discernir la conexión que el autor vislumbró entre esos métodos y la concepción particular que tuvo sobre los límites disciplinarios de la sociología y la psicología social y c) evaluar la influencia que ejercieron los métodos escogidos respecto a las concepciones que Pane albergó sobre la sociología y la incipiente psicología social paraguaya. De acuerdo con esto, el enfoque del artículo es histórico y con un análisis y discusión crítica de las ideas sustentadas por el autor. La estrategia que utilizaremos para el efecto es un escrutinio de las fuentes primarias y su contextualización en referencia al conocimiento sociológico y de la psicología social a comienzos del siglo XX. Para iniciar nuestra discusión, será pertinente una breve exposición sobre el lugar ocupado por la metodología en el contexto general y el esquema de presentación de las ideas que se desarrollaron en los Apuntes de Sociología.

 

La metodología y su compleja relación con la sociología

La estructura argumentativa del libro de Pane solo puede ser cabalmente comprendida si se tiene en cuenta que el autor lo concibió con el fin de servir como soporte bibliográfico para sus estudiantes, en un paso previo a la lectura de los tratados de mayor porte que, por entonces, se utilizaban en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción. En ese recinto, Pane había sido el tercer catedrático histórico de Sociología en orden cronológico, desde la fundación de la cátedra en 1900 (García, 2003, 2018a). Pero la intención no le resultaba privativa. Idéntico propósito también animó el trabajo de uno de los dos predecesores, el también abogado, pero de extracción política liberal, Cecilio Báez [1862-1941], quien escribió su propio texto de sociología (Báez, 1903) catorce años antes. De manera que la intención no era sustituir aquéllos gruesos tratados importados principalmente de los Estados Unidos y España, sino complementarlos con una introducción simplificada, más sintética y accesible. Pero sería un equívoco el considerar que el texto era tan solo un resumen superficial, pues no esquiva la discusión de cuestiones complejas y ofrece un gran número de problematizaciones interesantes. Pane acometía con una extensa exposición de autores y fuentes, en un estilo que algunos consideraron un signo claro de sus adscripciones positivistas, con especial aprecio a exhibir una erudición fuera de lo común, que se nota, sobre todo, en la amplísima variedad de autores citados. El foco inicial para los propósitos del libro era arribar a una buena definición que enmarcara a la naciente disciplina de la sociología, lo cual, por hallarse en las fases iniciales de su formación y, además, por la gran abundancia de fuentes teóricas divergentes que disputaban su influencia sobre la conformación de la novel ciencia, se volvía harto difícil. Veremos, en un momento, cómo Pane logró dar solución a muchas polémicas estériles o intelectualmente disolventes sobre este y otros tópicos.

Afirmaba el autor que el “método” consiste en la vía o procedimiento a seguir para el acopio de la información y el desarrollo de cualquier tipo de investigación. Por lo tanto, consideraba que el ámbito propio de su estudio se encuentra en el terreno de la lógica, disciplina que se encarga de la discusión de los parámetros generales que conciernen a los métodos utilizados en cada ciencia. Es por ello que algunos tratados de lógica, como los escritos por los filósofos británicos John Stuart Mill [1806-1873] (Mill, 1890) y Alexander Bain [1818-1903] (Bain, 1887), a quienes Pane mencionó de manera explícita, incluían capítulos enfocados hacia la metodología de la ciencia, así como su respectiva clasificación. No obstante, lamentaba que muchos autores considerasen pertinente la introducción de métodos particulares de sus ciencias como parte de las descripciones que ofrecían en sus tratados, eludiendo el abordaje de los métodos concebidos en cuanto estrategias generales. Esto lo atribuía a deficiencias de los tratadistas que abordaban la metodología de ciencias específicas, o de quienes redactan los tratados de lógica, por las insuficiencias en las descripciones proveídas sobre los marcos metodológicos entendidos como una práctica de orden general. Esto parece hallarse en contraposición a una visión de los métodos que los concibe como prácticas unificadas en todas las disciplinas y que, conforme a Pane, sería la más adecuada. El que existan estos enfoques sesgados puede atribuirse al surgimiento de confusiones derivadas del mal e insuficiente conocimiento, por los mismos autores de los grandes tratados sociológicos, respecto de las generalidades de la lógica que subyace a la metodología científica en general. Incluso Bain, a quien Pane aludía como un limitado conocedor de la Sociología y la Estética, pero que mereció sus mayores respetos como uno de los grandes lógicos de su tiempo (Pane, 1917), no escapa del todo a la aspereza que encierra esa crítica.

