Lugares de la Palabra

Construcción de saberes en adolescencia, salud mental y políticas públicas:
Entrevista a Dina Krauskopf

 

Psicóloga por la Universidad de Chile

Profesora emérita de la Universidad de Costa Rica

ORCID: https://orcid.org/0009-0009-1640-4388

 

Por Georg Unger Vergara1

Recepción: 19 de mayo de 2025 / Aceptación: 18 de junio de 2025

 

DOI: https://doi.org/10.54255/lim.vol14.num28.9
Licencia CC BY 4.0.

 

Estimada Dina, nos conocemos ya hace algunas décadas, por lo que se tu trayectoria y el impacto que ha tenido tu quehacer en Latinoamérica.

Quisiera comenzar preguntándote por el proceso o las circunstancias que te llevaron a elegir estudiar Psicología en la Universidad de Chile.

Di el Bachillerato en Valdivia, creyendo que quería ser profesora de Biología, pero dentro del sistema de entonces me tocó el tema “Insectos” y me di cuenta de que no me atraía enseñar algo así. Desorientada, lo comenté con unos amigos algo mayores que me visitaban desde Santiago. Me preguntaron qué me gustaba y dije: enseñar, pero ninguna materia en particular. Genialmente, me aconsejaron estudiar Psicología y tomar un curso de verano sobre el tema que ofrecían en la ciudad. Problema resuelto.

 

¿Cómo era la formación para los psicólogos en aquella época?
¿Qué materias y profesores(as) influyeron más en tu formación?

Creo que ingresé en 1955. Éramos la tercera generación. Se llamaba algo así como “Curso Especial de Psicología”; aún no era una Escuela. Nos sometieron a una selección rigurosa: tres días de pruebas y entrevistas. En la bienvenida que nos dio el psicólogo Iturriaga, nos dijo que, probablemente, al graduarnos no encontraríamos trabajo, porque era una profesión desconocida, y que debíamos considerarlo en nuestra decisión. Ninguno se retiró. El director de la Escuela era un amable psiquiatra: el Dr. Vila. Luego ya fueron directores psicólogos; dimos una lucha para que así fuera.

Las materias apuntaban a la Clínica, a la Psicología Laboral y a excesivas bases biológicas. Comenzamos con Anatomía, con un cadáver en el aula.

Los profesores eran muy entregados, pero curiosamente influyó en mi formación un profesor que me frustraba enormemente con una materia que se llamaba “Psicología del Niño y del Adolescente”. Hablaba de temas exóticos, pero no de la mirada psicológica sobre el tema. Seguramente ya me interesaba el asunto, porque me incomodaba demasiado. Me dediqué a buscar literatura científica sobre niñez y adolescencia (casi no encontré nada sobre esta última) y me formé hasta donde pude. Al año siguiente, los alumnos, como se estilaba en aquel entonces, lograron su renuncia y, dado que no había expertos y se sabía que yo estaba estudiando el tema, me nombraron Asistente para que diera las clases. La profesora de Psicología Educacional tomó oficialmente la responsabilidad del curso. El Rector de la Universidad tuvo que autorizarlo, pues yo era estudiante. Para mí fue muy difícil enseñar algo que recién iba aprendiendo. La psicóloga Teresa Corcuera me recomendó a David Ausubel, lo que fue fundamental.

Entre los excelentes profesores puedo destacar a Teresa Segur (Estadística), Arturo Prat (Psicoanálisis), Bernardo Arensburg (Psicoterapia), Favre (un profesor francés piagetiano), Fernando Oyarzún (Personalidad), Juan Marconi (Psiquiatría) y Egidio Orellana, quien daba el curso fundamental de Psicología General en primer año.

 

¿Qué personas consideras que eran psicólogas o psicólogos destacados en el tiempo en que cursaste estudios de Psicología?

Algunos que nombré anteriormente y varios psicoanalistas.

 

¿Cuáles eran las posibilidades de ejercicio profesional cuando egresaste de la carrera?

Estaban recién abriéndose. Ingresé a la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, y solo en ese momento se logró tramitar un código para la profesión. La psicóloga que ya estaba ahí, Helliette Saint Jean, tenía un código de otro trabajo, y nuestro jefe era un psiquiatra, Juan Marconi.