No obstante, se reconoce que el método adopta estrategias singulares cuando se aplica en el contexto de las diferentes ciencias. Las variantes que son la obvia consecuencia de esta diversidad se hallan determinadas por las características singulares que encierra el estudio de los objetos privativos de cada disciplina que conforma el amplio abanico de la ciencia. Pero la tendencia a denominar o conceptualizar simplemente como “el método”, y expresarlo de una manera única, singular, individual y además por separado, para referirse a cada una de las formas especiales en que se manifiesta el proceder metodológico de las ciencias particulares, constituye un riesgo que vulnera seriamente el principio elemental que supone la unidad general del método, tal como lo concibió el geógrafo francés Jean Camille Vallaux [1870-1945], un referente de importancia para Pane en relación a dicho punto específico. Además, consideraba que este es un principio de capital importancia, tanto en el marco de la Metodología como en el de la Lógica. La mencionada unidad general de la ciencia no excluye, desde luego, la existencia de algunas variantes que son fundamentales en el proceso de la investigación, y que son comunes a todas las disciplinas científicas, marcando su presencia en todas ellas y constituyendo un fino equilibrio entre lo particular y lo general. Se trata de la observación, la inducción y la deducción, así como aquellas operaciones intelectuales que Pane (1917) denominó estrategias de exposición, entre las que se cuentan el análisis y la síntesis. La caracterización no deja de resultar llamativa, habida cuenta que tanto la inducción como la deducción se identifican más apropiadamente con estrategias analíticas, mediante las que el pensamiento opera durante los procesos de investigación, más que a métodos en sí mismos. Pane indica también que tales estrategias resultan naturales a todas las ciencias. Las mismas se derivan de conceptualizaciones fundadas en la psicología, ya que esta constituye una “...ciencia básica, por eso mismo, de la Lógica” (Pane, 1917, p. 220). Es decir que la Lógica sería tributaria, al menos en ciertos sentidos, de la Psicología.

Las variantes y modalidades que integran el amplio panorama de los métodos no tendrían por qué desdeñarse a priori dice Pane, privilegiando tipos de investigación en detrimento de otros. Lo correcto sería emplearlos según el grado de utilidad que les corresponde y en la medida que el desarrollo de las nuevas áreas de investigación y las necesidades concernientes a la naturaleza de las diferentes ciencias lo permita. Esta visión pluralista y abierta sobre la posibilidad de aplicación de los diferentes métodos en las rutinas investigativas puede considerarse una de las características resaltantes en el análisis que realiza Pane. Los sociólogos que rechazan el uso de algunos métodos científicos en razón de una perspectiva muy parcializada sobre el objeto de su ciencia también parecen suponer que la última palabra ya ha sido dicha sobre la misma (Pane, 1917) y que, por lo tanto, no cabe agregar nada más a su desarrollo conceptual, lo mismo que a la delimitación de su objeto de estudio, que siempre constituye un aspecto esencial. Con semejante proceder, solo limitan la investigación sociológica a un punto de vista estrictamente personal, el de cada autor o, en su defecto, a lo que sostiene su escuela de pensamiento respectiva (Pane, 1917). Quienes se hallan en posesión de una visión parcializada y sesgada como esta, alimentan continuamente la idea y la creencia de que la experimentación, la inducción o la deducción carecen de utilidad real (Pane, 1917), un posicionamiento que también violenta el principio, ya mencionado antes, de la unidad de la ciencia. Asimismo, perjudican tanto a la concepción formal del método, como a la sociología misma.

Algunos tópicos del capítulo ya fueron abordados por Pane en un estudio titulado El método y las ciencias sociológicas, publicado en la revista La Enseñanza en 1913. Avanzando más allá de lo tratado en ese artículo, dejó abiertas en el libro otras cuestiones no exploradas, como las complejas cuestiones relacionadas con la visión de los sociólogos respecto de las definiciones de su disciplina y, en especial, la correcta determinación del marco metodológico. De esta manera, confrontaba las opiniones de los más distinguidos sociólogos europeos de su tiempo, incluidos Auguste Comte [1798-1857] y Émile Durkheim [1858-1917], algunos de ellos representantes muy calificados de la temprana psicología social europea (García, 2018b). También mencionaba a exponentes latinoamericanos, como el chileno Valentín Letelier, quien además ocupa un lugar destacado en la historia de la psicología de ese país (Salas, 2014). En su recuento, no dejaba dudas sobre las profundas divergencias entre todos ellos. Al mismo tiempo, deploraba que los tratadistas se opusieran y rebatieran entre sí, al punto que a veces, incluso, parecían entrar en contradicción consigo mismos. Entre sus numerosas observaciones cuestionó, por ejemplo, a quienes solo ven en los fenómenos sociales la vigencia irrestricta de alguna forma de psiquismo, tendencia que atribuye a la influencia del psicólogo francés Gustave Le Bon [1841-1931] y sus seguidores. Asimismo, criticó a quienes ignoraban las prescripciones sugeridas por el filósofo Herbert Spencer [1820-1903], anteponiendo el uso del método inductivo a cualquier otra consideración metodológica y excluyendo las opciones distintas. Ante eso, Pane estableció una reivindicación explícita del método de la observación, al tiempo de remarcar la importancia de una buena clasificación como parte de los estudios sociales.

Pane observó que autores como Friedrich Engels [1820-1895] y Edvard Westermarck [1862-1939], a quienes mencionó en el marco de la crítica que realizaron a los sociólogos etnográficos, calificados como malos investigadores de costumbres e instituciones primitivas por aquéllos, incurrían ellos mismos en idénticos vicios. A propósito, recordó las afirmaciones de Westermarck en el contexto de una descripción de sociedades aborígenes, donde afirmaba erróneamente que, en el Paraguay, las mujeres declaran su amor primero que los hombres, por una presunta condición de resultar más apasionadas que sus contrapartes del otro sexo. Esta versión, aseveraba Pane, es parte de una larga serie de errores cometidos sobre el Paraguay en los libros de numerosos intelectuales y exploradores famosos. Sin embargo, a renglón seguido, establecía que esas contradicciones y equívocos no eran menos que los cometidos por diversos autores o “sabios” contra la ciencia misma, o de tal o cual artista contra el arte. Un total de doce páginas del libro (de la 226 a la 237) estuvieron destinadas a discutir los posicionamientos de un cúmulo de autores relevantes respecto al uso de la inducción en la investigación sociológica.

En el libro se revisan y comentan las ideas de Alfredo Colmo [1868-1934], Cecilio Báez, Eugenio María de Hostos [1839-1903], Benjamin Kidd [1858-1916], Mariano Cornejo [1866-1942], Antonio Dellepiane [1861-1939], James Mark Baldwin [1861-1934] y Abroteles Eleutheropulos [1873-1963], siguiendo este mismo orden de autores. El último es conceptuado por Pane como uno de los que mejor trató el tema de la metodología en la sociología, aunque discrepa de algunos puntos de vista sustentados por él, especialmente porque Eleutheropulos confería un papel casi nulo a los procesos de la deducción. Es más, con él reaparece en primer plano uno de los tópicos que brindó ejemplos de lo más sustancioso de las discusiones de Pane en algunas de las secciones precedentes de su libro. Y es la relación entre la sociología y la psicología. Lo que se denomina el método psicológico, citado como el último de los cuatro reconocidos por el psicólogo francés Gabriel Tarde [1843-1904] junto al método ideológico, el físico y el biológico, podría ser mejor conceptualizado como una sociología psicológica, que cultivan aquéllos cuyo interés consiste en dar una base psicológica a la sociología.

Entre quienes mantenían el criterio de sustentar los estudios sociológicos sobre la base que les provee la psicología se cita, entre otros, a Auguste Comte, Gabriel Tarde, Guillaume De Greef [1842-1924], Franklin Giddings [1855-1931] y Adolphe Quetelet [1796-1874]. Conforme a esta aproximación, los fenómenos sociales constituyen fenómenos psíquicos. De aquí se sigue que las leyes sociales no son otra cosa que derivados (o “una forma de”, según expresa Pane) de leyes psíquicas. La vinculación entre ambas ciencias y su interacción mutua y especial podría conducir a ciertas conclusiones paradójicas. Sin embargo, el tópico es importante no solo porque la relación pueda darse al considerar a la sociología como una disciplina fundamentada en la psicología, sino incluso en el sentido contrario, es decir, visualizando a la ciencia psicológica como fundamentada en la sociología. Este modo de análisis se asocia a las ideas de Eugène De Roberty [1843-1915], mencionado con relativa frecuencia en los escritos de Pane y para quien lo social es psíquico, habiendo argumentado con detalle respecto a lo que constituye el fenómeno de la psique colectiva (Palante, 1901).

 

El método de la observación

Al inicio mismo de su discusión sobre las variantes que conciernen al método observacional, Pane se opuso a la reducción o restricción de la metodología que emplean los sociólogos a algunas de las variantes metodológicas específicas que se utilizan en el contexto de algunas ciencias, como autores de la talla de Durkheim, Mill y Giddings habían preconizado. En particular, rechazó la subordinación de los estudios sociales a la vigencia hegemónica de la deducción. Pane, para quien la sociología era la más concreta y amplia de las ciencias sociales, creía que esta es a las demás ciencias sociales lo que la filosofía a todas las disciplinas científicas en su conjunto. Por lo mismo, sentenció que el método deductivo, que es propio de la matemática y a la que describió como una disciplina abstracta y orientada al estudio de objetos producidos por el pensamiento en oposición a las realidades del mundo sensible, no podía constituirse en la metodología adoptada para la sociología, al menos si se la considerada aplicable “…sola o principalmente…” (Pane, 1917, p. 239) y en una abierta exclusión de las demás aproximaciones metodológicas. Por contraposición, el método debía ser el inductivo, el mismo que utilizan ciencias fácticas como la química o la biología, aunque sin negar, desde luego, la utilidad que puede prestar la deducción en los procesos que incumben al análisis de las teorías científicas. La homologación de la metodología sociológica con la de ciencias naturales como las mencionadas nos dice bastante sobre la orientación positivista de Pane, que tomaba en cuanto modelo a estas disciplinas, cuyos objeto y características las distancian mucho de lo que resulta corriente en los estudios sociológicos.