 

¿Qué experiencias formativas o profesionales influyeron en tus elecciones laborales tras egresar de la Universidad de Chile?

Mi propia docencia en la Escuela de Psicología, pues llevaba a los estudiantes a investigar la realidad de niños y adolescentes en el terreno. Aprendíamos todos.
Mi estadía en la Clínica Psiquiátrica fue fundamental. Nuestro Director era Ignacio Matte Blanco, un psicoanalista reconocido internacionalmente, bajo cuya guía teníamos reuniones clínicas semanales de extraordinaria calidad, pues había profesionales muy formados y estudiosos que hacían aportaciones y discusiones excelentes. También Helliette Saint Jean influyó por la importancia que le daba a la investigación y la metodología. Posteriormente, ella y Juan Marconi se retiraron de la Clínica para fundar el Centro de Investigaciones en Salud Mental en la Facultad de Medicina del Área Norte, y me invitaron a integrarme, lo que hice.

Allí pude enriquecerme con la perspectiva comunitaria que desarrolló Juan Marconi. Dábamos las clases de Psicología y Psiquiatría de la Escuela de Medicina Norte en diversas poblaciones, entre ellas La Victoria, y desarrollamos programas con sus habitantes. Junto con Domingo Asún, Patricia Hamel y Carlos Núñez, desarrollamos en el Centro de Investigaciones la unidad de Adolescencia para estudiar y trabajar el tema. Influyó también mi experiencia docente en el ciclo de materias que dimos en la Escuela de Medicina Norte, diseñado por Juan Marconi, innovador en los contenidos de los cursos y en la introducción de la participación de los estudiantes y el protagonismo comunitario en su desarrollo.

Paralelamente, tenía mi consulta clínica con niños, donde me motivé a pasar luego a adolescentes y adultos.

 

¿Cuáles fueron las causas que te llevaron a emigrar a Costa Rica?

Estaba casada con Washington Domb, quien tuvo responsabilidades de alto nivel durante el gobierno de la Unidad Popular. Fue luego detenido en el Estadio Nacional y, finalmente, se asiló en la Embajada de Panamá, desde donde pudo salir a Costa Rica. Yo me reuní allá con él.

 

¿Podrías sintetizar la evolución de tu trabajo en Costa Rica?

A mi llegada a Costa Rica encontré gran solidaridad en la Universidad de Costa Rica, a la que ingresé como docente en Psicología, unidad que todavía no era Escuela. Me ofrecieron el curso de Psicología Aplicada, con la posibilidad de diseñar el currículum que considerara conveniente. Diseñé un curso en terreno donde se estudiaba la vida de los habitantes de un villorrio semi rural e introducíamos todo tipo de instrumentos y temas, entre los cuales destaqué la adolescencia.

Los estudiantes luego pidieron un curso especializado en este tema, el cual se abrió. Lo desarrollamos en poblaciones marginales y con experiencias investigativas de aprendizaje. Empecé a dirigir investigaciones de tesis que decidí serían solo sobre adolescencia, decisión que mantuve durante toda mi vida académica. Se dio una gran productividad.

Realicé en Nueva York la beca Fulbright de Investigación Avanzada en el tema adolescencia. Esta se desarrolló en el Instituto de Investigaciones en Salud Mental de la Universidad de Columbia y en el Centro de Alternativas Juveniles The Door, que tenía un programa innovador de múltiple entrada a experiencias y servicios diversos —tradicionales unos, innovadores otros— para adolescentes y jóvenes vulnerables o en situación de calle. En ese tiempo visité varias universidades y centros de investigación.

A mi regreso a Costa Rica, fui elegida directora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad. Este pertenecía a CLACSO, la cual comunicó a los centros participantes que presentaran proyectos para abrir el Programa de Trabajo Juventud. El proyecto que enviamos fue el elegido, por lo que quedé como coordinadora del Grupo de Trabajo. Lo constituimos convocando a investigadores identificados en América Latina y el Caribe, con quienes realizábamos reuniones periódicas de trabajo en distintos países. FLACSO y CSUCA formaban parte del grupo. Posteriormente se creó la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ), de la que también pasamos a ser parte. Desarrollé varias investigaciones que se fueron solicitando sobre políticas de la región centroamericana.
Esta organización aportó con tres seminarios internacionales, a los que asistieron connotados investigadores, entre quienes trabajamos en el desarrollo de aspectos conceptuales y estratégicos sobre juventudes y políticas. Además, como OIJ, participamos en varias Cumbres Presidenciales donde se abordaron temáticas vinculadas a juventud.