En la visión de Pane (1917) la sociología no se había podido constituir en una verdadera disciplina científica, pues solo fue capaz de conformar un esbozo de ciencia, enclavado en los esquemas metafísicos que aportan disciplinas como la Filosofía de la Historia y la Filosofía del Derecho. Estas se constituyeron bajo la tutela de la metafísica y la teología, como resultantes de una deducción a partir de los principios rectores de estas. Pero al transformarse la Historia en una verdadera ciencia en el transcurso del siglo XIX, coincidiendo con la transformación que experimentó desde las meras reconstrucciones en un sentido que la hacía más afín a una disciplina literaria, y comenzando a adoptar un claro perfil inductivo congruente con la metodología científica, el escenario varió sustancialmente. Esto se producía de forma paralela con la introducción al horizonte científico de la investigación de los llamados salvajes. Estas búsquedas propiciaron el surgimiento de la Etnografía y la Etnología. Asimismo, tuvo mucha importancia el estudio del hombre anormal, que Pane vinculaba con la criminología y la psicología mórbida. Quedaba demostrada así la importancia central de la experimentación, cuya práctica condujo a la realización de varios e importantes descubrimientos en todas esas disciplinas y en otras inclusive, impulsadas por la correcta aplicación de los procedimientos metodológicos inductivos, los mismos que ya habían sido propuestos, muchos siglos antes, por Aristóteles y Francis Bacon. Este es el momento histórico en que también se estableció la sociología, a la que Pane (1917) consideró la mejor síntesis que se había alcanzado en el marco de investigación de las ciencias sociales.

En este sentido cabía diferenciar, en primer término, la observación directa y personal. Era un método de difícil aplicación, pues suponía que lo observado siempre fuese el individuo y no lo social Y aunque parezca correcto afirmar que las personas integran la base constitutiva para cualquier estudio sociológico, no es necesariamente a través del análisis del comportamiento individual que habrá de distinguirse inmediatamente la dimensión sociológica del fenómeno humano, pues lo social o lo sociológico no se traduce unidireccionalmente en el comportamiento individual. Este es, en muchos casos, el punto de apoyo para quienes diferencian los dominios de la psicología social de los que pertenecen a la sociología: siendo la primera el estudio del comportamiento individual en condiciones de interacción social, la segunda converge hacia las estructuras sociales, así como a las creaciones colectivas que trascienden el ámbito privativo del comportamiento. Los objetos estudiados por la sociología quedan conformados a un nivel superior que el comportamiento singular de los individuos. Pane era bien consciente de esta dificultad. En su discusión, sugirió que la única posible salida a esta encrucijada era la aceptación del criterio establecido por el sociólogo cracoviano Ludwig Gumplowicz [1838-1909], de acuerdo con quien todo lo individual, y en especial el psiquismo, es un producto social. Bien sabido es que este autor llegó a ciertas conclusiones paradójicas en referencia a este punto:

El gran error de la psicología individualista es la suposición de que el hombre piensa. Ello conduce a la continua búsqueda de la fuente del pensamiento en el individuo por la razón de que el individuo piensa así y no de otra manera; y a los teólogos y filósofos ingenuos los lleva a considerar e incluso a aconsejar cómo debe pensar el hombre. Una cadena de errores; porque no es el hombre mismo el que piensa sino su comunidad social; la fuente de sus pensamientos está en el medio social en el que vive, en la atmósfera social que respira, y él no puede pensar otra cosa más que las influencias de su ambiente social concentrándose sobre lo que su cerebro necesita. Existe una ley de la mecánica y la óptica mediante la cual calculamos el ángulo de refracción desde el ángulo de incidencia y en el ámbito de la mente hay una ley similar, aunque no podemos observarla tan exactamente. Cada rayo de pensamiento que cae sobre la mente es reflejado en nuestras opiniones. Lo que pensamos es el resultado necesario de las influencias mentales a las que hemos sido sometidos desde la niñez (Gumplowicz, 1899, pp. 156-157).

De esta manera, la barrera queda superada al difuminar todo cuanto pertenezca estrictamente al ámbito individual y dirigirlo hacia el nivel más general y comprensivo de la influencia colectiva. Pero, aunque lo planteó como una opción teórica congruente para la solución del problema suscitado, Pane no compartió necesariamente ese posicionamiento. Con respecto a la observación directa advirtió que, aunque pudiera tenerse en la mira a cada fenómeno que se yergue en la interacción social cotidiana, la pertinencia de esta clase de observación sería muy pequeña (“insignificante” es el término que utiliza Pane) para abarcar al conjunto de la sociedad y, además, visualizar a los colectivos sociales en todo tiempo, lugar y situación. A menos que, al mismo tiempo, se incorporara como parte de la metodología a la observación personal indirecta, que se refiere, esencialmente, a los testimonios ofrecidos por los demás individuos. Pane consideraba que este uso del testimonio, que a su criterio había alcanzado un gran desarrollo gracias a la cientifización creciente de la ciencia de la historia y a su utilización regular en la investigación jurídica, especialmente en el derecho procesal, que asimismo se había beneficiado de una mayor consolidación del testimonio utilizado como herramienta de escrutinio histórico. El autor deploraba que, pese a su reivindicada utilidad como medio de complementación para la colecta de datos a través de la observación, las ciencias sociales hiciesen todavía poco o casi ningún uso de ese importante elemento, privándose así de un valioso recurso. La técnica del testimonio como táctica de investigación debía ser aquélla que se utiliza con la rigurosidad de la investigación histórica, y no la que se empleaba con la debilitante laxitud con que determinados sociólogos, basados en relatos poco rigurosos que se desprendían de historias de viajeros y otras fuentes similares, terminaban difundiendo prejuicios étnicos o errores gruesos que poco favor hacían al genuino avance del conocimiento.

 

La experimentación

En un segundo momento, Pane centró su atención sobre la experimentación y sus reglas. La experimentación constituía “…la forma de observación más fecunda hasta hoy en resultados prácticos para la ciencia” (Pane, 1917, p. 243). No obstante, los autores de textos metodológicos que trabajan en la actualidad (Kantowitz, Roediger III y Elmes, 2009) difícilmente considerarían al método experimental como una variante de los procedimientos observacionales, habida cuenta las diferencias de procedimiento y el propósito esencialmente manipulador de las variables que posee la experimentación, comparado con el proceder menos intervencionista de la observación. La palabra “manipulación”, que conlleva una significación negativa en el lenguaje corriente, describe la articulación del diseño metodológico para desencadenar efectos diversos establecidos por el experimentador conforme a pautas precisas. Asimismo, Pane reconoció la ausencia de criterios unificados para identificar los elementos característicos de la experimentación, y lo ejemplificaba con varias citas tomadas de diversas fuentes. La conceptualización básica para esta variante metodológica cruzaba por las siguientes y variadas consideraciones: desde la negación lisa y llana de la posibilidad de su utilización como método en la sociología, tal como sentenció John Stuart Mill, hasta la demostración de sus ventajas mediante ejemplos concretos, como Alexander Bain. Otros afirmaban que, dada la dificultad de su aplicación para los estudios en el campo de las ciencias sociales, el uso de la experimentación podría ser sustituido por alguna de las demás variantes que se abren en el abanico de la observación. Según Pane, lo más útil resulta la aplicación de las “reglas” que usualmente presiden el trabajo experimental y el intento de adaptarlas al uso de los demás métodos admisibles en el contexto de la investigación sociológica. Pero remarca, al mismo tiempo, la gran dificultad de utilizar en los estudios sociales lo que resulta más privativo y característico en esta modalidad de trabajo, es decir, la producción artificial de los fenómenos (Pane, 1917).

La primera de las objeciones, que niega absolutamente el empleo del método experimental en la sociología, apunta al hecho evidente de que la sociedad entera no podría ser sometida a las vigilancias rigurosas que exige un plan experimental, porque no podrían desencadenarse los eventos sociales con idéntica posibilidad de control que son posibles en otras áreas de la ciencia, como la física o la química. Además, Pane desestimó las objeciones levantadas por Mill a cualquier posibilidad de implementar la experimentación social y las atribuyó a alguna eventual “anomalía” o traspié intelectual en que pudo haber incurrido el mismo autor. El motivo era que Mill, que fue miembro de la Cámara de los Comunes en su país, habría pasado por alto, siempre ciñéndonos al criterio de Pane, que el ámbito político es, de hecho, un espacio propicio para la “experimentación”, asumida en este caso como el conjunto de las alteraciones o modificaciones súbitas que a veces son desencadenadas en el ámbito social, por ejemplo, aquellas noticias intranquilizadoras que causan efectos volátiles en el ámbito financiero y alteran las condiciones de previsibilidad que son tan importantes para el manejo prudente de la economía. Este tipo de sucesos estarían produciendo consecuencias comparables a los de una experimentación realizada ex profeso, pero en el contexto del grupo social. Es de este modo que la posibilidad del “experimento” se introduce a la escala mayor que representa la sociedad. Esto es lo que Mill habría obviado, siempre en conformidad con el pensamiento de Pane, quien también se refirió a las llamadas leyes de tanteo, factibles de homologarse con “…verdaderos procedimientos experimentales” (Pane, 1917, p. 245), todo lo cual permite vislumbrar una especie muy singular de inmenso y omnipresente laboratorio social.