 

¿Por qué te especializaste en los temas de adolescencia?

Desde que enseñé Psicología Evolutiva en la Escuela de Psicología de la Universidad de Chile, el tema me resultó atractivo: era un mundo por descubrir, y al mismo tiempo estaba atravesado por múltiples dimensiones. Siempre he pensado que, para hacer Psicología, hay que estar cómodo con la ambigüedad, pues esta permite no rigidizar ni empobrecer la comprensión de las situaciones.

Dentro del curso de vida, considero la adolescencia la etapa más desafiante, tanto por su funcionamiento como porque se resitúa con el correr del tiempo y las realidades circundantes. Obliga a seguir aprendiendo y a tomarle el pulso a la vida. A esto cabe agregar que no solo requiere de cambios en el conocimiento y la acción, sino que también es una causa. Desde la época en que comencé, la adolescencia no está considerada dentro de las “tres edades del ser humano”; frecuentemente es distorsionada según enfoques e intereses, genera fácilmente desconcierto, frustración o rechazo, y se devalúan sus aportes.

Afortunadamente, esto ha ido mejorando. Cada vez más profesionales se suman a este camino, e importantes sectores de la sociedad han avanzado en su acercamiento.

 

¿Cómo llegaste a aportar al pensamiento de las políticas sociales de salud y participación en juventud?

Trabajando clínicamente el tema, pude apreciar que muchas problemáticas individuales en la adolescencia no eran psicopatológicas. En mis elaboraciones conceptuales, e incluso en la psicoterapia, empecé a introducir elementos sociales. Esto culminó con mi ingreso al Instituto de Investigaciones Sociales, donde, dentro de la temática juventud, me vinculé a eventos internacionales —mayoritariamente latinoamericanos— que procuraban establecer políticas de juventud.

La participación de niños y adolescentes era un tema emergente con la Convención sobre los Derechos del Niño, y me atrajo desarrollar experiencias y conceptos en esta temática, los que se fueron multiplicando. Todo ello me llevó a consultorías y asesorías nacionales e internacionales, donde tuve la oportunidad de profundizar. Algunos organismos de Naciones Unidas con los que trabajé fueron particularmente importantes: OMS, OPS, UNFPA y UNICEF.

 

¿Qué diferencias observaste entre la Psicología centroamericana y la chilena?

La verdad es que no veo grandes diferencias. Quizás solo que, desde Centroamérica, se tiene más conciencia de la diversidad de países y realidades del continente. Desde el Sur se tiende, a menudo, en sus análisis, a generalizar su realidad a toda América Latina.
También cabe destacar, en la psicología política, la influencia de Ignacio Martín-Baró, jesuita, psicólogo salvadoreño asesinado. Además, tengo la impresión de que en Centroamérica existe más facilidad para experiencias pioneras, pero, al mismo tiempo, estas pueden debilitarse con mayor frecuencia.

 

¿Qué desafíos debe enfrentar, a tu juicio, la formación de psicólogas y psicólogos hoy en día?

El ejercicio de la Psicología ha tenido una compleja expansión en las áreas que abarca. Por lo tanto, la formación requiere ofrecer fundamentos básicos sólidos, sin dejar de abrirse tanto a los caminos tradicionales como a los innovadores. La modalidad de entrega de la formación también debe ser adecuada a las características de los estudiantes actuales y, a la vez, debe incluir aportes académicos y prácticos que los enriquezcan en aspectos del conocimiento y de la inserción profesional y social, que son fundamentales.

 

 

  1. 1 Psicólogo, Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC). Magister en Psicología Social Crítica por la Universidad Arcis y por la Universitat Abierta de Barcelona.

    Correo electrónico: georg.unger@ucentral.cl ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6215-9311