Es obvio que el concepto de la experimentación estaba siendo utilizado en un sentido más extenso y abarcador que lo usual cuando se habla del diseño metodológico estándar en las ciencias del comportamiento. El modo en que Pane concibió la vigencia global de la experimentación se comprende muy bien basándose en las consideraciones que hizo sobre las leyes en general. Por ejemplo, decía que estas son siempre de carácter experimental, porque gozan de un carácter temporal en sus efectos. Esto significaría que la ley, al tener un plazo de vigencia limitado, puede ser evaluable en observancia de sus resultados concretos. Afirmaba, incluso, que toda aplicación de una ley reviste un carácter experimental, especialmente cuando se trata de una ley penal. Vemos entonces que, por lo menos en este estadio de la discusión, Pane apeló a un concepto amplio y ciertamente muy laxo de la experimentación. Pero, al mismo tiempo, no es posible perder de vista que su presentación aludía a la experimentación sociológica, inscripta en el dilatado panorama que suponen los procesos sociales, y no al de los investigadores que confrontan fenómenos en el restringido y aséptico recinto del laboratorio. Las diferencias en los niveles y contextos son indiscutibles.

En función a la experimentación, se consideraba que lo más fértil de los resultados obtenibles de esta no es siquiera la posibilidad de realizar una cuidadosa investigación con los recursos emanados de su práctica. Lo más prometedor, de hecho, era el análisis que podía lograrse con la observancia de cuatro principios que Pane denominó “leyes o reglas de la experimentación”. Estos se manejaban con arreglo a un razonamiento estrictamente causal. Al primero lo designó como el método de la concordancia, estableciendo que, al presentarse un hecho A con antecedencia a un hecho B, se tiene que A debe considerarse la causa de B. El segundo es el método de diferencia, el cual afirma que si se suprime A en todos los casos en que aparece A y al hacerlo también se suprime B, entonces también se asume que A es la causa real de B. Este enfoque se estimaba como inverso al primero, del cual es también complementario. El tercer método es el de las variaciones concomitantes, donde se consigna que, en la medida en que se produzca un aumento o una disminución en A, este se reflejará en el aumento o la disminución proporcional verificada en B. Finalmente, el cuarto criterio presentado se denomina método de los residuos y posee, en la percepción que Pane (1917) tuvo del mismo, una formulación más semejante a un consejo que a una ley efectiva. Aquí se defiende la pertinencia de considerar y estudiar los hechos sueltos o aislados que se asocian al problema central bajo indagación y que, asimismo, se desprenden de la aplicación de los principios anteriores. Esta última formulación parece muy análoga a lo que se ha denominado variables extrañas en el contexto de la investigación experimental.

Aunque los elementos mencionados se identifican más con la esfera de la filosofía metodológica subyacente a la experimentación que a la implementación de estrategias de uso concreto para el diseño investigativo, su utilidad resulta oportuna, como ha remarcado el propio autor, para la constitución de tradiciones investigadoras en los países donde la cultura científica es muy escasa, embrionaria e insuficiente. Tal era el caso del Paraguay en el momento de escribir los Apuntes y, en gran medida, continúa siéndolo en el presente. En la valoración personal de Pane, la utilización del método experimental había dado frutos inapreciables en otros contextos de investigación, como las ciencias químicas y biomédicas, de la mano de autores tan influyentes como Louis Pasteur [1822-1895] y Claude Bernard [1813-1878) (Bernard, 1865], lo mismo que en los escenarios propios de la criminología positivista. En este ámbito, el método experimental demostró su pertinencia en la comprensión de los individuos criminales. Mucha de esta investigación, por supuesto, es psicológica. La vigencia práctica de estos enfoques tendría la fuerza para potenciar un efecto positivo en cuanto orientador para las distintas disciplinas científicas, incluidas las ciencias sociales. Por ello, la prosecución de las reglas del método experimental podría verse como una forma eficaz de mitigar muchas de las interpretaciones erróneas que con frecuencia se deslizan respecto a los hechos sociales, siempre tan vulnerables a la manipulación que proviene de las “…bajas pasiones predominantes…” (Pane, 1917, p. 248) que afloran en diversos niveles de la sociedad.

 

La estadística

La tercera vertiente en la que Pane (1917) fijó su atención es la estadística, para cuya exposición siguió las ideas del sociólogo Rene Worms [1869-1926]. La estadística, que es vista como una variante de la observación, se constituyó en la historia de Occidente como una estrategia para el estudio positivo de los hechos sociales, constituyendo, así, la más antigua entre las que existen para tal efecto (Pane, 1917). De este modo, la estadística habría comenzado su historia sirviendo como instrumento de investigación utilizado a niveles gubernamentales y con diversos fines a la vista. Pane asevera que los diversos regímenes del mundo la emplearon, por ejemplo, para conocer la cifra exacta de sus súbditos. La estadística habría sido un elemento fundamental para los gobernantes, lo que explica el nombre que ha recibido como estadística, es decir, derivada de su asimilación para las cuestiones atinentes al Estado. Pero a partir del siglo XVIII comenzó a darse una gran expansión en sus usos y aplicaciones, alcanzando a diversos sectores organizados de la sociedad y posibilitando un fuerte e importante avance en la investigación.

Sin embargo, Pane no acompañó la idea de que la estadística fuese propiamente una ciencia, pues carecía de un objeto de estudio propio, una característica que habitualmente se considera definitoria para el reconocimiento de cualquier disciplina científica. Aunque, al mismo tiempo, reiteraba la gran utilidad que le cabe como método de investigación en las ciencias sociales. Su utilidad principal viene dada por el hecho de referirse a fenómenos que son múltiples y complejos. En el primer caso, en cuanto fenómenos de carácter múltiple, la relevancia se explica por la gran multiplicidad que exhiben, en tanto la complejidad deriva del hecho de poseer, gracias a esa misma condición, la posibilidad de ser analizados en sus partes constitutivas. Así vista, la estadística guarda el potencial de orientar exitosamente el proceso de investigación desde el análisis hasta la síntesis de los intrincados fenómenos que conciernen al estudio de las sociedades. Entre las partes en que se divide el proceso de los estudios estadísticos, Pane reconoció cuatro etapas: 1) en primer lugar, la que procede a la recolección de los datos, sin los cuales ningún trabajo de este tipo podría estimarse viable; 2) en segundo término, sigue el agrupamiento de los datos; 3) en tercera instancia, estos mismos se someten a lo que Pane denominó la traducción de los mismos, con el fin de mudarlos “…en expresiones diversas…” (Pane, 1917, p. 250); 4) el último paso consiste en la realización de los cálculos matemáticos pertinentes sobre la base de las expresiones mencionadas.

Siendo los datos estadísticos, como lo eran para Pane, elementos destinados a la organización de los datos por parte de las instituciones estatales, se comprende que su uso se orientara al mismo propósito, como medio para el ordenamiento sistemático de la información compleja perteneciente a las esferas de la acción pública. Así es como se vislumbra esta conceptualización para el manejo de los mismos. Primeramente, los datos para la investigación se recogen tanto en registros como en fichas. Luego, viene la fase que requiere la organización de los mismos, lo que se realiza conduciendo esos mismos datos a un “centro” específico, concebido como un lugar físico, que podría ser un municipio, un ministerio u otro lugar semejante. Allí habrá de inspeccionarse la información obtenida por el acopio de datos. Más tarde, cuando estos se encuentren ya centralizados, deberán organizarse en cifras, para que constituyan un resumen de los mismos. Esto es lo que Pane entendía como la “traducción” de los datos. Podrá hacerse colocándolos en columnas, figuras, diagramas, cartogramas y otras modalidades de presentación. La cuarta y final es la etapa de la producción de los cálculos, en los que se incluye, como ejemplo de esta última fase, la elaboración de las medias estadísticas.

No obstante, el uso de las herramientas estadísticas adolecía de ciertas imperfecciones consignadas en el texto. La principal entre ellas era la imposibilidad de aplicarse a todas las variantes de fenómenos sociales, sino solo a aquéllos que se distinguen objetivamente por una existencia material concreta, como hace la economía, por ejemplo, con los números recogidos del movimiento financiero de la sociedad. En este punto, la observación que hace el autor es particularmente importante, ya que entre las posibles limitaciones del método se encuentra precisamente la dificultad de capturar con exactitud la realidad de los fenómenos mentales. Esta observación es congruente con la visión de Pane sobre la estadística como medio de sistematización de datos que son numerosos y dispersos, y no precisamente como una estrategia para su análisis o el cálculo de validez, como hace, por ejemplo, la estadística inferencial. La contundente afirmación de que “…solo los objetos corporales se dejan contar y medir…” (Pane, 1917, p. 252) resulta muy significativa en este sentido, y es un claro indicador de los obstáculos que podrían erigirse para los estudios psicológicos. Por la delimitación de su objeto, recordémoslo, la sociología no se ocupa del estudio de los procesos psicológicos internos.

Al mismo tiempo, Pane refirió que el uso de la estadística, por sí misma, es del todo insuficiente, ya que, como sistematización elemental de datos, siempre se encontrará muy requerida de incorporar una consecuente interpretación de los hallazgos. Y asume, además, que esta limitación ha generado insatisfacciones diversas que llevaron a la creación de nuevas estrategias, incluyendo el método monográfico. El examen del método estadístico se cierra con una erudita y nutrida presentación de varios otros autores y sus respectivos criterios, abundando sobre el significado de la estadística y los pasos que se requieren para su aplicación. Especialmente notable es que, como en casi todos sus escritos, Pane retorna a una mención de Giddings, el gran sociólogo estadounidense que es una de las influencias predominantes en su obra, estableciendo reglas adicionales sobre el análisis de las figuras, los modos de desviación y otros aspectos importantes. Una vez concluida esta fundamentación sobre los métodos sociológicos, el autor se adentra, para el siguiente capítulo del libro, en la discusión de las principales escuelas que configuraron la sociología de su tiempo.

 

Conclusión

Los Apuntes de Sociología de Ignacio A. Pane constituyen una de las primeras publicaciones realizadas en Paraguay en el ámbito estricto de esta ciencia. Fueron precedidas, catorce años antes, por la Introducción a la Sociología de Cecilio Báez (Báez, 1903), otro jurisconsulto e iniciado en el estudio de las ciencias sociales y quien, al igual que Pane, actuó como profesor de la cátedra respectiva en la carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción a comienzos del siglo XX. Las dos obras representan aportes significativos, no solo en el contexto de la historia de la sociología, sino también en el de la psicología social. Existen análisis genéricos para ambas obras (García, 2003, 2018a) y específicos para los Apuntes de Sociología (García, 2017). Respecto a estos, su principal importancia para la psicología radica en que, a través de sus páginas, hallaron un espacio de discusión los conceptos concernientes a determinados ámbitos de investigación y teorización de la disciplina, como el de la psicología social misma, además de la psicología colectiva y la psicología individual (García, 2017), que en esos años iniciales del siglo XX no eran tópicos muy discutidos en el ambiente cultural paraguayo. Pero en los Apuntes de Sociología, además, se encuentra una presentación de algunos de los métodos principales que enmarcaron los estudios sociológicos, basándose en fuentes primarias extranjeras. La discusión de estos temas se introducía por primera vez en el país, ya que la obra previa de Báez no recogió ninguna consideración de asuntos relacionados al manejo metodológico específico de la sociología.

Esta presentación sucinta de los métodos sociológicos cobra importancia para dilucidar, no solo de qué manera fue concebida esta articulación metodológica de la sociología en aquella etapa inicial en el Paraguay, sino también, por analogía, cuáles eran los recuadros que podían ser trazados en función de la investigación para la psicología social en sí misma. Y aunque Pane nunca abogó por una identidad completa entre ambas disciplinas y reconoció siempre sus diferencias conceptuales, es claro que la cercanía entre ambas le parecía un hecho real. La investigación eminentemente empírica en el campo de la psicología social –no así la indagación que reviste un carácter teórico– no se inició en el Paraguay sino hasta bien entrada la década de 1960, época de habilitación de la primera carrera profesional. Pero los métodos que nuestro autor prescribió para la sociología son los mismos de que haría uso más tarde la psicología social, tanto en el Paraguay como en otras latitudes. La conceptualización y el empleo de estos métodos en las páginas de los Apuntes, no obstante, parecen exhibir su propia lógica. Los métodos observacionales son los que se describen con el mayor convencionalismo o semejanza con los criterios actuales. Pero la presentación de la experimentación y de la estadística requiere comentarios especiales.

La experimentación fue entendida en su sentido más amplio posible, que desborda el trabajo aislado en el recinto de los laboratorios, y se extiende al conjunto del tejido social. Pane llegó incluso a homologarla con la promulgación de las leyes jurídicas y sus efectos sobre la vida colectiva. Esto la aleja considerablemente de sus connotaciones actuales como método científico para la psicología. Las acotaciones concernientes a la estadística también llaman la atención. Además de considerarla como un método más que como una herramienta matemática al servicio de la investigación, su relevancia quedó reducida a un recurso para la organización inteligible de grandes masas de datos, especialmente los de interés público. Pese a estas fundamentales diferencias conceptuales, los métodos de investigación expuestos en los Apuntes proveen un indicador de gran importancia para visualizar el contexto en que se estableció la naciente ciencia de la sociología, la concepción teórica y metodológica que le subyacía, las aplicaciones que le fueron proyectadas, las conexiones de los marcos metodológicos con las teorías respectivas, y las convergencias que tuvieron la sociología y la psicología social durante la etapa de sus orígenes en el Paraguay.

 

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1 Universidad Católica, Asunción, Paraguay. José E. García, Casilla de Correo 1839, Asunción, Paraguay. Correo electrónico: joseemiliogarcia@hotmail.com. ORCID: 0000-0001-6949-3593